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cronica-ambiental-08

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Japón<br />

México<br />

Japón, la tercera mayor economía del mundo después de Estados<br />

Unidos y China, no permite, por ley, ningún cultivo<br />

con semillas genéticamente modificadas dentro de sus islas.<br />

Y eso incluye al alimento base de la dieta de sus 127 millones<br />

de habitantes: el arroz y sus diferentes variedades, entre ellas el<br />

arroz japonés o japónica, que se caracteriza por su textura única<br />

y carácter pegajoso. En promedio, según la FAO, cada japonés<br />

consume al año 59 kilos (6.7 kilos es el consumo per cápita en<br />

México; 140 kilos en Madagascar). El país del sol naciente es el<br />

noveno productor mundial.<br />

Aunque en la actualidad existe un intenso debate global en<br />

torno a los impactos (positivos y negativos) del uso de transgénicos<br />

en asuntos tales como la biodiversidad y la salud, la postura<br />

del gobierno japonés es no admitirlos dentro de su territorio<br />

(curiosamente sí invierte en el desarrollo de arroces transgénicos<br />

biofortificados en otras regiones del planeta). Esta postura<br />

está en consonancia con el sentir de ciudadanos y organizaciones<br />

—como la Unión de Consumidores de Japón— que rechazan<br />

el uso y la ingesta de productos que contengan Organismos<br />

Genéticamente Modificados (ogm). Los científicos que están en<br />

contra señalan que la inclusión de estos genes manipulados podría<br />

provocar efectos nocivos en la salud humana y una pérdida<br />

en términos de biodiversidad.<br />

Existen razones culturales que influyen en el rechazo que<br />

los japoneses manifiestan contra los arroces genéticamente modificados<br />

y los transgénicos en general. El budismo sintoísta, la<br />

religión mayoritaria, le da una especial importancia a la pureza<br />

y eso incluye a los alimentos. El arroz, más que un alimento, es<br />

un símbolo nacional. No en vano, desde que empezó a plantarse<br />

este cereal (originario de China, según algunos historiadores; o<br />

de India, según otros) hace 2 400 años, el calendario del cultivo<br />

del arroz domina el tiempo japonés. Se afirma que la humildad,<br />

una de sus virtudes más apreciadas, es como el arroz. Su<br />

gastronomía pone especial énfasis no sólo en la presentación de<br />

su amplia gama de platillos (elaborados muchos de ellos a base<br />

de arroz), sino a la calidad de sus ingredientes. Los japoneses<br />

se sienten orgullosos de su arroz.<br />

Además de prohibir la siembra de transgénicos en sus colinas<br />

y laderas (73% del país es montañoso y está cubierto de<br />

bosques), el gobierno japonés impone un arancel de 800% a la<br />

importación de arroz.<br />

¿Qué habría que<br />

hacer en México<br />

siguiendo el ejemplo<br />

japonés?<br />

Proteger de modificaciones genéticas las miles de variedades<br />

de maíz que existen a lo largo y ancho del territorio nacional<br />

(adaptadas a diferentes ecosistemas), ya que el maíz no sólo es<br />

el alimento base, sino que es su centro de origen genético: no<br />

podemos arriesgar este invaluable acervo, producto de 8 000<br />

años de cuidadosa domesticación por parte de cientos de generaciones<br />

de agricultores desde tiempos prehispánicos. La<br />

alteración o pérdida por medios artificiales podría tener consecuencias<br />

negativas para la salud y la alimentación de millones<br />

de personas, para la cultura mexicana y también para el medio<br />

ambiente. Si los nuevos genes patentados contaminan la enorme<br />

diversidad genética de esta planta se corre el riesgo de perder<br />

genes únicos para luchar contra los efectos del cambio climático,<br />

pues cada variedad ya está adaptada a los diferentes climas<br />

—algunos de ellos francamente agrestes— de México, mientras<br />

que el maíz transgénico requiere, por ejemplo, condiciones óptimas<br />

de agua y fertilizantes. En este sentido, los maíces mexicanos<br />

constituyen una póliza para el futuro.<br />

Aunque hasta ahora en México no se cultiva maíz transgénico<br />

de manera comercial, las presiones por parte de las seis<br />

empresas fabricantes (Monsanto, Syngenta y Dupont Pioneer,<br />

entre otras) por entrar son muy fuertes. Está en marcha un proceso<br />

judicial que varias organizaciones civiles como Colectivas<br />

AC y Fundación Semillas de Vida entablaron contra estas poderosas<br />

trasnacionales. Las asociaciones mexicanas argumentan<br />

que la introducción de maíz transgénico dentro de nuestras<br />

fronteras violaría tres derechos: a la alimentación, al medio ambiente<br />

sano, y al patrimonio cultural y natural. Mientras tanto,<br />

al interior del gobierno mexicano hay un debate: organismos<br />

como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la<br />

Biodiversidad (Conabio) advierten que el uso de transgénicos<br />

podría no ser conveniente, otros, como la Secretaría de Agricultura,<br />

Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación<br />

(Sagarpa), no tienen mayores objeciones.<br />

A falta de pruebas contundentes sobre el daño cabal que<br />

pueden causar los transgénicos, es fundamental proteger todas<br />

y cada una de las diferentes variedades de maíces con que contamos.<br />

Se trata de un tesoro no sólo nacional, sino mundial.

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