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y aborrecerse»— o de Villamediana, «Determinarse y luegoarrepentirse». Es verdad que todos ellos pueden ser leídoscomo ejercicios realizados sobre una pauta petrarquista. Y aeso se agarraba Lope como a clavo ardiendo cuando, porejemplo, en un poema que significativamente titula «Murmurabanal poeta la parte donde amaba, por los versos quehacía», dice: «Ya pues que todo el mundo mis pasiones / demis versos presume, / culpa de mis hipérboles causada, /quiero mudar de estilo y de razones». Pero bien sabían él yellas lo que de verdad había, y era mucho. Cierto que no sequedaba más bajo en el vuelo poético de ascensión al amorde Dios. Uno y otro trataba de conjugar, viejo ya, amortiguadoel fuego de sus venas y medulas, ciega y loca Marta,su amante, bien cerca de aquí en la Casa que cuida la Academia.Gracias a que la poesía vence las leyes del tiempo, hapodido escribir Lope, por poeta interpuesto, José Hierro,cómo lo lograba:Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del albano dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,sino que dije Marta Dei (ella es también cordero de Dios)que quita mis pecados del mundo.Y ahí, en ese mismo texto, nos legó uno de los más conmovedoresversos de amor; «Abre tus ojos verdes, Marta, quequiero oír el mar».Al final de su Discurso ha recordado, oportuno, LuisMaría Anson la afirmación clásica de que «el amor fue elinventor de los versos». Es también el inventor de la palabra.Vicente Aleixandre lo adivinó en Sombra del Paraíso:50

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