6 CONCLUSIONES 6.1 Factores principales para un desarrollo ...
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Esta inseguridad inmobiliaria se acrecienta con tres clases de perjuicios particularmente graves en las<br />
metrópolis: la fuerte degradación de los recursos medioambientales y la contaminación que de ello<br />
resulta (World Resources Institute et al., 1996); la falta de servicios, de equipamientos y de redes<br />
urbanas y su costo; la informalización creciente de los empleos y su repercusión negativa sobre el<br />
ingreso.<br />
Numerosos trabajos han demostrado el nexo inmediato que puede establecerse entre el crecimiento<br />
demográfico y la expansión territorial de las metrópolis y su repercusión sobre la degradación de los<br />
recursos naturales (Hardoy, Mitlin y Satterthwaite, 1992). Por razones de concentración industrial en<br />
las aglomeraciones mejor ubicadas y mejor provistas en cuanto a redes técnicas, de crecimiento rápido<br />
del parque automotor y de su mantenimiento mal controlado, pero en adecuación con las formas de<br />
calefacción y de cocción, estas <strong>principales</strong> fuentes se traducen en <strong>un</strong>a serie de consecuencias nefastas<br />
<strong>para</strong> la salud física y mental de los individuos, afectando principalmente las capas desfavorecidas de la<br />
población urbana. Los <strong>principales</strong> síntomas de <strong>un</strong> medio ambiente urbano problemático: la polución<br />
del aire, la falta de agua y su contaminación, los accidentes en las rutas, los desechos tóxicos, la<br />
contaminación sonora y la desaparición de los espacios verdes.<br />
Estas mismas comprobaciones pueden abordarse en términos de infraestructuras y de servicios<br />
disponibles <strong>para</strong> las com<strong>un</strong>idades. Hablar de contaminación del agua es hablar de las redes técnicas de<br />
distribución de agua potable y de evacuación de las aguas servidas (Serageldi et al., 1994; Bolay et al.,<br />
2004); mencionar los desechos sólidos domiciliarios e industriales, es volver a los modos de gestión<br />
puestos en marcha y su difusión espacial. Se podría decir lo mismo de la electricidad, de los<br />
transportes colectivos, sin olvidar los equipamientos al servicio de la com<strong>un</strong>idad: escuelas, hospitales<br />
y centros de salud, centros sociales y de esparcimientos, centros deportivos y recreativos. La tendencia<br />
es idéntica en todas las grandes ciudades: se comprueba <strong>un</strong> déficit en el número, la calidad y la<br />
cantidad y en la distribución de las redes, de las infraestructuras y de los servicios urbanos. Las<br />
inversiones públicas no son suficientes <strong>para</strong> responder al conj<strong>un</strong>to de las necesidades y a la demanda<br />
social. Esto genera modos de gestión cada vez más inspirados en el sector privado, lo cual se traduce<br />
en <strong>un</strong>a fuerte disparidad de acceso tanto en el plano socioeconómico como en la distribución<br />
territorial.<br />
Última consecuencia del deterioro de las condiciones de vida metropolitana: el empleo. Una diferencia<br />
significativa entre los países industrializados y los países en <strong>desarrollo</strong> <strong>para</strong> R. Mohan (1995), tiene<br />
que ver con la persistencia, en estos últimos, de <strong>un</strong>a fuerte densidad en la demanda de empleo en los<br />
centros urbanos más importantes. Si es verdad que el factor de atracción migratoria en provecho de las<br />
grandes aglomeraciones reposa en la inserción del trabajador en <strong>un</strong>a economía monetarizada, es cada<br />
vez más cierto que esta integración económica, cuando ocurre, <strong>para</strong> la mayoría de los trabajadores<br />
urbanos, se efectúa con trabajos poco estables, inseguros y no disponen de las ventajas ofrecidas por<br />
las empresas legalmente reconocidas. Este sector informal, criticado durante mucho tiempo por sus<br />
fuertes consecuencias sociales, ha sido, desde los años 90 reinterpretado como el sector de la pequeña<br />
empresa independiente, que responde con flexibilidad y rapidez a los ajustes del modelo de <strong>un</strong>a<br />
economía globalizada (UNCHS, 2003). Sea cual fuera el análisis teórico que se realice sobre este<br />
tema, se debe reconocer forzosamente, que reagrupa a <strong>un</strong>a parte mayoritaria de los activos urbanos en<br />
casi la totalidad de las ciudades del tercer m<strong>un</strong>do, que su importancia es predominante entre los<br />
trabajadores pobres y que no cesa de aumentar. Desempleo, subempleo e informalidad son desde ya,<br />
las características de las metrópolis del tercer m<strong>un</strong>do.<br />
Esta insistencia en poner el acento en los riesgos que engendra el crecimiento de las más grandes<br />
aglomeraciones no debe hacernos olvidar que esta primacía de las metrópolis en la organización de las<br />
poblaciones m<strong>un</strong>diales y en la organización de su territorio se explica ante todo, por las ventajas,<br />
simbólicas o reales, que representan estos hábitats <strong>para</strong> los individuos que allí viven, las empresas que<br />
allí se desempeñan y las instituciones que las estructuran. Es el caso de Quito, en tanto capital políticoadministrativa<br />
y Guayaquil, centro de implantación de las empresas privadas de producción y<br />
comercialización en el Ecuador. Y los países en Asia, en el curso de los años recientes nos enseñan<br />
que fuertes sinergias subsisten entre su crecimiento económico y el aumento de las poblaciones<br />
urbanas, y esto en beneficio, en primer lugar, de las ciudades más grandes (UNCHS, 1996). La<br />
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