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Suplemento "Aquí vivía yo"

Suplemento sobre pueblos abandonados de Navarra

Suplemento sobre pueblos abandonados de Navarra

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AQUÍ<br />

VIVÍA<br />

YO<br />

Se llama Desiderio. Tiene 85 años y vivió hasta<br />

los 26 en esta casa de Beroiz. El pueblo ahora<br />

está deshabitado, como otros 49 de Navarra.<br />

recorremos algunos de ellos.


2 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 De NoViembre De 2015<br />

Desde el hueco que queda en lo que un día fue la<br />

puerta de entrada a aquella casona de gruesos<br />

muros de piedra se puede uno asomar —e<br />

imaginar— la vida de una familia de pueblo.<br />

A pesar de los años, el cemento mantiene<br />

unidas piedra a piedra las paredes, testigos<br />

silenciosos de las biografías de sus huéspedes.<br />

La balda más alta de la alacena podría<br />

esconder una tableta de chocolate traída por algún<br />

familiar de Pamplona que duraba meses en ese rincón.<br />

El premio de los domingos venía envuelto, con cuidado,<br />

en papel brillante. Como las cosas de valor. Una dulce<br />

explosión de sabor que derretía las papilas gustativas de<br />

los tres niños de la casa. Puede que aguardasen sentados,<br />

en silencio, y que el sentido del oído se desarrollase<br />

sobremanera cada tarde de domingo. Puede que supiesen<br />

que, al oír el característico chirrido de las bisagras de<br />

la puerta del armario, ya podían bajar las escaleras<br />

brincando y, una vez en la planta baja, disfrutar de una<br />

onza de chocolate.<br />

Cabe la posibilidad de que la alacena encerrase<br />

muchas más historias, como la de unas llaves. Las de la<br />

motocicleta que el abuelo conseguía arrancar tras varios<br />

intentos fallidos, pero también la llave de la hucha del<br />

pequeño de la familia, en la que guardaba las monedas de<br />

un duro.<br />

Puede que en la primera balda de madera, en el centro,<br />

como a la madre de la familia le gustaba, se guardase<br />

una delicada caja roja de hojalata. Levantar la tapa era<br />

dar voz a los recuerdos que se amontonaban en la mente<br />

transformados en fotografías. Objetos sencillos de gente<br />

humilde que están custodiados por la puerta de ese<br />

armario que ahora se abre. Sin necesidad de husmear,<br />

se nos muestran las historias que atesoran los restos de<br />

los lugares en los que en algún tiempo vivieron familias<br />

enteras. También las de aquellos que todavía construyen su<br />

historia. Nos invitan a ver desde un rincón, lo que una vez<br />

fueron, sus días para no olvidar. Con este suplemento nos<br />

hemos asomado a ese hueco. Bienvenidos a <strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo.<br />

ÍnDIce<br />

STAFF<br />

4<br />

raDioGrafÍa De<br />

la eXtiNciÓN<br />

6<br />

el alma De<br />

izaGaoNDoa<br />

10<br />

el último eN<br />

Nacer eN Peña<br />

12<br />

tras la Pista<br />

De Walker<br />

14<br />

este PUeblo<br />

es mÍo<br />

Directora<br />

Izania Ollo<br />

Diseño<br />

Alberto Molina<br />

reDactores<br />

Gemma Abadía, Julia<br />

Collado, Miguel de<br />

Ribot, Pau Fluriach,<br />

Blanca Gil de Sola,<br />

Núria Jiménez, Blanca<br />

Lara, Cristina Latiff,<br />

Andrea Miranda y<br />

Loreto Sáez<br />

fotoGrafÍa<br />

Miguel de Ribot, Iranzu<br />

Larrasoaña, Izania Ollo<br />

y Gemma Abadía<br />

eSTe TrABAJO hA SAlIDO ADelAnTe grAcIAS A perSOnAS cOmO<br />

16<br />

24 Horas eN<br />

UNa Villa<br />

Para Dos<br />

20<br />

UNa miraDa<br />

NoctUrNa<br />

al olViDo<br />

24<br />

a la ViDa DesDe<br />

los escombros<br />

28<br />

VUelta a la ViDa<br />

eNtre ‘irriNtzis’<br />

30<br />

arte eN rUiNas<br />

María Jiménez por haber coordinado<br />

el suplemento, Javier Marrodán<br />

porque desde el primer momento<br />

ha estado a nuestra disposición,<br />

Javier Errea por los cafés de los<br />

jueves y su implicación en el diseño,<br />

Fernando Hualde por descubrirnos<br />

este mundo hasta entonces olvidado,<br />

Desiderio Martínez y su familia por<br />

adentrarnos en la vida de los pueblos,<br />

Izaskun Fernández por mostrarnos<br />

su proyecto, la familia Ollo-Astiz por<br />

abrirnos las puertas de su casa.<br />

También a José Antonio Landa Leoz,<br />

Carlos Ciaurriz, Ioseba Fernández,<br />

Beñat Sorli, Iñigo Pérez de Rada,<br />

Javier y Pruden Indurain Larraya,<br />

Juan Ayala, Cristina Errea, Mikel<br />

Navarro Ayensa, Iranzu Larrasoaña,<br />

Santiago De La Puente y Toni Agudo.


25 De NoViembre De 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

3<br />

Escrito por cristiNa latiff<br />

Navarra es una región que cuenta con<br />

una variedad insaciable de topónimos.<br />

Cada nombre de cada pueblo tiene una<br />

raíz, una característica única, pero más<br />

importante aún, tiene una historia detrás<br />

que esconde una parte de su pasado.<br />

Mikel Belasko, especialista en<br />

toponimia, escribió el Diccionario<br />

etimológico de los pueblos, villas y<br />

ciudades de Navarra. La obra recopila<br />

los criterios por los que se clasifican la<br />

mayoría de los nombres de localidades<br />

de Navarra. Entre estos se pueden<br />

encontrar las diferentes lenguas, la<br />

geografía, la relación que tienen con<br />

nombres propios de personas y la doble<br />

denominación, precisamente por la<br />

coexistencia del castellano y el euskera.<br />

Los pueblos escogidos en esta página<br />

cumplen estos criterios, con la intención<br />

de mostrar la diversidad de orígenes<br />

y significados que tienen los nombres<br />

propios de lugares en Navarra.<br />

101Góngora<br />

Localización en el mapa de la página 4 4 Este nombre se debe al tipo de vegetación del lugar. Los<br />

Este nombre de lo que hoy son unas pocas calles deshabitadas es también un<br />

pueblos y terrenos que fueron nombrados con sufijo o prefijo<br />

apellido conocido en España. Como todo, siempre hay una historia detrás. Desde<br />

–urru compartían una característica en su paisaje vegetal:<br />

la Edad Media se ponía nombre a las personas, sin embargo, los apellidos no eran<br />

abundancia de avellanos por toda la zona. Además, hubo personas<br />

como hoy se conocen. El apellido era el lugar en el que había nacido. Durante el<br />

que adoptaron como apellido Urrutiña que, posteriormente,<br />

siglo XV la situación cambió en el territorio español. Mikel Belasko, experto en<br />

se embarcaron en viajes hacia América, donde el nombre fue<br />

toponimia de Navarra, asegura que “los padres comenzaron a dejarles los apellidos<br />

heredado por los hijos de quienes se quedaban aunque, también<br />

en herencia a sus críos”.<br />

sufrió algunas transformaciones y se estableció el apellido Urrutia.<br />

zArIQUIeTAlugar -eta.<br />

El 168 El topónimo se origina en el<br />

aspecto geográfico del territorio.<br />

El agua es un elemento que se<br />

ve poco en la toponimia mayor<br />

de Navarra, no obstante este se<br />

encuentra en nombres de pueblos<br />

deshabitados en la actualidad.<br />

Del vasco zara, -ki sufijo que en<br />

toponimia parece tomar valor<br />

diminutivo y el sufijo que indica<br />

Amaláin<br />

gurpegui<br />

28 Este topónimo está formado por el nombre del primer propietario del pueblo<br />

y la terminación –ain es el sufijo que lo indica. Pero hay mucho más que solo el<br />

nombre del terrateniente. Del prefijo se puede deducir que se estaba haciendo<br />

alusión a una mujer. Por lo general era la amada o la hija del propietario inicial.<br />

Esto se tendía a hacer como muestra de amor, pero a la vez como señal de poder<br />

y dominio sobre el territorio.<br />

63 Aunque es escasa, no se puede olvidar la presencia del árabe en algunos de los<br />

topónimos de España y, específicamente, de Navarra. Gurpegui es uno de los pocos<br />

nombres que se conoce con denominación árabe. Dado a la reconquista que marcó<br />

la historia española, es difícil encontrar estas características, ya que al establecer el<br />

castellano como lengua oficial en el país y el euskera en la región, lo poco que existía<br />

de raíces árabes fue reemplazado por dichos idiomas.<br />

ORDE-<br />

RIZ<br />

El<br />

45 significado de este nombre<br />

hace referencia a cuevas con<br />

pequeñas rocas y piedras. Estos<br />

elementos incorporan a este topónimo<br />

en la categoría de accidentes de<br />

terreno que ha hecho Mikel Belasko en<br />

su libro. Esas cuevas que se encuentran<br />

no solo en este, sino en demás pueblos,<br />

fueron utilizadas por diferentes personas<br />

para resguardarse de las guerras y<br />

diferentes enfrentamientos.<br />

Equiza<br />

La<br />

68 doble denominación<br />

de algunos lugares, en<br />

castellano y en euskera, pone<br />

de manifiesto la convivencia<br />

de dos lenguas en un mismo<br />

territorio. Una gran mayoría<br />

de territorios con nombres<br />

vascos no eran reconocidos<br />

con esos topónimos, sino<br />

con los que se habían<br />

adoptado en castellano.<br />

“Una de las condiciones<br />

que tienen los pueblos<br />

que entran en la categoría<br />

de toponimia de doble<br />

denominación en Navarra<br />

es que cambia la ortografía,<br />

pero no la pronunciación”,<br />

afirma Belasko.<br />

LARRÁIN<br />

6 Como en el caso de Amaláin, Larráin procede del<br />

nombre del antiguo propietario del pueblo, al que se ha<br />

agregado el sufijo –ain. Lo curioso que tiene el topónimo<br />

de este territorio actualmente despoblado es que además<br />

de haber relación entre el sufijo el nombre del propietario,<br />

en su denominación también hay raíces de latín y de<br />

lenguas romances.


4 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

1<br />

156<br />

2<br />

3<br />

5<br />

4<br />

NOROESTE<br />

7<br />

8<br />

123<br />

124<br />

Alsasua<br />

TIERRA ESTELLA<br />

125<br />

56<br />

43<br />

89 90<br />

91<br />

92<br />

166<br />

9<br />

Estella<br />

126<br />

127<br />

13<br />

21 22<br />

6<br />

93<br />

94<br />

95<br />

24<br />

23<br />

57<br />

96<br />

122<br />

121<br />

128<br />

129<br />

44<br />

14<br />

25<br />

26<br />

46<br />

58 72<br />

150<br />

73<br />

27<br />

28<br />

45<br />

157 59<br />

74<br />

PAMPLONA<br />

169<br />

10<br />

98<br />

97<br />

151<br />

11 12<br />

Pamplona<br />

Tafalla<br />

15 16<br />

49<br />

48<br />

29<br />

119<br />

130<br />

50<br />

120<br />

131<br />

132<br />

144 145<br />

146<br />

17<br />

35<br />

47 34<br />

36<br />

30 31 32<br />

37<br />

33 38<br />

53<br />

52 62<br />

5160<br />

61<br />

75<br />

99<br />

100<br />

101 102<br />

118<br />

117<br />

165<br />

18<br />

41<br />

40<br />

39 42<br />

64<br />

54 55<br />

65<br />

63<br />

68<br />

76<br />

67<br />

66<br />

77 78 79 81<br />

80 83<br />

84<br />

82<br />

167<br />

103 106<br />

107<br />

104 85<br />

105<br />

109<br />

116112 111<br />

115 168<br />

159<br />

113 110<br />

114<br />

152<br />

158134 138<br />

160<br />

147<br />

164<br />

149<br />

133<br />

135<br />

155<br />

136 137<br />

NAVARRA MEDIA<br />

ORIENTAL<br />

163<br />

161<br />

149<br />

108<br />

19<br />

PIRINEO<br />

86<br />

162<br />

139 140<br />

142<br />

143<br />

69<br />

141<br />

148<br />

88<br />

70 71<br />

87<br />

20<br />

RIBERA ALTA<br />

153<br />

Peralta<br />

Cintruénigo<br />

Corella<br />

TUDELA<br />

Tudela<br />

154<br />

Pueblo abandonado<br />

De 1 a 4 habitantes<br />

De 5 a 8 habitantes<br />

De 9 a 12 habitantes<br />

De 13 a 16 habitantes<br />

Radiografía de la extinción<br />

Este territorio cuenta con 50 municipios<br />

despoblados y 119 en peligro de extinción<br />

Escrito por<br />

Núria jiménez y cristina latiff<br />

Infografía por<br />

alberto molina<br />

Hay una parte de la Comunidad<br />

Foral que podría describirse<br />

como fantasma.<br />

Está compuesta por 50 municipios<br />

que, según los datos del<br />

Instituto de Estadística de Navarra<br />

(IEN), se encuentran abandonados<br />

o no tienen habitantes. La<br />

topografía de la Navarra desierta<br />

se completa con los pueblos en los<br />

que apenas hay vida: se trata de<br />

119 municipios que cuentan con<br />

menos de 16 habitantes. Oficialmente<br />

se consideran en peligro<br />

de extinción. Es difícil describir<br />

cómo están organizados desde<br />

el punto de vista administrativo,<br />

por eso hay que explicar algunos<br />

conceptos antes de zambullirse a<br />

fondo en esta Navarra despoblada.<br />

De acuerdo con la Federación<br />

Navarra de Municipios y Concejos<br />

(FNMC), el municipio es<br />

una unidad básica territorial con<br />

personalidad jurídica propia.<br />

En cada municipio navarro hay<br />

varios pueblos con una organización<br />

propia para ciertas gestiones,<br />

a los que se llama concejos,<br />

como sinónimo de ayuntamiento<br />

propio. Sin embargo, para otros


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

5<br />

HABITANTES POR PUEBLOS<br />

1 Endarlatsa<br />

2 Aurkidi<br />

3 Santalokadia<br />

4 Urrutiña<br />

5 Azpirotz-Lezaeta<br />

6 Caserío Larráin<br />

7 Ola<br />

8 Quinto Real<br />

9 Señorío de Eraso<br />

10 Aldaz (Iza)<br />

11 Lozen<br />

12 Sorogain-Lastur<br />

13 Larráun<br />

14 Zarrantz<br />

15 Etxaide<br />

16 Leazkue<br />

17 Usetxi<br />

18 Ureta<br />

19 Irabiako Uharka<br />

Pantano de Irabia<br />

20 Pikatua<br />

21 Zamartze<br />

22 Murgindueta<br />

23 Zuazu<br />

24 Itsasperri<br />

25 Aguinaga de Iza<br />

26 Aizkorbe<br />

27 Iriberri (Atez)<br />

28 Amaláin<br />

29 Beraiz<br />

30 Idoi<br />

31 Akerreta<br />

32 Irure<br />

33 Setoain<br />

34 Ezkirotz<br />

35 Osteritz<br />

36 Urniza<br />

37 Larraingoa<br />

38 Ardaitz<br />

39 Urdíroz<br />

40 Imízcoz<br />

41 Lusarreta<br />

42 Gorraiz de Arce<br />

Abandonado<br />

De 1 a 4 habitantes<br />

De 5 a 8 habitantes<br />

De 9 a 12 habitantes<br />

De 13 a 16 habitantes<br />

43 Andía<br />

44 Anoz<br />

45 Ordériz<br />

46 Eguíllor<br />

47 Ezcaba<br />

48 Garrués<br />

49 Adériz<br />

50 Arleta<br />

51 Egulbati<br />

52 Zaldaiz<br />

53 Urricelqui<br />

54 Caserio Zandueta<br />

55 Arce<br />

56 Venta de Urbasa<br />

57 Urdánoz<br />

58 Caserio Elío<br />

59 Trinidad de Arre<br />

60 Echálaz<br />

61 Eransus<br />

62 Zunzarren<br />

63 Gurpegui<br />

64 Usoz<br />

65 Caserio Muniáin<br />

de Arce<br />

66 Osa<br />

67 Uli-Alto<br />

68 Caserío Equiza<br />

69 Jacoisti<br />

70 Ripalda<br />

71 Igal<br />

72 Eriete<br />

73 Otazu<br />

74 Otano<br />

75 Ustárroz<br />

76 Leyún<br />

77 Laboa<br />

78 Janáriz<br />

79 Beortegui<br />

80 Erdozaín<br />

81 Akotain<br />

82 Oleta<br />

83 Górriz<br />

84 Rala<br />

85 Itoiz<br />

86 Ongoz<br />

87 Gallués<br />

88 Iciz<br />

89 Urra<br />

90 Lecáun<br />

91 Irantzu<br />

92 Andéraz<br />

93 Irujo<br />

94 Viguria<br />

95 Muzqui<br />

96 Arguiñáriz<br />

97 Cas. Guenduláin<br />

98 Basongaitz<br />

99 Laquidáin<br />

100 Ilundáin<br />

101 Góngora<br />

102 Mendinueta<br />

103 Liberri<br />

104 Zuza<br />

105 Zuasti de Lónguida<br />

106 Meoz<br />

107 Javerri<br />

108 Epároz<br />

109 Ozcoidi<br />

110 Mugueta<br />

111 Uli-Bajo<br />

112 Larrángoz<br />

113 Turrillas<br />

114 Urbicain<br />

115 Iriso<br />

116 Ayanz<br />

117 Zoroquiáin<br />

118 Zabalceta<br />

119 Oriz<br />

120 Ezperun<br />

121 Señorío de Sarriá<br />

122 Artazu<br />

123 Nª Señora de Codés<br />

124 Cábrega<br />

125 Learza<br />

126 Cas. de Echávarri<br />

127 Arínzano<br />

128 Muruzábal<br />

de Andión<br />

129 Nª Señora de Andión<br />

130 Oricin<br />

131 Bariáin<br />

132 Eristain<br />

133 Zabalza de<br />

Ibargoiti<br />

134 Uzquita<br />

135 Abínzano<br />

136 Sengáriz<br />

137 Vesolla<br />

138 Aldunate<br />

139 Murillo-Berroya<br />

140 Orradre<br />

141 Napal<br />

142 Iso<br />

143 Adansa<br />

144 Sansomain<br />

145 Benegorri<br />

146 Bézquiz<br />

147 Moriones<br />

148 Urb. náutica de Leyre<br />

149 Torre de Peña<br />

150 San Martin<br />

151 Vergalijo<br />

152 Iriberri (Leoz)<br />

153 La Oliva<br />

154 El Bocal<br />

155 Muguetajarra<br />

156 Azkar<br />

157 Egulbati<br />

158 Celigueta<br />

159 Beroiz<br />

160 Peña<br />

161 Gardalain<br />

162 Ulozi<br />

163 Adensa<br />

164 Guerguitiáin<br />

165 Larrángoz<br />

166 Muru<br />

167 Santa Fe<br />

168 Zarikieta<br />

169 Amocáin<br />

PUEBLOS ABANDONADOS POR COMARCAS<br />

Tierra Estrella<br />

Noreste<br />

Prineos<br />

Pamplona<br />

Navarra media oriental<br />

05 10 15 20 25<br />

EN NÚMEROS<br />

50<br />

Es el número de pueblos<br />

abandonados según en el<br />

Instituto de Estadística<br />

de Navarra<br />

119<br />

Es el número de pueblos<br />

en peligro de extinción,<br />

es decir, que tienen<br />

menos de 16 habitantes<br />

Fuentes: Instituto de Estadística de Navarra y elaboración propia.<br />

No es lo mismo que un<br />

pueblo se considere<br />

abandonado, que<br />

esté extinguido<br />

administrativamente<br />

Es distinto que no viva<br />

nadie oficialmente<br />

a que no tenga su<br />

propio ayuntamiento<br />

JUAN J. ECHAIDE<br />

Federación navarra de<br />

municipios y concejos<br />

asuntos cuentan con un ayuntamiento<br />

municipal común. Cada<br />

pueblo tiene un "pequeño autogobierno",<br />

pero comparte ayuntamiento<br />

con el resto. Es una<br />

administración dentro de otra,<br />

un reparto de obligaciones. En el<br />

momento en el que un concejo se<br />

queda sin administración propia,<br />

todo pasa a ser tarea del ayuntamiento<br />

del municipio.<br />

Según Juan J. Echaide, responsable<br />

de prensa de la FNMC,<br />

esta modificación de los municipios<br />

y sus entidades ocurre por<br />

dos motivos. El primero es debido<br />

al escaso número de habitantes.<br />

Está establecido que si un pueblo<br />

tiene menos de 16 habitantes durante<br />

más de tres patrones (tres<br />

años) seguidos, pasa a ser del<br />

ayuntamiento. Cuando eso ocurre<br />

decimos que un pueblo se ha<br />

extinguido administrativamente.<br />

Otro motivo de extinción es que<br />

los propios vecinos decidan que<br />

prefieren que les administre el<br />

ayuntamiento municipal o del valle.<br />

Se trata de una extinción administrativa,<br />

y no de personas. El<br />

pueblo sigue existiendo, aunque<br />

no sea una entidad jurídica.<br />

En cambio, un pueblo abandonado<br />

o deshabitado se considera<br />

que ya no tiene personas que viven<br />

en él. Sigue a cargo del ayuntamiento,<br />

pero ya no tiene gastos.<br />

En cuanto a la propiedad en sí,<br />

puede que el terreno, las casas o<br />

los solares las gestione un particular.<br />

Por eso, que un pueblo se<br />

encuentre vacío no quiere decir<br />

que no tenga propietario. Puede<br />

pertenecer a personas particulares<br />

aunque lo administre el<br />

ayuntamiento. Arce, Urraul Alto<br />

y Lónguida son los valles con más<br />

pueblos abandonados y con los<br />

concejos más pequeños. Asimismo,<br />

de acuerdo con la división de<br />

Navarra por comunidades geográficas,<br />

se puede observar que<br />

es sobre todo en la zona pirenaica<br />

donde se encuentran la mayoría<br />

de los municipios despoblados. La<br />

parte del noroeste y las comarcas<br />

del suroeste presentan un menor<br />

índice de concentración de municipios<br />

extinguidos o en peligro.<br />

En el primer caso, se puede deber<br />

a que en el área más alta o más al<br />

norte no se hayan generado tantos<br />

enclaves como en el sur por<br />

tener menos facilidades o peores<br />

condiciones para establecerse. En<br />

cambio, en el caso de la zona suroeste,<br />

la menor concentración de<br />

pueblos abandonados puede obedecer<br />

a una razón precisamente<br />

contraria. La población suele<br />

agruparse en territorios más<br />

planos y con mejores condiciones<br />

climáticas para la vida y la subsistencia.<br />

Es decir, es una zona que<br />

sí está poblada, no en la que se hayan<br />

creado pueblos que luego han<br />

sufrido un éxodo rural.<br />

Este éxodo se produce, según<br />

las expertas en demografía Carolina<br />

Montoro Gurich y Dolores<br />

López Hernández, por el crecimiento<br />

de las ciudades, la falta de<br />

gente joven en los pueblos, y por<br />

la búsqueda de un mejor nivel de<br />

vida o más dinero. No obstante,<br />

de acuerdo con las expertas, también<br />

hay causas naturales y ciertos<br />

componentes históricos. Aun<br />

así, aseguran que en la actualidad<br />

se está produciendo un retorno a<br />

las zonas rurales y a la vida en el<br />

campo.


6 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

El alma de<br />

Izagaondoa<br />

Desiderio Martínez fue uno de los últimos habitantes<br />

que nació en Beroiz, pueblo que actualmente está<br />

deshabitado. Vivió allí 26 años, hasta 1956<br />

Escrito por<br />

BLanca lara<br />

MIGUEL DE RIBOT<br />

T<br />

disfruté más aún”.<br />

rabajé mucho a lo largo<br />

de mi vida, pero<br />

Desiderio Martínez<br />

Orradre, de 85 años,<br />

es una de las últimas<br />

personas nacidas en<br />

Beroiz. El municipio es un pueblo<br />

fantasma del que solo quedan las<br />

ruinas que reflejan el paso de los<br />

años y que, a pesar de estar muertas<br />

por fuera, rezuman energía<br />

de muros para adentro. Desde el<br />

sofá de su casa de Pamplona, echa<br />

la vista atrás y cuenta la historia<br />

del lugar en el que pasó una gran<br />

parte de su vida.<br />

Beroiz es uno de esos pueblos<br />

por los que ahora nunca pasa nadie.<br />

Pero hace medio siglo era un<br />

lugar en el que siempre había movimiento<br />

y todo el que se acercaba<br />

hasta él, era bien recibido, desde<br />

los guardias hasta los mendigos.<br />

Hoy, cincuenta años después de<br />

que se fuese su último habitante,<br />

las paredes de las casas se caen<br />

y solo quedan las ruinas del<br />

que fue durante décadas el<br />

alma del Valle de Izagaondoa.<br />

Ahora se puede llegar por carretera,<br />

pero hace ochenta años<br />

eso era impensable. Todos los<br />

acontecimientos importantes<br />

llegaban al pueblo a través de las<br />

cabalgaduras. Cuando se produjo<br />

el levantamiento militar en 1936,<br />

la noticia se conoció a través de<br />

una caballería que iba de pueblo<br />

en pueblo por todo el Valle anunciando<br />

el comienzo de la Guerra<br />

Civil. Cuando el bando nacional<br />

se hacía con una ciudad, las campanas<br />

de todos los pueblos repicaban,<br />

una ceremonia que se repitió<br />

durante los tres años que duró la<br />

contienda.<br />

Por aquella época, Desiderio,<br />

con siete años, se preparaba para<br />

recibir la Primera Comunión. Era<br />

tradición que los niños se hicieran<br />

las fotos para recordar aquel día<br />

en Pamplona, así que él y su padre<br />

se trasladaron hasta la capital<br />

foral. Pero cuando estaban yendo<br />

hacia la tienda, comenzó un bombardeo<br />

y tuvieron que correr hacia<br />

el Paseo de Sarasate, donde se<br />

encontraba un refugio. Todo quedó<br />

en un mal rato para el padre.<br />

Pero para el pequeño Desiderio<br />

fue una gran historia que contaría<br />

el lunes en la escuela a todos<br />

los niños.<br />

Para la familia Martínez estas<br />

dosis de información no eran<br />

suficientes. Cada mañana recibían<br />

el diario del día y el padre<br />

de Desiderio, Javier Martínez, lo<br />

Para mi padre fue mucho<br />

tiempo sin saber nada<br />

de lo que ocurría más<br />

allá del Valle, así que en<br />

cuanto la nieve se derritió,<br />

cogió el primer autobús<br />

que llegó a Beroiz y se<br />

fue a Pamplona, donde<br />

compró la primera radio<br />

DESIDERIO MARTÍNEZ<br />

UNO DE LOS ÚLTIMOS HABITANTES DE BEROIZ<br />

leía para mantenerse conectado<br />

con la actualidad. La gran nevada<br />

de 1945, que comenzó a finales<br />

de diciembre y no terminó hasta<br />

principios de febrero, dejó incomunicado<br />

durante casi dos meses<br />

al pueblo. “Para mi padre fue<br />

mucho tiempo sin saber nada de<br />

lo que ocurría más allá del Valle,<br />

así que en cuanto la nieve se derritió,<br />

cogió el primer autobús que<br />

llegó a Beroiz y se fue a Pamplona,<br />

donde compró la primera radio de<br />

todo Izagaondoa para que nunca<br />

más volviese a pasar lo ocurrido”,<br />

cuenta Desiderio.<br />

Medio siglo juntos<br />

Bailador, dicharachero y músico.<br />

Así define Gloria Eslava, de 81<br />

años, a su marido Desiderio, un<br />

navarro que ya apuntaba maneras<br />

desde pequeño. Ya no es aquel<br />

niño que todas las mañanas iba<br />

desde Beroiz hasta Ardanaz, el<br />

pueblo vecino, para ir a la escuela.<br />

Los años han pasado por él, pero<br />

recuerda como si fuera ayer ese<br />

trayecto que hacían él y sus hermanos<br />

de lunes a viernes. “Cuando<br />

por la mañana íbamos al colegio,<br />

nos montábamos en el ‘coche’,<br />

es decir, en la burra. Cuando se<br />

enfadaba o se cansaba de nosotros,<br />

bajaba la cabeza y nos dejaba<br />

caer al suelo uno por uno”.<br />

A la escuela de Ardanaz iban<br />

niños de los pueblos de Beroiz y de<br />

Iriso. Un solo maestro se encargaba<br />

de enseñar todas las lecciones<br />

básicas a decenas de alumnos que<br />

aprovechaban cualquier momento<br />

para tirarse piedras o jugar a<br />

bandidos. “Teníamos una enciclopedia<br />

en la que había de todo,<br />

desde geometría hasta historia”,<br />

recuerda Desiderio. Tan solo había<br />

un aula con unas largas mesas<br />

para los párvulos y pupitres para


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

7<br />

▶ Desiderio Martínez subiendo al<br />

que un día fue su hogar.<br />

FOTO: Miguel de ribot<br />

los mayores. También había un<br />

armario donde se guardaba bajo<br />

llave los libros, los cuadernos y los<br />

papeles del profesor.<br />

Desiderio comenta que, durante<br />

la Guerra Civil, había unos<br />

sesenta chiquillos. “Todas las mañanas<br />

rezábamos el padrenuestro<br />

al empezar la clase y se cantaba el<br />

Cara al Sol, con la bandera izada”.<br />

Por aquella época, la catequesis<br />

era obligatoria. La escuela de<br />

Ardanaz se situaba al lado de la<br />

iglesia del pueblo, por lo que todas<br />

las mañanas el cura iba a hacerle<br />

una visita. “A las doce del mediodía<br />

llegaba el sacerdote a darnos<br />

las lecciones correspondientes”,<br />

recuerda Gloria.<br />

Desiderio y sus cinco hermanos<br />

pasaban todo el día fuera de<br />

casa y comían en Ardanaz un bocata<br />

que les preparaba su madre,<br />

María. “Una mujer de los pies a<br />

la cabeza, solidaria y humilde”,<br />

la describe su nuera Gloria. A las<br />

seis de la tarde los cinco hermanos<br />

volvían a Beroiz. “Llegábamos<br />

a casa, merendábamos y los<br />

tres niños nos poníamos a tocar la<br />

guitarra”, recuerda un nostálgico<br />

Desiderio.<br />

Gloria, como el resto de jóvenes<br />

de Izagaondoa, disfrutaba<br />

bailando a la luz de la luna los<br />

días grandes de las fiestas en los<br />

que los hermanos Martínez interpretaban<br />

los éxitos de aquellos<br />

años. “Tocaban como los ángeles.<br />

En muchas ocasiones él y sus hermanos<br />

iban de fiesta en fiesta por<br />

los pueblos del Valle”, comenta<br />

Gloria. En los festejos de Izagaondoa<br />

se solían reunir todos los jóvenes<br />

y pasaban la noche bailando<br />

al ritmo de la orquesta.<br />

Cuando las notas musicales dejaban<br />

de sonar, los mozos que no<br />

cabían en la Casa Nueva dormían<br />

en el pajar que había sido previamente<br />

habilitado. “Nos tumbábamos<br />

todos, uno al lado del otro,<br />

en fila india. Había uno que era el<br />

encargado de ir cubriéndonos con<br />

paja para no pasar frío”, cuenta al<br />

tiempo que se apodera de él una<br />

gran sonrisa.<br />

Una de las mañanas en las que<br />

Beroiz se despertaba llena de invitados,<br />

Desiderio y su cuadrilla<br />

decidieron gastarle una broma a<br />

Pololo, uno de los amigos que había<br />

asistido a las fiestas. “Le hicimos<br />

desayunar directamente de<br />

las ubres de las vacas, pensando<br />

él que después todos lo íbamos a<br />

hacer, qué inocente fue y cuánto<br />

nos reímos”, recuerda con un tono<br />

picarón.<br />

Fue en uno de esos festejos<br />

donde Desiderio, con apenas 16<br />

años, decidió sacar a bailar a Gloria,<br />

que tenía doce. Danzaron<br />

durante toda la velada del primer<br />

día. “Cuando llegué a casa, mi<br />

hermana Pilar le dijo a mi madre<br />

que había estado bailando<br />

con Desiderio y me castigó sin ir<br />

al día siguiente a las fiestas, pero<br />

me escapé y estuve bailando toda<br />

la noche con él”, cuenta Gloria.<br />

Aquellos fueron sólo los primeros<br />

compases de una relación que<br />

acumula más de 55 años de historia.<br />

En realidad, Gloria y Desiderio<br />

ya se conocían. Iban a la misma<br />

escuela y eso, unido a las pocas<br />

calles en las que transcurría su<br />

vida diaria, hizo que compartiesen<br />

muchos de los recuerdos de<br />

su infancia. “Uno de ellos, —narra<br />

Desiderio— fue la historia de las<br />

brujas”. Hubo una época en la que<br />

los niños del pueblo pensaban que<br />

había brujas sobrevolando las faldas<br />

de la solitaria peña de Izaga.<br />

Desiderio, con apenas once años,


8 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

La sonrisa se adueña de la cara de Desiderio Martínez cuando recuerda sus hazañas. FOTO: izania ollo<br />

El trabajo era muy<br />

duro, pero alguna que<br />

otra vez llegaba a<br />

trabajar directamente<br />

de una fiesta, era joven<br />

y lo podía hacer<br />

DESIDERIO MARTÍNEZ<br />

UNO DE LOS ÚLTIMOS HABITANTES DE BEROIZ<br />

también creía en la existencia de<br />

aquellos seres fantásticos. Recuerda<br />

que una noche, mientras<br />

estaba durmiendo en la tercera<br />

planta de la casa, escuchó un sonido<br />

y lo primero que se le vino a<br />

la cabeza fue la presencia de esas<br />

brujas de las que en la escuela no<br />

se dejaba de hablar. “Pasé toda<br />

la noche en vela y a la mañana<br />

siguiente, cuando salía para ir al<br />

colegio, me di cuenta de que lo<br />

que estaba sonando era el viejo<br />

acordeón que estaba en la ventana…”.<br />

La vida del campo<br />

Ahora los niños van al instituto,<br />

pero por aquel entonces a los doce<br />

años los pequeños pasaban a ser<br />

trabajadores, es decir, cambiaban<br />

el lápiz y el cuaderno por el rastrillo<br />

y la pala. Las niñas ayudaban<br />

a la madre en casa y los niños se<br />

iban a cultivar el campo. “El trabajo<br />

era muy duro, pero alguna<br />

que otra vez llegaba a trabajar<br />

directamente de una fiesta. Era<br />

joven y lo podía hacer”, comenta<br />

Desiderio entre risas.<br />

“De vez en cuando venían a<br />

vernos mis tres tías de Gipuzkoa.<br />

Iba a recogerlas a Iriso en las caballerías”,<br />

recuerda. Por aquel entonces,<br />

se pasaba mucha hambre<br />

en toda Navarra y las tías de Desiderio<br />

eran víctimas de aquella<br />

necesidad que azotaba a algunas<br />

zonas de España. “A la hora de comer<br />

mis tías se hartaron. Fue tan<br />

exagerada la comilona, que mi tía<br />

Juliana, incomodada de todo lo<br />

que había ingerido, se nos murió<br />

esa misma noche en casa”, narra<br />

Desiderio.<br />

Uno de esos días en los que la<br />

familia Martínez estaba por casa,<br />

se acercaron un par de guardias<br />

a comer. “Siempre había comida<br />

para el que viniera, tanto para<br />

los guardias como para los mendigos”,<br />

dice Desiderio. “La señora<br />

María siempre tenía algo para<br />

todos, era una mujer caritativa y<br />

buena”, apunta Gloria. Una tarde,<br />

después de que los Martínez compartieran<br />

mesa con los guardias,<br />

los agentes los invitaron a cazar.<br />

Por aquel entonces en el monte<br />

de Beroiz había liebres, codornices<br />

y perdices. Los tres hermanos<br />

aceptaron encantados y así,<br />

Desiderio, con apenas trece años<br />

y sin permiso de armas, estuvo<br />

cazando codornices toda la tarde.<br />

Los guardias desconocían que<br />

Desiderio y sus hermanos solían<br />

coger las escopetas que había por<br />

la casa y se iban al monte a cazar<br />

día sí, y día también.<br />

Sin embargo, aquellos momentos<br />

en que los pequeños hermanos<br />

Martínez aprendieron las<br />

técnicas de caza se marchitaron<br />

hace tiempo. “Desde que nos<br />

trasladamos a Pamplona el campo<br />

ha cambiado mucho. Ahora<br />

hay jabalíes. Nosotros solo vimos<br />

uno durante todos los años que<br />

La iglesia de San Martín de Beroiz. FOTO: miguel de ribot<br />

vivimos en el pueblo”. También<br />

terminaron, con el paso del tiempo,<br />

aquellos momentos en los que<br />

Desiderio dedicaba sus días por<br />

entero a realizar los trabajos del<br />

campo. Son recuerdos que quedaron<br />

grabados en su memoria,<br />

de la misma forma que evoca,<br />

rodeado de fotografías en blanco<br />

y negro, sus años de jornada<br />

laboral en una oficina. Trabajó<br />

durante más de treinta años en<br />

la empresa Papelera. “Llegué allí<br />

como peón, pero poco a poco y a<br />

base de esfuerzo y mucho trabajo<br />

terminé como jefe de expediente.<br />

Tuve que opositar y todo. El oficio<br />

era menos duro, eran ocho horas<br />

que comparadas con la que echábamos<br />

en el campo no suponían<br />

mucho para mi”, comenta Desiderio.<br />

El municipio que un día perteneció<br />

a la familia Martínez pasó a<br />

manos del marqués de Jaureguizar,<br />

el cual vivió allí unos meses<br />

y fue partícipe del último nacimiento<br />

del pueblo de Beroiz, el de<br />

su propia hija Teresa Dulce. Esos<br />

fueron los últimos llantos que se<br />

escucharon entre los gruesos muros<br />

de piedra del pueblo al que<br />

Desiderio vuelve para fotografiarse.<br />

Beroiz<br />

Año extinción: 1962<br />

Último habitante: Santos Martínez Orgade<br />

Pamplona


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

9<br />

beroiz DESIDERIO MARtínez, 85 años<br />

“Nueva<br />

York al<br />

lado de<br />

Beroiz es<br />

una birria”<br />

Una mañana de noviembre,<br />

Desiderio vuelve<br />

a Beroiz. Ahora vive<br />

en la ciudad y con su<br />

edad no puede ir siempre<br />

que quiere al pueblo<br />

que fue su hogar durante más<br />

de cincuenta años. Ya no es aquel<br />

chaval que corría por el Valle de<br />

Izagaondoa sin miedo a hacerse<br />

daño, sino que a sus 85 años necesita<br />

de la ayuda de su hijo César.<br />

Mientras Desiderio se arregla<br />

para emprender esta nueva aventura,<br />

Gloria, su mujer, le repite<br />

una y otra vez a su hijo: “Ten cuidado<br />

con papá porque ya no está<br />

para estos trotes”.<br />

A la hora acordada, Desiderio<br />

baja por las escaleras al rellano<br />

y la alegría se adueña de su cara.<br />

Antes de salir, tiene que hacer<br />

una última parada: se dirige a su<br />

coche y saca del maletero su bastón<br />

de madera con el que emprenderá<br />

un camino hacia el pasado<br />

lleno de recuerdos.<br />

Los nervios se van apoderando<br />

de él y sin haberse montado en el<br />

vehículo, mira su reloj, hace algún<br />

cálculo mental y dice con la<br />

sonrisa dibujada en la cara: “Tardaremos<br />

unos treinta minutos en<br />

llegar al pueblo”. Cuando el coche<br />

entra en Izagaondoa, recuerda<br />

cómo se construyó esa carretera<br />

serpenteante que lleva hasta<br />

Beroiz. “Tres años tardaron en<br />

hacer este camino que llega hasta<br />

Lumbier, el último municipio.<br />

Lo hicieron a base de pico y pala.<br />

Ahora, con las máquinas que hay,<br />

se haría en dos días”.<br />

Pueblo por pueblo, Desiderio<br />

va recitando cuál es cada uno.<br />

“Zuazu, Reta, Ardanaz… Allí fue<br />

donde terminé la ‘universidad’<br />

sin ninguna nota pendiente y salí<br />

con trabajo fijo”, dice con un tono<br />

guasón. Al dejar atrás Iriso, la última<br />

localidad antes de llegar a<br />

Beroiz, se incorpora y se pone recto<br />

para observar la villa que le vio<br />

nacer, crecer y de la que guarda<br />

tantos recuerdos, y añade mirando<br />

al reloj: “Justo lo que yo había<br />

dicho, treinta minutos clavados”.<br />

Bastón en mano, Desiderio se<br />

pone en marcha para llegar cuanto<br />

antes a la llanura donde tanto<br />

tiempo pasó trabajando. Pero antes<br />

tiene que subir la cuesta que<br />

cada vez que vuelve al pueblo se<br />

le hace más empinada. A mitad<br />

del recorrido se detiene para coger<br />

aire, y señala una iglesia en lo<br />

alto de la ladera de Izaga. “Hasta<br />

ahí íbamos cada primavera para<br />

celebrar la romería de San Miguel<br />

de Izaga. Subíamos hasta la<br />

iglesia de Zuazu con las cruces,<br />

cantando las letanías”, rememora<br />

Desiderio.<br />

Una vez que coge aire, retoma<br />

el camino con cierto nerviosismo,<br />

como si de la noche de Reyes<br />

se tratase. A cada paso que da la<br />

sonrisa se hace más presente en<br />

su rostro. Cuando ya se ve una<br />

de las casas de Beroiz, el palacio,<br />

donde <strong>vivía</strong>n el pastor y su familia,<br />

Desiderio cuenta que cuando<br />

ellos se trasladaron a Pamplona,<br />

los mayorales empezaron a utilizar<br />

las viviendas como cobertizo<br />

para guardar las cabras y ovejas.<br />

Una vez que llega a la explanada,<br />

señala con el cayado lo que antes<br />

era su casa y dice: “Ahí <strong>vivía</strong> yo”.<br />

Se aproxima al que fue su hogar<br />

durante más de veinte años y destaca<br />

la fachada tan recta que tiene<br />

a pesar de todo el tiempo que<br />

ha pasado. A los pies del que fue<br />

su hogar cada vez se amontonan<br />

más piedras que se van desplomando<br />

por la falta de cuidado y<br />

por los robos de esas grandes y<br />

valiosas rocas.<br />

“Dentro de la casa estaba el<br />

horno para hacer el pan junto<br />

con la amasandería. En la parte<br />

de abajo era donde guardábamos<br />

el rebaño y las caballerizas.<br />

En la tercera planta estaban<br />

el resto de dormitorios”,<br />

explica. La ventana del<br />

cuarto de Desiderio, situado<br />

en el último piso, da a<br />

donde se celebraban los bailes<br />

y las fiestas del pueblo. “Cuántas<br />

noches he pasado asomado a la<br />

ventana viendo a la gente bailar y<br />

disfrutar. Pero en cuanto tuve la<br />

edad suficiente para unirme a los<br />

festejos, cogía el laúd o la guitarra<br />

Desiderio Martínez señalando la que fue su casa. FOTO: izania ollo<br />

y animaba las noches junto a mis<br />

hermanos”.<br />

En Casa Nueva, la de la familia<br />

Martínez, estaba la bodega, de la<br />

que hoy solo queda en pie la torre<br />

rodeada de matojos que hacen<br />

que no se pueda apreciar su estilo<br />

románico. Desiderio pasó muchas<br />

horas haciendo vino ahí. “Fabricaba<br />

de dos tipos: el bueno y el malo.<br />

Una vez, cogí un garrafón y me lo<br />

llevé al confesionario de la iglesia.<br />

Solo sabía yo que eso estaba allí,<br />

así que de vez en cuando iba y le<br />

daba un sorbo para alegrarme el<br />

día”, recuerda con cara picarona.<br />

Desiderio camina con su bastón<br />

hacia la iglesia y murmura<br />

Cuántas noches pasé<br />

asomado a la ventana<br />

viendo a la gente<br />

bailar y disfrutar<br />

DESIDERIO MARTÍNEZ<br />

UNO DE LOS ÚLTIMOS HABITANTES DE BEROIZ<br />

entre risas: “Nueva York al lado de<br />

esto es una birria”. La capilla solo<br />

se abría el día de las almas y el día<br />

de San Martín. A pesar del mal<br />

estado del suelo, es el edificio que<br />

mejor se conserva. “Seguramente<br />

vinieron los vándalos y levantaron<br />

las piedras en busca de oro, ya<br />

que antes se enterraban ahí a los<br />

muertos”. La iglesia, dedicada a la<br />

advocación de San Martín, tenía<br />

un coro y un campanario. “Teníamos<br />

una imagen de una Virgen<br />

y otra de Santa Catalina”, añade<br />

Desiderio. Varios representantes<br />

del obispado fueron a Beroiz para<br />

convencerles de que lo mejor era<br />

llevarse la figura de Santa Catalina<br />

al Museo Diocesano. Pero la<br />

familia Martínez no aceptó. Ya<br />

cuando en 1962 el marqués de<br />

Jaureguizar era dueño del pueblo,<br />

la imagen fue trasladada al museo.<br />

Mientras pasea por los caminos,<br />

tiene que ir abriéndose paso<br />

por las malas hierbas que han<br />

ido creciendo por el abandono.<br />

Recuerda cómo le gustaba cazar.<br />

Uno de esos días en los que<br />

la nieve cubría de blanco todo el<br />

Valle, Desiderio decidió salir a cazar,<br />

pese a que estaba prohibido.<br />

Encontró el rastro de una liebre<br />

y comenzó a seguirla, pero cuando<br />

estaba a punto de dar con ella,<br />

uno de los trabajadores que había<br />

por allí, le avisó de que los guardias<br />

se estaban acercando, así que<br />

tuvo que dejar de seguir el rastro<br />

y escaparse. “Me escondí tras un<br />

árbol, pero no servía de nada ese<br />

escondite, porque estaba rodeado<br />

por el rastro de la liebre. Así que<br />

tuve que dar un gran salto para<br />

despistarlos”, comenta con un<br />

tono divertido.<br />

“Trabajé mucho, pero no lo<br />

cambiaría”, dice Desiderio mientras<br />

deja atrás su Casa Nueva y<br />

la bodega. Con el cayado vuelve<br />

a señalar a otra ladera que rodea<br />

la cuenca de Beroiz. “Desde allí<br />

bajamos el agua a base de pico y<br />

pala. Conseguimos tener agua<br />

corriente en toda la casa, un lujo<br />

para aquella época y sobre todo<br />

cuando llegaba el invierno…”,<br />

afirma satisfecho. La felicidad<br />

se ha apoderado de Desiderio al<br />

igual que sus recuerdos, lo que<br />

hace que en su rostro se note la<br />

melancolía.<br />

Cuando es la hora de bajar la<br />

cuesta, Desiderio agarra con fuerza<br />

el bastón para no tropezar. Y<br />

comienza a bajar cuidadosamente<br />

entre las hierbas que cubren lo<br />

que en su día fue un camino de<br />

piedras. No ha llegado todavía al<br />

coche cuando añade: “Pronto volveremos”.


10 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

peña josé antonio landa, 77 años<br />

“Lo que<br />

más echo<br />

de menos<br />

es la paz”<br />

El último niño que nació en Peña, José<br />

Antonio Landa Leoz, recuerda los días<br />

que pasó en el pueblo que le vio crecer<br />

Escrito por<br />

MIGUEL DE RIBOT<br />

blanca lara<br />

José Antonio Landa Leoz,<br />

de 77 años, pasó su infancia<br />

a 1.070 metros de altura.<br />

Recuerda que, cuando<br />

corría cuesta abajo por las<br />

empinadas calles del pueblo,<br />

su abuela siempre lo<br />

perseguía despavorida al grito de<br />

“¡Te vas a matar!”. El lugar donde<br />

sucedieron aquellas escenas<br />

es Peña, un pequeño pueblo de la<br />

merindad de Sangüesa, en el que<br />

José Antonio Landa fue el último<br />

habitante en nacer en 1939.<br />

Las casas de Peña, construidas<br />

sobre una meseta inclinada, tuvieron<br />

que ser obra del mejor de<br />

los arquitectos, quien supo cómo<br />

levantar los cimientos para que<br />

las paredes no acabasen cayendo<br />

por el precipicio. La vida ahí puede<br />

parecer complicada, pero más<br />

allá de los adultos que tenían que<br />

trabajar las tierras, por esos lugares<br />

se movían tanto niños como<br />

ancianos.<br />

Hasta los ocho años, José Antonio<br />

era uno de esos niños que<br />

corría por la ladera de la sierra de<br />

Peña. “Esto lo habré recorrido yo<br />

unas doscientas mil veces”, dice<br />

señalando una fotografía de su<br />

pueblo. El fútbol también llegó<br />

a este municipio donde los niños<br />

crecieron, como cualquiera de su<br />

época, creyéndose Di Stefano o<br />

Pelé. En sus recuerdos se mezclan<br />

vivencias cargadas de nostalgia<br />

con algunos momentos que rozaron<br />

la tragedia. Entre estos últimos,<br />

hay uno que José Antonio<br />

tiene grabado a fuego. “Un día de<br />

verano, mientras le daba patadas<br />

al balón con unos amigos, la pelota<br />

cayó encima de unos matorrales.<br />

Cuando fuimos a recogerla,<br />

uno de los niños que había venido<br />

a pasar las vacaciones, pisó en lo<br />

que resultó ser un falso suelo. Fue<br />

entonces cuando se produjo el<br />

fatal desenlace”, recuerda. El pequeño<br />

se hundió y cayó barranco<br />

abajo hasta perder la vida.<br />

Por las mañanas se despedía a<br />

los hombres que se iban a trabajar<br />

al campo, mientras las mujeres se<br />

quedaban en casa haciendo las tareas<br />

del hogar y los niños se iban<br />

a la escuela. Pero antes de acudir<br />

a las clases todos los pequeños tenían<br />

que hacer algunos recados.<br />

Con apenas cinco años, José Antonio<br />

también tenía sus encargos:<br />

“Nada más levantarme tenía que<br />

ir a buscar agua para todo el día,<br />

los cántaros pesaban bastante y el<br />

pozo estaba lejos”.<br />

Eran muchas las horas de juego<br />

y diversión que había en este<br />

pueblo. José Antonio rememora<br />

las aventuras que vivió con sus<br />

amigos: sus excursiones por los<br />

pasillos subterráneos que iban de<br />

la iglesia al castillo; o la vez que se<br />

fueron al monte sin decir nada y<br />

aparecieron por la noche, cuando<br />

su abuela, sus tías y varias personas<br />

más estaban buscándolos.<br />

“Cuando volvimos nos pegaron<br />

una buena paliza”, recuerda entre<br />

risas José Antonio.<br />

Cada domingo el pueblo tomaba<br />

un descanso: no se iba a trabajar,<br />

ni a la escuela; sino que se<br />

celebraba el día con la familia y<br />

yendo a cazar. Todos los días<br />

de guardar, el sacerdote<br />

subía a caballo. “Cuando lo<br />

veíamos venir, tocábamos las<br />

campanas para que todos los<br />

vecinos se enterasen”. En Semana<br />

Santa no podían hacerlas sonar,<br />

por lo que sacaban las carracas<br />

e iban por las calles para avisar a<br />

todos los vecinos de que llegaba la<br />

hora de ir a misa.<br />

Gran parte de la villa estaba<br />

habitada por las familias Leoz<br />

Nada más levantarme<br />

tenía que ir a buscar<br />

agua para todo el<br />

día, los cántaros<br />

pesaban bastante y el<br />

pozo estaba lejos<br />

José Antonio Landa<br />

ÚLTIMO NACIDO EN PEÑA<br />

y Landa. En Peña llegó a haber<br />

doce casas, pero sus habitantes se<br />

fueron yendo hasta que en 1950<br />

sólo quedaron tres. Los primeros<br />

de la familia de José Antonio en<br />

llegar a este pueblo fueron sus<br />

abuelos, tanto paternos como maternos.<br />

Un pueblo, una familia<br />

Por aquel entonces, todos los<br />

hombres tenían que cumplir<br />

el servicio militar obligatorio.<br />

“Cuando mi padre se fue a la mili,<br />

en la casa de los Leoz estaban<br />

de fiesta por el nacimiento de su<br />

última hija, la que años después<br />

sería mi madre”, narra José Antonio<br />

emocionado mientras mira<br />

un retrato de sus progenitores


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

11<br />

▶ José Antonio Landa<br />

narra su niñez en el que<br />

siempre será su pueblo.<br />

FOTO: izania ollo<br />

Peña<br />

Año de extinción: 1952<br />

Último habitante: Nicanor Leoz<br />

Pamplona<br />

Como no teníamos<br />

ningún tipo de contrato,<br />

nos tuvimos que ir. Nos<br />

fueron despachando<br />

uno por uno<br />

José Antonio Landa<br />

ÚLTIMO NACIDO EN PEÑA<br />

que hay en el salón. En<br />

esta pareja había una diferencia<br />

de 19 años. “El enlace<br />

entre mis padres tuvo sus más y<br />

sus menos. Mi abuelo materno no<br />

era muy partidario de esta boda,<br />

pero al final cedió y hoy es el resultado<br />

de ese gran momento”,<br />

recuerda felizmente. Durante la<br />

Guerra Civil, cambiaron las tornas<br />

en el pueblo: la mayoría de<br />

los hombres, que habitualmente<br />

se encargaban de sacar adelante<br />

el trabajo en el campo, tuvieron<br />

que acudir al frente, por lo que<br />

la localidad quedó a cargo de las<br />

mujeres.<br />

“Cuando la Guerra acabó, todo<br />

volvió a la normalidad”, explica<br />

José Antonio. Su tío Nicanor retomó<br />

su trabajo como cartero: tenía<br />

que bajar todos los días a Torre<br />

de Peña, coger una bicicleta e<br />

ir hasta Sangüesa, donde recogía<br />

y repartía el correo por las Bardenas.<br />

Por ello, al mismo tiempo<br />

hacía de guarda. El resto del pueblo<br />

también reanudó sus tareas.<br />

Una parte importante de este enclave<br />

rodeado de vegetación era<br />

el horno donde cada semana las<br />

familias se turnaban para hacer<br />

pan. Había trabajo para todos:<br />

la gente mayor también ayudaba<br />

en las tareas, a pesar de las dificultades<br />

del terreno. “Abajo, en el<br />

barranco, a una hora y media del<br />

pueblo, teníamos unos huertos a<br />

los que mi abuela iba a buscar las<br />

verduras”, recuerda José Antonio.<br />

Pero si hay algo que este navarro<br />

recuerda como un hecho de especial<br />

dificultad eran aquellos momentos<br />

en los que algún vecino<br />

enfermaba. Entonces, “se montaban<br />

en el burro para bajarlos<br />

hasta Torre de Peña, un pueblo<br />

cercano al que acudía el médico”.<br />

No había electricidad, por lo<br />

que utilizaban candiles para iluminar<br />

las casas. Tampoco tenían<br />

calefacción. Utilizaban leña para<br />

calentarse en esos inviernos fríos<br />

que dejaban grandes mantos de<br />

nieve. Y en las casas no había<br />

cristales por lo que las ventanas<br />

estaban tapadas con trapos. “Debíamos<br />

ser más fuertes”, dice José<br />

Antonio.<br />

Un cazador de siete años<br />

José Antonio todavía siente ese<br />

amor por la caza que le inculcaron<br />

desde pequeño. En los años<br />

cuarenta, Peña sobre<strong>vivía</strong> gracias<br />

a la montería, una de las grandes<br />

fuentes de alimentación para el<br />

pueblo. “Más allá de ir a la escuela,<br />

lo que hacíamos era tirar<br />

piedras e ir con mis tíos a cazar.<br />

Con tan solo siete años ya subía a<br />

la cima a capturar algún animal”,<br />

comenta. A los ocho años ya estaba<br />

a tiro limpio con todo lo que<br />

corría por el monte. “Te asomabas<br />

a las piedras y teníamos conejos<br />

y más conejos. Solo tenías que<br />

echar un vistazo desde la ventana<br />

y matabas lo que querías”, comenta<br />

reviviendo aquellos años en los<br />

que había una plaga de gazapos.<br />

Pese a estar en una zona un<br />

tanto inaccesible, en Peña se<br />

comía bien y “nunca faltaba de<br />

nada”. El pescado era un auténtico<br />

manjar que muy de vez en<br />

cuando su tío Nicanor traía de<br />

Torre de Peña. Otras veces eran<br />

las mujeres quienes bajaban a por<br />

esta codiciada “carne de mar”.<br />

Pero el gran problema que había<br />

con el pescado era en verano,<br />

porque no tenían nevera y los alimentos<br />

no se podían conservar.<br />

Lo único que les servía era una<br />

fresquera que tenían en la ventana<br />

y que mantenía conservado en<br />

buen estado los alimentos cuando<br />

la temperatura exterior era cálida.<br />

Las fiestas de Peña eran un reclamo<br />

para todos los municipios<br />

de la zona e incluso se acercaba<br />

gente desde Pamplona. Cada 11<br />

de noviembre se festejaba San<br />

Martín y se celebraba una misa en<br />

honor al patrón del pueblo, además<br />

de realizarse una procesión<br />

por todas las calles de la villa. Era<br />

tradición matar un cordero y se<br />

terminaba el día con los bailes al<br />

son de los músicos que iban desde<br />

Sos del Rey Católico. (Zaragoza).<br />

Los primeros que decidieron<br />

marcharse de esta meseta fueron<br />

los Landa-Leoz, quienes se mudaron<br />

a un caserío cuando José<br />

Antonio apenas tenía tres años.<br />

El pequeño se quedó viviendo con<br />

su abuela y estuvo yendo al colegio<br />

hasta que tuvo que marcharse.<br />

El éxodo de los habitantes de<br />

Peña no fue por mero gusto. Los<br />

condes de Elio, dueños del pueblo,<br />

solicitaron a los vecinos que<br />

lo fueran abandonando. Pasaron<br />

unas cartas donde decían que<br />

ellos mismos querían trabajar<br />

las tierras. La idea fue del yerno<br />

del conde, que quería poner en<br />

práctica su profesión de ingeniero<br />

agrónomo. “Como no teníamos<br />

ningún tipo de contrato, nos tuvimos<br />

que ir. Nos fueron despachando<br />

uno por uno”, dice este<br />

antiguo habitante.<br />

Los únicos que se quedaron<br />

fueron su tío Nicanor, que trabajó<br />

de guarda y de encargado del correo,<br />

y su tía Asunción que se quedó<br />

trabajando como agricultora.<br />

Vivieron allí poco tiempo más,<br />

pero mientras ellos estuvieron<br />

ahí, José Antonio seguía subiendo<br />

a Peña siempre que podía a cazar.<br />

Un tiempo más tarde, en la década<br />

de los sesenta, en esas casas<br />

abandonadas, se instaló un ermitaño<br />

belga que estuvo varios<br />

años. Era el padre Arnaldo de<br />

Liedekerke, un monje dominico<br />

que había sido ingeniero, pero<br />

tras sufrir una descarga eléctrica<br />

cuando estaba en una torre de<br />

alta tensión, su vida cambió de un<br />

modo radical y se trasladó a las<br />

tierras de los condes de Elio. “Solo<br />

comía pan, huevo, trigo y leche.<br />

Semanalmente subíamos a dejarle<br />

la comida en una encina. Nunca<br />

le veíamos pero, -prosigue José<br />

Antonio- cuando se ponía malo,<br />

sacaba una sábana blanca por la<br />

ventana y la dejaba colgada, era<br />

su manera de comunicarse”.<br />

Hasta pasada la adolescencia,<br />

José Antonio no había puesto un<br />

pie en Pamplona. “La primera vez<br />

que la vi no me causó tanta sensación,<br />

aunque se me hizo extraño”,<br />

confiesa José Antonio. Cuando<br />

tuvo la edad suficiente pasó a<br />

trabajar en la empresa La papelera,<br />

donde permaneció 37 años.<br />

Asegura que allí se formó como<br />

trabajador y creció como persona.<br />

Poco a poco iba escalando puestos<br />

con mucho esfuerzo. Tras esas<br />

décadas de duro trabajo se jubiló<br />

y ahora lleva 16 años compaginando<br />

lo que más le gusta: estar<br />

con su familia e ir a cazar.<br />

José Antonio llevó a gala el ser<br />

el último nacido en Peña hasta<br />

que un trámite administrativo<br />

lo hirió en su orgullo. “La última<br />

vez que volví a renovarme el carnet<br />

me dijeron que ya no existía<br />

mi pueblo como tal”. Al parecer,<br />

Los niños de la<br />

vieja escuela<br />

el municipio que vio nacer al mayor<br />

de los Landa no estaba al corriente<br />

de pagos, por lo que pasó a<br />

depender de Javier, aldea a la que<br />

llevaron todos los papeles de Peña<br />

tras quedar deshabitado.<br />

Aunque en el documento de<br />

identidad de José Antonio ponga<br />

que él es de Javier, su corazón<br />

estará en aquel pueblo que conocía<br />

como la palma de su mano.<br />

Hoy vuelve abrir ese cerrojo de<br />

su memoria que guarda tantos<br />

apreciados recuerdos y concluye:<br />

“Lo que más echo de menos es la<br />

paz que tenía cuando estaba en<br />

Peña. Nunca más la he vuelto a<br />

encontrar”.<br />

Antiguos compañeros de la escuela a la que iba José Antonio.<br />

José Antonio estuvo en la escuela<br />

de Peña hasta los ocho años.<br />

Las niñas que venían de Sofuentes<br />

tenían por lo menos hora y<br />

media de camino para llegar a<br />

clase. Allí se juntaban unos diez o<br />

doce niños cada día. “El maestro<br />

que nos enseñaba era manco,<br />

pero era increíble como tocaba<br />

el piano”, dice José Antonio.<br />

El docente era mayor cuando<br />

llegó a Peña, pero se casó poco<br />

tiempo después con una tía de<br />

José Antonio.<br />

A los pocos años, cuando su<br />

abuela se fue del pueblo, José<br />

Antonio se tuvo que cambiar de<br />

escuela y cerrar así una etapa de<br />

su niñez en la que había aprendido<br />

mucho. “Cuando me cambiaron<br />

a la otra escuela, a los dos<br />

meses me subieron de curso,<br />

porque yo ya sabía multiplicar,<br />

dividir… En Peña nos enseñaban<br />

de todo”, afirma con orgullo.<br />

No solo los niños eran los que<br />

aprendían durante esa época.<br />

Después de volver de la mili, los<br />

padres que habían nacido ahí<br />

y que no habían podido ir a la<br />

escuela porque no disponían de<br />

maestro, recibieron las clases<br />

correspondientes para ponerse<br />

al día. “Era una escuela nocturna<br />

que el maestro había organizado”,<br />

relata. Entre aquellas<br />

paredes descansan buena parte<br />

de los recuerdos de su infancia.


12 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 De NoViembre De 2015<br />

Tras la pista de Walke<br />

El piloto británico Donald Cecil Broadbent Walker murió tras<br />

estrellar su avión contra un monte de Peña durante la II Guerra<br />

Mundial. Documentos inéditos reconstruyen su historia<br />

Escrito por<br />

PaU flUriacH<br />

izaNia ollo<br />

El 11 de noviembre de 1943 la Segunda<br />

Guerra Mundial llegó al<br />

remoto municipio de Peña. El<br />

pueblo, hoy abandonado, está situado<br />

a 1.070 metros de altitud al<br />

sureste de Navarra, al borde de un<br />

barranco. Por entonces, apenas se<br />

contaban doce casas entre sus calles.<br />

Sus habitantes <strong>vivía</strong>n ajenos a<br />

la contienda en la burbuja de una<br />

España que trataba de mantenerse<br />

en terreno neutral. Pero un inesperado<br />

suceso los sumergió en<br />

la batalla.<br />

Aquel día se respiraba un ambiente<br />

alegre y jovial en las calles,<br />

ya que se celebraba el día de su patrón,<br />

San Martín. La gente de los<br />

poblados vecinos se acercaba a las<br />

fiestas, sobre la cima de una pendiente<br />

rocosa casi intransitable<br />

cerca de Sangüesa. Algunos incluso<br />

venían a caballo. A las 12.30<br />

del mediodía se celebraba la misa<br />

como era costumbre y dio comienzo<br />

la procesión por las calles de<br />

Peña.<br />

De repente, se levantó un fuerte<br />

viento. Al principio los vecinos no<br />

se sorprendieron, por lo desprotegido<br />

que está el lugar de las inclemencias<br />

del tiempo. Entonces, un<br />

avión envuelto en llamas cruzó el<br />

cielo dejando a su paso una larga<br />

11 nOVIemBre 1943<br />

cArTA A UnA mADre SOBre el SUceSO<br />

Un vecino de Peña le explica en una carta<br />

a su madre cómo fue testigo del accidente<br />

mortal sufrido por el capitán Walker.<br />

Saliendo de misa todo el pueblo vio cómo<br />

un avión en llamas cruzaba el cielo hasta<br />

chocar contra un monte cercano a la villa.<br />

12 nOVIemBre 1943<br />

ApArece el cOpIlOTO Del AVIón<br />

Al día siguiente del suceso de Peña, un agente de la Guardia<br />

Civil encuentra en Sos del Rey Católico (Zaragoza) al copiloto,<br />

Arthur Maurice Crow, herido junto al paracaídas. Con este<br />

telegrama se informa al General Jefe del Estado Mayor del<br />

Ejército del Aire situado en Madrid.<br />

21 nOVIemBre 1943<br />

el enTIerrO Del cApITán WAlKer<br />

El dueño de la finca en la que chocó el avión<br />

escribe una carta al vicecónsul de Gran Bretaña,<br />

explicando que le enviará una foto de Peña para que<br />

la remita a la familia del capitán Walker y así sepan<br />

dónde está enterrado el aviador.<br />

Fuente de los documentos: Mikel Navarro Ayensa, investigador y periodista.<br />

16 mArzO 1950<br />

AcTúA lA cOmISIón ImperIAl BrITánIcA<br />

De SepUlTUrAS De gUerrA<br />

El cónsul británico envía una carta al duque de Peña,<br />

Gabriel María de ybarra, preguntándole quién es<br />

el dueño del cementerio y si la Comisión Imperial<br />

Británica de Sepulturas de Guerra podría erigir una<br />

lápida al piloto. Días después el duque accedería a<br />

las peticiones del gobierno británico.


25 De NoViembre De 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

13<br />

r<br />

estela de humo. El aparato desapareció<br />

entre los árboles y se estrelló<br />

en el monte. Los habitantes del<br />

pueblo fueron a todo correr hacia<br />

el avión estrellado, modelo De Havilland<br />

Mosquito con matrícula<br />

LR478. Se trataba de un vehículo<br />

de la Segunda Guerra Mundial<br />

hecho prácticamente de madera.<br />

Al llegar al lugar del siniestro se<br />

encontraron varios restos de la aeronave<br />

y del piloto esparcidos por<br />

el terreno. En ese momento nadie<br />

sabía que la víctima era el capitán<br />

Donald Cecil Broadbent Walker.<br />

El capitán Walker era un ciudadano<br />

inglés de 28 años que combatió<br />

en la Royal Air Force (RAF)<br />

con el rango de Wing Comander<br />

(jefe de ala). Pertenecía al escuadrón<br />

544 y su número de identificación<br />

era el 25.126. Fue alcanzado<br />

por baterías alemanas cerca<br />

de Toulouse, mientras cumplía la<br />

arriesgada misión de fotografiar<br />

ciudades ocupadas por los alemanes<br />

en el sur de Francia. El plan<br />

era aterrizar en las llanuras del río<br />

el capitán Walker<br />

falleció a los 28 años<br />

y fue enterrado en el<br />

cementerio de Peña<br />

Ebro, pero el aparato estaba descontrolado<br />

y tanto Walker como<br />

su copiloto, Arthur Maurice Crow,<br />

escocés nacido en 1921, decidieron<br />

saltar en paracaídas. Crow saltó y<br />

cayó en Sos del Rey Católico (Zaragoza),<br />

pero el capitán Walker<br />

no tuvo tanta suerte. Al abrir su<br />

paracaídas, se quedó enganchado<br />

en la cola del avión y falleció. Los<br />

vecinos de Peña lo enterraron en<br />

su cementerio, en el que años después<br />

la Comisión Imperial de Sepulturas<br />

de Guerra de la RAF le<br />

colocaría una lápida para honrar<br />

su memoria.<br />

En el War Memorial de Malton,<br />

ciudad de North Yorkshire (Inglaterra),<br />

de la que Walker era originario,<br />

aparece su nombre junto al<br />

de otros soldados que murieron<br />

en combate durante la Segunda<br />

Guerra Mundial. Su compañero,<br />

Arthur Maurice Crow, falleció el<br />

PEÑA<br />

Año de extinción: 1952<br />

Último habitante: Nicanor Leoz<br />

Pamplona<br />

29 de diciembre de 1944, a la edad<br />

de 23 años, en un bombardeo<br />

que tuvo lugar cuando estaba de<br />

misión en Berlín. Puede que fuese<br />

fruto de la casualidad, o puede<br />

que esta historia sea la suma<br />

de ellas, pero un dato es el hecho<br />

de que el mismo día de la muerte<br />

del capitán, los países miembros<br />

de la Commonwealth celebran el<br />

Remembrance Day (11 de noviembre).<br />

En él, una sencilla amapola<br />

decora las solapas de los ciudadanos<br />

con el fin de recordar a todos<br />

los caídos en el extranjero durante<br />

los tiempos de guerra.<br />

Lejos de tierras inglesas, en un<br />

remoto rincón de Navarra, los caídos<br />

en la guerra también reciben<br />

su particular homenaje. Aún hay<br />

quien asciende hasta el pequeño<br />

cementerio situado en la parte<br />

más alta del pueblo, para honrar la<br />

memoria del capitán el primer día<br />

de noviembre. Allí se encuentra,<br />

oculto entre los árboles, el camposanto<br />

en el que algunos apellidos<br />

navarros comparten unos pequeños<br />

metros cuadrados con el aviador<br />

inglés.<br />

13 nOVIemBre 1943<br />

lOS pIlOTOS IDenTIFIcADOS<br />

En este informe el teniente del Estado Mayor del Ejército del Aire,<br />

Gerardo San Román Alonso, describe la inspección realizada por dos<br />

ingenieros aeronáuticos de la base de Logroño a los restos del avión<br />

inglés. Por fin se descubren las identidades de los pilotos y algunos<br />

detalles del aeroplano.<br />

17 nOVIemBre 1943<br />

DeTAlleS Del SUceSO<br />

El gobernador civil de Navarra remite este informe<br />

al Jefe del Estado Mayor del Ministerio del Aire en<br />

el que se describe la cronología de los hechos y<br />

el escenario del siniestro. En este documento se<br />

destaca que el cuerpo del piloto quedó destrozado a<br />

causa del impacto.<br />

AcTUAlIDAD<br />

lA TUmBA De WAlKer<br />

Cada 11 de<br />

noviembre los<br />

vecinos de los<br />

alrededores<br />

visitan la tumba<br />

del piloto Donald<br />

Cecil Broadbent<br />

Walker y dejan<br />

flores en su<br />

memoria.<br />

14 JUlIO 1952<br />

lA DUeñA Del TerrenO De lA SepUlTUrA<br />

El último documento es una carta del<br />

cónsul británico a la condesa de la<br />

Casa-Real de Torre de Peña, dueña<br />

del terreno en el que está enterrado el<br />

aviador inglés.


14 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

Este pueblo es mío<br />

Los dueños de Ulozi y Celigueta tienen visiones distintas sobre la gestión de sus terrenos. El marqués de<br />

Jaureguizar recibió Ulozi por herencia mientras que la familia Indurain Larraya compró Celigueta. Uno visita el<br />

pueblo a menudo y el otro lo trabaja de sol a sol, pero el objetivo es el mismo: mantenerlos con vida<br />

Escrito por loreto sáez Ilustraciones por GEMMA ABADÍA<br />

ulozi<br />

Propiedades para<br />

un marqués<br />

Ulozi, heredado por el marqués de Jaureguizar, ha dejado de estar<br />

deshabitado para convertirse en un asentamiento okupa<br />

La historia de Ulozi está<br />

vinculada a la historia<br />

de la familia Rada,<br />

poseedora del marquesado<br />

de Jaureguizar y<br />

una de las doce familias<br />

de ricoshombres del viejo<br />

Reino de Navarra. Hoy, y<br />

desde hace más de quinientos<br />

años, es uno más en la lista de<br />

despoblados de Navarra, pero<br />

despoblado no significa abandonado.<br />

El actual propietario<br />

de Ulozi es el también hoy VIII<br />

marqués de Jaureguizar, Iñigo<br />

Pérez de Rada y Cavanilles,<br />

de 46 años y economista. A él<br />

le preceden ocho generaciones<br />

de marqueses y marquesas<br />

que han ido heredando distintos<br />

pueblos de Navarra desde<br />

que en 1748 el rey Juan Carlos<br />

VII de Nápoles decidiera cederles<br />

el título nobiliario como<br />

recompensa por sus altos méritos<br />

y servicios a la corona.<br />

Hoy, los distintos herederos<br />

de la familia Pérez de Rada<br />

son propietarios de varios pueblos<br />

deshabitados de Navarra.<br />

Zuza es propiedad de Gloria<br />

Pérez de Rada, marquesa de<br />

Valdavia y, Mendinueta pertenece<br />

a Alberto Pérez de Rada,<br />

actual marqués de Zabalegui.<br />

Ambos son tíos del actual<br />

marqués y hermanos del VII<br />

y anterior marqués de Jaureguizar,<br />

Francisco Javier Pérez<br />

de Rada y Díaz Rubín, fallecido<br />

en 2013. La propiedad de<br />

los pueblos proviene del título<br />

nobiliario heredado hace 267<br />

años y actualmente en la octava<br />

generación.<br />

Sin embargo, Ulozi queda<br />

lejos de mantener cierto aire<br />

aristocrático: desde hace tres<br />

años es un asentamiento okupa,<br />

como los que existen en los<br />

pueblos cercanos de Uli-Alto<br />

y Rala. Un día que el propietario,<br />

Iñigo Pérez de Rada,<br />

visitó su pueblo se dio cuenta<br />

de la existencia de sus nuevos<br />

“inquilinos”. En la entrada del<br />

asentamiento cuelga un cartel<br />

con un conjunto de letras que<br />

él mismo todavía no ha sido<br />

capaz de descifrar. Pérez de<br />

Rada también comenta que,<br />

“en mi casa han robado el arco<br />

de la portalada, justamente<br />

desde que los okupas habitaron<br />

mi pueblo”.<br />

No es cuestión de disputas<br />

sino de conciencia. “Me<br />

da pena porque está todo lleno<br />

de botellas de alcohol tiradas<br />

por el suelo, aunque ellos<br />

dicen estar muy concienciados<br />

con el ecologismo y respeto al<br />

medioambiente”, dice el marqués.<br />

Él asegura que está dispuesto<br />

a que vivan en su pueblo:<br />

“A mi no me importa que<br />

estén, lo que no quiero son las<br />

condiciones en las que están”.<br />

Al marqués de Jaureguizar<br />

no le preocupa tanto el estado<br />

en que puedan estar dejando<br />

Ulozi, sino las personas que<br />

lo okupan: “Que a medida que<br />

iñigo pérez de rada, 46 AÑOS<br />

MARQUÉS DE JAUREGUIZAR<br />

"ME DA PENA PORQUE ESTA TODO LLENO DE<br />

BOTELLAS DE ALCOHOL POR EL SUELO"<br />

"NO me importa que haya oKupas, me preocupa<br />

la situación en la que viven"<br />

El marqués está dispuesto a avanzar por la vía judicial<br />

PARA REGULARIZAR LA SITUACIÓN DE LOS OKUPAS<br />

"La construcción del embalse de itoiz<br />

ha causado daños ecológicos"<br />

"ME GUSTARÍA DESTINAR LA FINCA AL PASTO DE MI<br />

PROPIA GANADERÍA DE CARNE BOVINA ECOLÓGICA"<br />

envejezcan pierdan prestaciones<br />

en concepto de jubilación<br />

y sanidad”. Y este es el punto<br />

en el que se encallan las negociaciones<br />

entre ambos. Pérez<br />

de Rada está dispuesto a dejar<br />

que vivan allí, pero firmando<br />

un acuerdo: quiere contratarlos<br />

y que sean ellos los que<br />

exploten las 175 hectáreas<br />

de su pueblo, así a cambio<br />

de vivienda tienen trabajo<br />

y sueldo. Ellos se niegan y<br />

el marqués está dispuesto<br />

a avanzar por la vía judicial,<br />

“aunque no quiero<br />

perjudicar a nadie es un<br />

tema que se tiene que<br />

solucionar”.<br />

Pero más allá de<br />

los okupas, el marqués<br />

de Jaureguizar<br />

asegura que la principal<br />

amenaza para Ulozi es el embalse<br />

de Itoiz: tras inundar<br />

el pueblo que lleva el mismo<br />

nombre, le preocupa que pueda<br />

inundar también Ulozi.<br />

“Desde su construcción nunca<br />

he estado a favor de esta obra,<br />

ha ocasionado demasiados daños<br />

sentimentales, culturales<br />

y ecológicos”.<br />

A día de hoy y aunque las<br />

tierras todavía no están arrendadas<br />

la intención de Pérez de<br />

Rada es la de destinar la finca<br />

al pasto de su propia ganadería<br />

de carne bovina ecológica.<br />

La situación en la que se encuentra<br />

Ulozi es muy distinta<br />

a la de pueblos como Guerguitiain,<br />

en el Valle de Izagaondoa,<br />

que se ha ido vendiendo<br />

por partes y hoy sólo importa<br />

a sus propietarios la renta que<br />

reciben por el cultivo de sus<br />

tierras. Aunque el marqués<br />

asegura que le han ofrecido dinero<br />

por las tierras de su pueblo,<br />

admite no estar dispuesto<br />

a vender. “Este pueblo de mi<br />

familia está fuera de mercado,<br />

nunca lo vendería. No importa<br />

el precio ofertado”.


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

15<br />

CELIGUETA<br />

Con la tierra entre las manos<br />

La familia Indurain Larraya es propietaria de Celigueta, un pequeño pueblo del<br />

Valle de Ibargoiti que se resiste a engrosar la lista de despoblados de Navarra<br />

<strong>Aquí</strong> venimos a trabajar,<br />

aunque no<br />

nos lo pongan fácil”.<br />

Eso dice Javier Indurain,<br />

de 50 años,<br />

y uno de los cinco<br />

hermanos propietarios de<br />

Celigueta cuando comenta sus<br />

impresiones sobre la pista de<br />

piedras por la que tiene que<br />

conducir todos los días para<br />

llegar a su pueblo. Celigueta<br />

es, según los últimos datos<br />

del Instituto de Estadístca de<br />

Navarra (IEN) de 2014, uno<br />

de los cinco lugares habitados<br />

del Valle de Ibargoiti, situado<br />

en la merindad<br />

de Sangüesa (Aoiz). Cuenta<br />

la leyenda que en Muguetajarra,<br />

pueblo vecino de Celigueta,<br />

hacia 1800 había una<br />

mujer leprosa que era la dueña<br />

de todo, iba pidiendo ayuda y<br />

ningún vecino se la ofreció. Se<br />

fue hasta un pueblo cercano,<br />

Alzórriz, y los vecinos la acogieron<br />

un mes en cada casa.<br />

Cuando murió, dejó una parte<br />

de Muguetajarra a cada familia<br />

que la había ayudado. En<br />

1978 el propietario de Celigueta,<br />

un militar retirado, compró<br />

todas las partes en que se<br />

había dividido Muguetajarra y<br />

desde ese momento, Celigueta<br />

y Muguetajarra son dos pueblos<br />

unidos. En 2003, Víctor,<br />

el padre de la familia Indurain<br />

Larraya, compró las tierras<br />

para sus cinco hijos.<br />

javier indurain, 50 años<br />

uno de los propietarios de celigUeta<br />

"Hay muchos dueños de TIERRAS QUE solo<br />

quieren arrendarLAS y cobrar"<br />

"EL IMPACTO DE LA SOLEDAD DE LOS PRIMEROS<br />

DÍAS NO SE ME OLVIDARÁ EN LA VIDA "<br />

"LA GENTE ES MUY REACIA A VENDER,<br />

‘ESTO ES MÍO, ESTO NO LO VENDO"<br />

"HAY FIEBRE POR CULTIVAR TIERRAS, LA GENTE<br />

PAGA AUTÉNTICAS BARBARIDADES"<br />

Lejos de la civilización<br />

Desde entonces los Indurain<br />

Larraya se resisten a que Celigueta<br />

sea un número más en la<br />

lista de pueblos deshabitados<br />

de Navarra. De hecho, nunca<br />

lo ha sido. “Desde que nuestro<br />

padre nos compró los terrenos<br />

a mis hermanos y a mí en<br />

2003, el Ayuntamiento no ha<br />

querido saber absolutamente<br />

nada”, se queja Javier. La zona<br />

de conflicto entre los Indurain<br />

y el Ayuntamiento de Aoiz<br />

se extiende desde el punto en<br />

que la carretera se desvía hacia<br />

una pista pedregosa hasta<br />

el momento en que una valla<br />

cerrada indica “propiedad privada”.<br />

Los primeros se quejan<br />

de pagar todos los impuestos y<br />

que el Ayuntamiento no asuma<br />

su responsabilidad de mejorar<br />

el camino que separa la<br />

carretera del inicio del pueblo.<br />

Pero, una vez cruzada la valla,<br />

todo está bajo control. Los demás<br />

agricultores que trabajan<br />

cultivando tierras cercanas, en<br />

los pueblos de al lado, han fijado<br />

sus propios pactos. Uno<br />

de ellos consiste en que todos<br />

los tractores pueden pasar por<br />

todos los caminos.<br />

Cuando los Indurain Larraya<br />

llegaron en 2003 a Celigueta,<br />

y a pesar de que la finca se<br />

encontraba medio abandonada,<br />

en el pueblo <strong>vivía</strong> gente.<br />

Estaban Lorenzo, el tractorista<br />

de Guerguitiain, y su hermana<br />

Alejandra, que vivió en<br />

el pueblo hasta que en el año<br />

2008 se rompió la cadera. La<br />

trasladaron a una residencia<br />

de Pamplona donde falleció<br />

poco tiempo después. No supo<br />

vivir allí.<br />

Igual que al principio Javier<br />

y Luis, el otro de los cinco<br />

hermanos Indurain Larraya<br />

que trabaja en la finca familiar<br />

no sabían cómo se actuaba<br />

en el campo: “Al principio<br />

venías aquí y no tenías idea a<br />

qué hora ibas a volver a casa”.<br />

No sabían qué hacer cuando<br />

una tormenta les fundía los<br />

fusibles, ni cómo amaestrar<br />

unas vacas pirenaicas acostumbradas<br />

a no entrar nunca<br />

en una lonja. Ahora ya las<br />

tienen doblegadas y aseguran<br />

que llegan a dominarlas durante<br />

los seis meses que viven<br />

pastando fuera. “Llegas a controlarlas<br />

por el campo y vienen<br />

solas a ti”, afirma. Pero lo<br />

que asegura Javier que le costó<br />

más asumir fue la soledad. “Yo<br />

estaba acostumbrado a trabajar<br />

con doscientos y pico operarios<br />

en una fábrica, ruido,<br />

siempre jaleo y de repente me<br />

encontré aquí solo intentando<br />

controlar doscientas hectáreas<br />

de ganado”. Javier se acuerda<br />

de las pateadas interminables<br />

por el monte persiguiendo vacas<br />

y terneros: “Llegaba a las<br />

ocho de la mañana y a las ocho<br />

de la tarde seguía con trabajo<br />

pendiente”, recuerda. Bajar a<br />

Pamplona le parecía “jauja” e<br />

ir a Noáin a comprar era como<br />

volver a la civilización. “A mi<br />

ese impacto no se me olvidará<br />

en la vida”, dice Javier.<br />

Girando sobre sí mismo,<br />

con el brazo extendido y el<br />

dedo índice señalando el horizonte,<br />

Javier marca con una<br />

línea imaginaria los treinta<br />

kilómetros del perímetro de<br />

su propiedad —y de sus otros<br />

cuatro hermanos— que incluyen<br />

Celigueta y el despoblado<br />

desde 1960 Muguetajarra.<br />

Tienen, aproximadamente,<br />

mil hectáreas y la vista no alcanza<br />

a visualizarlas todas. Javier<br />

apunta que cultivan unas<br />

200 hectáreas de cereal, las<br />

800 restantes son monte y<br />

pasto para el ganado.<br />

Vida en el campo<br />

Su familia siempre ha estado<br />

vinculada al sector primario,<br />

sobre todo del cereal y, como<br />

dice sonriente Javier, “tuvimos<br />

la suerte de poder comprar la<br />

finca entera y no tener que lidiar<br />

con más propietarios. El<br />

problema que tienen los pueblos<br />

es que la gente es muy reacia<br />

a vender. Esto es mío, esto<br />

no lo vendo. Y si se pone a la<br />

venta, siempre lo va a comprar<br />

alguien que ya está presente<br />

en el pueblo”.<br />

Javier conoce al dedillo las<br />

propiedades y fincas vecinas a<br />

la suya. “Hay muchos dueños<br />

de pueblos que los dejan hundirse,<br />

hay una gotera y no les<br />

importa. Muchos no saben ni<br />

dónde tienen sus tierras, solo<br />

quieren arrendarlas y cobrar”.<br />

Ahora todos quieren invertir<br />

en suelo fértil —y este lo es—,<br />

lo que perjudica a los pueblos<br />

cuyas tierras sirven de fuente<br />

de ingresos para los que él<br />

define como “agricultores de<br />

sofá”, esos que ven el pueblo<br />

que un día compraron como<br />

una mina de oro. “Hay fiebre<br />

por llevar y cultivar tierras, la<br />

gente paga auténticas burradas”.<br />

Mientras Javier mira al<br />

campanario de la iglesia, reconoce<br />

que le da pena la falta<br />

de corazón que predomina en<br />

estos asuntos. Entra y confiesa<br />

que hace mucho que no lo<br />

hacía. La madera de la puerta<br />

se ha hinchado y cuesta pasar<br />

la llave para abrir. Los últimos<br />

rayos de sol de la tarde no alcanzan<br />

para iluminar el altar.<br />

Una gruesa capa de polvo recubre<br />

el retablo, las réplicas de<br />

las imágenes, los ornamentos.<br />

En una esquina aguarda la<br />

pila bautismal que se utilizó<br />

por última vez en 2003, año<br />

en que fueron permitidos los<br />

últimos bautizos en la iglesia.<br />

La madera de los bancos cruje<br />

como la leña con solo apoyar el<br />

pie. Quién les iba a decir hace<br />

cientos de años a los vecinos de<br />

Celigueta que tan solo el paso<br />

del tiempo dejaría los bancos<br />

vacíos. El pueblo sin gente.


16 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

8.00 h<br />

luisen trabaja desde el amanecer<br />

9.00 h<br />

José pasea por el establo<br />

Luis Enrique Zurbano, de 33 años de edad, es el pastor que trabaja<br />

para los Ollo, los dueños de la casa. Todos le llaman Luisen. Aunque<br />

sea un empleado es como uno más de la familia. Él se encarga todas<br />

las mañanas de alimentar a los animales del establo: cerdos, caballos,<br />

burros, corderos... También le toca dar el biberón a los corderitos<br />

más pequeños.<br />

La noche anterior había nacido el último cordero<br />

en la granja de los Ollo. La placenta de la madre<br />

sigue todavía en el suelo cubierto de paja. La<br />

cría pesaba siete kilos aproximadamente, algo<br />

sorprendente, explican José y Luisen, teniendo<br />

en cuenta que su madre con dificultad alcanza<br />

los cuarenta kilos. José Ollo pasea por el establo<br />

revisando el correcto aprendizaje del nuevo pastor<br />

que lleva apenas unos meses en Murgindueta,<br />

a pesar de que tiene experiencia previa con<br />

animales. También le ayuda con algunas tareas<br />

más tediosas como arreglar el tejado.<br />

24 horas<br />

en una villa<br />

para dos<br />

A media hora de Pamplona se encuentra el<br />

pueblo de Murgindueta, en el Valle de Arakil,<br />

donde solo viven dos habitantes: el matrimonio<br />

formado por José Ollo y su esposa Nieves Astiz<br />

Escrito por<br />

BLANCA GIL DE SOLA<br />

JULIA COLLADO<br />

Fotografías por<br />

GEMMA ABADÍA<br />

Es complicado hallar Murgindueta,<br />

ya que no hay ninguna<br />

indicación en la carretera. Se<br />

encuentra concretamente entre las<br />

localidades de Irañeta e Ihabar, en<br />

el Valle de Arakil, situado al noroeste<br />

de Navarra y a 25 kilómetros de<br />

Pamplona. Es un pueblo extinguido,<br />

es decir, de su administración<br />

se encarga el Ayuntamiento del<br />

Valle. En realidad, ahora es una<br />

finca formada por una casa y tres<br />

grandes naves donde guardan<br />

los animales, los tractores y otros<br />

utensilios agrícolas. José Ollo, el<br />

propietario, explica que antaño era<br />

un lugar con mucha vida. La historia<br />

de Murgindueta se remonta a<br />

los tiempos de Napoleón, donde el<br />

ejército francés utilizaba este lugar<br />

como paso estratégico entre villas.<br />

Sin embargo, los habitantes autóctonos<br />

fueron emigrando. En 1930<br />

un señor llamado Carlos Eugui<br />

compró el concejo. Ya entonces<br />

sólo quedaban tres familias. El<br />

titular de Murgindueta vendió<br />

el terreno a una empresa, lo que<br />

marcó el fin del pueblo como<br />

tal y provocó la marcha de las<br />

familias a otros lugares. Las tierras<br />

fueron vendiéndose de empresa<br />

en empresa hasta que en 1998<br />

la familia Ollo compró el lugar a<br />

través de una subasta de la Cámara<br />

Agraria Provincial de Gipuzkoa.<br />

Desde hace cinco años el matrimonio<br />

formado por José Ollo y<br />

Nieves Astiz vive en Murgindueta.<br />

Se dedican sobre todo al ganado<br />

y con frecuencia tienen clientes<br />

musulmanes que vienen desde<br />

Guipúzcoa a comprarles corderos<br />

para celebrar el nacimiento de sus<br />

hijos. Esta es una tradición de la<br />

cultura musulmana que consiste<br />

en fotografiar al carnero en<br />

cuestión y sacrificarlo cuando llega<br />

al mundo un nuevo niño. Los tres<br />

hijos de la pareja, Ioseba, Edurne<br />

y Juan Ignacio, están empadronados<br />

allí aunque dejaron el pueblo<br />

hace años. En la actualidad los<br />

dos varones ayudan a sus padres a<br />

mantener la granja.<br />

12.00 h<br />

la recogida de patatas<br />

Al terminar, José y Ioseba se marchan a la recogida de patatas, que tiene lugar una vez al<br />

año en un prado cerca de Irañeta. Este terreno de la familia Ollo suele ser alquilado a agricultores<br />

para el cultivo de hierba, patatas o cebada. Van alternando la plantación, de esta<br />

forma la tierra no pierde su fertilidad. En la cosecha ayudan 17 trabajadores procedentes de<br />

Mali, capaces de recoger cada uno 2.500 kilos por día. José intenta recuperar aquellas patatas<br />

enterradas que los malienses han dejado atrás.<br />

Una curiosidad sobre la vivienda:<br />

se construyó sobre las ruinas de la<br />

antigua iglesia de Murgindueta.<br />

“El armario de la cocina es la antigua<br />

sacristía”, recuerda Nieves.<br />

“Esta casa es el fruto de mucho<br />

esfuerzo. La hemos construido<br />

entre todos los miembros de la<br />

familia, con nuestras propias manos”,<br />

explica José. La capilla está<br />

totalmente destartalada: llena de<br />

trastos, juguetes y alguna imagen<br />

religiosa. En su interior hay unas<br />

escaleras. En el segundo piso se<br />

encuentran todo tipo de frutos<br />

secos y cajas con aparatos que<br />

ya no utilizan. Más arriba está el<br />

campanario, aunque sin campanas,<br />

ya que las robaron hace años.<br />

15.00 h<br />

restos de la antigua iglesia


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

17<br />

10.00 h<br />

la captura de los carneros<br />

11.00 h<br />

Recuerdos de Murgindueta<br />

José, Luisen y Kopeta, el perro pastor, tienen que ir a capturar a cinco<br />

carneros salvajes que tienen pastando en un prado cercano. Es una<br />

de las actividades más comunes de la rutina de estos hombres. La<br />

operación resulta complicada: hay que situarse de forma estratégica<br />

para acorralar a los animales y, muy lentamente, conducirlos hasta la<br />

zona más próxima al furgón. Kopeta se encarga de juntarlos. Al final,<br />

los enganchan de uno en uno y los suben al vehículo.<br />

Nieves prepara un suculento almuerzo para todos<br />

que consiste en pan, embutido, queso y vino.<br />

Mientras tanto, José Ollo enseña con orgullo las<br />

fotografías de la antigua Murgindueta, donde<br />

había una gran finca llena de habitantes. Explica<br />

que se ven mujeres alrededor de la Virgen y los<br />

niños sentados junto a ella, con sus calcetines<br />

bien arriba. Era la España de la Guerra Civil.<br />

Una fotografía que llama la atención de José es la<br />

de algunos trabajadores utilizando la “moderna”<br />

tecnología para segar. No le extraña que sacaran<br />

una foto de este aparato tan revolucionario, ya<br />

que era todo un orgullo para los granjeros de<br />

aquella época.<br />

13.00 h<br />

DE CAMINO A CASA<br />

14.00 h<br />

comida al rancho<br />

Después de recoger patatas, padre e hijo vuelven a casa para comer.<br />

De camino, José recuerda la leyenda del Santuario de San Miguel,<br />

situado en las montañas del Valle de Arakil. Esta trata sobre Teodosio,<br />

un guerrero condenado a llevar cadenas por matar a sus familiares<br />

que acaba enfrentándose a un dragón y salva así a una muchacha que<br />

se iba a sacrificar por su pueblo.<br />

Bendicen y empiezan a comer al rancho: colocan<br />

la fuente en el centro de la mesa y cada uno coge<br />

de ahí directamente. “Está bien si eres rápido,<br />

pero si comes muy lento, te quedas sin probar<br />

bocado”, explica Ioseba entre risas. “Somos de<br />

buen comer”, añade su padre. A José le gusta hablar<br />

sobre la vida en Murgindueta: “La felicidad<br />

se halla en la sencillez. Me gusta el silencio que<br />

hay. Además, ya tenemos mucho movimiento,<br />

nunca estamos quietos, por ejemplo, tres veces<br />

al día vigilamos a las ovejas, primero a través del<br />

GPS y después vamos a verlas en persona”.<br />

16.00 h<br />

josé se dispone a hacer recados<br />

José se dirige a Irurtzun en coche, una<br />

de las localidades más grandes del<br />

Valle. Sorprende un edificio enorme el<br />

cual parece abandonado. “El Valle ha<br />

sufrido mucho con la crisis. Ese edificio<br />

tan moderno es, más bien, era la empresa<br />

Inasa. Esta era una gran fuente de<br />

ingresos para el Valle, su actividad era<br />

producir aluminio y, normalmente, la<br />

gente de la zona trabajaba ahí, si no se<br />

dedicaban a la ganadería o la agricultura.<br />

Ahora solo quedan oficinas abandonadas<br />

y pintadas en las paredes”, señala<br />

José apenado. Al dejar atrás el pabellón<br />

industrial, va hacia una tienda para<br />

comprar cartuchos para el techo del establo,<br />

que tiene grietas. En este establecimiento<br />

suele comprar todas<br />

las herramientas.


18 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

17.00 h<br />

la sembradora<br />

18.00 h<br />

dos amantes de murgindueta<br />

Es hora de echar un vistazo a las<br />

ovejas que pastan por los alrededores.<br />

José pasa con el coche,<br />

aunque tiene otro método para<br />

vigilarlas. Puede controlar dónde<br />

están desde el ordenador, vía<br />

GPS. “No podemos dejar sin supervisión<br />

al rebaño que tenemos<br />

suelto en los prados vecinos. Por<br />

eso, las ovejas tienen un localizador”,<br />

comenta. De esta forma, a<br />

través de su página de Internet,<br />

observa el mapa de la zona, sobre<br />

el que hay varias etiquetas que<br />

señalan las horas registradas por<br />

cada desplazamiento que realizan.<br />

“La gente de ciudad no es la<br />

única que aprovecha los avances<br />

tecnológicos”, afirma sonriendo.<br />

Después de realizar una visita<br />

rápida a los corderos, vuelve al<br />

campo de patatas para comprobar<br />

cómo su hijo, Ioseba, lleva la<br />

siembra de la nueva cosecha con<br />

el tractor. Mientras le admira, explica:<br />

“Hay veces que las cosas se<br />

nos tuercen, pero si eso pasa, las<br />

enderezamos y punto. Las personas<br />

tienen capacidades innatas,<br />

pero estas también se construyen.<br />

La actitud juega un papel clave<br />

ya que, si no te apasiona esta profesión,<br />

no duras mucho tiempo”.<br />

Así lo confirma después Ioseba,<br />

que también se siente orgullosos<br />

de su trabajo. A pesar de que es<br />

un tractor muy moderno (cuenta<br />

con un ordenador y un GPS en su<br />

interior), ha surgido un problema:<br />

una de las extensiones se ha roto.<br />

Los dos hombres hacen un arreglo<br />

rápido, usando unas cuerdas.<br />

Para volver a casa, José pasa<br />

por unos caminos que frecuenta<br />

un amigo suyo: Javier<br />

Arrarás, el último nacido en<br />

Murgindueta mientras el pueblo<br />

pertenecía a Carlos Eugui.<br />

Él y sus padres conforman una<br />

de las tres últimas familias que<br />

se marcharon. “Aunque nunca<br />

fue nuestro, yo lo consideraba<br />

mi casa. Me dio tanta pena<br />

dejarlo que al principio cogía<br />

el coche y me iba a visitar la<br />

finca para ver cómo estaban<br />

los animales y la huerta que<br />

habíamos dejado allí”, confiesa<br />

Javier. Por suerte vive cerca,<br />

en Ihabar. Se alegra de que su<br />

amigo se encargue ahora de lo<br />

que era antaño su hogar. José<br />

le propone hacer una barbacoa<br />

para reunir a todos los que <strong>vivía</strong>n<br />

en ese pueblo en la época<br />

de Eugui. Javier conoce los<br />

apellidos de las familias, sin<br />

embargo, prefiere no levantar<br />

los recuerdos del pasado. José<br />

lo comprende perfectamente.<br />

21.00 h<br />

relax después de cenar<br />

La familia vuelve a cenar al rancho, como es costumbre<br />

en casa de los Ollo. Nieves tiene una mano<br />

estupenda para la cocina y los deleita con platos<br />

exquisitos. Todos devoran la comida después de un<br />

día tan intenso. De vez en cuando el bebé llora, pero<br />

hacen turnos para cogerlo y acunarlo. Al terminar,<br />

los niños salen disparados hacia el jardín y los adultos<br />

trajinan entre la cocina y el salón. Algunos ven la<br />

televisión y otros hablan en la cocina. Pero algunas<br />

noches de fin de semana deciden cambiar un poco<br />

de planes y salir de casa. Cuando quieren ir a tomar<br />

algún pincho, se van con el coche al pueblo de San<br />

Miguel. Estos últimos cinco años, José y Nieves<br />

solo han ido una vez al cine de Pamplona para ver<br />

Ocho apellidos vascos. Sus hijos les animan a salir<br />

de la zona de confort, pero rara vez lo consiguen.<br />

“<strong>Aquí</strong> estamos la mar de bien, apenas necesitamos<br />

ir a la ciudad. ¿Para qué irnos, teniendo ya todo lo<br />

imprescindible aquí cerca?”, replica José. También<br />

les encanta hacer sobremesa y charlar de la granja,<br />

de los recuerdos, de la familia... Hasta que los niños,<br />

aburridos, solicitan a su abuelo para que les lleve<br />

a hacer algo divertido. A José le encanta que sus<br />

nietos lo llamen para jugar.<br />

22.00 h<br />

juegos de noche<br />

Aparte de la burra y su cría, a Unai y a Lier también les pertenecen<br />

unas alas de buitre disecado. El ave cayó en el tendido<br />

eléctrico y murió. “Vi desde lejos algo que intentaba escapar de<br />

la valla. Me acerqué y allí estaba el buitre. Le corté las alas con<br />

un cuchillo, incluyendo el hueso. No fue tarea fácil”, señala José<br />

mientras muestra las alas. Sus nietos, orgullosos, miran con los<br />

ojos muy abiertos a José cuando explica la historia. Están muy<br />

felices de tener este trofeo.<br />

24.00 h<br />

josé vigila el rebaño vía gps<br />

Antes de acostarse, José sube a<br />

la antigua habitación de Edurne.<br />

Encima del escritorio hay un ordenador,<br />

el único en toda la casa.<br />

Lo enciende y espera pacientemente,<br />

pues al ser antiguo va un<br />

poco lento. Se mete en su página<br />

de Internet y busca, otra vez, a<br />

su rebaño de ovejas que pasta<br />

por los prados cercanos y revisa<br />

que el mapa indica lo correcto.<br />

“Esta es la última vez que reviso<br />

las ovejas. Por la mañana volveré<br />

a comprobarlo explica José. Este<br />

sistema me da mucha tranquilidad,<br />

sin embargo, voy cada día en<br />

persona a comprobar que todo va<br />

bien”. Finalmente recogen el salón<br />

entre los dos, ya que los nietos han<br />

dejado todo un poco patas arriba.<br />

Nieves espera a José ya acostada<br />

en la cama, agotada por todo el<br />

ajetreo de la familia. Se apagan<br />

José busca en Internet<br />

su rebaño de ovejas<br />

que pasta por los<br />

prados cercanos<br />

las luces y la chimenea, dejando<br />

un olor a leña que hace más cálido<br />

el ambiente. Por la noche no se<br />

oye ni un alma en Murgindueta.<br />

De vez en cuando ladra algún<br />

perro o se nota el crujir de los<br />

árboles por el viento, pero nada<br />

más. El silencio es absoluto, incluso<br />

da cierto miedo. Por la noche el<br />

cielo está plagado de estrellas y no<br />

hay más luz que la que proviene<br />

de la luna. Pero para dos personas<br />

que han vivido cinco años así es<br />

lo normal y se agradece. No les<br />

gusta nada el ruido nocturno de<br />

la ciudad.


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

19<br />

20.00 h<br />

la familia ollo astiz<br />

19.00 h<br />

josé feliz con su trabajo<br />

José le propone a su amigo Javier<br />

ir a tomar un café. Él acepta y se<br />

dirigen hacia el bar más típico de<br />

los alrededores de Murgindueta,<br />

Irañeta e Ihabar. “Yo no soy un<br />

hombre muy de bares, pero de vez<br />

en cuando me concedo el capricho<br />

para pasar un buen rato con<br />

los amigos”, explica José. En el<br />

local solo hay tres hombres mayores,<br />

como suele ser. Los señores<br />

toman algo durante una media<br />

hora y se despiden. Han pasado<br />

un buen rato hablando del pueblo<br />

al que ambos aman tanto. Al<br />

llegar a casa, José disfruta dando<br />

un último paseo por el establo y<br />

los prados de la familia. Siempre,<br />

cuando anochece, revisa que todo<br />

está en orden. “Luisen hace un<br />

buen trabajo, y mis hijos también,<br />

pero me gusta cuidar yo mismo al<br />

ganado. No me importa hacerlo,<br />

es algo que incluso disfruto”, aclara<br />

José. Una llamada interrumpe<br />

sus reflexiones. Se trata de un<br />

marroquí que quiere un cordero.<br />

“Es algo común, mi número va<br />

rotando y todos acaban aquí”,<br />

reconoce mientras se rie.<br />

Ya están todos en casa esperando<br />

a José. “Solemos reunirnos<br />

por la tarde o por la noche,<br />

mis hijos y nietos nos visitan<br />

a menudo”, comenta. Aunque<br />

ninguno de los tres hijos vive<br />

con sus padres, se ven casi todos<br />

los días. Tanto Ioseba como<br />

Edurne tienen dos hijos, es<br />

decir, José tiene cuatro nietos.<br />

También les acompañan sus<br />

parejas respectivas. Los pequeños<br />

se ponen muy contentos<br />

al ver a sus abuelos. Les gusta<br />

jugar y corretear por la casa<br />

hasta que les llaman para<br />

cenar. Además, tienen la<br />

suerte de que disponen<br />

de muchos juguetes que les<br />

han regalado José y Nieves.<br />

Los dos mayores, Unai y Lier,<br />

siempre lideran las actividades<br />

y, cogiendo linternas, se<br />

mueven por todo el jardín. Van<br />

a ver a la mula y a su cría, ya<br />

que José les dijo al comprarlas<br />

que eran un regalo para ellos<br />

dos. Les dan de comer y las<br />

acarician antes de ir a cenar<br />

con el resto. Los hermanos, de<br />

nueve y cinco años, también<br />

presumen de sus bicicletas. La<br />

familia aprovecha este rato<br />

para ponerse al día: los adultos<br />

hablan de sus trabajos y los niños<br />

explican lo que hacen en la<br />

Solemos reunirnos por<br />

la tarde o por la noche,<br />

mis hijos y nietos nos<br />

visitan a menudo<br />

JOSÉ OLLO<br />

DUEÑO DE MURGUINDUETA<br />

escuela. “Hoy hemos empezado<br />

los entrenamientos de fútbol y<br />

ya nos han dado la nueva equipación”,<br />

comparte Unai con<br />

todos. Incluso en la mesa sigue<br />

la diversión. El pequeño de dos<br />

años, Enai, acapara la atención<br />

de todos los comensales: coge<br />

el teléfono e inicia una conversación<br />

con él mismo en un<br />

idioma inventado. Después, el<br />

nieto mayor, Unai, pide a José<br />

que jueguen al lobo. Consiste<br />

en que cada uno imite el aullido<br />

de este animal cuando el niño<br />

lo indica, aunque suele ser en el<br />

orden en el que están sentados.<br />

Hasta los mayores se implican<br />

y se esfuerzan por meterse en<br />

el papel para que los pequeños<br />

disfruten. Rompen a reír<br />

cada vez que uno se equivoca<br />

y, cuando ha aullado el último,<br />

aplauden. Finalmente Nieves<br />

pone orden y bendicen la mesa.<br />

LA FAMILIA OLLO ASTIZ<br />

23.00 h<br />

inspección del terreno<br />

Aunque se hace tarde, siguen los<br />

juegos, pero esta vez solo participan<br />

los dos nietos mayores.<br />

Edurne se marcha con sus hijos<br />

porque el bebé está muy cansado.<br />

José, Unai y Lier deciden hacer<br />

un leído. Se trata de subirse al todoterreno<br />

de su abuelo y recorrer<br />

los campos que poseen alrededor<br />

de su finca, en busca de algún<br />

zorro al que perseguir. Los niños<br />

se lo pasan en grande con José.<br />

Se concentran y emocionan por la<br />

tensión de descubrir algunos ojos<br />

rojos iluminados por los faros del<br />

coche. Sin embargo, lo único que<br />

encuentran es el rebaño de ovejas,<br />

siempre tienen la esperanza de<br />

descubrir un animal salvaje. El<br />

abuelo aprovecha este rato para<br />

explicarles cosas de la granja y del<br />

ganado. Tras la aventura, vuelven<br />

a Murgindueta. Ioseba, su mujer<br />

Sus nietos se<br />

emocionan por la<br />

tensión de descubrir<br />

algún zorro iluminado<br />

por los faros del coche<br />

y sus hijos se despiden y se van<br />

a su casa, que está en un pueblo<br />

cercano llamado Huarte. Estos<br />

días Juan Ignacio vive en casa de<br />

José y Nieves porque está de baja.<br />

En realidad reside en Pamplona,<br />

pero hace unas semanas tuvo<br />

un accidente en la fábrica donde<br />

trabaja y se lesionó la espalda.<br />

Está pasando estos días de reposo<br />

en Murgindueta y así aprovecha<br />

para ayudar a su padre. Sin embargo,<br />

solamente puede encargarse<br />

de las tareas que requieren<br />

poco esfuerzo físico. Él también<br />

besa a sus padres y se retira a<br />

dormir. José y Nieves se sientan<br />

en el salón tranquilamente y se<br />

hacen compañía. Ella cose o lee<br />

algún libro, mientras él aprovecha<br />

para ojear el periódico del día que<br />

hasta entonces no ha tenido tiempo<br />

de abrir. A veces ven películas<br />

que emiten por la televisión o las<br />

que tienen en casa. Muchas son<br />

infantiles, pero les gusta volver<br />

a disfrutar de los filmes que sus<br />

hijos y nietos han visto en su<br />

niñez. También aprovechan para<br />

comentar sus respectivas jornadas.<br />

José pone al día a su mujer y<br />

le cuenta cómo están los animales<br />

y las tierras. Ella se dedica más<br />

específicamente a cuidar la casa<br />

y de vez en cuando ordena lo que<br />

hay en la capilla.<br />

José Ollo, 70 años<br />

Es el dueño de la casa y el<br />

establo de Murgindueta<br />

Luis Enrique Zurbano, 33 años<br />

Es pastor y trabaja<br />

para la familia Ollo<br />

Edurne Ollo, 38 años<br />

Única hija de José y<br />

Nieves y madre de los dos<br />

nietos más pequeños<br />

Nieves Astiz, 62 años<br />

Casada con José y<br />

dueña de Murgindueta<br />

Ioseba Ollo Astiz, 39 años<br />

Hijo mayor. Ayuda a su<br />

padre con la siembra<br />

Juan Ignacio Ollo, 36 años<br />

Vive en Pamplona, pero<br />

a veces ayuda a su padre<br />

con las tareas de la granja


20 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

Una mirada nocturna al olv<br />

El fotógrafo Carlos<br />

Ciaurriz muestra<br />

cómo es la noche<br />

en los pueblos<br />

deshabitados<br />

navarros<br />

Escrito por MIGUEL DE RIBOT<br />

Fotografías por CARLOS CIAURRIZ<br />

De normal, cuando el sol se esconde<br />

por poniente y la noche empieza a<br />

vencer al día, la mayoría de la gente<br />

se va a su casa tras largas horas de<br />

trabajo. Pero la jornada de Carlos<br />

Ciaurriz se alarga un poco más. Con<br />

su cámara Canon en mano, dos objetivos,<br />

un trípode y un disparador<br />

automático, sacrifica horas de sueño<br />

para hacer lo que más le gusta: fotografiar.<br />

Pero sus lugares de trabajo<br />

son algo especiales. Cada noche coge<br />

su Mercedes 220 y se dirige a algún<br />

lugar abandonado. Durante varias<br />

horas se dedica a buscar y a hacer fotos<br />

de sitios donde ya no hay nadie,<br />

aunque tiene debilidad por los pueblos<br />

deshabitados.<br />

La afición de Carlos Ciaurriz por<br />

las imágenes se remonta hasta donde<br />

alcanza su memoria, pero profesionalmente<br />

empezó hace cinco años.<br />

“Me gustaba mucho el ciclismo y empecé<br />

a fotografiar carreras por toda<br />

España”, cuenta Ciaurriz. Tres años<br />

después abrió su propia tienda de<br />

fotografía en la calle Monasterio de<br />

Irache, en Pamplona. Más adelante<br />

se fue a la calle San Juan Bosco, donde<br />

trabaja el resto del día, cuando no<br />

está entre ruinas. Comercialmente<br />

hace de todo: bodas, eventos, carteles...<br />

Aparte de los pueblos, también<br />

está especializado en fotografía deportiva,<br />

sobre todo ciclismo y fútbol,<br />

donde cubría partidos de Osasuna<br />

cuando estaba en primera división.<br />

Su afición por las instantáneas es<br />

muy grande. Y el cariño que tiene a<br />

los lugares abandonados es especial.<br />

Cada tarde, cuando el sol se esconde,<br />

se dirige hacia algún pueblo, del cual<br />

ha buscado información previamente.<br />

En muchos casos el acceso es claro<br />

y fácil. En otros, la localización es<br />

más difícil y tiene que hacer horas de<br />

camino para llegar a su destino.<br />

El material con el que carga, las<br />

condiciones del terreno y las horas<br />

en las que anda hacen que la salida<br />

se pueda alargar más de lo previsto.<br />

Y a todo esto se le puede sumar que<br />

las condiciones meteorológicas sean<br />

adversas. Un cielo nublado hace que<br />

sus fotos ya no tengan el valor que<br />

busca. Pero hace lo que le gusta, y no<br />

hay nada que le pueda impedir que<br />

una noche no llegue a su casa con la<br />

memoria de la cámara más llena de<br />

lo que estaba al salir. La paciencia<br />

también juega un papel fundamental<br />

en su trabajo, no solo por el hecho<br />

de encontrar el pueblo; también es<br />

necesario para hacer las fotos. Imágenes<br />

que ha llegado a presentar en<br />

exposición para dar a conocer la historia<br />

viva que pocos conocen.


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

21<br />

ido<br />

AMOCAIN<br />

Es un pueblo de difícil acceso. Está en un monte, y solo<br />

queda una casa y alguna ruina más. El municipio está muy<br />

derruido. "Fotografiar pueblos de día no me dice nada. Por<br />

la noche hay un estado especial de abandono", comenta<br />

Carlos Ciaurriz, el autor de la galería fotográfica.


22 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

EZPERUN<br />

Pueblo que<br />

está junto a<br />

la carretera<br />

de Tafalla.<br />

Es un pueblo<br />

abandonado,<br />

pero le han<br />

conseguido sacar<br />

algún uso. Aún<br />

se utiliza para<br />

guardar material<br />

y utensilios de<br />

ganado, pero ya<br />

no queda nadie<br />

viviendo en él.


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

23<br />

GUENDULÁIN<br />

Famoso pueblo<br />

porque era de<br />

un señorío y fue<br />

comprado por el<br />

Gobierno de Navarra.<br />

Estaba cerrado, pero<br />

ahora ya está abierto<br />

y por un camino de<br />

unos 500 metros<br />

se puede acceder<br />

fácilmente. En la foto<br />

se muestra el castillo<br />

de Guenduláin, y en<br />

la parte posterior está<br />

la iglesia. Carlos cree<br />

que este castillo es<br />

una joya que merece<br />

ser restaurada.<br />

pamplona<br />

carlos ciAurriz, fotógrafo profesional<br />

“Por la noche los<br />

pueblos están mucho<br />

más abandonados”<br />

¿Por qué después de comenzar<br />

a hacer fotos decidió empezar<br />

a fotografiar pueblos abandonados?<br />

Cada uno tiene una inclinación.<br />

Yo siento la obligación de dar a<br />

conocer una cosa que ha desaparecido<br />

y que no se conoce. Para<br />

mí los pueblos abandonados son<br />

la historia viva que hay que dar<br />

a conocer. No hace falta retroceder<br />

2000 años, en el tiempo de<br />

los romanos, para buscar la historia.<br />

Tenemos historia reciente<br />

aquí mismo. Se está perdiendo y<br />

hay que divulgarla con el fin de<br />

mantenerla vida.<br />

¿Este cariño por los pueblos<br />

abandonados surgió de un<br />

día para otro o era algo que le<br />

gustaba desde siempre?<br />

Siempre me ha gustado la construcción<br />

antigua y la historia.<br />

Cuando visité los primeros pueblos,<br />

que fueron Adansa y Zuza,<br />

era de noche y vi que tenían un<br />

encanto especial. Era diferente:<br />

tenían otro colorido, y el silencio<br />

era distinto al del día. Entonces<br />

vi que tenía que enseñar esos<br />

pueblos que están abandonados,<br />

pero que por la noche lo<br />

están aún más. Hay oscuridad,<br />

silencio e incluso animales que<br />

de día no se pueden fotografiar.<br />

He intentado hacer fotos de día,<br />

pero no me dicen nada.<br />

¿Cómo llegas a los pueblos que<br />

no tienen acceso fácil?<br />

Pues lo que toca: andando. Primero<br />

hay que investigar, porque<br />

muchas veces el GPS puede<br />

resultar engañoso y no llegas o<br />

te pierdes. Hay ocasiones que he<br />

tenido que ir al pueblo más de<br />

una vez porque no lo encontraba.<br />

A veces no localizo el pueblo<br />

y tengo que buscar hasta<br />

descubrir que hay algún<br />

camino que me puede<br />

conducir hasta él. Hay datos<br />

que pueden estar equivocados<br />

y al ir ahí no hay absolutamente<br />

nada. Por ejemplo, en Arce,<br />

llegué y no había nada.<br />

¿A qué hora empieza a fotografiar?<br />

Cuando oscurece. En invierno<br />

más pronto y en verano, mucho<br />

más tarde. Normalmente cuesta<br />

unas dos horas hacer unas cinco<br />

o seis fotos. Y hay veces que me<br />

pierdo y estoy un buen rato sin<br />

encontrar nada. Cuando hay que<br />

subir a un pueblo en el que el<br />

acceso es más difícil, la cosa se<br />

alarga.<br />

Cuando llegas al pueblo, ¿qué<br />

criterio utilizas para fotografiar<br />

una cosa u otra?<br />

Hay que buscar algo representativo,<br />

algo que hable por el pueblo.<br />

Si hay una casa que destaque por<br />

ser más bonita o diferente que<br />

las demás, se fotografía. Luego<br />

se intenta dar una idea de todo<br />

el pueblo. El estado de abandono<br />

cambia las cosas, es una belleza<br />

especial.<br />

¿Prefieres fotografiar una<br />

casa, una iglesia o algún otro<br />

edificio?<br />

Me gusta fotografiarlo todo<br />

porque todo es historia: las<br />

calles, una plaza vacía, la iglesia<br />

del pueblo o una casa. Las calles<br />

son muy representativas porque<br />

se ve cómo la maleza se apodera<br />

de ellas y se lo come todo. Hay<br />

pueblos por los que no puedes<br />

pasar por los callejones porque<br />

hay muchísima vegetación. Hay<br />

veces que la propia maleza comiéndose<br />

al pueblo se convierte<br />

en una buena fotografía.<br />

¿Sales cada noche?<br />

Todas las noches, a no ser que<br />

esté lloviendo y no pueda hacer<br />

nada. Cada noche un pueblo,<br />

un edificio o una joya que vaya<br />

Cada noche fotografío<br />

un pueblo, un edificio<br />

o una joya que vaya<br />

a desaparecer<br />

CARLOS CIAURRIZ<br />

FOTóGRAFO PROFESIONAL<br />

MUGUETA<br />

Una de las casas<br />

preferidas de Carlos,<br />

porque es curioso<br />

que haya una torre<br />

pegada a una casa<br />

y que esté tan bien<br />

conservada a pesar<br />

de estar deshabitada.<br />

Se va a través de un<br />

camino de piedras.<br />

a desaparecer. Una torre, por<br />

ejemplo. También hago fotos de<br />

lugares que están abandonados<br />

y que no son pueblos: torres o<br />

fábricas.<br />

¿Tienes tiempo para dormir?<br />

Poco (ríe). Todos los días salgo<br />

a fotografiar hasta tarde y, por<br />

las mañanas, sobre las nueve<br />

y media, salgo en bici a entrenar.<br />

Luego trabajo en la tienda<br />

y después salgo por la noche a<br />

hacer fotos. Y así cada día. Poco<br />

tiempo estoy en casa.<br />

Una experiencia que recuerdes<br />

especialmente de alguna<br />

salida a algún pueblo…<br />

Las que más recuerdo son las de<br />

dos pueblos que me han impresionado,<br />

que son Oradour Sur<br />

Glane y Las Ruedas de Enciso.<br />

Oradour Sur Glane es una localidad<br />

francesa y tiene una historia<br />

increíble. En la Segunda Guerra<br />

Mundial los nazis entraron y<br />

mataron a todos sus habitantes.<br />

Después de casi ochenta años<br />

está todo como quedó el día de<br />

la masacre; vas andando por el<br />

pueblo y ves todos los utensilios<br />

de la gente, coches, las herramientas<br />

del carnicero, bicicletas,<br />

máquinas de coser… En Las<br />

Ruedas de Enciso, en La Rioja,<br />

desalojaron el pueblo por la<br />

construcción de un pantano y la<br />

gente salió corriendo. Todavía<br />

están en la calle y en las casas<br />

los objetos domésticos, sillas, camas,<br />

los juguetes de los niños…<br />

A veces parece incomprensible<br />

que por culpa de pantanos se<br />

puedan perder cosas tan bellas.


A la vida desde los esco<br />

24 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

En otoño de 2010 un grupo de diez jóvenes comenzó la<br />

rehabilitación de Gardalain, un pueblo que había permanecido 47<br />

años deshabitado. Ellos escriben un nuevo capítulo de su historia<br />

Escrito por<br />

ANDREA MIRANDA<br />

LORETO SÁEZ<br />

Fotografías por<br />

IZANIA OLLO<br />

Hace cinco años no<br />

era más que un terreno<br />

con una iglesia<br />

y varias casas<br />

en ruinas, apenas<br />

visibles debido a la<br />

cantidad de maleza<br />

y zarzas que no solo cubrían el<br />

interior de las edificaciones, sino<br />

que incluso impedían el paso por<br />

sus calles. Gardalain, ubicado en<br />

la finca Ezprogui, se mantenía en<br />

este estado desde 1963. En otoño<br />

de 2010, una decena de jóvenes<br />

navarros puso en marcha el proyecto<br />

de rehabilitación que continúa<br />

vigente. Izaskun Fernández,<br />

de treinta años, ha participado<br />

en este proceso desde sus inicios,<br />

aunque fue hace solo unos meses<br />

cuando comenzó a vivir en el<br />

pueblo.<br />

La joven, natural de Pamplona,<br />

no sabe muy bien qué la llevó a<br />

vivir en Gardalain. “Lo primero<br />

es el medio. Este paraje impresionante<br />

ha sido un incentivo muy<br />

grande. Pero también me gusta<br />

hacer las cosas como yo quiero y<br />

tener un proyecto de vida diferente<br />

al que me ofrece la ciudad. Que<br />

no va a ser perfecto, ojo, pero sí<br />

distinto”, afirma.<br />

La primera vez que tuvo noticias<br />

de esta localidad fue tras<br />

leer un libro sobre sitios abandonados<br />

en Navarra. Así fue como<br />

ella, junto a los otros nueve jóvenes,<br />

después de haber analizado<br />

la región y a pesar del acceso casi<br />

imposible a las ruinas, decidieron<br />

llevar a cabo el proyecto. “Hoy en<br />

día vivimos cinco, pero los otros<br />

cinco siguen siendo parte de la<br />

rehabilitación. Ellos y algunos<br />

colegas vienen de vez en cuando”,<br />

explica Izaskun. De los diez jóvenes<br />

que integran el proyecto, solo


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

25<br />

▶ Antigua iglesia parroquial de San<br />

Vicente, único edificio que mantuvo<br />

sus paredes tras décadas de<br />

despoblación en Gardalain. Ha sido<br />

reconstruida y hoy es una sociedad<br />

para los nuevos habitantes.<br />

mbros<br />

tres de ellos comenzaron a vivir<br />

en Gardalain desde el primer año:<br />

Ioseba Fernández, hermano de<br />

Izaskun, y los hermanos Beñat y<br />

Alvar Sorli.<br />

El grupo redactó un informe<br />

que luego presentaron<br />

al Departamento de Medio<br />

Ambiente del Gobierno de<br />

Navarra. Era una maniobra para<br />

cubrirse las espaldas porque en<br />

el documento explicaban la bondad<br />

de sus intenciones para no<br />

ser expulsados del terreno. Así<br />

llegó el turno del trabajo pesado:<br />

devolverle la vida al pueblo. Tras<br />

retirar la maleza y los escombros<br />

más notables, el primer objetivo<br />

era reconstruir una especie de<br />

casita al lado de la antigua iglesia<br />

parroquial de San Vicente, el único<br />

edificio que había mantenido<br />

sus paredes tras décadas de despoblación.<br />

Esta pequeña casa ha<br />

sido hasta ahora un espacio para<br />

guardar herramientas, y al principio<br />

fue un sitio para quedarse a<br />

dormir alguna que otra noche.<br />

Luego fue momento de ocuparse<br />

de la iglesia, que ahora es<br />

la sociedad, un espacio de<br />

convivencia para los nuevos<br />

habitantes de Gardalain y en<br />

el cual viven provisionalmente<br />

algunos de ellos, como Izaskun.<br />

En apenas un año se construyó el<br />

suelo y un tejado de madera, además<br />

de una planta superior. La<br />

antigua torre pasó a ser la cocina,<br />

en la planta baja, y una habitación<br />

comenzó a ocupar la planta de<br />

arriba.<br />

“Además de reconstruir la antigua<br />

iglesia, nuestros objetivos<br />

más importantes eran el agua y<br />

las fosas para los baños”, explica<br />

Izaskun. “Se puede decir que aquí<br />

hay bastante agua en los alrededores<br />

—continúa—, pero solo hay<br />

una fuente que esté por encima.<br />

A unos cuatro kilómetros tenemos<br />

el manantial y el agua, con<br />

ayuda de unas tuberías, baja hasta<br />

el depósito grande en el que la<br />

acumulamos”.<br />

Tras resolver estos asuntos<br />

de mayor urgencia, se dedicaron<br />

a otros como la electricidad.<br />

Izaskun explica que no llega la<br />

red eléctrica. “Tenemos placas<br />

solares y también unas baterías.<br />

Si tenemos que enchufar alguna<br />

máquina, usamos un motorcito<br />

que va con gasolina. Pero esto es<br />

para la comunidad; como todos<br />

queremos construir nuestras casas,<br />

cada uno se ocupará de sus<br />

propios aparatos”, cuenta.<br />

Construir casas no es sencillo.<br />

Sin embargo, algunos habitantes<br />

de Gardalain, como Beñat y<br />

Alvar, solían vivir en Lakabe, una<br />

ecoaldea a unos sesenta kilómetros<br />

de distancia, y fue ahí donde<br />

aprendieron a edificar. Son ellos<br />

los que han enseñado al resto y<br />

poco a poco han conseguido “levantar<br />

paredes y echar tejados”,<br />

como dice Izaskun. Ella también<br />

considera la comida como otro<br />

tema de comunidad: “Ya que solo<br />

la casa de Beñat está terminada<br />

y el resto vivimos en la sociedad,<br />

cocinamos en común. Pero en<br />

un futuro, cuando las casas sean<br />

aptas para vivir, cada quien se encargará<br />

de lo suyo. Para la compra<br />

no tenemos problemas: bajamos a<br />

Pamplona o a algún pueblo cercano<br />

muy seguido. Y también tenemos<br />

la huerta, que es una iniciativa<br />

de Beñat”.<br />

“Estos —la sociedad, el agua,<br />

la electricidad y la comida— son<br />

los puntos de comunidad”, resume<br />

Izaskun. El pueblo, aunque es<br />

pequeño, tiene espacio suficiente<br />

para que cada habitante cuente<br />

Me gusta hacer las<br />

cosas como yo quiero<br />

y tener un proyecto de<br />

vida diferente al que me<br />

ofrece la ciudad. Que<br />

no va a ser perfecto,<br />

ojo, pero sí distinto<br />

Izaskun Fernández<br />

habitante de Gardalain<br />

con una vivienda propia. Desde<br />

los comienzos se han distribuido<br />

siete casas, de las cuales solo hay<br />

una terminada, pero todavía hay<br />

un terreno en el centro donde podrían<br />

construirse más. Además<br />

de la sociedad, el depósito de<br />

herramientas, las viviendas y la<br />

huerta, hay una fuente construida<br />

por uno de los jóvenes (Adrián<br />

Sorli, hermano de Beñat y Alvar),<br />

un pozo, una especie de invernadero,<br />

una leñería y una pequeña<br />

piscina de plástico que solo está<br />

activa en verano.<br />

Del abandono a la repoblación<br />

Gardalain es, según el<br />

Diccionario de la Academia de la<br />

Historia, “uno de los siete lugares<br />

que componen la tierra que llaman<br />

Vizcaya del Valle de Aybar”.<br />

A mediados del siglo XIX, en esta<br />

localidad <strong>vivía</strong>n 59 personas, número<br />

que comenzó a reducirse a<br />

comienzos del siglo XX: en 1900<br />

había 54 vecinos; 44 en 1910; 43<br />

en 1920; 30 en 1930; 26 en 1950<br />

y finalmente 9 en 1960. Tres años<br />

después, la Diputación Foral de<br />

Navarra adquirió el terreno y este<br />

se quedó sin población alguna.<br />

“Se supone que esto es una finca<br />

del Gobierno de Navarra”, explica<br />

Izaskun. “Los pinos salgareños<br />

que nos rodean son para venderlos.<br />

En realidad, comenzaron a<br />

plantarlos desde 1963 o 66. Pero<br />

claro, de nada sirve tener pinos,<br />

porque un pueblo que no está habitado<br />

se cae”.<br />

Hoy, Gardalain es parte del<br />

Patrimonio Forestal de Navarra,<br />

dentro de la finca Ezprogui —<br />

de la que también forman parte<br />

Sabaiza, Usumbelz, Guetádar,<br />

Julio, Arteta, Loya e Irangoiti—.<br />

El camino hasta esta localidad no<br />

es del todo fácil. La ruta en coche,<br />

a unos 53 kilómetros de distancia<br />

desde Pamplona, se corta poco<br />

después de comenzar el terreno<br />

oficial de Gardalain, para luego<br />

caminar entre cinco y siete minutos<br />

por una calle bastante irregular,<br />

con polvo, grandes piedras y<br />

masas de pinos y robles rodeándola.<br />

Pero para los miembros del<br />

proyecto de rehabilitación esto<br />

no es un problema, pues ya están<br />

acostumbrados a este camino e<br />

incluso conducen por él.<br />

Aunque la rehabilitación continúa,<br />

el cambio que Gardalain<br />

ha experimentado desde 2010<br />

hasta la fecha resulta impactante.<br />

Cuesta imaginar el esfuerzo que<br />

tuvo que hacerse para eliminar<br />

una enorme cantidad de vegetación<br />

y revivir los edificios. Ahora,<br />

la sociedad no solo está en pie sino<br />

que resulta acogedora. Una pequeña<br />

escalinata de piedra lleva<br />

a un espacio al aire libre donde<br />

hay una mesa y dos bancas, además<br />

de plantas, tres botes de gas<br />

y algunos utensilios de limpieza.<br />

Es un área perfecta para convivir<br />

cuando hace buen tiempo, ya<br />

sea para almorzar, beber cerveza<br />

o fumar un cigarrillo. Luego, al<br />

entrar, se observa un salón con<br />

varios muebles, y a la derecha un<br />

baño y un bar, donde, como dice<br />

Izaskun, “se aprovecha para hacer<br />

alguna fiestecilla”. Tras el bar está<br />

la cocina, amplia y con muchos<br />

recipientes y productos.<br />

Para llegar a la segunda planta<br />

de la sociedad se suben unas escaleras<br />

que al principio son de piedra<br />

y luego pasan a ser madera.<br />

En esa planta hay algunas habitaciones<br />

y otro baño en construcción.<br />

Este espacio, aunque ahora<br />

se emplea como vivienda comunitaria,<br />

no lo será por mucho tiempo,<br />

solo hasta que las casas estén<br />

terminadas. Sin embargo, el tener<br />

más habitaciones tiene su porqué.<br />

Así lo cuenta Izaskun: “A veces<br />

llegan grupos de jinetes y les<br />

Gardalain<br />

Año de repoblación: 2010<br />

Primeros habitantes: Beñat Sorli, Alvar<br />

Sorli, Ioseba Fernández<br />

Pamplona


26 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

▶ Casa de Beñat Sorli, la primera<br />

terminada en el proyecto de<br />

rehabilitación. Beñat, ex habitante<br />

de la ecoaldea Lakabe, ha<br />

ayudado a los otros miembros<br />

en la construcción del resto de<br />

edificaciones.<br />

damos media pensión. Pero, para<br />

que esto sea así, primero deben<br />

ponerse en contacto vía teléfono<br />

o correo; todavía no estamos preparados<br />

para recibir a personas<br />

sin previo aviso”.<br />

En la segunda planta también<br />

se encuentra el ya mencionado<br />

estudio, llamado por Izaskun y el<br />

resto de jóvenes como “la torre”.<br />

En ella hay escritorios, sillones y<br />

varios libros. A la derecha, unas<br />

escaleras de madera llevan al tejado.<br />

Desde este puede observarse<br />

casi todo el pueblo: la casa de<br />

herramientas, la leñería, cinco<br />

casas y un terreno donde podrían<br />

construirse varias más, además<br />

de algunas gallinas, dos ocas y<br />

un par de caballos que deambulan<br />

por las calles alimentándose<br />

de toda la hierba que encuentran.<br />

Lo que no se observa desde arriba<br />

son otras cuatro casas en proceso<br />

de construcción, entre ellas la de<br />

Izaskun, así como la huerta y la<br />

fuente.<br />

Detrás también hay un terreno<br />

vacío que los jóvenes aprovechan<br />

para celebrar las fiestas de<br />

Santiago a finales de julio. A estas<br />

se unen los vecinos de Moriones,<br />

un pueblo cercano a Gardalain.<br />

“Moriones está casi deshabitado,<br />

tiene solo dos casas, así que<br />

sus habitantes deciden hacer las<br />

fiestas con nosotros. Uno de los<br />

hombres suele traer su guitarra y<br />

canta rancheras en este terreno”,<br />

cuenta Ioseba.<br />

Un estilo de vida<br />

Los habitantes de Gardalain no<br />

solo bajan a municipios cercanos<br />

para comprar comida y todo<br />

aquello que necesitan, también<br />

lo hacen para trabajar. “Te tienes<br />

que mover. Por ahora no se nos<br />

ha ocurrido nada y aquí no hay<br />

curro”, comenta Izaskun. La mayoría<br />

de los jóvenes del proyecto<br />

están empleados en fábricas cercanas,<br />

como algunas en Noáin, y<br />

van y vienen cada día. Este es el<br />

caso de Ioseba, quien trabaja en<br />

el área de investigación y mercados<br />

en una fábrica de herramientas.<br />

“No me molesta conducir casi<br />

cincuenta minutos todos los días”,<br />

afirma Ioseba, mientras sostiene<br />

dos huevos que acaba de recoger<br />

del gallinero. “Es parte de la experiencia<br />

y realmente lo disfruto”.<br />

Izaskun, por otra parte, “hace<br />

un poco de todo, por temporadas”.<br />

Su época más libre es el otoño, y la<br />

más ocupada, el verano. “Soy profesora<br />

de esquí de fondo y también<br />

trabajo en un refugio —explica—.<br />

Todo en el Pirineo, pero no por<br />

ello dejo de bajar a Pamplona.<br />

Vivir aquí no significa que no me<br />

guste la gente. Tampoco significa<br />

que no nos enteremos de las cosas,<br />

porque siempre estamos pendientes<br />

de la radio o el telediario”.<br />

Si algo ha marcado a Izaskun<br />

es lo que ha aprendido desde que<br />

comenzó el proyecto. “En la ciudad<br />

hay muchas cosas de las que<br />

no tenemos que hacernos cargo.<br />

No es que nos haya vuelto inútiles,<br />

pero al llegar a un sitio como este<br />

solo puedes decir: ‘Uf, no sé hacer<br />

un montón de cosas”, comenta.<br />

“Eso es porque en la ciudad se tiene<br />

otro estilo de vida, lo entiendo,<br />

pero es genial llegar aquí y aprender<br />

a hacer tanto. Además, tengo<br />

libertad de ir y venir. Luego ya se<br />

verá; cuando tenga hijos sí tendré<br />

que moverme”.<br />

Pero vivir lejos de la ciudad<br />

no significa que se olviden temas<br />

como el dinero. “Al final el dinero,<br />

nos guste o no, siempre se necesita”,<br />

admite Izaskun. “Pero bueno,<br />

sí te apañas más al vivir tan lejos.<br />

Ahora funcionamos con asambleas<br />

y cada uno pone cincuenta<br />

euros al mes, y con ese dinero hacemos<br />

las cosas que corresponen<br />

a un pueblo: ocuparse de la sociedad,<br />

de la electricidad, del tubo<br />

para el agua... También nos sirve<br />

para hacer fiestas”.<br />

Gardalain representa otro estilo<br />

de vida. Los jóvenes implicados<br />

en el proyecto lo han elegido, con<br />

todo lo que ello implica, y hoy en<br />

día disfrutan no solo de la naturaleza<br />

que los rodea sino de saber<br />

que “hacen las cosas a su manera”,<br />

como afirma Izaskun. “Vamos<br />

poco a poco —continúa—, y si alguien<br />

quisiera venir a vivir aquí,<br />

tendría que comentárnoslo y hacer<br />

un poco de convivencia. No<br />

solo por nosotros, sino por esa<br />

persona, pues debe saber si esto le<br />

gusta. Por mi parte, sé que este es<br />

mi rollo, y también que, por ahora,<br />

aquí me quedaré”.<br />

Dos de las casas en construcción. A la derecha, la de Izaskun Fernández.<br />

Los hermanos Izaskun y Ioseba Fernández, actuales habitantes de Gardalain.


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

27<br />

Una mujer traslada colchones en el centro de Lakabe. FOTO: JULIA COLLADO<br />

Repoblación en verde<br />

La historia de Lakabe, un pueblo abandonado del Valle de<br />

Arce, esconde la creación de una comunidad que vive en una<br />

ecoaldea de forma totalmente autosuficiente<br />

Escrito por<br />

Núria jiménez<br />

JULIA COLLADO<br />

Uno se podría preguntar las ventajas<br />

de vivir lejos de la ciudad,<br />

de las carreteras, de las comunicaciones.<br />

Pero no sólo eso, sino<br />

compartir, en medio de la naturaleza,<br />

la casa, la comida y el trabajo<br />

con toda una comunidad de<br />

personas que, al parecer, tienen<br />

algo en común. La clave está en no<br />

poseer nada. Lo que mueve este<br />

espíritu es el respeto por el medio<br />

ambiente y el rechazo a las formas<br />

organizativas tradicionales, más<br />

individualistas y ordenadas. Es la<br />

experiencia de la okupación rural.<br />

No se trata de una ocupación<br />

cualquiera, sino que se llama así,<br />

okupación, porque consiste en<br />

una toma sin contrato de terrenos<br />

abandonados o viviendas vacías<br />

que no pertenecen a quienes deciden<br />

habitarlas. No se plantean<br />

cuestiones legales. El principal<br />

motivo es denunciar y al mismo<br />

tiempo responder a las dificultades<br />

económicas que los activistas<br />

consideran que existen a la hora<br />

de poseer una vivienda. Algunos<br />

hacen suyas las moradas en el corazón<br />

de la ciudad, otros prefieren<br />

perderse entre los montes.<br />

Lakabe, tal y como es conocido<br />

ahora, casi nació por casualidad.<br />

Lo que hoy es una ecoaldea, antes<br />

era un pueblo abandonado, unas<br />

ruinas casi perdidas en la espesura<br />

del Valle de Arce. En las décadas<br />

de los años sesenta y setenta<br />

surgió en España una corriente de<br />

jóvenes asamblearios y feministas<br />

que decidieron trasladarse al<br />

campo para poder tener una experiencia<br />

más comunitaria y compartida<br />

de su forma de ver la vida.<br />

En Navarra, el detonante fue en<br />

el año 1978. Un grupo de entre catorce<br />

y dieciocho jóvenes <strong>vivía</strong> de<br />

alquiler en un caserío en Navarra.<br />

Un día, buscando algunas cabras<br />

por las colinas, encontraron una<br />

serie de casas medio derruidas<br />

y escondidas discretamente<br />

entre pinos y robles. Lo más<br />

interesante era que estaban<br />

lejos de la ciudad, de las vías de<br />

comunicación. Aisladas.<br />

El 21 de marzo de 1980 se inauguró<br />

oficialmente la okupación<br />

rural del pueblo de Lakabe. Eran<br />

catorce personas que el Gobierno<br />

ni siquiera se molestó en expulsar<br />

de ese enclave, porque daba por<br />

supuesto que no iban a poder vivir<br />

con los servicios mínimos cubiertos.<br />

Los primeros diez años<br />

de repoblación consistieron en la<br />

reconstrucción de todas las casas<br />

semiderruidas, manteniendo su<br />

nombre de origen. Hoy, 35 años<br />

más tarde, están empadronadas<br />

entre 43 y 49 personas, de las cuales<br />

unos quince son niños.<br />

La aldea se encuentra al final de<br />

una empinada cuesta de grava, sin<br />

asfaltar. Una indicación en la carretera<br />

con la “c” de Lakabe sustituida<br />

por la “k” con un grafiti es la<br />

única guía para seguir subiendo.<br />

Si no se va con un coche todoterreno<br />

no hay más remedio que subir<br />

andando. Ya arriba, custodiados<br />

por un molino de viento que<br />

Es una aldea<br />

autogestionada,<br />

integrada con la<br />

naturaleza y que forma<br />

una vida comunitaria,<br />

de modo que todos los<br />

servicios y necesidades<br />

quedan cubiertos<br />

Mauge CañadA<br />

responsable de<br />

comunicación de Lakabe<br />

se divisa a lo lejos en la parte más<br />

alta de la montaña, se oyen voces<br />

de niños gritando y riendo. Los<br />

caballos relinchan en los campos<br />

más abajo. Al acercarse se puede<br />

ver un taller de coches, los niños<br />

descalzos entrando y saliendo de<br />

una de las furgonetas mientras<br />

juegan y el invernadero a lo lejos,<br />

al final de un camino de tierra. A<br />

la derecha, unas placas de madera<br />

llevan el nombre de “Lakabe”, y sobre<br />

él “Ongi Etorri. Bienvenidos”.<br />

Los gatos aparecen por todas partes,<br />

como guardianes silenciosos<br />

de la villa. Adentrándose en el<br />

pueblo se llega a la zona del huerto<br />

y el ganado. Hay plantadas por lo<br />

menos mil hectáreas de terreno, y<br />

cuentan con unas diez vacas y terneras.<br />

Los cerdos, por su parte, se<br />

cobijan en el establo.<br />

Desde que llegaron los primeros<br />

ocupantes en los años ochenta,<br />

se fue desarrollando el concepto<br />

de ecoaldea, lo cual es, según<br />

Mauge Cañada, responsable de<br />

comunicación de Lakabe, una<br />

comunidad intencional basada<br />

en la autosuficiencia (alimenticia,<br />

energética y económica), en la<br />

integración con la naturaleza de<br />

forma responsable y sostenible, y<br />

en la construcción de un concepto<br />

de vida comunitaria. Este estilo de<br />

vida debe sustentarse, según explica<br />

Cañada, en tres pilares fundamentales<br />

para conseguir que<br />

perdure. El primero es la escala<br />

humana: todo el mundo se conoce<br />

y se comunica con los demás.<br />

En segundo lugar, una completa<br />

funcionalidad vital: estudios, trabajo,<br />

ocio, necesidades diarias,<br />

todo queda cubierto dentro de la<br />

ecoaldea. Por último, es de vital<br />

importancia la integración con la<br />

naturaleza: en definitiva se trata<br />

de una vida sostenible.<br />

Juan Ayala, habitante de Lakabe<br />

desde hace cinco años, explica<br />

que cortar leña, subir al monte,<br />

trabajar en el invernadero, cuidar<br />

a los animales, hacer herraduras<br />

para los caballos, elaborar pan o<br />

encargarse del mantenimiento<br />

son algunas de las actividades que<br />

se pueden realizar y que cada uno<br />

se organiza según gustos y capacidad<br />

física. Además, para el correcto<br />

funcionamiento de la villa<br />

hay unos mínimos que se deben<br />

cumplir, ya que no todo parece tan<br />

sencillo como que cada uno haga<br />

lo que más le apetezca. Este habitante<br />

comentó que hay que considerar<br />

como obligatorio “la limpieza<br />

de las letrinas, un turno de<br />

cocina al mes, en el que se hace la<br />

comida y se limpia todo para todo<br />

el pueblo, y por último la asistencia<br />

a las asambleas”. Nada más. No<br />

hay horarios, más allá de la hora fijada<br />

para el desayuno y la comida.<br />

Tampoco alcaldes o jefes, porque<br />

las decisiones se toman de forma<br />

comunitaria para evitar liderazgos.<br />

Invierten su dinero en perpetuar<br />

su modo de vida y en ofrecer,<br />

aseguran, un servicio. Porque si<br />

ellos no existieran, Lakabe hubiera<br />

desaparecido.


28 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

Antiguos habitantes de Mendinueta lanzando el chupinazo.<br />

Vuelta a la vida<br />

entre ‘irrintzis’<br />

Casa Txantxo y Casa Mayorazgo se<br />

reúnen cada 12 de octubre para celebrar<br />

las fiestas de un pueblo ahora deshabitado<br />

Escrito por<br />

IZANIA OLLO Y BLANCA LARA<br />

Fotografías por<br />

IRANZU LARRASOAÑA<br />

Toni Agudo, de 61 años, corría por<br />

las calles empedradas de Mendinueta,<br />

en el Valle de Izagaondoa,<br />

mientras jugaba con la carroncha,<br />

un aro que se empujaba con<br />

una vara de metal para tratar de<br />

mantenerlo en pie. Hace cincuenta<br />

años, juegos como este eran con<br />

los que los hermanos Agudo pasaban<br />

las horas mientras el sol se<br />

escondía. Cada 12 de octubre este<br />

pequeño pueblo navarro se vestía<br />

de gala. Era tradición que, durante<br />

las fiestas del pueblo, los jóvenes<br />

del Valle disfrutasen bailando<br />

al son de las canciones interpretadas<br />

por los hermanos Olaverri.<br />

El día del Pilar, Txantxo, Antxon,<br />

Txiberri y Mayorazgo, las<br />

cuatro casas de las familias que<br />

habitaban este lugar ahora despoblado,<br />

se reunían en una explanada<br />

de hierba donde se divertían tirando<br />

el chupinazo. Año tras año,<br />

coincidiendo con el día de<br />

las fiestas locales, la familia<br />

Agudo regresa al completo a<br />

Mendinueta. Allí se reúnen alrededor<br />

de la mesa y aprovechan<br />

para recordar anécdotas de aquellos<br />

días en los que las casas todavía<br />

conservaban sus cimientos.<br />

Como si volviesen a ser niños<br />

de nuevo, Toni Agudo, junto con<br />

su hermano y su vecina, volvieron<br />

a escalar la torre medieval que<br />

Las fiestas duraban tres<br />

días. Tenían lugar delante<br />

de casa Txantxo, donde<br />

<strong>vivía</strong> la familia Goñi,<br />

en cuya era se hacía el<br />

baile todas las noches<br />

Toni Agudo<br />

antiguo habitante<br />

formaba parte del palacio. Tras<br />

un juicio muy disputado, terminó<br />

en manos del marqués de Claramonte.<br />

Según el Catálogo Monumental<br />

de Navarra, formó parte<br />

del palacio Cabo de Armería,<br />

propiedad de los Beaumont, en el<br />

año 1495. La torre, ahora, resiste<br />

el paso de los años rodeada por un<br />

abrigo de enredaderas que envuelve<br />

sus paredes, pese a los intentos<br />

de Toni por conservarla libre de<br />

esta planta invasora. Incluso hubo<br />

un momento en el que se utilizó<br />

como torre-campanario, ya que<br />

la atalaya estaba situada cerca de<br />

la iglesia. Cuenta cómo uno de los<br />

niños del pueblo se colocaba en el<br />

interior de la torre con un periódico<br />

mientras los demás se situaban<br />

en el exterior y veían cómo, a través<br />

de un ventanuco, se sucedían<br />

una serie de imágenes. Era una<br />

improvisada televisión.<br />

“En Mendinueta no había agua<br />

corriente, por lo que, cuando llegamos<br />

a Pamplona, estábamos<br />

todo el día con el grifo abierto”,<br />

cuenta mientras muestra un curioso<br />

invento del pueblo que le<br />

vio dar sus primeros pasos. Tras<br />

haberse casado con Aurelio Agudo,<br />

su madre se trasladó a Mendinueta.<br />

Fue allí donde se asombró<br />

al ver este artilugio construido<br />

por cuatro palos en forma de cuadrado.<br />

Este protegía las piernas


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

29<br />

Los restos de la torre que ahora está completamente cubierta de enredaderas.<br />

Las vigas de los techos desplomadas sobre el suelo.<br />

Toni Agudo con el invento made in Mendinueta.<br />

de los golpes que propinaban los<br />

cubos llenos de agua. “¡Cuántas<br />

veces tuvimos que recorrer esos<br />

cincuenta metros que separaban<br />

nuestra casa del pozo!”, recuerda<br />

nostálgico. Hoy Toni intenta llegar<br />

a esa fuente pero los matorrales<br />

y las altas hierbas hacen que<br />

desista cuando apenas lleva 25<br />

metros.<br />

“Las fiestas duraban tres días.<br />

Tenían lugar delante de casa<br />

Txantxo, donde <strong>vivía</strong> la familia<br />

Goñi, en cuya era se hacía el baile<br />

todas las noches”, cuenta Toni<br />

mientras degusta panceta, chistorra<br />

y costillas de cordero asadas<br />

en las brasas de una improvisada<br />

barbacoa. Todo esto acompañado<br />

MENDINUETA<br />

Año de extinción: 1964<br />

Última familia: Casa Mayorazgo<br />

Pamplona<br />

de una bota de vino que viajaba<br />

en volandas de mano en<br />

mano entre los 17 comensales<br />

que allí se reunieron el pasado<br />

día de la Virgen del Pilar. Entre<br />

tragos de vino tinto y mordiscos al<br />

bocadillo, también había tiempo<br />

para entonar algún irrintzi. “Se<br />

acerca tormenta”, comentan entre<br />

risas al ver las cortinas de agua<br />

que viaja en dirección a Mendinueta.<br />

No parece importarles,<br />

ya que es un día de fiesta, un día<br />

para disfrutar. Caen las primeras<br />

gotas, pero ellos siguen compartiendo<br />

viejos recuerdos. Algunas<br />

de las ruinas, incluso, sirven para<br />

que quienes están de celebración<br />

puedan cobijarse.<br />

Se le vienen a la cabeza esas largas<br />

caminatas hacia el colegio, situado<br />

en Urroz Villa, a una media<br />

hora de su pueblo, en las que iba<br />

acompañado por sus tres hermanos<br />

y las hijas de Casa Mayorazgo,<br />

atravesando los caminos cubiertos<br />

por el manto blanco en pleno<br />

invierno. “Mi madre luchaba cada<br />

mañana por mandarnos al colegio,<br />

pero era mi abuelo quien a<br />

veces nos convencía regalándonos<br />

un billete de una peseta”.<br />

Toni y dos de sus hermanos<br />

nacieron en el pueblo, gracias a la<br />

asistencia de una de las vecinas,<br />

que hizo de comadrona. “Recuerdo<br />

cuando nació el tercero de mis<br />

En Mendinueta no<br />

había agua corriente,<br />

por lo que, cuando<br />

llegamos a Pamplona,<br />

estábamos todo el día<br />

con el grifo abierto<br />

Toni Agudo<br />

antiguo habitante<br />

hermanos. Llamaron a la mujer<br />

de casa Antxon y a mis hermanos<br />

y a mí nos mandaron con las ovejas”,<br />

relata Toni entre risas. Cuando<br />

escucharon los lloros del recién<br />

nacido, fueron conscientes del<br />

porqué de tanto nerviosismo en el<br />

pueblo durante esos últimos días.<br />

Seis millones de pesetas<br />

En cada una de las cuatro casas<br />

había una huerta, campos de cereal,<br />

conejos, gallinas, cerdos,<br />

bueyes, vacas y caballos. “Los sábados<br />

íbamos al mercado antiguo<br />

de Pamplona a llevar huevos y<br />

alguna gallina”. Por aquel entonces,<br />

era normal que en la casa de<br />

la familia vivieran los padres del<br />

marido. Recuerda que en su casa<br />

había cuatro habitaciones: la de<br />

sus padres, la de los hijos, la del<br />

mayordomo y la de sus abuelos.<br />

Mientras su padre trabajaba en<br />

el campo y su madre se dedicaba<br />

a las tareas del hogar, ellos pasaban<br />

la mañana en la escuela, y a<br />

la hora de comer iban a Urbicáin,<br />

a la casa de un buen amigo de la<br />

familia. “Muchos días llegábamos<br />

a casa cuando ya había oscurecido.<br />

A nuestros padres se les hacía<br />

duro que unos críos como nosotros<br />

tuvieran que andar solos a<br />

esas horas”.<br />

Cuando la gente empezó a<br />

marcharse de los pueblos a la<br />

ciudad en busca de mejores condiciones<br />

de vida, las cuatro familias<br />

tuvieron la oportunidad de<br />

comprar todo el pueblo, aunque<br />

no llegaron a hacerlo. “Valía seis<br />

millones de pesetas. Había una<br />

familia —los Txantxo— que no se<br />

llevaban bien con todos los vecinos...”,<br />

desliza Toni.<br />

Sin embargo, las relaciones<br />

dentro de este municipio no fueron<br />

el motivo que hizo que los habitantes<br />

de este pueblo del Valle de Izagaondoa<br />

decidiesen marcharse. Si<br />

había una razón de peso para que<br />

el silencio inundase este rincón en<br />

el que habían vivido y disfrutado<br />

cada segundo, eran las posibilidades<br />

que ofrecía la ciudad. Toni lo<br />

sabe bien: “La gente de Mendinueta<br />

tenía ganas de irse. Pamplona<br />

parecía la repera”.<br />

EN BREVE<br />

4Es el número de viviendas<br />

por las que estaba formado<br />

este pequeño municipio<br />

navarro<br />

Agudo<br />

Apellido de la familia que se<br />

reúne cada 12 de octubre en<br />

el pueblo de Mendinueta<br />

12<br />

De octubre es el día en<br />

que los antiguos vecinos<br />

celebran las fiestas en<br />

honor a la Virgen del Pilar


30 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

Arte en ruinas<br />

Vista del municipio de Peña desde el último tramo de la ascensión. FOTO: IZANIA OLLO<br />

Ruta por tres<br />

despoblados<br />

que conservan<br />

monumentos<br />

valiosos del<br />

patrimonio<br />

navarro<br />

Escrito por GEMMA ABADÍA<br />

“Un pueblo no muere cuando<br />

mueren sus casas, sino cuando<br />

no tiene quien le llore”, afirma<br />

el escritor e investigador<br />

Fernando Hualde en su blog<br />

despobladosnavarra, en el que<br />

recoge un total de 65 noticias<br />

sobre distintos pueblos deshabitados<br />

de la Comunidad<br />

Foral. El blog tiene su origen<br />

en los reportajes que se publicaban<br />

desde el año 2002<br />

en la sección “Recorridos por<br />

el Patrimonio de Navarra”<br />

de Diario de Noticias. Peña,<br />

Beroiz y Eransus son tres de<br />

estos pueblos que se pueden<br />

visitar en ruta. Han sido elegidos<br />

porque se encuentran<br />

a cuarenta y cinco, treinta y<br />

quince minutos del centro de<br />

Pamplona, respectivamente.<br />

De este modo, pueden visitarse<br />

todos siguiendo el orden<br />

recomendado o solo uno según<br />

la disponibilidad horaria de<br />

cada persona.<br />

El patrimonio cultural de<br />

Navarra está compuesto, entre<br />

otras obras, de palacios, señoríos,<br />

iglesias y castillos. Algunos<br />

de ellos han sido reformados,<br />

otros han quedado totalmente<br />

abandonados con el<br />

paso del tiempo. Sin embargo,<br />

su riqueza histórica y artística<br />

perdura mientras los muros de<br />

estos edificios se mantengan<br />

en pie en la memoria de algunos.<br />

“Han existido durante<br />

siglos, han sido casas y calles<br />

con vida; pero todos tienen en<br />

común que conocieron aquel<br />

día en el que alguien cerró la<br />

puerta de su casa, y la cerró<br />

para nunca más abrirla, y con<br />

su marcha el pueblo quedaba<br />

deshabitado, casas en soledad,<br />

calles en silencio, chimeneas<br />

sin humo; solo les queda<br />

esperar el expolio, la ruina,<br />

para doblegarse con el paso<br />

de los años ante la evidencia<br />

de que la naturaleza siempre,<br />

¡siempre!, tiende a recuperar<br />

su sitio”. En esta descripción,<br />

Hualde invita a reflexionar a<br />

los lectores de su blog y rinde<br />

homenaje a aquellos que hacen<br />

que los despoblados perduren<br />

vivos.<br />

PEÑA<br />

San Martín de Tours,<br />

una iglesia con encanto<br />

Peña es un buen lugar para empezar<br />

la ruta, ya que es el más lejano<br />

y además es necesario ascender<br />

a pie por un camino habilitado<br />

de la montaña, llamado Camino<br />

Viejo, para acceder a las ruinas.<br />

Este antiguo pueblo fortificado<br />

está construido encima de un<br />

peñasco situado a ocho kilómetros<br />

al sur de Sangüesa y a más<br />

de mil metros de altura. Desde la<br />

Edad Media sirvió de puesto de<br />

vigilancia en la frontera entre los<br />

reinos de Aragón y de Navarra.<br />

Antes se podía acceder en coche<br />

cuando había romería todos los 9<br />

de mayo, pero hoy solo se puede<br />

acceder a pie desde Torre de<br />

Peña. El ascenso dura una hora<br />

aproximadamente.<br />

En la zona más elevada se<br />

encuentra el Castillo de Peña, que<br />

data del siglo XI. Sancho el Mayor<br />

fue quien encargó construirlo<br />

para combatir a los musulmanes.<br />

Actualmente pueden verse los<br />

restos de una torre.<br />

Unos cuantos metros más abajo<br />

se halla, en perfecto estado, la<br />

iglesia parroquial de San Martín<br />

de Tours. Se compone por dos<br />

cuerpos: uno de ellos está cubierto<br />

por un tejado a dos aguas y sus<br />

muros de mampostería se apoyan<br />

sobre varios contrafuertes. Adosada<br />

a este cuerpo se alza una<br />

torre. La base de ésta se compone<br />

por dos arcos: uno de medio<br />

punto y otro de estilo gótico. La<br />

parte superior de la torre está<br />

coronada por dos campanas y un<br />

crucifijo. Hasta hace dos años<br />

todavía se abría esta iglesia cada<br />

11 de noviembre para celebrar<br />

la fiesta patronal. Hualde tuvo<br />

la suerte de presenciar esa<br />

celebración en 2009, como<br />

relata en su blog: “La situación<br />

era surrealista. La casualidad<br />

había querido que fuésemos a<br />

Peña precisamente uno de los dos<br />

días del año que tiene vida”.<br />

Descendiendo la montaña<br />

pueden verse las ruinas de las<br />

doce viviendas que componían<br />

el pueblo, entre ellas la de los<br />

Landa y la del maestro, que tenía<br />

adosada la escuela a su derecha,<br />

pero de la que casi no queda<br />

nada. Aún se mantiene el horno<br />

comunal en otro edificio.<br />

Los peñuscos, como se les<br />

llamaba a los que habitaban en<br />

estas casas, emigraron casi todos<br />

a Sangüesa y a Cáseda en busca<br />

de mejores condiciones de vida.<br />

Algunas familias también se<br />

marcharon porque finalizaron<br />

sus contratos de arrendamiento.<br />

En 1950 solo quedaban tres familias<br />

en el pueblo. Nicanor Leoz,<br />

el cartero y Asunción Landa,<br />

Un pueblo no muere<br />

cuando mueren sus<br />

casas, sino cuando no<br />

tiene quien le llore<br />

FERNANDO HUALDE<br />

EXPERTO EN PUEBLOS ABANDONADOS


25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />

31<br />

La iglesia de San Martín de Beroiz. FOTO: CEDIDA POR FERNANDO HUALDE<br />

BEROIZ<br />

Tres edificios con<br />

mucha historia<br />

Beroiz es un antiguo señorío en<br />

el que todavía sobreviven las ruinas<br />

de su palacio. Según Hualde,<br />

la primera referencia documental<br />

de este lugar data de 1142 con<br />

sobrenombre locativo del señor<br />

Aznar Galíndez. A partir del<br />

siglo XIII se puede acreditar que<br />

estuvo habitado. Curiosamente<br />

en el siglo XIV, fue deshabitado<br />

por primera vez, pero tan solo<br />

temporalmente. Según los censos<br />

de población, en 1960 <strong>vivía</strong>n<br />

nueve personas y a partir de ese<br />

momento vuelve a figurar como<br />

deshabitado.<br />

Beroiz se compone únicamente<br />

de tres edificios: la iglesia<br />

de San Martín, la Casa Nueva,<br />

frente a la iglesia, y el palacio,<br />

en un montículo separado de los<br />

otros dos. Antes también había<br />

una torre de vigilancia, donde<br />

actualmente se encuentra la<br />

carretera, pero no sobrevivió a la<br />

segunda mitad del siglo XX.<br />

El palacio, al menos en la primera<br />

mitad del siglo XX, albergaba<br />

dos viviendas diferentes.<br />

A una de esas viviendas, según<br />

informó a Hualde un antiguo<br />

habitante del pueblo, Desiderio<br />

Martínez, se la conoció como<br />

Casa Regino, que era el nombre<br />

de quien <strong>vivía</strong> allí. En el Catálogo<br />

Monumental de Navarra se<br />

describe como “un palacio con<br />

fachada rectangular encajada<br />

entre dos torreones”. Otro de los<br />

nombres con el que se conocía al<br />

palacio según el libro Cuadernos<br />

de Etnología y Etnografía de<br />

Navarra, de Javier Itulain Irurita,<br />

es Casa Vieja. Por su estado<br />

de conservación y el deterioro<br />

de las vigas, no se recomienda el<br />

acceso a éste.<br />

La otra vivienda, denominada<br />

Casa Nueva, se mantiene<br />

mejor que el palacio. Tan sólo<br />

está accesible la planta baja,<br />

usada por el ganado, y tampoco<br />

es recomendable entrar en ella,<br />

por peligro de derrumbamiento<br />

en su interior. Ahora mismo, el<br />

techo de esa planta baja soporta<br />

todo el peso de las ruinas del piso<br />

superior, el tejado y parte de la fachada.<br />

La lluvia y el hielo han deteriorado<br />

las vigas que sostenían<br />

ese peso. Nada más atravesar el<br />

umbral de la puerta, en el lado<br />

izquierdo estaba la amasandería,<br />

que era una pequeña habitación<br />

en la que se amasaba el pan. Junto<br />

a ella, se encuentran los restos<br />

de lo que fue el horno artesano.<br />

Enfrente de la Casa Nueva se<br />

alza la iglesia, dedicada a San<br />

Martín. Es el edificio en mejor<br />

estado y, en la actualidad, está<br />

habilitado para acoger en su interior<br />

al ganado. Hualde explica<br />

que “donde antes hubo bancos,<br />

hoy hay comederos”. El suelo está<br />

deteriorado, solo queda la base de<br />

la pila bautismal y las dovelas de<br />

la portada están erosionadas por<br />

las inclemencias del tiempo. Tan<br />

solo se conserva la clave central<br />

en la que, sobre un cuadrado, hay<br />

una cruz de cuatro brazos iguales.<br />

En el Catálogo Monumental de<br />

Navarra explica: “La sacristía, de<br />

planta cuadrada, se adosa a la cabecera<br />

por el lado del Evangelio.<br />

El exterior, de sillarejo, conserva<br />

grandes contrafuertes que llegan<br />

hasta la cubierta”. Además informa<br />

que en el Museo Diocesano de<br />

Pamplona sobrevive, entre otros<br />

objetos de culto, una talla de la<br />

Virgen procedente de la iglesia de<br />

Beroiz.<br />

CÓMO LLEGAR<br />

30 min<br />

De Pamplona a<br />

Beroiz se tarda 30<br />

minutos en coche<br />

por la NA- 2400.<br />

Se sitúa en el Valle<br />

de Izagaondoa, en<br />

dirección a Lumbier,<br />

al lado izquierdo<br />

de la carretera, a<br />

unos cien metros<br />

de la misma y sin<br />

señalizar.<br />

fueron los últimos en marcharse<br />

de Peña en el año 1952 para<br />

mudarse a Sangüesa. Aunque, en<br />

realidad, el último vecino en irse<br />

fue un ermitaño belga, el Padre<br />

Arnaldo, que vivió en Peña desde<br />

el 1961 hasta 1964, haciendo vida<br />

en solitario. Los empleados de<br />

la finca más cercana subían a la<br />

villa para llevarle comida. Este<br />

ermitaño <strong>vivía</strong> en la Casa Abacial,<br />

la más nueva de todas, que se<br />

encuentra enfrente de la iglesia.<br />

Es un edificio de tres plantas y<br />

cubierta a dos aguas, con una<br />

imposta que separa los distintos<br />

pisos. Por último, siguiendo un<br />

camino que asciende por el lateral<br />

del castillo, se encuentra un<br />

pequeño cementerio.<br />

Restos de las viviendas de Eransus. FOTO: CEDIDA POR FERNANDO HUALDE<br />

reformado para reunirse en días<br />

festivos. En la calle quedan las<br />

ruinas de varias viviendas como<br />

Casa Máximo, Casa Leache y<br />

Casa Zacarías. Al otro lado se<br />

pueden apreciar los antiguos corrales.<br />

Entre las casas y el palacio<br />

se hallaba la escuela, de la que se<br />

mantiene su estructura externa.<br />

Un poco antes de llegar al final<br />

de la calle está la fuente, con<br />

abrevadero y lavadero adosados.<br />

Esta construcción se autoabastece<br />

de la denominada Fuente<br />

Vieja, era el centro social de la<br />

localidad, donde se reunían todos<br />

los vecinos.<br />

Por último, al final de la vía<br />

se erige el palacio, con su jardín<br />

y sus caballerizas. Sus puertas y<br />

ventanas están tapiadas y no queda<br />

mobiliario de la planta baja.<br />

CÓMO LLEGAR<br />

45 min<br />

Desde Pamplona son<br />

45 minutos en coche<br />

por la A-21. Parar<br />

en Torre de Peña y<br />

ascender andando<br />

por el camino de<br />

tierra. La duración<br />

de esta subida es<br />

de una hora.<br />

ERANSUS<br />

Un viejo señorío<br />

Eransus está hoy prácticamente<br />

despoblado ya que solo quedan<br />

catorce habitantes censados que<br />

viven en el moderno poblado<br />

ecológico Goizeder. Sin embargo,<br />

no ha sido siempre así, ya que<br />

Eransus fue un antiguo lugar<br />

de señorío hasta la renovación<br />

administrativa de principios del<br />

XIX. Alcanzó su mayor población,<br />

75 habitantes, en 1887.<br />

Hualde explica en su blog que<br />

cualquier época del año es buena<br />

para descubrir este “remanso de<br />

paz”. “Es una visita que me gusta<br />

hacer con cierta frecuencia”,<br />

afirma. El pueblo está formado<br />

por una iglesia, una calle, unas<br />

cuantas viviendas en ruinas, una<br />

fuente y los restos del antiguo<br />

palacio.<br />

En la iglesia de San Salvador<br />

de Eransus han entrado varias<br />

veces a robar hasta dejarla vacía,<br />

pero actualmente algunos de<br />

los antiguos feligreses la han<br />

CÓMO LLEGAR<br />

15 min<br />

De Pamplona a<br />

Eransus, localidad<br />

del Valle de Egüés,<br />

se tardan 15 minutos<br />

aproximadamente<br />

en coche, por<br />

la NA-150.


Izaskun, Ioseba, Adrián,<br />

Igor y Asier llenan<br />

de vida las calles de<br />

Gardalain, un pueblo<br />

que hasta hace poco<br />

llevaba el cartel de<br />

abandonado. Han sido<br />

los primeros en volver.<br />

No serán los últimos.

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