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POLIFONÍA DE LA IDENTIDAD 41<br />
dedicar más esfuerzos. Después de todo, los valores y signos identitarios asociados<br />
con la música del siglo xix no son los de nuestro tiempo, y lo que nos<br />
queda de aquellas músicas es muy poco. Por otra parte, a Carpentier, tanto<br />
como a muchos otros en la actualidad, le parecía que el asunto crucial de la<br />
música latinoamericana transita por el estrato popular, por la autenticidad de<br />
sus manifestaciones —ya urbanas, ya campestres— y por la riqueza multicultural<br />
que la música popular supone.<br />
Y sin embargo, la valoración de lo popular por encima del rechazo que<br />
“los músicos serios, sinfonistas, profesores de conservatorios” hicieron de tales<br />
repertorios, es un asunto que guarda una relación directa con la noción que<br />
tenemos de nosotros mismos; con la identidad que nos forjamos con nuestras<br />
personas y grupos sociales. Y desde hace varias décadas, como consecuencia<br />
de la masiva comercialización de la música, nuestra visión de la identidad y<br />
el valor musical está fuertemente influida por la música comercial y popular.<br />
En esta región de la cultura sonora, lo que reviste la mayor importancia es la<br />
autenticidad, entendida como un ámbito donde sí hay una tradición con la que<br />
dialoga la expresión personal de ciertos músicos por encima de la simple reproducción.<br />
Por influjo de tales nociones, tomamos por debilidad la relativa<br />
falta de originalidad de ciertos autores decimonónicos, a quienes no sentimos<br />
auténticos sino más bien, epígonos. Así lo cree fervientemente Carpentier<br />
cuando afirma que “no era en los escenarios líricos donde habíamos de buscar<br />
una expresión de lo criollo, sino en la invención siempre fresca, viviente, renovada,<br />
de aquéllos músicos que serían discriminatoriamente calificados de<br />
semicultos, populares o populacheros”. Debe hacerse aquí un paréntesis muy<br />
importante, ya que Carpentier fijó con toda certeza la relación existente entre<br />
la identidad musical latinoamericana y la categoría racial de lo criollo, de la<br />
que se deriva que “la expresión de lo criollo” es la raison d’etre de la música<br />
latinoamericana, el verdadero toque maestro de autenticidad y valor.<br />
En efecto, y aunque en muchos países esto no revista mayor importancia,<br />
al menos impera entre los jóvenes mexicanos una idea equívoca del ser criollo.<br />
Cuando, semestre a semestre, pregunto a mis alumnos con qué se identifican<br />
racial o culturalmente, obtengo en forma casi unánime la misma respuesta: se<br />
sienten, se asumen mestizos; han hecho suya la extraña noción de que la<br />
cultura mexicana surge del maridaje armónico de lo europeo y lo indígena y,<br />
por tanto, se muestran ufanos de un mitológico pasado precolombino. Cuando<br />
me dedico a mostrar que la cultura mexicana contemporánea, lo mismo<br />
que la de los pasados siglos, fue una cultura eminentemente criolla y de fuerte<br />
aliento cosmopolita, encuentro invariablemente azoro, estupefacción y