LA CASA EXTENDIDAEn el inicio del proceso, por lo general lo que obtenemos es informaciónfalseada. Los niños y niñas evitan contar los problemas, simplementeafirman que no quieren regresar y para asegurarse de no ser obligados a volvera sus casas, dan nombres y direcciones falsas.Tenemos el ejemplo de A, quien huyó de su casa cuando tenía 7 añosde edad. Hijo de una madre adicta a la PBC que murió descuartizada, tenía alpadre en Lurigancho. Diversos informes nos hicieron creer que el padre podríahacerse cargo de su hijo y realizamos gestiones para que pudiera salir de lacárcel. Paralelamente, matriculamos a A en la escuela y ayudamos a la familiaa pintar la casa. Seis meses después del retorno de A a la casa con su padreencontramos al niño drogado en la calle. “Mi padre me <strong>pe</strong>gó”, re<strong>pe</strong>tía coninsistencia. De vuelta en nuestra casa, empieza a trabajar. Un día, ante elanuncio del parto de una de sus compañeras y luego de que señaláramos lanecesidad de avisar a su familia, A hace una crisis. Advierte, ansioso y asustadoque no le avisen al padre de la niña, pues podía ser que hubiera violado a laniña e im<strong>pe</strong>dirle que vaya al hospital. Así nos enteramos por primera vez queeso era lo que había ocurrido con su propio padre y su hermana. Y era la razónpor la cual A no quería vivir en su casa.En otros casos, hay niños y niñas que sí quieren regresar a sus familias,<strong>pe</strong>ro cuando logramos acceder a ellas encontramos rechazo. Esto es muyfrecuente en familias en que los niños son hijos de compromisos anteriores dela madre y que son rechazados por la nueva pareja. Estas ex<strong>pe</strong>riencias, lamentablementefrecuentes, de nuevos compromisos de las madres muchas veceslesionan a los niños.Otro caso es el de B, quien luego de una muy buena ex<strong>pe</strong>riencia deinserción en nuestra casa conoció a Cc, de quien se enamoró profundamente.Pero ella estuvo con él y luego con D y luego con Q. Dolido y decepcionadopor la infidelidad de Cc, B opta por irse al río y pasa dos años fumando pastay robando. A su regreso, debe enfrentar el hecho de que en dos años casi no hacrecido, que se encuentra más rezagado y solo que cuando se fue. Hechos comoéste dan cuenta de la fragilidad emocional de los niños que huyen de susfamilias. Ávidos de afecto, carecen de mecanismos para defenderse de lasdecepciones.Sabemos también que hay familias interesadas que aceptan que losniños retornen cuando se enteran de que están trabajando y piensan que puedenlograr algún beneficio. Aceptan que los niños vuelvan cuando se conviertenen proveedores. Hay limitaciones serias en el trabajo con las familias. Recuerdouna madre que nos recibió con la frase: “Y para qué me lo ha traído”; estabadrogada. O a otra señora que a nuestra explicación “Su hijo quería verla”, nosrespondió: “Pero por favor que no se acostumbre a estar viniendo”Es una buena señal cuando las madres buscan a sus hijos o hijas, pues<strong>pe</strong>rmite trabajar con ellas las razones que determinaron la actitud de los hijos yse las ayuda a cambiar la situación. En esos casos es posible tener éxito en lareinserción familiar. En general, el mismo niño o niña –a través de su relato yactitudes– nos indica si es que el camino de la reinserción es posible y por esonosotros es<strong>pe</strong>ramos que ellos mismos soliciten buscar a sus familias puesconsideramos que este es un requisito necesario para las posibilidades de éxitoen este ámbito.En otros casos, las vivencias que anteceden la llegada a nuestra casa sontan traumáticas que ponen en riesgo la identidad de algunos niños y niñas. Esees el caso de las niñas que optan por la vestimenta y la conducta masculinacomo una forma de defenderse contra las humillaciones y vejaciones que sufrenlas mujeres. La recu<strong>pe</strong>ración de su ser femenino es posible gracias a la influenciade mujeres adultas.Podemos afirmar entonces que en el acto de huir de sus familias, deabandonarlas, muchos niños y niñas expresan su repudio a situaciones que losdeshumanizan y con las cuales no están de acuerdo. El retorno al seno familiarsignifica para muchos volver a em<strong>pe</strong>zar de nuevo una historia de desencuentros,de desamor y, en ocasiones no poco frecuentes, de <strong>pe</strong>ligro para su integridad.Tal vez lo que ocurre en estos casos es que el grado de disfuncionalidad de lasfamilias es tal que las incapacita para ejercer la función de dar soporte, y actúanen cambio de manera violenta y expulsora.Por eso creemos que la reinserción familiar muchas veces requiere quelas condiciones familiares cambien y esto de<strong>pe</strong>nde del grado de disfuncionalidadfamiliar. Al mismo tiempo, las intervenciones familiares son sumamente complejasy difíciles y muchas veces exceden nuestras posibilidades como institución.Lo real es que luego de un proceso largo, de mínimo tres años, durantelos cuales se trabaja arduamente para sacar a los niños de la calle y de la droga,terminamos siendo su familia, o al menos lo más parecido a una que nuncatuvieron.Ese es el caso de Jj, quien ahora tiene 20 años. La conocimos cuandotenía 9 años. Ella relata su historia de la siguiente manera 4 :424. Testimonio recogido directamente de una visitante de la casa de Generación.
“ Estaba en la calle. Dormía en el parque. Ahí conocimos a Lucy. Nosllevó a comer y de ahí a Miraflores. Ahí cocinábamos, ya no dormíamos en lacalle. No había cama, dormíamos en la alfombra, <strong>pe</strong>ro no nos faltaba comida.Nos gustaba la calle, salíamos. Cuántas veces nos llevaron a la comisaría. LaLucy nos sacaba. Ella no nos encerraba. Luego comenzamos a conversar depor qué nos escapábamos. Cambia, cambia, nos aconsejaba. De ahí ya tuve ami hija. Tenía problemas con mi esposo que también es de la calle. Teníaproblemas porque me gustaban mucho las fiestas. No maduraba. Ahí mecortaron la cara en una fiesta. Ella me ayudó. De ahí ya cambié. Ella me dijosiempre vas a estar así, mira lo que te han hecho, vas a tener otro hijo y siguesasí_ Con mi hijita ya <strong>pe</strong>nsé. La Lucy me ayudó a conseguir un terreno porComas y así ya cambié. Vivo con mi esposo. La Lucy me aconsejaba. Ahoraestoy con él. La Lucy me dio un negocio para trabajar. Vendo <strong>pe</strong>canas en elmercado de Comas. Él era cargador y ahora me ayuda a vender. Ahora estoyviniendo adonde la Lucy para que me ayude a conseguir trabajo para él,porque nos alcanza con las justas para pagar la luz, comer y darle al aguatero...A veces me falta y le pido a la Lucy que me preste. Ella me conoce. Me ha dadoapoyo. A veces extraño la casa y la vengo a visitar...”Como Jj, muchos jóvenes siguen viniendo a nuestra casa tiempo despuésde que se han ido a formar sus propios hogares. Algunos regresan aquedarse temporalmente cuando tienen algún problema. Otras veces vienen a<strong>pe</strong>dir consejo, a solicitar alguna ayuda, o simplemente de visita. La Casa deGeneración o el Centro es un lugar de referencia para ellos y “La Lucy” es elnombre familiar que representa nuestra casa extendida.■Lo más difícil es “el terokal”El lado quizá más oscuro y difícil en el proceso de rehabilitación es la constantetentación de evasión expresada concretamente en el uso de inhalantes yotras drogas. Niños y niñas son plenamente conscientes de ello, y desarrollansus propias formas de hacernos saber que no están dispuestos a dejar deconsumirlas.Difícilmente aceptan que se les quite su lata de terokal. Sin embargo,cuando toman consciencia de la inconveniencia de drogarse, el grupo cumple unpa<strong>pe</strong>l fundamental en el proceso de recu<strong>pe</strong>ración. Como grupo establecen suspropios procedimientos, basados en ciertos datos que ellos y ellas mismasidentifican. Por ejemplo, saben que no deben tomar ni fumar pues eso los incitaa consumir otras drogas. O que no deben tener la droga cerca, pues en esoscasos es más fácil que recaigan.De<strong>pe</strong>ndiendo del tipo de consumo y de la sustancia consumida, hayquienes dejan la droga con facilidad; otros no logran hacerlo tan fácilmente.Algunos piden que los internemos. En nuestra metodología de trabajo noenfatizamos el problema de la droga. Asumimos que va resolviéndose juntocon otros procesos y siempre de manera grupal, con los controles y presionesque ellos y ellas se plantean. Si una <strong>pe</strong>rsona que logra encaminar su vidacontinúa consumiendo, es un signo de que enfrenta problemas mayores.Pero cotidianamente niños y niñas luchan por dejarla. Y así se organizanpara revisar a cada uno que entra a la casa y velar por la norma, impuestapor ellos mismos, de una casa libre de drogas. Son bien conscientes de que lacercanía de la droga es un <strong>pe</strong>ligroso estímulo que los induce a reincidir y loshace retroceder en su esfuerzo de abstinencia.El alcohol también es un enemigo, pues tomar es el primer paso haciala pasta o los inhalantes. Por eso en las celebraciones en casa no se <strong>pe</strong>rmite elalcohol. El aprendizaje de divertirse sin tomar es parte de nuestro trabajo.■“Agarrar”Como secuela de la carencia afectiva es posible observar en los niños y niñas enalto riesgo social una tendencia reiterada a agarrar cosas 5 . No necesariamentelas necesitan ni las desean. Es más bien como un impulso que no puedencontrolar. Ellos y ellas son conscientes de la inconveniencia de que esto ocurra.En sus conversaciones recuerdan la primera vez que “agarraron”; algunos relacionanel hecho con la huida del hogar. Pero otros recuerdan episodios de hurtoprevios a la huida. En estos casos la intervención terapéutica, la que curamediante la palabra comprensiva y el consejo es muy importante y la realizaun profesional com<strong>pe</strong>tente.Nuestro enfoque <strong>pe</strong>dagógico plantea la necesidad de que cada niño yniña tome consciencia <strong>pe</strong>rsonal del acto de “agarrar”. Que sea capaz deanalizar y reflexionar. Que se plantee el firme propósito de no hacerlo más. Yen muchos casos lo logran su<strong>pe</strong>rar. Lo ideal es iniciar este proceso cuando yahan su<strong>pe</strong>rado el primer tramo de su recu<strong>pe</strong>ración. Cuando se encuentran insertosen la vida social, <strong>pe</strong>ro tienen sus episodios de desbande, sus altibajos orecaídas. Es entonces cuando empiezan a preocuparse por sí mismos y leencuentran sentido al esfuerzo por controlar sus impulsos de “agarrar” lo5. En psiquiatría el término se conoce con el nombre de “cleptomanía”, una afección relacionada con carencias afectivas en la temprana infancia.MODULO II: SITUACIONES DE ALTO RIESGO SOCIAL 43
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