Kaikan N° 41 - Febrero-Marzo 2009 - Asociación Peruano Japonesa
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Relatos<br />
Y lo invitó a servirse de la comida que había<br />
preparado para el camino. El hombre comió<br />
hasta quedar satisfecho.<br />
Cuando el hombre se iba a despedir de la<br />
señora, ésta sacó de su equipaje tres rollos<br />
de tela fina y se los ofreció como una<br />
pequeña muestra de su agradecimiento.<br />
Llevando los tres rollos de tela bajo el<br />
brazo, el hombre iba caminando contento y<br />
animado cuando empezó a oscurecer. En<br />
s e n t i d o c o n t r a r i o a v a n z a b a<br />
apresuradamente un samurai montando un<br />
magnífico caballo seguido por sus vasallos.<br />
- ¡Qué espléndido caballo!- pensó el<br />
hombre.<br />
De pronto, el animal se desplomó de golpe<br />
frente a él.<br />
- ¡Qué problema! Mi caballo que era tan<br />
sano ha muerto repentinamente. No tengo<br />
otra alternativa que dejarlo y continuar con<br />
mi viaje. Encárguense ustedes de él –<br />
indicó el samurai a sus vasallos y muy<br />
apresuradamente siguió su camino.<br />
Tanto el samurai como sus vasallos no eran<br />
del lugar y, por ello, no sabían qué hacer.<br />
Los vasallos se pusieron en cuclillas al lado<br />
del caballo caído y, mientras decidían qué<br />
hacer, el hombre pobre se acercó y les dijo:<br />
Así oraba el hombre con mucha devoción.<br />
De pronto el caballo abrió los ojos y<br />
lentamente empezó a moverse. Muy<br />
contento, el hombre lo tomó por la quijera y<br />
lo jaló para que se parara. El caballo se<br />
levantó, sacudió su cuerpo y empezó a<br />
caminar.<br />
- Si la gente me ve así, con esta montura tan<br />
fina, creerá que robé el caballo- pensó el<br />
hombre y, por ello, lo ocultó en una<br />
arboleda, lo ató a un árbol y dejó que<br />
descansara. Al anochecer el hombre fue al<br />
pueblo y cambió los dos rollos de tela que le<br />
quedaban por cebada, forraje y una<br />
montura más sencilla. Una vez que estuvo<br />
listo, como a medianoche, salió de la<br />
arboleda montado en el caballo.<br />
Eran las primeras horas de la mañana<br />
siguiente cuando el hombre llegó a Kyoto.<br />
En una gran casa que estaba en la entrada<br />
de la ciudad se vivía un gran alboroto:<br />
criados embalando el equipaje, gente<br />
dando órdenes; todo indicaba que ese día<br />
sus ocupantes emprendían un viaje a algún<br />
lugar lejano.<br />
- Muchas veces en situaciones como ésta se<br />
necesita de caballos. Quizás compren el<br />
mío- pensó el hombre.<br />
Se acercó al portón y preguntó si deseaban<br />
comprar un caballo. Del interior apareció el<br />
señor de la casa y le dijo:<br />
-¡Qué buen caballo! Justamente pensaba<br />
comprar uno fino como éste. No tengo<br />
dinero ahora ya que estoy por salir de viaje,<br />
pero cerca de aquí tengo unos pequeños<br />
arrozales. ¿Aceptarías esas tierras a<br />
cambio de tu caballo? Además, te dejaría<br />
encargada esta casa, que quedará vacía<br />
durante mi ausencia, y podrías vivir aquí<br />
con toda libertad hasta mi regreso.<br />
El hombre aceptó y le entregó el caballo. El<br />
señor, muy satisfecho, montó en su nuevo<br />
caballo y, acompañado por todos los que<br />
vivían en la casa, partió de inmediato hacia<br />
la lejana región de Kanto.<br />
El hombre pobre se quedó a vivir en la gran<br />
casa y cultivó los arrozales que recibió a<br />
cambio del caballo. Al poco tiempo, se<br />
convirtió en un respetado agricultor<br />
llevando una vida cómoda y tranquila. Con<br />
el tiempo, la gran casa también pasó a ser<br />
suya, pues el verdadero dueño nunca<br />
volvió. Durante muchos años sus<br />
descendientes gozaron de éxito en los<br />
negocios y se cuenta que estuvieron<br />
siempre agradecidos a la diosa Kannon por<br />
los beneficios concedidos.<br />
- Yo podría hacerme cargo de él. Pero no me<br />
parece correcto recibirlo a cambio de nada,<br />
por ello les daré esto.<br />
Y les entregó uno de los tres rollos de tela.<br />
Los vasallos se miraron entre sí, se<br />
mostraron conformes y, tomando el rollo de<br />
tela, fueron tras los pasos del samurai a<br />
toda prisa.<br />
- No se puede poner en duda la<br />
benevolencia de la diosa Kannon. En un día<br />
una hebra de paja se convirtió en tres<br />
naranjas, las naranjas se convirtieron en<br />
tres rollos de tela, y la tela se convirtió en<br />
este magnifico caballo. Si fuera posible, por<br />
favor, diosa Kannon, haz que el caballo<br />
reviva.<br />
Cuentos Tradicionales<br />
del Japón<br />
El hombre que se hizo rico con una hebra de paja es uno<br />
de los relatos que forma parte del libro Cuentos<br />
Tradicionales del Japón editado por la Asociación<br />
<strong>Peruano</strong> <strong>Japonesa</strong> en 1999 con motivo del<br />
Centenario de la Inmigración <strong>Japonesa</strong> al Perú.<br />
El libro fue fruto de un intenso trabajo del entonces<br />
Taller de Traducción Akebono conformado por Patricia<br />
Takechi, Rumi Morimoto, Juan Kanashiro, Rocío<br />
Tohara, Viviana Shigyo y Juan José Bonilla.<br />
Contó con la colaboración de Juan Tokeshi como editor, François Vallaeys en el prólogo<br />
y con la participación como ilustradores de los destacados artistas Erika Nakasone,<br />
Ango Shimura, Aldo Shiroma y Jaime Higa (que tuvo a su cargo las ilustraciones de El<br />
hombre que se hizo rico con una hebra de paja, algunas de las cuales reproducimos en<br />
estas páginas).<br />
Cuentos Tradicionales del Japón contiene también cuentos como los tradicionales<br />
Momotaro, El niño que nació de un melocotón, Urashima Taro, La gratitud de la grulla,<br />
Los sombreros de los hombrecitos de piedra, entre otros.<br />
Cuentos Tradicionales del Japón. Mukashi mukashi, aru tokoro ni… Taller de Traducción Akebono,<br />
Asociación <strong>Peruano</strong> <strong>Japonesa</strong>. Lima 1999. 90 pp.<br />
De venta en la Tienda Cosas de Cursos, a S/. 20.00.