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TerBi Revista nº 8 Mayo 2014

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<strong>TerBi</strong> Nº 8<br />

Asociación Vasca de CF, Fantasía y Terror<br />

Los dos primeros días siguió a rajatabla el esquema, pero los periodos para generar<br />

ideas resultaron completamente baldíos. Al concluir aquella segunda jornada tuvo que poner<br />

en práctica la técnica de repetirse mentalmente sentencias como ― Lo voy a conseguir‖, para<br />

evitar pensamientos negativos que le surgían del estilo de ―no se te ocurre nada‖ o ―ya no<br />

vas a volver a escribir‖.<br />

La estrategia le fue mínimamente efectiva. A la noche siguiente, en su cuaderno de<br />

notas tenía varias líneas de apuntes, aunque eran más referidas a detalles que a la trama en<br />

si. Con un ligero alivio, Toledo decidió relajarse y leer algo.<br />

No de manera muy brusca, Toledo se fue dando cuenta de que se escuchaban unos<br />

golpes sordos a intervalos regulares. Se levantó y empezó a caminar por pasillos y estancias<br />

del palacete, buscando localizar el ruido.<br />

Cuando se dirigía al piso superior, una puerta al lado de la escalera se abrió, y una<br />

oscura forma humana surgió de la misma. El susto que se llevó Toledo no fue nada<br />

comparado con el pavor que sintió en el momento en que el individuo se acercó un poco y<br />

dejó ver su rostro. Putrefactas zonas de epitelio se distribuían por un desnudo cráneo, del<br />

que pendían las dos órbitas, una de ellas apenas sujetada por un colgajo de carne y<br />

bailoteando. Toledo no pudo evitar orinarse en los pantalones. Varias áreas de su cuerpo<br />

comenzaron a temblar espasmódicamente. De sus cuerdas vocales sólo salía un agónico<br />

chillido. El espectro se había colocado de tal manera que Toledo no podía escapar, atrapado<br />

entre la pared y el terrorífico ser. Las falanges de los dedos de la mano derecha de este,<br />

tapizadas por grumos y fluidos varios, envolvieron el cuello de Toledo, que no paraba de<br />

gimotear.<br />

—¿Cómo te atreves a invadir mi mansión –preguntó el cadavérico ser, susurrándole<br />

al oído, sonido sazonado por asquerosos ruiditos debidos a los esfuerzos hechos por los<br />

restos de sus cuerdas vocales para emitir la voz.<br />

—No sabía que vivía usted aquí – consiguió decir Toledo<br />

—Llevo desde 1816, cuando adquirí esta casa<br />

—No, no me dijeron nada cuando la alquilé – se excusó Toledo<br />

—Claro, porque los miserables que tienen la propiedad actualmente dicen que yo<br />

estoy muerto desde hace siglo y medio. Pero – el espectro se acercó aún más al otro y<br />

expresó una mueca que se podría interpretar como una sonrisa - ¿A que a ti te parece estoy<br />

muy vivo – Toledo corroboró con movimientos de su cabeza – Casi doscientos años en esta<br />

casa. Viví diez años dichosos a más no poder. Todo me iba bien. Estaba casado con una<br />

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