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OPINIÓN
¿Creación de
valor?
El mantra de Petróleos Mexicanos (Pemex), desde hace
ya varios lustros, ha sido el de maximizar los ingresos del
petróleo para la Nación. En ese mismo sentido, la Reforma
Energética de 2008 estableció como mandato de ley, para
el consejo y los directivos de Pemex, el “buscar en todo
momento la creación de valor económico, en beneficio de la
sociedad mexicana” (Artículo 7, Ley de Petróleos Mexicanos).
Este mandato ha sido asumido por esos directivos como el
principio rector de su gestión, porque procura resumir la misión
y la visión de Pemex en un solo concepto, en lugar de
que se persiga una multiplicidad de
objetivos políticos, sociales, industriales,
ambientales, de suministro
y de política regional, muchas veces
incongruentes entre sí. El criterio
único, por ley, es crear valor
económico.
Hoy, este mandato, entendido
como la búsqueda de utilidad bruta
antes de impuestos, resulta disfuncional
en el caso del gas natural.
Implica una contradicción total
con la política energética oficial,
definida por la Secretaría de Energía,
que busca mayor prosperidad
y bienestar social al ampliar el uso
y la producción de gas natural en el
país. Además, no encaja bien con
la prioridad tradicional de Pemex,
que es asegurar el abasto de combustibles.
Como consecuencia de la caída del
precio del gas natural y su impacto
en las utilidades de Pemex, la aplicación
de este mandato mantiene
a varias regiones del país al borde
del desabasto de gas. Industriales
y consumidores están alarmados por las alertas críticas emitidas
por Pemex recientemente. El gas barato, en vez de ser
un factor de impulso, hace que la producción de gas disminuya
y que Pemex no invierta lo suficiente para elevarla ni
para mejorar su infraestructura de ductos. Pemex también
consume gas en forma creciente en sus propios procesos,
reduciendo la oferta para otros consumidores.
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David Shields*
De hecho, desde que en 1995 se abrió el transporte y la distribución
de gas natural a la inversión privada, Pemex nunca ha
estado alineado con los objetivos que han promovido la Secretaría.
En aquel entonces, el director general de la paraestatal
dijo con claridad (para asombro de los inversionistas) que
Pemex no iba a producir más gas, sino que seguiría venteándolo
y dando prioridad a vender combustóleo. Igualmente,
hoy día, Pemex privilegia el negocio de los líquidos, deja caer
la producción de gas porque le genera poca utilidad y muestra
poco interés en explotar shale gas. Sin duda, el norte del
país podrá importar excedentes de shale gas de Estados Unidos,
pero el centro y occidente están
en riesgo de desabasto.
Esta filosofía de maximizar valor sería
la más adecuada, si Pemex operara
en un mercado con competencia,
en el que otras compañías con
estructuras de costos competitivas
y operaciones ágiles y flexibles pudieran
producir gas, sobre todo, desarrollar
reservas de shale gas. Pero
en un esquema monopólico, Pemex,
al querer maximizar sus propias utilidades
y a pesar de ser, en la práctica,
el único proveedor, desatiende
el negocio del gas y acaba destruyendo
valor y competitividad para
industrias y frenando el crecimiento
regional que necesita gas barato.
Así, se acaba incumpliendo el espíritu
del Artículo 7, que es crear valor
económico, no para la paraestatal ni
para el fisco, sino para la sociedad
mexicana.
Los resultados de la apertura en gas
natural no han sido óptimos, porque
las prioridades de Pemex no han sido complementar la
inversión privada y atender el crecimiento de la demanda.
Hoy, el Artículo 7 se aplica con un enfoque de beneficio fiscal,
no con el afán de apoyar los objetivos sociales de una
política energética para un país en crecimiento. Esto causa
distorsiones que ponen en riesgo el suministro de gas. Falta
buscar soluciones.
*David Shields es analista de la industria energética.
Su e-mail: davshields@hotmail.com