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Almuerzo de pie, compro un pan con<br />
queso en esa misma calle donde me<br />
preguntan quién es el último. “Yo no seré<br />
el último ángel”.<br />
He pasado estos días pensando en la<br />
consigna que escuché en televisión sobre<br />
estas mismas avenidas: “La calle es de los<br />
revolucionarios”.<br />
Pienso en mi amigo, en el basurero y<br />
en la cola de gente que compra sus cosas<br />
en silencio o protestando, en los niños que<br />
se entretienen camino a la escuela. Pienso<br />
en la fecha del hermoso y equilibrado<br />
trazado urbanístico de esta ciudad. Caminos<br />
que siempre terminan sobre el mar.<br />
Respiro la brea. Piso el suelo de madera<br />
delante del Museo de la ciudad. Pienso en<br />
Luyanó, en Párraga, pienso lo destrozada<br />
que está Centro Habana, pienso en todos<br />
los que regresan a vernos para Navidad.<br />
¿Cómo podrá rescatarse todo eso<br />
¿Desde que aprendí a caminar, los transeúntes,<br />
todos los que he visto son y han<br />
sido revolucionarios ¿Qué esquema nos<br />
da el derecho de embotellar, de ideologizar<br />
a un peatón<br />
"La calle es de los revolucionarios",<br />
decían esta semana las voces desde la<br />
televisión nacional. ¿Las limpiarán y las<br />
restaurarán sólo los revolucionarios Esas<br />
vías las transitan quienes conocen y<br />
quienes desconocen la dimensión semántica<br />
de la palabra.<br />
Quienes han dejado de creer y a<br />
quienes aún les va la vida en ello van a<br />
salir juntos de sus casas y transitarán<br />
juntos estas mismas calles. Quienes llegan<br />
queriendo creer, pero aun no conocen...<br />
¿no pueden acaso transitar las avenidas<br />
Sentirlas.<br />
La calle es de quien la camina con<br />
decencia. En todo caso no será de quien<br />
pasa en su automóvil sin mirar y hace<br />
muchos años que no da un paso por ella,<br />
que no se moja cuando llueve, ni hace la<br />
cola del pan, ni lleva a sus hijos a la escuela,<br />
ni les inventa la merienda, ni sortea los<br />
mil huecos para no torcerse el tobillo. Pero<br />
ni así. La calle en realidad es y ha sido<br />
siempre de todos, dije sonriendo mientras<br />
atravesaba la Plaza de Armas.<br />
Miré los libros viejos, los diccionarios<br />
hechos para comprender las palabras.<br />
Recordé cada persona con la que me he<br />
encontrado aquí. La calle es un plano tan<br />
infinito como el pensamiento del hombre.<br />
{ V/14 }<br />
Cada cual tome la acera del sol o de la<br />
sombra. La calle es de quienes pisan con<br />
naturalidad y respeto, y como en todas<br />
partes de este mundo, la calle en que<br />
naciste es una parte inalienable de la<br />
geografía de tu cuerpo. Existe un pasadizo<br />
secreto, que, desde cualquier lugar nos<br />
conduce irremediablemente a nuestras<br />
calles. El patrimonio donde anclar nuestra<br />
memoria.<br />
Cuidado con estas fallidas, vacías<br />
consignas que tanto angustiaron la vida de<br />
nuestros padres. En su nombre se quemaron<br />
en la hoguera muchos sueños limpios. Se<br />
humilló a buenas personas y se corrompieron<br />
ideales sublimes.<br />
Cuidado con las trifulcas entre cubanos,<br />
azuzar cualquier gesto agresivo entre<br />
nosotros es lamentable, doloroso, y al final,<br />
incontrolable en su secuela.<br />
Respetemos las mil opiniones que<br />
genera una realidad mil veces compleja,<br />
revolucionada. ¿No será que hablamos de lo<br />
mismo y no nos entendemos claramente por<br />
el ruido que genera la calle misma<br />
La escritora cubana Dulce María Loynaz,<br />
premio Cervantes, salió muy poco o nada de<br />
su casa en El Vedado durante 40 largos años.<br />
Recuerdo a Bárbara, el personaje de su<br />
novela “Jardín”, vivía encerrada tras altas<br />
rejas que ponían coto a la realidad. Cito<br />
palabras de la autora:<br />
“Me he mantenido enclaustrada en mi<br />
casa habanera y al margen de la política,<br />
que es terreno minado para un escritor. Las<br />
autoridades revolucionarias no me han<br />
tratado bien ni mal, pero me han respetado.<br />
Han sido 40 años de silencio”.<br />
Estas no deben ser nunca más las calles<br />
del silencio. Piso delicadamente las rutas<br />
trazadas, me río y canto o lloro, sigo aquí,<br />
hablo sola o con amigos, vuelo sobre la<br />
ciudad que incluso elegiría de no haber<br />
nacido en ella.<br />
Me gustaría ser un hada diminuta<br />
(Campanilla) para regalarle las calles a mis<br />
amigos, dependiendo de sus nombres, gustos<br />
o características y señas personales: Lealtad,<br />
Soledad, Marina, Perseverancia, Campanario,<br />
Empedrado, Ánimas, Amargura, Virtudes.<br />
Pero nadie, Nunca Jamás, ni las hadas<br />
pueden decidir sobre los caminos que, desde<br />
siempre, pertenecieron a los hombres. {V}<br />
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