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Sudacas-Gabriel Fernández Chapo - Iberescena

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la noche, y unas ganas terribles de no parecerme a mi viejo que sólo piensa<br />

en hacer dinero y más dinero. Por supuesto que el Máster que me fui hacer<br />

a España lo paga mi padre, cachai.<br />

LUIS: En mi tierra, tenía una esposa muy bonita y compañera, un hijo<br />

pequeño, una familia que ocupaba toda la cuadra y media de la vuelta, un<br />

trabajo, que después ya no lo tenía, que después tenía otro; y que ya<br />

después tampoco tenía ese otro; unas deudas pequeñas; unas deudas más<br />

grandes, la vergüenza de pedir plata a mis ñañas y a mis cuchos, dos veces<br />

que me robaron en la casa; y un cansancio que empezaba a hacerme<br />

arrastrar los pies.<br />

2- El Aleph<br />

Parados dentro de una gran valija abierta. Sus pies chapotean en el interior<br />

como si fuera una fuente de agua cristalina. Pero no. Solo hay algunas<br />

prendas de ropa. Sus cuerpos desplazan la ropa. La tiran salvajemente. O<br />

dulcemente. O no la tiran. Las valijas se cierran. Ellos dentro.<br />

CARLOS: ¡Qué pendejada! Intentar que quepa tu pasado, tu presente y tu<br />

posible futuro en 23 kilos. Gracias aerolínea por obligarme a andar liviano<br />

por el mundo. “Señorita: ¿si me paso los 23 kilos cuánto cuesta? ¡Cómo! No<br />

mames. Ni que llevara oro, o la blanquita de la buena. “¿Qué te pesa más,<br />

compadre, las dos maletas o los adioses, las despedidas, y las caras que ya<br />

no verás?”, me preguntó el hijo de puta de mi cuñado. Me subo al avión.<br />

Calentito aún, en el bolsillo interno de mi saco, laten unos pinches taquitos<br />

de suadero; unas quesadillas de chicharrón y un poco de salsa. A toda<br />

madre, pa’ no extrañar. Y porque como los de mi tierra seguro que en<br />

ningún lado del mundo habrá. Prefiero que mi garganta hierva por esas<br />

pinches salsitas mexicanas que por las preguntas que este viaje me escupe<br />

y no tengo aún nada para responderles.

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