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Culdbura nº 2

Revista cultural online de Burgos (ES)

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Si en esos montecillos no se hace extraña la figura solitaria de un hombre paseando<br />

en soledad, tampoco habrá de serlo la silueta de un Lobo, ni tampoco la de su unión, el<br />

HOMBRELOBO; si un hombre puede caminar embebido en sus pensamientos, también<br />

podrá desarrollar los suyos el mito; si éste puede vagar con la carga de sus pesares, lo<br />

podrá hacer de igual forma si se piensa un lobo.<br />

En la noche, sorberá el aire por todos los costados del cerro abierto, o recorrerá<br />

inquieto los infinitos vericuetos que se internan en los pinares sombríos, con su suelo<br />

cubierto de agujas, aullando confusamente junto al viento, a la par, en un dúo<br />

sobrecogedor.<br />

Cuando llueve pueden verse unas huellas extrañas impresas en el barro de algún<br />

camino. No quiere infundir miedo; sólo desea asombrar a los buscadores de fábulas.<br />

Sueño o delirio, el HOMBRELOBO recorre la explanada las noches de luna llena; y, si no<br />

hay luna, la recorre igualmente; tampoco le importa si es de día, o si, en el atardecer,<br />

agazapado en un extremo de la planicie, desea contemplar quietamente la puesta de sol.<br />

No tiene barreras, ni metas, ni cadenas. Es nuestra expresión libre y salvaje. Es como<br />

nosotros. Somos nosotros, además de algo extraño que puede que nos haga mejores.<br />

Tendido en la hierba silvestre de la llanura, dejará descansar la inmortal cabeza,<br />

mostrará sus dientes agudos, cerrará los enrojecidos ojos. Se empapará con el agua del<br />

rocío. Quizás se aleje alguna vez hacia las sierras; quizás baje a la ciudad, paseando su<br />

esencia pura de animal, cauto y curioso, sin deseo de compañía, y cuya sombra<br />

monstruosa puede sobrecoger a los insomnes. Quizás, de vez en cuando, se acerque al<br />

tranquilo y solitario cementerio, salpicado de pequeños cipreses, para, cuando esté<br />

bañada por la luz de la luna, lamer la tumba del hombre que lo amó.<br />

Página14<br />

Luego regresará al cerro. En él tiene su hogar ese HOMBRELOBO que llegó a<br />

Burgos de la mano de un actor. Él lo trajo, él nos lo entregó, sencillamente porque,<br />

cuando sintió próxima la muerte, quiso que lo enterraran en Burgos.<br />

Tras intentar seguir las huellas por las arboledas del castillo de ese imaginario<br />

HOMBRELOBO, debo expresar mi gratitud y admiración hacia Jacinto Molina, Paul Naschy,<br />

nombre con el que se hizo actor. Sin él no hubieran sido posibles estas ensoñaciones.<br />

Burgos Noviembre 2015<br />

Montserrat Díaz Miguel

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