El Diablo en misa - Iberescena

MARÍA:
Tal vez yo no sé ver... no puedo ver, o no quiero ver. ¿Qué me pasa?
ACÓLITO:
Lleve el café al Obispo antes de que se enfríe.
MARÍA:
A ellos les gusta el café frío.
ACÓLITO:
Llévelo, María. De la cabeza de San Pablo me encargo yo.
MARÍA:
No hables de ese modo porque me asustas, muchacho.
ACÓLITO:
Nada malo le ocurrirá, se lo prometo. Será dócil sin poder evitarlo; y yo me ocuparé de
hacerle preguntas frente al Obispo. Contestará la verdad, porque ni siquiera podrá notar si
las respuestas lo perjudican.
MARÍA: (Alarmada)
¿Contestará a todo lo que se le pregunte?
ACÓLITO:
Sin restricciones. ¿Qué teme? ¿La asusta descubrir quién la estafó con las deducciones del
Seguro Social? ¿No quiere saber lo que pasó con el Padre Bolacho?
MARÍA:
El Padre Bolacho era tan especial. Todo lo decía en un aparente sobreentendido, pero
siempre cortés, muy cortés. “Estoy reparando los defectos de mi carácter”, decía él como
sempiterna excusa; y, hoy, yo tiemblo por el alma que ocupó su cuerpo.
(Viene Párroco. Acólito y María se separan. Ella sale fuera de escena con bandeja y
taza. Acólito va hacia el Párroco. Le ofrece la taza con café).
PÁRROCO: (Recibiéndola)
Está caliente. (Coloca la taza en una mesita. Acólito se mantiene cerca de la taza) El
pago por el día de hoy se le cancelará mañana.
ACÓLITO:
Monseñor me pidió esperarlo.
PÁRROCO:
Siendo así... (Pausa).
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