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ENTREVISTA
Posteriormente, y en cada país donde
se celebra el concierto, comienza el trabajo
con la orquesta, la labor de coordinación
y ajuste, que suele durar una
semana.
Y llega el gran día, y se prepara para
el concierto, ¿sigue algún tipo de
ritual?
La verdad es que soy muy normal, mi
único secreto es el amor a la música y al
público, aunque no te oculto, que el
miedo escénico es terrible. Una orquesta
es un organismo vivo, y por otra parte
el concierto en sí también tiene vida propia
ya que nace, se desarrolla y muere
en ese momento, no es como otras
expresiones artísticas. Esto hace que en
cada uno de ellos, como ser humano
sienta una gran responsabilidad que se
traduce en pavor a quedarme en blanco,
tengo miedo a la reacción del público,
todo es nuevo en ese momento...
pero esa sensación dura los cinco primeros
minutos, a continuación la música
se apodera de mi y me convierto en
la artista que no quiere que el concierto
finalice. Mis brazos se mueven de forma
irracional, el artista domina a la persona,
y esa sensación es maravillosa.
¿Qué cualidades pone en juego para
liderar a cien músicos que deben
responder como un equipo de alto
rendimiento?
Para mi las claves del liderazgo son la
humildad y el respeto por las individualidades
que componen el grupo. Cada
músico es un gran profesional, y no concibo
la imposición, la clave está en establecer
intereses comunes y puentes
afectivos, no solo profesionales. Esta
flexibilidad no está reñida con la exigencia,
exijo a mis músicos, porque antes
me he exigido a mi misma y no he escatimado
esfuerzo, me dejo la piel en cada
ensayo y creo que eso es algo que se
contagia. Eso si, exijo de manera absolutamente
humilde y desde mi propio
compromiso, entiendo el poder como
entrega, no como egocentrismo.
Exigente y disciplinada, ¿qué aspectos
valora más en sus músicos?
La motivación, el compromiso y la entrega.
A veces me encuentro con músicos
desmotivados, y mi experiencia me dice
que cuando amas el objetivo por encima
de ti mismo, siempre encuentras un
punto de encuentro. En el mundo de la
música hay mucho divismo y en ocasiones
se producen muchos conflictos en
la orquesta. Como directora tengo que
intervenir y resolverlos y muchas veces
sufres, te afectan personalmente, pero
es un proceso de aprendizaje en el que
quiero sacar lo mejor de cada músico,
además de lo estrictamente técnico, me
gusta que haya una buena comunicación
humana en la orquesta, que haya
alegría. Si en el ensayo falla una nota, o
si el pasaje no ha sido musicalmente
óptimo, no es tan importante si lo han
vivido con emoción.
Ha dirigido a la mayoría de las principales
orquestas del mundo, ¿qué
vínculo personal de establece con
personas de culturas tan diferentes?
Afortunadamente el lenguaje de la música
es internacional, porque solo tienes
una semana con la orquesta para crear
esos vínculos que hacen que el arte
fluya. Además, las realidades sociales
de los países y las circunstancias de los
músicos son tan diferentes, que tienes
que intentar entender por qué Brahms
funciona en un país y no en otro. Todos
somos el producto de nuestro pasado,
y nuestras máximas no son las mismas
que las de otras culturas u otras religiones.
Trato de entender a cada persona
en su contexto, para poder interpretar su
actitud y sus emociones, y la riqueza
que te proporciona ese entendimiento
te hace crecer como ser humano.
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