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ENTREVISTA
ENTREVISTA
Inma Shara
Directora de Orquesta
Las claves del liderazgo son la humildad
y el respeto por las individualidades que
componen el grupo
Vanessa Izquierdo González
Inma Shara es una de las seis mujeres
que dirige sinfónicas en el mundo.
Desde la más tierna infancia, esta alavesa
supo que la música sería su vida
y no ha escatimado esfuerzo en conseguirlo.
Abarca una amplia gama de
estilos musicales que va desde las
obras del Barroco más puro, hasta las
últimas expresiones del arte musical,
pasando por el Clasicismo, el Romanticismo,
la transición decimonónica
final y el siglo XX.
Su trayectoria es imparable, y la crítica
especializada europea la ha
señalado como una de las mejores
directoras de orquesta del mundo.
El movimiento de su batuta es el
reflejo de la perfección, y transmite
una pasión por la música, que no
deja indiferente a quien tiene la
oportunidad de escucharla hablar
desde el corazón.
cos, es mi forma de interactuar con todo
lo que me rodea. En mi caso, la entrega
a la música es absoluta, y poder dedicarme
a esto, es un placer que entraña
mucho sacrificio, no es una profesión al
uso, precisa de un compromiso personal
en el que me vuelco física y mentalmente,
y sólo amándola profundamente,
puedo dedicarme a ella con plenitud.
Esta entrega, ¿cómo se traduce en el
trabajo diario, cuando está lejos de
los escenarios y tiene que preparar
el repertorio?
Existe un gran desconocimiento de esta
profesión, y mucha gente piensa que el
trabajo del director de orquesta, empieza
y termina el día del concierto, y nada
más lejos de la realidad. El trabajo que
requiere la preparación de cada obra es
muy minucioso y requiere de un estudio
Define la música como “su forma de
vida”, ¿qué implica personal y profesionalmente
vivir de una forma tan
apasionada?
Es una auténtica obsesión. Concibo la
música como el lenguaje universal del
corazón, amo la música, y es mi forma
de vivir y de sentir, es mi forma de comunicarme
con el público y con los múside
la partitura muy exhaustivo. Comienzo
la preparación del concierto con al
menos tres meses de antelación, en los
que dedico de ocho a diez horas de
estudio diario. Es una etapa silenciosa,
en la que el director en soledad hace un
trabajo de análisis, interiorización y
memorización de la partitura. Profundizo
en su estructura interna, y creo mi
propia fantasía artística, en la que quiero
que cada compás esté lleno de emotividad.
Esta dedicación es imprescindible,
para que cuando llegue el concierto
pueda sentir la obra como parte de mi
propia respiración. A veces me han
dicho, que la música ya está escrita, y es
cierto, pero en Garrigues sabéis que
también lo están las leyes, y que depende
de cómo se interpreten adquieren un
sentido u otro. Yo presento al público mi
propia interpretación.
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