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LIBERATOR GERMANIAE.indd - Ediciones B

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tardaría en dar por finalizado el espectáculo, pues una cubierta<br />

de nubes lluviosas se amontonaba por encima de los montes del<br />

interior.<br />

En una cueva de la ladera, sobre los prados del risco, una<br />

loba había echado su camada al mundo. Uno de los cachorros,<br />

negro como las entrañas abrasadas del legendario monte en el<br />

que había nacido, abandonó el amparo de las sombras al escuchar<br />

algo que se parecía al reclamo de la madre. Se adentró en<br />

las altas hierbas y gimoteó en busca del olor familiar. Sus hermanos<br />

lo miraron, pero no lo siguieron. Atento, se detuvo tras<br />

algunos pasos audaces, volvió a escuchar el canto, y reanudó la<br />

marcha. Unos gritos en lo alto lo alertaron. Retrocedió confundido<br />

y sintió el peligro en el cielo.<br />

Las alas de una repentina tormenta se abatieron sobre él. El<br />

viento que levantaban no era natural y removía la hierba. El diminuto<br />

cachorro se revolvió aterrorizado, para descubrirse en<br />

las garras de una muerte segura. La silueta del ave se alzó sobre<br />

él, con el plumaje del cuello empenachado por la brisa de oriente,<br />

extendiendo dominante sus alas, con las que parecía voltearlo<br />

de un lado a otro, más poderosa que el sol. El grito del águila<br />

cazadora lo paralizó. Su anuncio fue saludado por otras dos<br />

compañeras de su misma especie, que descendieron vertiginosamente<br />

no muy lejos. El cachorro sintió una punzada en el tierno<br />

lomo, cuando las uñas cortantes de su captora lo atrapaban, arrugando<br />

su pellejo con un solo pellizco. No fue necesario recurrir<br />

al golpe seco del mortífero pico; tan inofensiva era la presa. Gañía<br />

el imprudente cachorro de los lobos, mientras la sangre empezaba<br />

a humedecerle el tupido pelo negro.<br />

No muy lejos, la madre del lobato, protectora y vigilante,<br />

echó a correr sacudida por el instinto. Oteó la ladera en medio<br />

de una desesperada carrera, dispuesta a romper el cuello del viejo<br />

enemigo de una dentellada. Pero cuando sus ágiles saltos la<br />

llevaban de roca en roca como solo las madres lobas saben hacer,<br />

el águila levantaba el vuelo allá delante, soberbia e indiferente<br />

a la tragedia; invadió el aire, que era su reino, posando la vis-<br />

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