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Culdbura nº 2

Revista cultural online de Burgos (ES)

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entregaba un paquete envuelto en papel<br />

de regalo. Dentro había una camisa con<br />

cuello de tirilla, idéntica año tras año, que<br />

se encajaba en la simetría de mis<br />

hombros antes de que cenáramos<br />

zambullidos en una atmósfera tan espesa<br />

como la mermelada de higos preparada<br />

por ella en primavera. De todos modos,<br />

guarnecí el instante nocturno con un<br />

turbión de melancolía atávica y fijé el<br />

escrúpulo en el recuerdo de la habilidad<br />

congénita, ensalzada por propios y<br />

extraños, del regate del occiso.<br />

Burgos me mira con ojos raros,<br />

y la avaricia del coraje se apoltronó en mi<br />

ánimo tras la confesión de Dueñas, la<br />

camaradería robusta, las chicas<br />

expatriadas en la inmensidad remota de<br />

otro internado.<br />

Jugaba de defensa en el campo.<br />

Debajo de las medias, subidas hasta la<br />

frontera velluda de las rodillas, se<br />

colocaba unas espinilleras traídas por<br />

unos primos de la capital y aguardaba a<br />

los delanteros con porte de titán. Cuando<br />

se echaba a suerte la composición de los<br />

equipos, todo el mundo le quería a su<br />

lado. Se merecía la fama que le rodeaba,<br />

la estrategia excelente, la puntería de los<br />

disparos avezada. Si el marcador se<br />

ponía en su contra, corría como un<br />

descosido con elegancia de antílope,<br />

derrocaba el infortunio mediante la<br />

sublevación del brío y llenaba la<br />

asignatura del honor gracias a una<br />

avalancha de ímpetus. Escupía por<br />

doquier y a menudo soltaba exabruptos<br />

inéditos que nos sorprendían por la maña<br />

de su léxico. Blandía una risa de cuy en el<br />

marfil de las paletas y aturullaba el<br />

aliento con jadeos de chucho<br />

asilvestrado. Burgos, mientras tanto,<br />

destrozaba los padrastros de sus uñas en<br />

la cárcel de los reservas, sin disimular la<br />

cara larga al quedarse fuera del reto del<br />

cuero. El entrenador, sin apiadarse de<br />

ningún pelele, lo había dejado bien claro<br />

desde el principio, o se echaban las<br />

entrañas por la boca, literalmente, o a<br />

chupar banquillo. Imponía una disciplina<br />

imperativa y zanjaba los favores con un<br />

ramo de improperios recolectados en el<br />

terruño del infierno. Entre Burgos y<br />

Dueñas existía una tirantez que excedía<br />

las reglas juiciosas del balompié. Los<br />

nervios hervían a flor de piel en el<br />

descanso. No se dirigían la palabra en<br />

todo el partido, pero cualquiera con dos<br />

dedos de frente podía palpar el afán de la<br />

tensión que les abrumaba. Un zarpazo de<br />

celos precipitados arañaba mi ser al otear<br />

el devenir del mundo y el sexo,<br />

vapuleado por la copiosidad de las<br />

masturbaciones, amodorraba el cricrí de<br />

los síes en cuanto se cerraban las puertas<br />

del dormitorio.<br />

Prefiero estar contigo, y Dueñas<br />

asomaba su visaje de querubín por<br />

encima del cobijo de mi manta, el<br />

sonsonete de los gemidos circense, el<br />

zigzagueo de las manos envalentonado<br />

por la picardía de la connivencia.<br />

En la madrugada del día de<br />

marras, Dueñas y Burgos burlaron la<br />

vigilancia del cabo celador y se escaparon<br />

por una ventana. Se enfrentaron a una<br />

aventura de gigantes en medio del<br />

crepúsculo matutino, las pelvis indómitas,<br />

las estelas de la eternidad vehementes.<br />

Enseguida, detrás de los ciruelos, se<br />

besaron apabullados. La pasión se<br />

almidonaba por la frescura del relente y<br />

la vara de los castigos, apoyada en el<br />

atril del hermano Silvano, se difuminaba<br />

lejana. Hablaron del futuro con astucia de<br />

gatos, y la miel de los labios,<br />

acaramelada con dulzor de pera madura,<br />

expuso los pros y los contras de la<br />

fidelidad a la pata llana. Habían llevado la<br />

manta basta de la cama y se arroparon<br />

con ella detrás de la tapia de la fuente.<br />

Un duermevela de felicidad exuberante se<br />

explayó encima de la hierba porque el<br />

miedo a la vergüenza, talado por el hacha<br />

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