Sudacas-Gabriel Fernández Chapo - Iberescena
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de su decisión de quedarse. Su hijito ya tiene 6 años y casi que es español,<br />
tiene sus amigos acá, y en la escuela recién ahora le está yendo bien otra<br />
vez. “Puede sufrir el Síndrome de Ulises si tiene que atravesar nuevamente<br />
el estrés de la migración”, le dijo el psicólogo al que le volvió a reparar la<br />
persiana del comedor. No lo entendió del todo, pero sentía que algo de<br />
razón tenía.<br />
LIDIA: (Señalando a Benjamín) Benjamín volvió a Chile. En este caso, no<br />
es fácil determinar si fue por decisión propia o por necesidad. Lo cierto es<br />
que después de dos años su padre ya no quiso seguir pagando el Máster en<br />
Comercio Internacional que Benjamín solo usaba como excusa para<br />
alejarse del destino que su familia se esforzaba en construirle en su<br />
Santiago natal. Se había sentido a gusto al colgar su traje diario, sus<br />
camisas de cuello bien duro y las corbatas lisas y dar lugar a los jeans,<br />
zapatillas y polos. Durante su primer año en Barcelona, Benjamín se dedicó<br />
a ser un turista eterno, se pasaba de fiesta en fiesta, de chiringuito en<br />
chiringuito, recorriendo los pueblos y playas de las cercanías, y contando<br />
las faltas del Máster para no perder la regularidad. Ya en el segundo año<br />
aprendió a disfrutar de los pequeños placeres de la vida y también a<br />
extrañar. Todas sus amistades en Barcelona llegaban y se iban en un<br />
vaivén que con el correr de los meses le empezó a pesar. La noticia de que<br />
el padre no le seguiría pagando sus estudios de posgrado ni enviándole la<br />
mensualidad correspondiente, sumado a la imposibilidad de obtener un<br />
empleo, le facilitaron la disyuntiva sobre retornar o quedarse. Cuando dejó<br />
Barcelona, lloró, con timidez pero con fuerza; lloró como un niño. Por irse<br />
queriendo, pero sin querer a la vez. Ahora ha vuelto a su departamento<br />
frente al Cerro San Cristóbal en Santiago. Se asoma a la ventana y no<br />
escucha a decenas de familias hablando y gritando en idiomas distintos<br />
como sucedía en su piso de Barcelona. Tampoco le llegan esa variedad de<br />
músicas y olores que se colaban cada noche por todas las aberturas.<br />
Todavía no le ha atendido el teléfono a su padre. Sabe que tiene que tomar<br />
una decisión. Las horas que se aproximan serán para definir quién quiere<br />
ser y qué quiere hacer.