Boletin 3 Año 4 - cieesc.com

convincente, talentoso, erudito; de las lecciones éticas que desparramaba a la audiencia
poco informada y boquiabierta.
Con una visión muy personal para salvaguardar a la Patria llegaba a conmocionar
hasta a los que no le creíamos nada. Y si se rebatía sus argumentos ¡pobre de él! Pasaba a
la galería de los que, según su criterio, eran unos indeseables facciosos, que no tenían la
capacidad suficiente para comprender ni la democracia ni al pueblo, ni menos a los
pobres, la mayoría nacional. Pero los que estábamos jodidos éramos los desgraciados
que, por azar -o por propia voluntad- teníamos que defender a un Gobierno con las
mismas tragedias que el actual: pobreza, hambre, marchas, bloqueos, reclamos, tiros de
por medio, y con un Presidente enfermo, moribundo, finalmente. Y ahí estábamos,
tratando de explicar algo que detuviera la subversión, el desmadre, la hecatombe, lo que
no pudo detener ni a balazos en las calles y caminos Sánchez de Lozada, en octubre
pasado.
Cada noche las arremetidas eran terribles porque las exigencias atolondradas de
los “mallkus” y los “evos” hacían eco y comentarios ácidos en el comunicador, que no
tenía empacho en llevarlos a sus programas más vistos para dejarlos despotricar contra el
sistema y para hacerlos crecer, como crecieron, vaticinando el fin del mundo.
El Gobierno tenía que soportar tunda tras tunda, defendiéndose como gato de
espaldas, con las turbas alzadas, pero las andanadas que venían desde PAT eran
constantes, despiadadas. Finalmente no había nada que hacer sino aguantar las palizas y
retrucar cuando se podía. Pero ante un canal de televisión que está decidido a golpear es
muy poco lo que se puede hacer.
Como la vida da muchas vueltas, he ahí que el comunicador, por mil azares de la
vida, se convierte en Presidente. Silencio general ante los indígenas que ocupaban La Paz.
Miedo por todas partes. El Congreso expeliendo, asustado, incrédulo, sus desaciertos. Y
el comunicador que ya no les habla desde la pantalla chica, sino que les dice su verdad,
una verdad que abruma. Pero yerra también. Se compromete con lo que no se puede
cumplir hasta hoy. Aunque, pronto, por lo menos, anuncie que su mandato es
constitucional y que se mantendrá gobernando hasta agosto del 2007.
Convertido en Presidente, recibe ovaciones, halagos, adulos, y apoyos. ¿Apoyos?
¡Si sabremos lo que son los apoyos! ¡Recibir apoyos sin dar nada en retribución! Esos son
respaldos mentirosos, cínicos, con excepción de los apoyos que puedan dar los amigos.
Pero el problema es que no se puede gobernar con amigos. ¡Eso sería fantástico!
Entonces, pasados cinco meses, -ya no el comunicador sino el Presidente- clama
en una reunión que en 365 días que tiene el año existen 365 marchas, huelgas y paros.
¡Pero qué novedad! No se había dado cuenta de lo que significa gobernar Bolivia y
pensaba que sus antecesores eran o incapaces o una manga de ladrones. Resulta que el
Presidente habla por la televisión -¡y en cadena nacional!- y pocos le creen o le oyen. Y el
Presidente se cabrea y ya no quiere hablar con los pobres reporteros, sus colegas de
siempre, lo que antes para él hubiera sido una inconcebible falta. Y comprende aquel
viejo y trillado dicho popular de que “otra cosa es con guitarra”. Y el Presidente, “entre
urnas y fusiles”, tiene delante de sí una página en blanco que algún día debe llenar.
Manfredo Kempff
es escritor y diplomático.
Fuente: El Nuevo Dia y La Razon