cuaderno[ 34 - Exposiciones
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cuadern o [ <strong>34</strong><br />
Santiago Rusiñol<br />
La morfina, 1894<br />
Óleo sobre lienzo, 88,5 x 115,2 cm<br />
Museu Cau Ferrat (Consorcio del Patrimonio de Sitges)<br />
Ramón Casas<br />
Flores deshojadas, 1894<br />
Óloe sobre lienzo, 80 x 101 cm<br />
Colección particular<br />
dos luces (1894), de Casas: los dos muestran una habitación con mujeres<br />
semivestidas, un momento de intimidad y ensimismamiento de<br />
los personajes en un entorno doméstico. El diálogo surge, también,<br />
entre dos imágenes de mujeres derrotadas: La morfina (1894) y Flores<br />
deshojadas (1894). En el primero, Rusiñol podría haber querido<br />
exorcizar su propia adicción a este alcaloide, que consumía por una<br />
dolencia física y por el que necesitó someterse a una cura de desintoxicación;<br />
el autor explora las posibilidades expresivas que desencadena<br />
la ingesta de morfina en una mujer, cuyo rostro expresa su<br />
pérdida de conciencia, nada comparable a esos paraísos artificiales<br />
que se buscaba en la droga. Desde la revista Luz se decía de él: “Rusiñol<br />
es el artista de la naturaleza enferma, es el autor de estas eternas<br />
verdades que Dios ha escrito sobre la tierra, en la hoja de un<br />
árbol, en una flor marchita, en un sol que se va. Sus telas impresionan;<br />
son cuadros psicológicos, en todos ellos hay una nota, una figura<br />
que hace pensar”. Tan misteriosa como la anterior resulta la mujer<br />
desnuda de Casas; el título, Flores deshojadas, puede llevarnos a conjeturar<br />
la historia que acaba de vivir, tumbada en un espacio abierto,<br />
con una postura de abandono –repetida en otros lienzos del<br />
autor–, rodeada de rosas rojas como simbolizando algo abyecto.<br />
Entre las otras obras que se exhiben de Casas –Un patio. Mi<br />
hermana en la terraza del Paseo de Gracia (ca. 1889) y Estudio / La<br />
terraza (ca. 1889) [pág. 5]– se sitúan en un espacio al que era muy<br />
aficionado: la casa y las figuras femeninas que la habitan, un intento<br />
de narración doméstica en el que casi podríamos seguir el día a<br />
día de los personajes familiares, que hacen de Ramón Casas un documentalista<br />
de la historia social de la mujer burguesa de la época.<br />
A Zuloaga y Gutiérrez Solana se les ha vinculado también con<br />
frecuencia a pesar de que sus lenguajes artísticos no manifiesten una<br />
tendencia común, salvo por el estereotipo de la España negra y<br />
por su admiración a El Greco, Velázquez y Goya –en los que aprenden<br />
temas, el uso del color y el distanciamiento de los personajes–,