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INTRODUCCIÓN<br />
© Shuttertock images<br />
En nuestro país existe una antigua tradición de edificación<br />
de presas que se remonta a la época romana y<br />
árabe. Esta construcción se incrementó rápidamente a<br />
partir de 1950, con un total de 581 presas construidas<br />
en 30 años (un promedio de casi 20 por año), y aunque<br />
el nivel de contratación de diques ha disminuido<br />
notablemente desde 1995, España sigue siendo el<br />
país con más grandes presas per cápita en el mundo<br />
(García de Jalón, 2003).<br />
Actualmente, en España existen 1.231 obstáculos fluviales<br />
clasificados oficialmente como “grandes presas”,<br />
es decir, con una altura mayor de 10 m, además<br />
de una longitud de coronación superior a 500 m, una<br />
capacidad de embalse superior a 1 hm 3 y una capacidad<br />
de desagüe superior a 2.000 m 3 /s (Reglamento<br />
Técnico de Seguridad de Presas y Embalses ).<br />
Las presas son estructuras que tienen por objetivo<br />
contener el agua en un cauce con dos fines principales,<br />
que pueden coincidir en algunos casos: elevar su<br />
nivel para que pueda derivarse por una conducción y/o<br />
formar un depósito que retenga el agua, bien para suministrarla<br />
en períodos de escasez o bien para regular<br />
las crecidas de los ríos (Vallarino, 2006). En España, la<br />
regulación de los ríos obtenida con las obras hidráulicas<br />
ha permitido controlar la irregularidad de las precipitaciones<br />
y así almacenar agua, principalmente, para<br />
regar campos (30%), producir energia hidroeléctrica<br />
(23%) y abastecimiento (19%) (MOPU, 1988).<br />
Sin embargo, desde hace unos años, la sociedad es<br />
cada vez más consciente de los problemas ambientales<br />
que estas obras causan en los ríos. Tanto el<br />
funcionamiento del ecosistema fluvial, como su composición<br />
y estructura, están dirigidos por el régimen de<br />
caudales, es decir, por la cantidad de agua que fluye<br />
en cada momento por el cauce del río, por lo que las<br />
obras de regulación modifican este régimen y alteran<br />
el funcionamiento de los ríos. Como <strong>WWF</strong> España ha<br />
denunciado en numerosas ocasiones, muchas presas<br />
impiden también el movimiento de los sedimentos y de<br />
la fauna de los ríos, y dividen las comunidades biológicas<br />
en tramos separados por obstáculos.<br />
Otra consecuencia de la regulación de los ríos con<br />
presas ha sido la ocupación de valles fértiles destinados<br />
a la producción agropecuaria y el anegamiento de<br />
numerosos pueblos y villas. Por otro lado, la enorme<br />
oferta de agua embalsada en España ha creado una<br />
sensación de abundancia que favorece un uso insostenible<br />
del recurso y una falta de cultura respetuosa<br />
con el agua dentro de los diferentes usos: urbano,<br />
agrícola e industrial. Esta situación se agrava porque<br />
en su construcción y explotación no se recuperan los<br />
costes del agua (incluidos los ambientales), utilizándola<br />
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