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AQUÍ<br />
VIVÍA<br />
YO<br />
Se llama Desiderio. Tiene 85 años y vivió hasta<br />
los 26 en esta casa de Beroiz. El pueblo ahora<br />
está deshabitado, como otros 49 de Navarra.<br />
recorremos algunos de ellos.
2 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 De NoViembre De 2015<br />
Desde el hueco que queda en lo que un día fue la<br />
puerta de entrada a aquella casona de gruesos<br />
muros de piedra se puede uno asomar —e<br />
imaginar— la vida de una familia de pueblo.<br />
A pesar de los años, el cemento mantiene<br />
unidas piedra a piedra las paredes, testigos<br />
silenciosos de las biografías de sus huéspedes.<br />
La balda más alta de la alacena podría<br />
esconder una tableta de chocolate traída por algún<br />
familiar de Pamplona que duraba meses en ese rincón.<br />
El premio de los domingos venía envuelto, con cuidado,<br />
en papel brillante. Como las cosas de valor. Una dulce<br />
explosión de sabor que derretía las papilas gustativas de<br />
los tres niños de la casa. Puede que aguardasen sentados,<br />
en silencio, y que el sentido del oído se desarrollase<br />
sobremanera cada tarde de domingo. Puede que supiesen<br />
que, al oír el característico chirrido de las bisagras de<br />
la puerta del armario, ya podían bajar las escaleras<br />
brincando y, una vez en la planta baja, disfrutar de una<br />
onza de chocolate.<br />
Cabe la posibilidad de que la alacena encerrase<br />
muchas más historias, como la de unas llaves. Las de la<br />
motocicleta que el abuelo conseguía arrancar tras varios<br />
intentos fallidos, pero también la llave de la hucha del<br />
pequeño de la familia, en la que guardaba las monedas de<br />
un duro.<br />
Puede que en la primera balda de madera, en el centro,<br />
como a la madre de la familia le gustaba, se guardase<br />
una delicada caja roja de hojalata. Levantar la tapa era<br />
dar voz a los recuerdos que se amontonaban en la mente<br />
transformados en fotografías. Objetos sencillos de gente<br />
humilde que están custodiados por la puerta de ese<br />
armario que ahora se abre. Sin necesidad de husmear,<br />
se nos muestran las historias que atesoran los restos de<br />
los lugares en los que en algún tiempo vivieron familias<br />
enteras. También las de aquellos que todavía construyen su<br />
historia. Nos invitan a ver desde un rincón, lo que una vez<br />
fueron, sus días para no olvidar. Con este suplemento nos<br />
hemos asomado a ese hueco. Bienvenidos a <strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo.<br />
ÍnDIce<br />
STAFF<br />
4<br />
raDioGrafÍa De<br />
la eXtiNciÓN<br />
6<br />
el alma De<br />
izaGaoNDoa<br />
10<br />
el último eN<br />
Nacer eN Peña<br />
12<br />
tras la Pista<br />
De Walker<br />
14<br />
este PUeblo<br />
es mÍo<br />
Directora<br />
Izania Ollo<br />
Diseño<br />
Alberto Molina<br />
reDactores<br />
Gemma Abadía, Julia<br />
Collado, Miguel de<br />
Ribot, Pau Fluriach,<br />
Blanca Gil de Sola,<br />
Núria Jiménez, Blanca<br />
Lara, Cristina Latiff,<br />
Andrea Miranda y<br />
Loreto Sáez<br />
fotoGrafÍa<br />
Miguel de Ribot, Iranzu<br />
Larrasoaña, Izania Ollo<br />
y Gemma Abadía<br />
eSTe TrABAJO hA SAlIDO ADelAnTe grAcIAS A perSOnAS cOmO<br />
16<br />
24 Horas eN<br />
UNa Villa<br />
Para Dos<br />
20<br />
UNa miraDa<br />
NoctUrNa<br />
al olViDo<br />
24<br />
a la ViDa DesDe<br />
los escombros<br />
28<br />
VUelta a la ViDa<br />
eNtre ‘irriNtzis’<br />
30<br />
arte eN rUiNas<br />
María Jiménez por haber coordinado<br />
el suplemento, Javier Marrodán<br />
porque desde el primer momento<br />
ha estado a nuestra disposición,<br />
Javier Errea por los cafés de los<br />
jueves y su implicación en el diseño,<br />
Fernando Hualde por descubrirnos<br />
este mundo hasta entonces olvidado,<br />
Desiderio Martínez y su familia por<br />
adentrarnos en la vida de los pueblos,<br />
Izaskun Fernández por mostrarnos<br />
su proyecto, la familia Ollo-Astiz por<br />
abrirnos las puertas de su casa.<br />
También a José Antonio Landa Leoz,<br />
Carlos Ciaurriz, Ioseba Fernández,<br />
Beñat Sorli, Iñigo Pérez de Rada,<br />
Javier y Pruden Indurain Larraya,<br />
Juan Ayala, Cristina Errea, Mikel<br />
Navarro Ayensa, Iranzu Larrasoaña,<br />
Santiago De La Puente y Toni Agudo.
25 De NoViembre De 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
3<br />
Escrito por cristiNa latiff<br />
Navarra es una región que cuenta con<br />
una variedad insaciable de topónimos.<br />
Cada nombre de cada pueblo tiene una<br />
raíz, una característica única, pero más<br />
importante aún, tiene una historia detrás<br />
que esconde una parte de su pasado.<br />
Mikel Belasko, especialista en<br />
toponimia, escribió el Diccionario<br />
etimológico de los pueblos, villas y<br />
ciudades de Navarra. La obra recopila<br />
los criterios por los que se clasifican la<br />
mayoría de los nombres de localidades<br />
de Navarra. Entre estos se pueden<br />
encontrar las diferentes lenguas, la<br />
geografía, la relación que tienen con<br />
nombres propios de personas y la doble<br />
denominación, precisamente por la<br />
coexistencia del castellano y el euskera.<br />
Los pueblos escogidos en esta página<br />
cumplen estos criterios, con la intención<br />
de mostrar la diversidad de orígenes<br />
y significados que tienen los nombres<br />
propios de lugares en Navarra.<br />
101Góngora<br />
Localización en el mapa de la página 4 4 Este nombre se debe al tipo de vegetación del lugar. Los<br />
Este nombre de lo que hoy son unas pocas calles deshabitadas es también un<br />
pueblos y terrenos que fueron nombrados con sufijo o prefijo<br />
apellido conocido en España. Como todo, siempre hay una historia detrás. Desde<br />
–urru compartían una característica en su paisaje vegetal:<br />
la Edad Media se ponía nombre a las personas, sin embargo, los apellidos no eran<br />
abundancia de avellanos por toda la zona. Además, hubo personas<br />
como hoy se conocen. El apellido era el lugar en el que había nacido. Durante el<br />
que adoptaron como apellido Urrutiña que, posteriormente,<br />
siglo XV la situación cambió en el territorio español. Mikel Belasko, experto en<br />
se embarcaron en viajes hacia América, donde el nombre fue<br />
toponimia de Navarra, asegura que “los padres comenzaron a dejarles los apellidos<br />
heredado por los hijos de quienes se quedaban aunque, también<br />
en herencia a sus críos”.<br />
sufrió algunas transformaciones y se estableció el apellido Urrutia.<br />
zArIQUIeTAlugar -eta.<br />
El 168 El topónimo se origina en el<br />
aspecto geográfico del territorio.<br />
El agua es un elemento que se<br />
ve poco en la toponimia mayor<br />
de Navarra, no obstante este se<br />
encuentra en nombres de pueblos<br />
deshabitados en la actualidad.<br />
Del vasco zara, -ki sufijo que en<br />
toponimia parece tomar valor<br />
diminutivo y el sufijo que indica<br />
Amaláin<br />
gurpegui<br />
28 Este topónimo está formado por el nombre del primer propietario del pueblo<br />
y la terminación –ain es el sufijo que lo indica. Pero hay mucho más que solo el<br />
nombre del terrateniente. Del prefijo se puede deducir que se estaba haciendo<br />
alusión a una mujer. Por lo general era la amada o la hija del propietario inicial.<br />
Esto se tendía a hacer como muestra de amor, pero a la vez como señal de poder<br />
y dominio sobre el territorio.<br />
63 Aunque es escasa, no se puede olvidar la presencia del árabe en algunos de los<br />
topónimos de España y, específicamente, de Navarra. Gurpegui es uno de los pocos<br />
nombres que se conoce con denominación árabe. Dado a la reconquista que marcó<br />
la historia española, es difícil encontrar estas características, ya que al establecer el<br />
castellano como lengua oficial en el país y el euskera en la región, lo poco que existía<br />
de raíces árabes fue reemplazado por dichos idiomas.<br />
ORDE-<br />
RIZ<br />
El<br />
45 significado de este nombre<br />
hace referencia a cuevas con<br />
pequeñas rocas y piedras. Estos<br />
elementos incorporan a este topónimo<br />
en la categoría de accidentes de<br />
terreno que ha hecho Mikel Belasko en<br />
su libro. Esas cuevas que se encuentran<br />
no solo en este, sino en demás pueblos,<br />
fueron utilizadas por diferentes personas<br />
para resguardarse de las guerras y<br />
diferentes enfrentamientos.<br />
Equiza<br />
La<br />
68 doble denominación<br />
de algunos lugares, en<br />
castellano y en euskera, pone<br />
de manifiesto la convivencia<br />
de dos lenguas en un mismo<br />
territorio. Una gran mayoría<br />
de territorios con nombres<br />
vascos no eran reconocidos<br />
con esos topónimos, sino<br />
con los que se habían<br />
adoptado en castellano.<br />
“Una de las condiciones<br />
que tienen los pueblos<br />
que entran en la categoría<br />
de toponimia de doble<br />
denominación en Navarra<br />
es que cambia la ortografía,<br />
pero no la pronunciación”,<br />
afirma Belasko.<br />
LARRÁIN<br />
6 Como en el caso de Amaláin, Larráin procede del<br />
nombre del antiguo propietario del pueblo, al que se ha<br />
agregado el sufijo –ain. Lo curioso que tiene el topónimo<br />
de este territorio actualmente despoblado es que además<br />
de haber relación entre el sufijo el nombre del propietario,<br />
en su denominación también hay raíces de latín y de<br />
lenguas romances.
4 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
1<br />
156<br />
2<br />
3<br />
5<br />
4<br />
NOROESTE<br />
7<br />
8<br />
123<br />
124<br />
Alsasua<br />
TIERRA ESTELLA<br />
125<br />
56<br />
43<br />
89 90<br />
91<br />
92<br />
166<br />
9<br />
Estella<br />
126<br />
127<br />
13<br />
21 22<br />
6<br />
93<br />
94<br />
95<br />
24<br />
23<br />
57<br />
96<br />
122<br />
121<br />
128<br />
129<br />
44<br />
14<br />
25<br />
26<br />
46<br />
58 72<br />
150<br />
73<br />
27<br />
28<br />
45<br />
157 59<br />
74<br />
PAMPLONA<br />
169<br />
10<br />
98<br />
97<br />
151<br />
11 12<br />
Pamplona<br />
Tafalla<br />
15 16<br />
49<br />
48<br />
29<br />
119<br />
130<br />
50<br />
120<br />
131<br />
132<br />
144 145<br />
146<br />
17<br />
35<br />
47 34<br />
36<br />
30 31 32<br />
37<br />
33 38<br />
53<br />
52 62<br />
5160<br />
61<br />
75<br />
99<br />
100<br />
101 102<br />
118<br />
117<br />
165<br />
18<br />
41<br />
40<br />
39 42<br />
64<br />
54 55<br />
65<br />
63<br />
68<br />
76<br />
67<br />
66<br />
77 78 79 81<br />
80 83<br />
84<br />
82<br />
167<br />
103 106<br />
107<br />
104 85<br />
105<br />
109<br />
116112 111<br />
115 168<br />
159<br />
113 110<br />
114<br />
152<br />
158134 138<br />
160<br />
147<br />
164<br />
149<br />
133<br />
135<br />
155<br />
136 137<br />
NAVARRA MEDIA<br />
ORIENTAL<br />
163<br />
161<br />
149<br />
108<br />
19<br />
PIRINEO<br />
86<br />
162<br />
139 140<br />
142<br />
143<br />
69<br />
141<br />
148<br />
88<br />
70 71<br />
87<br />
20<br />
RIBERA ALTA<br />
153<br />
Peralta<br />
Cintruénigo<br />
Corella<br />
TUDELA<br />
Tudela<br />
154<br />
Pueblo abandonado<br />
De 1 a 4 habitantes<br />
De 5 a 8 habitantes<br />
De 9 a 12 habitantes<br />
De 13 a 16 habitantes<br />
Radiografía de la extinción<br />
Este territorio cuenta con 50 municipios<br />
despoblados y 119 en peligro de extinción<br />
Escrito por<br />
Núria jiménez y cristina latiff<br />
Infografía por<br />
alberto molina<br />
Hay una parte de la Comunidad<br />
Foral que podría describirse<br />
como fantasma.<br />
Está compuesta por 50 municipios<br />
que, según los datos del<br />
Instituto de Estadística de Navarra<br />
(IEN), se encuentran abandonados<br />
o no tienen habitantes. La<br />
topografía de la Navarra desierta<br />
se completa con los pueblos en los<br />
que apenas hay vida: se trata de<br />
119 municipios que cuentan con<br />
menos de 16 habitantes. Oficialmente<br />
se consideran en peligro<br />
de extinción. Es difícil describir<br />
cómo están organizados desde<br />
el punto de vista administrativo,<br />
por eso hay que explicar algunos<br />
conceptos antes de zambullirse a<br />
fondo en esta Navarra despoblada.<br />
De acuerdo con la Federación<br />
Navarra de Municipios y Concejos<br />
(FNMC), el municipio es<br />
una unidad básica territorial con<br />
personalidad jurídica propia.<br />
En cada municipio navarro hay<br />
varios pueblos con una organización<br />
propia para ciertas gestiones,<br />
a los que se llama concejos,<br />
como sinónimo de ayuntamiento<br />
propio. Sin embargo, para otros
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
5<br />
HABITANTES POR PUEBLOS<br />
1 Endarlatsa<br />
2 Aurkidi<br />
3 Santalokadia<br />
4 Urrutiña<br />
5 Azpirotz-Lezaeta<br />
6 Caserío Larráin<br />
7 Ola<br />
8 Quinto Real<br />
9 Señorío de Eraso<br />
10 Aldaz (Iza)<br />
11 Lozen<br />
12 Sorogain-Lastur<br />
13 Larráun<br />
14 Zarrantz<br />
15 Etxaide<br />
16 Leazkue<br />
17 Usetxi<br />
18 Ureta<br />
19 Irabiako Uharka<br />
Pantano de Irabia<br />
20 Pikatua<br />
21 Zamartze<br />
22 Murgindueta<br />
23 Zuazu<br />
24 Itsasperri<br />
25 Aguinaga de Iza<br />
26 Aizkorbe<br />
27 Iriberri (Atez)<br />
28 Amaláin<br />
29 Beraiz<br />
30 Idoi<br />
31 Akerreta<br />
32 Irure<br />
33 Setoain<br />
34 Ezkirotz<br />
35 Osteritz<br />
36 Urniza<br />
37 Larraingoa<br />
38 Ardaitz<br />
39 Urdíroz<br />
40 Imízcoz<br />
41 Lusarreta<br />
42 Gorraiz de Arce<br />
Abandonado<br />
De 1 a 4 habitantes<br />
De 5 a 8 habitantes<br />
De 9 a 12 habitantes<br />
De 13 a 16 habitantes<br />
43 Andía<br />
44 Anoz<br />
45 Ordériz<br />
46 Eguíllor<br />
47 Ezcaba<br />
48 Garrués<br />
49 Adériz<br />
50 Arleta<br />
51 Egulbati<br />
52 Zaldaiz<br />
53 Urricelqui<br />
54 Caserio Zandueta<br />
55 Arce<br />
56 Venta de Urbasa<br />
57 Urdánoz<br />
58 Caserio Elío<br />
59 Trinidad de Arre<br />
60 Echálaz<br />
61 Eransus<br />
62 Zunzarren<br />
63 Gurpegui<br />
64 Usoz<br />
65 Caserio Muniáin<br />
de Arce<br />
66 Osa<br />
67 Uli-Alto<br />
68 Caserío Equiza<br />
69 Jacoisti<br />
70 Ripalda<br />
71 Igal<br />
72 Eriete<br />
73 Otazu<br />
74 Otano<br />
75 Ustárroz<br />
76 Leyún<br />
77 Laboa<br />
78 Janáriz<br />
79 Beortegui<br />
80 Erdozaín<br />
81 Akotain<br />
82 Oleta<br />
83 Górriz<br />
84 Rala<br />
85 Itoiz<br />
86 Ongoz<br />
87 Gallués<br />
88 Iciz<br />
89 Urra<br />
90 Lecáun<br />
91 Irantzu<br />
92 Andéraz<br />
93 Irujo<br />
94 Viguria<br />
95 Muzqui<br />
96 Arguiñáriz<br />
97 Cas. Guenduláin<br />
98 Basongaitz<br />
99 Laquidáin<br />
100 Ilundáin<br />
101 Góngora<br />
102 Mendinueta<br />
103 Liberri<br />
104 Zuza<br />
105 Zuasti de Lónguida<br />
106 Meoz<br />
107 Javerri<br />
108 Epároz<br />
109 Ozcoidi<br />
110 Mugueta<br />
111 Uli-Bajo<br />
112 Larrángoz<br />
113 Turrillas<br />
114 Urbicain<br />
115 Iriso<br />
116 Ayanz<br />
117 Zoroquiáin<br />
118 Zabalceta<br />
119 Oriz<br />
120 Ezperun<br />
121 Señorío de Sarriá<br />
122 Artazu<br />
123 Nª Señora de Codés<br />
124 Cábrega<br />
125 Learza<br />
126 Cas. de Echávarri<br />
127 Arínzano<br />
128 Muruzábal<br />
de Andión<br />
129 Nª Señora de Andión<br />
130 Oricin<br />
131 Bariáin<br />
132 Eristain<br />
133 Zabalza de<br />
Ibargoiti<br />
134 Uzquita<br />
135 Abínzano<br />
136 Sengáriz<br />
137 Vesolla<br />
138 Aldunate<br />
139 Murillo-Berroya<br />
140 Orradre<br />
141 Napal<br />
142 Iso<br />
143 Adansa<br />
144 Sansomain<br />
145 Benegorri<br />
146 Bézquiz<br />
147 Moriones<br />
148 Urb. náutica de Leyre<br />
149 Torre de Peña<br />
150 San Martin<br />
151 Vergalijo<br />
152 Iriberri (Leoz)<br />
153 La Oliva<br />
154 El Bocal<br />
155 Muguetajarra<br />
156 Azkar<br />
157 Egulbati<br />
158 Celigueta<br />
159 Beroiz<br />
160 Peña<br />
161 Gardalain<br />
162 Ulozi<br />
163 Adensa<br />
164 Guerguitiáin<br />
165 Larrángoz<br />
166 Muru<br />
167 Santa Fe<br />
168 Zarikieta<br />
169 Amocáin<br />
PUEBLOS ABANDONADOS POR COMARCAS<br />
Tierra Estrella<br />
Noreste<br />
Prineos<br />
Pamplona<br />
Navarra media oriental<br />
05 10 15 20 25<br />
EN NÚMEROS<br />
50<br />
Es el número de pueblos<br />
abandonados según en el<br />
Instituto de Estadística<br />
de Navarra<br />
119<br />
Es el número de pueblos<br />
en peligro de extinción,<br />
es decir, que tienen<br />
menos de 16 habitantes<br />
Fuentes: Instituto de Estadística de Navarra y elaboración propia.<br />
No es lo mismo que un<br />
pueblo se considere<br />
abandonado, que<br />
esté extinguido<br />
administrativamente<br />
Es distinto que no viva<br />
nadie oficialmente<br />
a que no tenga su<br />
propio ayuntamiento<br />
JUAN J. ECHAIDE<br />
Federación navarra de<br />
municipios y concejos<br />
asuntos cuentan con un ayuntamiento<br />
municipal común. Cada<br />
pueblo tiene un "pequeño autogobierno",<br />
pero comparte ayuntamiento<br />
con el resto. Es una<br />
administración dentro de otra,<br />
un reparto de obligaciones. En el<br />
momento en el que un concejo se<br />
queda sin administración propia,<br />
todo pasa a ser tarea del ayuntamiento<br />
del municipio.<br />
Según Juan J. Echaide, responsable<br />
de prensa de la FNMC,<br />
esta modificación de los municipios<br />
y sus entidades ocurre por<br />
dos motivos. El primero es debido<br />
al escaso número de habitantes.<br />
Está establecido que si un pueblo<br />
tiene menos de 16 habitantes durante<br />
más de tres patrones (tres<br />
años) seguidos, pasa a ser del<br />
ayuntamiento. Cuando eso ocurre<br />
decimos que un pueblo se ha<br />
extinguido administrativamente.<br />
Otro motivo de extinción es que<br />
los propios vecinos decidan que<br />
prefieren que les administre el<br />
ayuntamiento municipal o del valle.<br />
Se trata de una extinción administrativa,<br />
y no de personas. El<br />
pueblo sigue existiendo, aunque<br />
no sea una entidad jurídica.<br />
En cambio, un pueblo abandonado<br />
o deshabitado se considera<br />
que ya no tiene personas que viven<br />
en él. Sigue a cargo del ayuntamiento,<br />
pero ya no tiene gastos.<br />
En cuanto a la propiedad en sí,<br />
puede que el terreno, las casas o<br />
los solares las gestione un particular.<br />
Por eso, que un pueblo se<br />
encuentre vacío no quiere decir<br />
que no tenga propietario. Puede<br />
pertenecer a personas particulares<br />
aunque lo administre el<br />
ayuntamiento. Arce, Urraul Alto<br />
y Lónguida son los valles con más<br />
pueblos abandonados y con los<br />
concejos más pequeños. Asimismo,<br />
de acuerdo con la división de<br />
Navarra por comunidades geográficas,<br />
se puede observar que<br />
es sobre todo en la zona pirenaica<br />
donde se encuentran la mayoría<br />
de los municipios despoblados. La<br />
parte del noroeste y las comarcas<br />
del suroeste presentan un menor<br />
índice de concentración de municipios<br />
extinguidos o en peligro.<br />
En el primer caso, se puede deber<br />
a que en el área más alta o más al<br />
norte no se hayan generado tantos<br />
enclaves como en el sur por<br />
tener menos facilidades o peores<br />
condiciones para establecerse. En<br />
cambio, en el caso de la zona suroeste,<br />
la menor concentración de<br />
pueblos abandonados puede obedecer<br />
a una razón precisamente<br />
contraria. La población suele<br />
agruparse en territorios más<br />
planos y con mejores condiciones<br />
climáticas para la vida y la subsistencia.<br />
Es decir, es una zona que<br />
sí está poblada, no en la que se hayan<br />
creado pueblos que luego han<br />
sufrido un éxodo rural.<br />
Este éxodo se produce, según<br />
las expertas en demografía Carolina<br />
Montoro Gurich y Dolores<br />
López Hernández, por el crecimiento<br />
de las ciudades, la falta de<br />
gente joven en los pueblos, y por<br />
la búsqueda de un mejor nivel de<br />
vida o más dinero. No obstante,<br />
de acuerdo con las expertas, también<br />
hay causas naturales y ciertos<br />
componentes históricos. Aun<br />
así, aseguran que en la actualidad<br />
se está produciendo un retorno a<br />
las zonas rurales y a la vida en el<br />
campo.
6 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
El alma de<br />
Izagaondoa<br />
Desiderio Martínez fue uno de los últimos habitantes<br />
que nació en Beroiz, pueblo que actualmente está<br />
deshabitado. Vivió allí 26 años, hasta 1956<br />
Escrito por<br />
BLanca lara<br />
MIGUEL DE RIBOT<br />
T<br />
disfruté más aún”.<br />
rabajé mucho a lo largo<br />
de mi vida, pero<br />
Desiderio Martínez<br />
Orradre, de 85 años,<br />
es una de las últimas<br />
personas nacidas en<br />
Beroiz. El municipio es un pueblo<br />
fantasma del que solo quedan las<br />
ruinas que reflejan el paso de los<br />
años y que, a pesar de estar muertas<br />
por fuera, rezuman energía<br />
de muros para adentro. Desde el<br />
sofá de su casa de Pamplona, echa<br />
la vista atrás y cuenta la historia<br />
del lugar en el que pasó una gran<br />
parte de su vida.<br />
Beroiz es uno de esos pueblos<br />
por los que ahora nunca pasa nadie.<br />
Pero hace medio siglo era un<br />
lugar en el que siempre había movimiento<br />
y todo el que se acercaba<br />
hasta él, era bien recibido, desde<br />
los guardias hasta los mendigos.<br />
Hoy, cincuenta años después de<br />
que se fuese su último habitante,<br />
las paredes de las casas se caen<br />
y solo quedan las ruinas del<br />
que fue durante décadas el<br />
alma del Valle de Izagaondoa.<br />
Ahora se puede llegar por carretera,<br />
pero hace ochenta años<br />
eso era impensable. Todos los<br />
acontecimientos importantes<br />
llegaban al pueblo a través de las<br />
cabalgaduras. Cuando se produjo<br />
el levantamiento militar en 1936,<br />
la noticia se conoció a través de<br />
una caballería que iba de pueblo<br />
en pueblo por todo el Valle anunciando<br />
el comienzo de la Guerra<br />
Civil. Cuando el bando nacional<br />
se hacía con una ciudad, las campanas<br />
de todos los pueblos repicaban,<br />
una ceremonia que se repitió<br />
durante los tres años que duró la<br />
contienda.<br />
Por aquella época, Desiderio,<br />
con siete años, se preparaba para<br />
recibir la Primera Comunión. Era<br />
tradición que los niños se hicieran<br />
las fotos para recordar aquel día<br />
en Pamplona, así que él y su padre<br />
se trasladaron hasta la capital<br />
foral. Pero cuando estaban yendo<br />
hacia la tienda, comenzó un bombardeo<br />
y tuvieron que correr hacia<br />
el Paseo de Sarasate, donde se<br />
encontraba un refugio. Todo quedó<br />
en un mal rato para el padre.<br />
Pero para el pequeño Desiderio<br />
fue una gran historia que contaría<br />
el lunes en la escuela a todos<br />
los niños.<br />
Para la familia Martínez estas<br />
dosis de información no eran<br />
suficientes. Cada mañana recibían<br />
el diario del día y el padre<br />
de Desiderio, Javier Martínez, lo<br />
Para mi padre fue mucho<br />
tiempo sin saber nada<br />
de lo que ocurría más<br />
allá del Valle, así que en<br />
cuanto la nieve se derritió,<br />
cogió el primer autobús<br />
que llegó a Beroiz y se<br />
fue a Pamplona, donde<br />
compró la primera radio<br />
DESIDERIO MARTÍNEZ<br />
UNO DE LOS ÚLTIMOS HABITANTES DE BEROIZ<br />
leía para mantenerse conectado<br />
con la actualidad. La gran nevada<br />
de 1945, que comenzó a finales<br />
de diciembre y no terminó hasta<br />
principios de febrero, dejó incomunicado<br />
durante casi dos meses<br />
al pueblo. “Para mi padre fue<br />
mucho tiempo sin saber nada de<br />
lo que ocurría más allá del Valle,<br />
así que en cuanto la nieve se derritió,<br />
cogió el primer autobús que<br />
llegó a Beroiz y se fue a Pamplona,<br />
donde compró la primera radio de<br />
todo Izagaondoa para que nunca<br />
más volviese a pasar lo ocurrido”,<br />
cuenta Desiderio.<br />
Medio siglo juntos<br />
Bailador, dicharachero y músico.<br />
Así define Gloria Eslava, de 81<br />
años, a su marido Desiderio, un<br />
navarro que ya apuntaba maneras<br />
desde pequeño. Ya no es aquel<br />
niño que todas las mañanas iba<br />
desde Beroiz hasta Ardanaz, el<br />
pueblo vecino, para ir a la escuela.<br />
Los años han pasado por él, pero<br />
recuerda como si fuera ayer ese<br />
trayecto que hacían él y sus hermanos<br />
de lunes a viernes. “Cuando<br />
por la mañana íbamos al colegio,<br />
nos montábamos en el ‘coche’,<br />
es decir, en la burra. Cuando se<br />
enfadaba o se cansaba de nosotros,<br />
bajaba la cabeza y nos dejaba<br />
caer al suelo uno por uno”.<br />
A la escuela de Ardanaz iban<br />
niños de los pueblos de Beroiz y de<br />
Iriso. Un solo maestro se encargaba<br />
de enseñar todas las lecciones<br />
básicas a decenas de alumnos que<br />
aprovechaban cualquier momento<br />
para tirarse piedras o jugar a<br />
bandidos. “Teníamos una enciclopedia<br />
en la que había de todo,<br />
desde geometría hasta historia”,<br />
recuerda Desiderio. Tan solo había<br />
un aula con unas largas mesas<br />
para los párvulos y pupitres para
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
7<br />
▶ Desiderio Martínez subiendo al<br />
que un día fue su hogar.<br />
FOTO: Miguel de ribot<br />
los mayores. También había un<br />
armario donde se guardaba bajo<br />
llave los libros, los cuadernos y los<br />
papeles del profesor.<br />
Desiderio comenta que, durante<br />
la Guerra Civil, había unos<br />
sesenta chiquillos. “Todas las mañanas<br />
rezábamos el padrenuestro<br />
al empezar la clase y se cantaba el<br />
Cara al Sol, con la bandera izada”.<br />
Por aquella época, la catequesis<br />
era obligatoria. La escuela de<br />
Ardanaz se situaba al lado de la<br />
iglesia del pueblo, por lo que todas<br />
las mañanas el cura iba a hacerle<br />
una visita. “A las doce del mediodía<br />
llegaba el sacerdote a darnos<br />
las lecciones correspondientes”,<br />
recuerda Gloria.<br />
Desiderio y sus cinco hermanos<br />
pasaban todo el día fuera de<br />
casa y comían en Ardanaz un bocata<br />
que les preparaba su madre,<br />
María. “Una mujer de los pies a<br />
la cabeza, solidaria y humilde”,<br />
la describe su nuera Gloria. A las<br />
seis de la tarde los cinco hermanos<br />
volvían a Beroiz. “Llegábamos<br />
a casa, merendábamos y los<br />
tres niños nos poníamos a tocar la<br />
guitarra”, recuerda un nostálgico<br />
Desiderio.<br />
Gloria, como el resto de jóvenes<br />
de Izagaondoa, disfrutaba<br />
bailando a la luz de la luna los<br />
días grandes de las fiestas en los<br />
que los hermanos Martínez interpretaban<br />
los éxitos de aquellos<br />
años. “Tocaban como los ángeles.<br />
En muchas ocasiones él y sus hermanos<br />
iban de fiesta en fiesta por<br />
los pueblos del Valle”, comenta<br />
Gloria. En los festejos de Izagaondoa<br />
se solían reunir todos los jóvenes<br />
y pasaban la noche bailando<br />
al ritmo de la orquesta.<br />
Cuando las notas musicales dejaban<br />
de sonar, los mozos que no<br />
cabían en la Casa Nueva dormían<br />
en el pajar que había sido previamente<br />
habilitado. “Nos tumbábamos<br />
todos, uno al lado del otro,<br />
en fila india. Había uno que era el<br />
encargado de ir cubriéndonos con<br />
paja para no pasar frío”, cuenta al<br />
tiempo que se apodera de él una<br />
gran sonrisa.<br />
Una de las mañanas en las que<br />
Beroiz se despertaba llena de invitados,<br />
Desiderio y su cuadrilla<br />
decidieron gastarle una broma a<br />
Pololo, uno de los amigos que había<br />
asistido a las fiestas. “Le hicimos<br />
desayunar directamente de<br />
las ubres de las vacas, pensando<br />
él que después todos lo íbamos a<br />
hacer, qué inocente fue y cuánto<br />
nos reímos”, recuerda con un tono<br />
picarón.<br />
Fue en uno de esos festejos<br />
donde Desiderio, con apenas 16<br />
años, decidió sacar a bailar a Gloria,<br />
que tenía doce. Danzaron<br />
durante toda la velada del primer<br />
día. “Cuando llegué a casa, mi<br />
hermana Pilar le dijo a mi madre<br />
que había estado bailando<br />
con Desiderio y me castigó sin ir<br />
al día siguiente a las fiestas, pero<br />
me escapé y estuve bailando toda<br />
la noche con él”, cuenta Gloria.<br />
Aquellos fueron sólo los primeros<br />
compases de una relación que<br />
acumula más de 55 años de historia.<br />
En realidad, Gloria y Desiderio<br />
ya se conocían. Iban a la misma<br />
escuela y eso, unido a las pocas<br />
calles en las que transcurría su<br />
vida diaria, hizo que compartiesen<br />
muchos de los recuerdos de<br />
su infancia. “Uno de ellos, —narra<br />
Desiderio— fue la historia de las<br />
brujas”. Hubo una época en la que<br />
los niños del pueblo pensaban que<br />
había brujas sobrevolando las faldas<br />
de la solitaria peña de Izaga.<br />
Desiderio, con apenas once años,
8 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
La sonrisa se adueña de la cara de Desiderio Martínez cuando recuerda sus hazañas. FOTO: izania ollo<br />
El trabajo era muy<br />
duro, pero alguna que<br />
otra vez llegaba a<br />
trabajar directamente<br />
de una fiesta, era joven<br />
y lo podía hacer<br />
DESIDERIO MARTÍNEZ<br />
UNO DE LOS ÚLTIMOS HABITANTES DE BEROIZ<br />
también creía en la existencia de<br />
aquellos seres fantásticos. Recuerda<br />
que una noche, mientras<br />
estaba durmiendo en la tercera<br />
planta de la casa, escuchó un sonido<br />
y lo primero que se le vino a<br />
la cabeza fue la presencia de esas<br />
brujas de las que en la escuela no<br />
se dejaba de hablar. “Pasé toda<br />
la noche en vela y a la mañana<br />
siguiente, cuando salía para ir al<br />
colegio, me di cuenta de que lo<br />
que estaba sonando era el viejo<br />
acordeón que estaba en la ventana…”.<br />
La vida del campo<br />
Ahora los niños van al instituto,<br />
pero por aquel entonces a los doce<br />
años los pequeños pasaban a ser<br />
trabajadores, es decir, cambiaban<br />
el lápiz y el cuaderno por el rastrillo<br />
y la pala. Las niñas ayudaban<br />
a la madre en casa y los niños se<br />
iban a cultivar el campo. “El trabajo<br />
era muy duro, pero alguna<br />
que otra vez llegaba a trabajar<br />
directamente de una fiesta. Era<br />
joven y lo podía hacer”, comenta<br />
Desiderio entre risas.<br />
“De vez en cuando venían a<br />
vernos mis tres tías de Gipuzkoa.<br />
Iba a recogerlas a Iriso en las caballerías”,<br />
recuerda. Por aquel entonces,<br />
se pasaba mucha hambre<br />
en toda Navarra y las tías de Desiderio<br />
eran víctimas de aquella<br />
necesidad que azotaba a algunas<br />
zonas de España. “A la hora de comer<br />
mis tías se hartaron. Fue tan<br />
exagerada la comilona, que mi tía<br />
Juliana, incomodada de todo lo<br />
que había ingerido, se nos murió<br />
esa misma noche en casa”, narra<br />
Desiderio.<br />
Uno de esos días en los que la<br />
familia Martínez estaba por casa,<br />
se acercaron un par de guardias<br />
a comer. “Siempre había comida<br />
para el que viniera, tanto para<br />
los guardias como para los mendigos”,<br />
dice Desiderio. “La señora<br />
María siempre tenía algo para<br />
todos, era una mujer caritativa y<br />
buena”, apunta Gloria. Una tarde,<br />
después de que los Martínez compartieran<br />
mesa con los guardias,<br />
los agentes los invitaron a cazar.<br />
Por aquel entonces en el monte<br />
de Beroiz había liebres, codornices<br />
y perdices. Los tres hermanos<br />
aceptaron encantados y así,<br />
Desiderio, con apenas trece años<br />
y sin permiso de armas, estuvo<br />
cazando codornices toda la tarde.<br />
Los guardias desconocían que<br />
Desiderio y sus hermanos solían<br />
coger las escopetas que había por<br />
la casa y se iban al monte a cazar<br />
día sí, y día también.<br />
Sin embargo, aquellos momentos<br />
en que los pequeños hermanos<br />
Martínez aprendieron las<br />
técnicas de caza se marchitaron<br />
hace tiempo. “Desde que nos<br />
trasladamos a Pamplona el campo<br />
ha cambiado mucho. Ahora<br />
hay jabalíes. Nosotros solo vimos<br />
uno durante todos los años que<br />
La iglesia de San Martín de Beroiz. FOTO: miguel de ribot<br />
vivimos en el pueblo”. También<br />
terminaron, con el paso del tiempo,<br />
aquellos momentos en los que<br />
Desiderio dedicaba sus días por<br />
entero a realizar los trabajos del<br />
campo. Son recuerdos que quedaron<br />
grabados en su memoria,<br />
de la misma forma que evoca,<br />
rodeado de fotografías en blanco<br />
y negro, sus años de jornada<br />
laboral en una oficina. Trabajó<br />
durante más de treinta años en<br />
la empresa Papelera. “Llegué allí<br />
como peón, pero poco a poco y a<br />
base de esfuerzo y mucho trabajo<br />
terminé como jefe de expediente.<br />
Tuve que opositar y todo. El oficio<br />
era menos duro, eran ocho horas<br />
que comparadas con la que echábamos<br />
en el campo no suponían<br />
mucho para mi”, comenta Desiderio.<br />
El municipio que un día perteneció<br />
a la familia Martínez pasó a<br />
manos del marqués de Jaureguizar,<br />
el cual vivió allí unos meses<br />
y fue partícipe del último nacimiento<br />
del pueblo de Beroiz, el de<br />
su propia hija Teresa Dulce. Esos<br />
fueron los últimos llantos que se<br />
escucharon entre los gruesos muros<br />
de piedra del pueblo al que<br />
Desiderio vuelve para fotografiarse.<br />
Beroiz<br />
Año extinción: 1962<br />
Último habitante: Santos Martínez Orgade<br />
Pamplona
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
9<br />
beroiz DESIDERIO MARtínez, 85 años<br />
“Nueva<br />
York al<br />
lado de<br />
Beroiz es<br />
una birria”<br />
Una mañana de noviembre,<br />
Desiderio vuelve<br />
a Beroiz. Ahora vive<br />
en la ciudad y con su<br />
edad no puede ir siempre<br />
que quiere al pueblo<br />
que fue su hogar durante más<br />
de cincuenta años. Ya no es aquel<br />
chaval que corría por el Valle de<br />
Izagaondoa sin miedo a hacerse<br />
daño, sino que a sus 85 años necesita<br />
de la ayuda de su hijo César.<br />
Mientras Desiderio se arregla<br />
para emprender esta nueva aventura,<br />
Gloria, su mujer, le repite<br />
una y otra vez a su hijo: “Ten cuidado<br />
con papá porque ya no está<br />
para estos trotes”.<br />
A la hora acordada, Desiderio<br />
baja por las escaleras al rellano<br />
y la alegría se adueña de su cara.<br />
Antes de salir, tiene que hacer<br />
una última parada: se dirige a su<br />
coche y saca del maletero su bastón<br />
de madera con el que emprenderá<br />
un camino hacia el pasado<br />
lleno de recuerdos.<br />
Los nervios se van apoderando<br />
de él y sin haberse montado en el<br />
vehículo, mira su reloj, hace algún<br />
cálculo mental y dice con la<br />
sonrisa dibujada en la cara: “Tardaremos<br />
unos treinta minutos en<br />
llegar al pueblo”. Cuando el coche<br />
entra en Izagaondoa, recuerda<br />
cómo se construyó esa carretera<br />
serpenteante que lleva hasta<br />
Beroiz. “Tres años tardaron en<br />
hacer este camino que llega hasta<br />
Lumbier, el último municipio.<br />
Lo hicieron a base de pico y pala.<br />
Ahora, con las máquinas que hay,<br />
se haría en dos días”.<br />
Pueblo por pueblo, Desiderio<br />
va recitando cuál es cada uno.<br />
“Zuazu, Reta, Ardanaz… Allí fue<br />
donde terminé la ‘universidad’<br />
sin ninguna nota pendiente y salí<br />
con trabajo fijo”, dice con un tono<br />
guasón. Al dejar atrás Iriso, la última<br />
localidad antes de llegar a<br />
Beroiz, se incorpora y se pone recto<br />
para observar la villa que le vio<br />
nacer, crecer y de la que guarda<br />
tantos recuerdos, y añade mirando<br />
al reloj: “Justo lo que yo había<br />
dicho, treinta minutos clavados”.<br />
Bastón en mano, Desiderio se<br />
pone en marcha para llegar cuanto<br />
antes a la llanura donde tanto<br />
tiempo pasó trabajando. Pero antes<br />
tiene que subir la cuesta que<br />
cada vez que vuelve al pueblo se<br />
le hace más empinada. A mitad<br />
del recorrido se detiene para coger<br />
aire, y señala una iglesia en lo<br />
alto de la ladera de Izaga. “Hasta<br />
ahí íbamos cada primavera para<br />
celebrar la romería de San Miguel<br />
de Izaga. Subíamos hasta la<br />
iglesia de Zuazu con las cruces,<br />
cantando las letanías”, rememora<br />
Desiderio.<br />
Una vez que coge aire, retoma<br />
el camino con cierto nerviosismo,<br />
como si de la noche de Reyes<br />
se tratase. A cada paso que da la<br />
sonrisa se hace más presente en<br />
su rostro. Cuando ya se ve una<br />
de las casas de Beroiz, el palacio,<br />
donde <strong>vivía</strong>n el pastor y su familia,<br />
Desiderio cuenta que cuando<br />
ellos se trasladaron a Pamplona,<br />
los mayorales empezaron a utilizar<br />
las viviendas como cobertizo<br />
para guardar las cabras y ovejas.<br />
Una vez que llega a la explanada,<br />
señala con el cayado lo que antes<br />
era su casa y dice: “Ahí <strong>vivía</strong> yo”.<br />
Se aproxima al que fue su hogar<br />
durante más de veinte años y destaca<br />
la fachada tan recta que tiene<br />
a pesar de todo el tiempo que<br />
ha pasado. A los pies del que fue<br />
su hogar cada vez se amontonan<br />
más piedras que se van desplomando<br />
por la falta de cuidado y<br />
por los robos de esas grandes y<br />
valiosas rocas.<br />
“Dentro de la casa estaba el<br />
horno para hacer el pan junto<br />
con la amasandería. En la parte<br />
de abajo era donde guardábamos<br />
el rebaño y las caballerizas.<br />
En la tercera planta estaban<br />
el resto de dormitorios”,<br />
explica. La ventana del<br />
cuarto de Desiderio, situado<br />
en el último piso, da a<br />
donde se celebraban los bailes<br />
y las fiestas del pueblo. “Cuántas<br />
noches he pasado asomado a la<br />
ventana viendo a la gente bailar y<br />
disfrutar. Pero en cuanto tuve la<br />
edad suficiente para unirme a los<br />
festejos, cogía el laúd o la guitarra<br />
Desiderio Martínez señalando la que fue su casa. FOTO: izania ollo<br />
y animaba las noches junto a mis<br />
hermanos”.<br />
En Casa Nueva, la de la familia<br />
Martínez, estaba la bodega, de la<br />
que hoy solo queda en pie la torre<br />
rodeada de matojos que hacen<br />
que no se pueda apreciar su estilo<br />
románico. Desiderio pasó muchas<br />
horas haciendo vino ahí. “Fabricaba<br />
de dos tipos: el bueno y el malo.<br />
Una vez, cogí un garrafón y me lo<br />
llevé al confesionario de la iglesia.<br />
Solo sabía yo que eso estaba allí,<br />
así que de vez en cuando iba y le<br />
daba un sorbo para alegrarme el<br />
día”, recuerda con cara picarona.<br />
Desiderio camina con su bastón<br />
hacia la iglesia y murmura<br />
Cuántas noches pasé<br />
asomado a la ventana<br />
viendo a la gente<br />
bailar y disfrutar<br />
DESIDERIO MARTÍNEZ<br />
UNO DE LOS ÚLTIMOS HABITANTES DE BEROIZ<br />
entre risas: “Nueva York al lado de<br />
esto es una birria”. La capilla solo<br />
se abría el día de las almas y el día<br />
de San Martín. A pesar del mal<br />
estado del suelo, es el edificio que<br />
mejor se conserva. “Seguramente<br />
vinieron los vándalos y levantaron<br />
las piedras en busca de oro, ya<br />
que antes se enterraban ahí a los<br />
muertos”. La iglesia, dedicada a la<br />
advocación de San Martín, tenía<br />
un coro y un campanario. “Teníamos<br />
una imagen de una Virgen<br />
y otra de Santa Catalina”, añade<br />
Desiderio. Varios representantes<br />
del obispado fueron a Beroiz para<br />
convencerles de que lo mejor era<br />
llevarse la figura de Santa Catalina<br />
al Museo Diocesano. Pero la<br />
familia Martínez no aceptó. Ya<br />
cuando en 1962 el marqués de<br />
Jaureguizar era dueño del pueblo,<br />
la imagen fue trasladada al museo.<br />
Mientras pasea por los caminos,<br />
tiene que ir abriéndose paso<br />
por las malas hierbas que han<br />
ido creciendo por el abandono.<br />
Recuerda cómo le gustaba cazar.<br />
Uno de esos días en los que<br />
la nieve cubría de blanco todo el<br />
Valle, Desiderio decidió salir a cazar,<br />
pese a que estaba prohibido.<br />
Encontró el rastro de una liebre<br />
y comenzó a seguirla, pero cuando<br />
estaba a punto de dar con ella,<br />
uno de los trabajadores que había<br />
por allí, le avisó de que los guardias<br />
se estaban acercando, así que<br />
tuvo que dejar de seguir el rastro<br />
y escaparse. “Me escondí tras un<br />
árbol, pero no servía de nada ese<br />
escondite, porque estaba rodeado<br />
por el rastro de la liebre. Así que<br />
tuve que dar un gran salto para<br />
despistarlos”, comenta con un<br />
tono divertido.<br />
“Trabajé mucho, pero no lo<br />
cambiaría”, dice Desiderio mientras<br />
deja atrás su Casa Nueva y<br />
la bodega. Con el cayado vuelve<br />
a señalar a otra ladera que rodea<br />
la cuenca de Beroiz. “Desde allí<br />
bajamos el agua a base de pico y<br />
pala. Conseguimos tener agua<br />
corriente en toda la casa, un lujo<br />
para aquella época y sobre todo<br />
cuando llegaba el invierno…”,<br />
afirma satisfecho. La felicidad<br />
se ha apoderado de Desiderio al<br />
igual que sus recuerdos, lo que<br />
hace que en su rostro se note la<br />
melancolía.<br />
Cuando es la hora de bajar la<br />
cuesta, Desiderio agarra con fuerza<br />
el bastón para no tropezar. Y<br />
comienza a bajar cuidadosamente<br />
entre las hierbas que cubren lo<br />
que en su día fue un camino de<br />
piedras. No ha llegado todavía al<br />
coche cuando añade: “Pronto volveremos”.
10 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
peña josé antonio landa, 77 años<br />
“Lo que<br />
más echo<br />
de menos<br />
es la paz”<br />
El último niño que nació en Peña, José<br />
Antonio Landa Leoz, recuerda los días<br />
que pasó en el pueblo que le vio crecer<br />
Escrito por<br />
MIGUEL DE RIBOT<br />
blanca lara<br />
José Antonio Landa Leoz,<br />
de 77 años, pasó su infancia<br />
a 1.070 metros de altura.<br />
Recuerda que, cuando<br />
corría cuesta abajo por las<br />
empinadas calles del pueblo,<br />
su abuela siempre lo<br />
perseguía despavorida al grito de<br />
“¡Te vas a matar!”. El lugar donde<br />
sucedieron aquellas escenas<br />
es Peña, un pequeño pueblo de la<br />
merindad de Sangüesa, en el que<br />
José Antonio Landa fue el último<br />
habitante en nacer en 1939.<br />
Las casas de Peña, construidas<br />
sobre una meseta inclinada, tuvieron<br />
que ser obra del mejor de<br />
los arquitectos, quien supo cómo<br />
levantar los cimientos para que<br />
las paredes no acabasen cayendo<br />
por el precipicio. La vida ahí puede<br />
parecer complicada, pero más<br />
allá de los adultos que tenían que<br />
trabajar las tierras, por esos lugares<br />
se movían tanto niños como<br />
ancianos.<br />
Hasta los ocho años, José Antonio<br />
era uno de esos niños que<br />
corría por la ladera de la sierra de<br />
Peña. “Esto lo habré recorrido yo<br />
unas doscientas mil veces”, dice<br />
señalando una fotografía de su<br />
pueblo. El fútbol también llegó<br />
a este municipio donde los niños<br />
crecieron, como cualquiera de su<br />
época, creyéndose Di Stefano o<br />
Pelé. En sus recuerdos se mezclan<br />
vivencias cargadas de nostalgia<br />
con algunos momentos que rozaron<br />
la tragedia. Entre estos últimos,<br />
hay uno que José Antonio<br />
tiene grabado a fuego. “Un día de<br />
verano, mientras le daba patadas<br />
al balón con unos amigos, la pelota<br />
cayó encima de unos matorrales.<br />
Cuando fuimos a recogerla,<br />
uno de los niños que había venido<br />
a pasar las vacaciones, pisó en lo<br />
que resultó ser un falso suelo. Fue<br />
entonces cuando se produjo el<br />
fatal desenlace”, recuerda. El pequeño<br />
se hundió y cayó barranco<br />
abajo hasta perder la vida.<br />
Por las mañanas se despedía a<br />
los hombres que se iban a trabajar<br />
al campo, mientras las mujeres se<br />
quedaban en casa haciendo las tareas<br />
del hogar y los niños se iban<br />
a la escuela. Pero antes de acudir<br />
a las clases todos los pequeños tenían<br />
que hacer algunos recados.<br />
Con apenas cinco años, José Antonio<br />
también tenía sus encargos:<br />
“Nada más levantarme tenía que<br />
ir a buscar agua para todo el día,<br />
los cántaros pesaban bastante y el<br />
pozo estaba lejos”.<br />
Eran muchas las horas de juego<br />
y diversión que había en este<br />
pueblo. José Antonio rememora<br />
las aventuras que vivió con sus<br />
amigos: sus excursiones por los<br />
pasillos subterráneos que iban de<br />
la iglesia al castillo; o la vez que se<br />
fueron al monte sin decir nada y<br />
aparecieron por la noche, cuando<br />
su abuela, sus tías y varias personas<br />
más estaban buscándolos.<br />
“Cuando volvimos nos pegaron<br />
una buena paliza”, recuerda entre<br />
risas José Antonio.<br />
Cada domingo el pueblo tomaba<br />
un descanso: no se iba a trabajar,<br />
ni a la escuela; sino que se<br />
celebraba el día con la familia y<br />
yendo a cazar. Todos los días<br />
de guardar, el sacerdote<br />
subía a caballo. “Cuando lo<br />
veíamos venir, tocábamos las<br />
campanas para que todos los<br />
vecinos se enterasen”. En Semana<br />
Santa no podían hacerlas sonar,<br />
por lo que sacaban las carracas<br />
e iban por las calles para avisar a<br />
todos los vecinos de que llegaba la<br />
hora de ir a misa.<br />
Gran parte de la villa estaba<br />
habitada por las familias Leoz<br />
Nada más levantarme<br />
tenía que ir a buscar<br />
agua para todo el<br />
día, los cántaros<br />
pesaban bastante y el<br />
pozo estaba lejos<br />
José Antonio Landa<br />
ÚLTIMO NACIDO EN PEÑA<br />
y Landa. En Peña llegó a haber<br />
doce casas, pero sus habitantes se<br />
fueron yendo hasta que en 1950<br />
sólo quedaron tres. Los primeros<br />
de la familia de José Antonio en<br />
llegar a este pueblo fueron sus<br />
abuelos, tanto paternos como maternos.<br />
Un pueblo, una familia<br />
Por aquel entonces, todos los<br />
hombres tenían que cumplir<br />
el servicio militar obligatorio.<br />
“Cuando mi padre se fue a la mili,<br />
en la casa de los Leoz estaban<br />
de fiesta por el nacimiento de su<br />
última hija, la que años después<br />
sería mi madre”, narra José Antonio<br />
emocionado mientras mira<br />
un retrato de sus progenitores
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
11<br />
▶ José Antonio Landa<br />
narra su niñez en el que<br />
siempre será su pueblo.<br />
FOTO: izania ollo<br />
Peña<br />
Año de extinción: 1952<br />
Último habitante: Nicanor Leoz<br />
Pamplona<br />
Como no teníamos<br />
ningún tipo de contrato,<br />
nos tuvimos que ir. Nos<br />
fueron despachando<br />
uno por uno<br />
José Antonio Landa<br />
ÚLTIMO NACIDO EN PEÑA<br />
que hay en el salón. En<br />
esta pareja había una diferencia<br />
de 19 años. “El enlace<br />
entre mis padres tuvo sus más y<br />
sus menos. Mi abuelo materno no<br />
era muy partidario de esta boda,<br />
pero al final cedió y hoy es el resultado<br />
de ese gran momento”,<br />
recuerda felizmente. Durante la<br />
Guerra Civil, cambiaron las tornas<br />
en el pueblo: la mayoría de<br />
los hombres, que habitualmente<br />
se encargaban de sacar adelante<br />
el trabajo en el campo, tuvieron<br />
que acudir al frente, por lo que<br />
la localidad quedó a cargo de las<br />
mujeres.<br />
“Cuando la Guerra acabó, todo<br />
volvió a la normalidad”, explica<br />
José Antonio. Su tío Nicanor retomó<br />
su trabajo como cartero: tenía<br />
que bajar todos los días a Torre<br />
de Peña, coger una bicicleta e<br />
ir hasta Sangüesa, donde recogía<br />
y repartía el correo por las Bardenas.<br />
Por ello, al mismo tiempo<br />
hacía de guarda. El resto del pueblo<br />
también reanudó sus tareas.<br />
Una parte importante de este enclave<br />
rodeado de vegetación era<br />
el horno donde cada semana las<br />
familias se turnaban para hacer<br />
pan. Había trabajo para todos:<br />
la gente mayor también ayudaba<br />
en las tareas, a pesar de las dificultades<br />
del terreno. “Abajo, en el<br />
barranco, a una hora y media del<br />
pueblo, teníamos unos huertos a<br />
los que mi abuela iba a buscar las<br />
verduras”, recuerda José Antonio.<br />
Pero si hay algo que este navarro<br />
recuerda como un hecho de especial<br />
dificultad eran aquellos momentos<br />
en los que algún vecino<br />
enfermaba. Entonces, “se montaban<br />
en el burro para bajarlos<br />
hasta Torre de Peña, un pueblo<br />
cercano al que acudía el médico”.<br />
No había electricidad, por lo<br />
que utilizaban candiles para iluminar<br />
las casas. Tampoco tenían<br />
calefacción. Utilizaban leña para<br />
calentarse en esos inviernos fríos<br />
que dejaban grandes mantos de<br />
nieve. Y en las casas no había<br />
cristales por lo que las ventanas<br />
estaban tapadas con trapos. “Debíamos<br />
ser más fuertes”, dice José<br />
Antonio.<br />
Un cazador de siete años<br />
José Antonio todavía siente ese<br />
amor por la caza que le inculcaron<br />
desde pequeño. En los años<br />
cuarenta, Peña sobre<strong>vivía</strong> gracias<br />
a la montería, una de las grandes<br />
fuentes de alimentación para el<br />
pueblo. “Más allá de ir a la escuela,<br />
lo que hacíamos era tirar<br />
piedras e ir con mis tíos a cazar.<br />
Con tan solo siete años ya subía a<br />
la cima a capturar algún animal”,<br />
comenta. A los ocho años ya estaba<br />
a tiro limpio con todo lo que<br />
corría por el monte. “Te asomabas<br />
a las piedras y teníamos conejos<br />
y más conejos. Solo tenías que<br />
echar un vistazo desde la ventana<br />
y matabas lo que querías”, comenta<br />
reviviendo aquellos años en los<br />
que había una plaga de gazapos.<br />
Pese a estar en una zona un<br />
tanto inaccesible, en Peña se<br />
comía bien y “nunca faltaba de<br />
nada”. El pescado era un auténtico<br />
manjar que muy de vez en<br />
cuando su tío Nicanor traía de<br />
Torre de Peña. Otras veces eran<br />
las mujeres quienes bajaban a por<br />
esta codiciada “carne de mar”.<br />
Pero el gran problema que había<br />
con el pescado era en verano,<br />
porque no tenían nevera y los alimentos<br />
no se podían conservar.<br />
Lo único que les servía era una<br />
fresquera que tenían en la ventana<br />
y que mantenía conservado en<br />
buen estado los alimentos cuando<br />
la temperatura exterior era cálida.<br />
Las fiestas de Peña eran un reclamo<br />
para todos los municipios<br />
de la zona e incluso se acercaba<br />
gente desde Pamplona. Cada 11<br />
de noviembre se festejaba San<br />
Martín y se celebraba una misa en<br />
honor al patrón del pueblo, además<br />
de realizarse una procesión<br />
por todas las calles de la villa. Era<br />
tradición matar un cordero y se<br />
terminaba el día con los bailes al<br />
son de los músicos que iban desde<br />
Sos del Rey Católico. (Zaragoza).<br />
Los primeros que decidieron<br />
marcharse de esta meseta fueron<br />
los Landa-Leoz, quienes se mudaron<br />
a un caserío cuando José<br />
Antonio apenas tenía tres años.<br />
El pequeño se quedó viviendo con<br />
su abuela y estuvo yendo al colegio<br />
hasta que tuvo que marcharse.<br />
El éxodo de los habitantes de<br />
Peña no fue por mero gusto. Los<br />
condes de Elio, dueños del pueblo,<br />
solicitaron a los vecinos que<br />
lo fueran abandonando. Pasaron<br />
unas cartas donde decían que<br />
ellos mismos querían trabajar<br />
las tierras. La idea fue del yerno<br />
del conde, que quería poner en<br />
práctica su profesión de ingeniero<br />
agrónomo. “Como no teníamos<br />
ningún tipo de contrato, nos tuvimos<br />
que ir. Nos fueron despachando<br />
uno por uno”, dice este<br />
antiguo habitante.<br />
Los únicos que se quedaron<br />
fueron su tío Nicanor, que trabajó<br />
de guarda y de encargado del correo,<br />
y su tía Asunción que se quedó<br />
trabajando como agricultora.<br />
Vivieron allí poco tiempo más,<br />
pero mientras ellos estuvieron<br />
ahí, José Antonio seguía subiendo<br />
a Peña siempre que podía a cazar.<br />
Un tiempo más tarde, en la década<br />
de los sesenta, en esas casas<br />
abandonadas, se instaló un ermitaño<br />
belga que estuvo varios<br />
años. Era el padre Arnaldo de<br />
Liedekerke, un monje dominico<br />
que había sido ingeniero, pero<br />
tras sufrir una descarga eléctrica<br />
cuando estaba en una torre de<br />
alta tensión, su vida cambió de un<br />
modo radical y se trasladó a las<br />
tierras de los condes de Elio. “Solo<br />
comía pan, huevo, trigo y leche.<br />
Semanalmente subíamos a dejarle<br />
la comida en una encina. Nunca<br />
le veíamos pero, -prosigue José<br />
Antonio- cuando se ponía malo,<br />
sacaba una sábana blanca por la<br />
ventana y la dejaba colgada, era<br />
su manera de comunicarse”.<br />
Hasta pasada la adolescencia,<br />
José Antonio no había puesto un<br />
pie en Pamplona. “La primera vez<br />
que la vi no me causó tanta sensación,<br />
aunque se me hizo extraño”,<br />
confiesa José Antonio. Cuando<br />
tuvo la edad suficiente pasó a<br />
trabajar en la empresa La papelera,<br />
donde permaneció 37 años.<br />
Asegura que allí se formó como<br />
trabajador y creció como persona.<br />
Poco a poco iba escalando puestos<br />
con mucho esfuerzo. Tras esas<br />
décadas de duro trabajo se jubiló<br />
y ahora lleva 16 años compaginando<br />
lo que más le gusta: estar<br />
con su familia e ir a cazar.<br />
José Antonio llevó a gala el ser<br />
el último nacido en Peña hasta<br />
que un trámite administrativo<br />
lo hirió en su orgullo. “La última<br />
vez que volví a renovarme el carnet<br />
me dijeron que ya no existía<br />
mi pueblo como tal”. Al parecer,<br />
Los niños de la<br />
vieja escuela<br />
el municipio que vio nacer al mayor<br />
de los Landa no estaba al corriente<br />
de pagos, por lo que pasó a<br />
depender de Javier, aldea a la que<br />
llevaron todos los papeles de Peña<br />
tras quedar deshabitado.<br />
Aunque en el documento de<br />
identidad de José Antonio ponga<br />
que él es de Javier, su corazón<br />
estará en aquel pueblo que conocía<br />
como la palma de su mano.<br />
Hoy vuelve abrir ese cerrojo de<br />
su memoria que guarda tantos<br />
apreciados recuerdos y concluye:<br />
“Lo que más echo de menos es la<br />
paz que tenía cuando estaba en<br />
Peña. Nunca más la he vuelto a<br />
encontrar”.<br />
Antiguos compañeros de la escuela a la que iba José Antonio.<br />
José Antonio estuvo en la escuela<br />
de Peña hasta los ocho años.<br />
Las niñas que venían de Sofuentes<br />
tenían por lo menos hora y<br />
media de camino para llegar a<br />
clase. Allí se juntaban unos diez o<br />
doce niños cada día. “El maestro<br />
que nos enseñaba era manco,<br />
pero era increíble como tocaba<br />
el piano”, dice José Antonio.<br />
El docente era mayor cuando<br />
llegó a Peña, pero se casó poco<br />
tiempo después con una tía de<br />
José Antonio.<br />
A los pocos años, cuando su<br />
abuela se fue del pueblo, José<br />
Antonio se tuvo que cambiar de<br />
escuela y cerrar así una etapa de<br />
su niñez en la que había aprendido<br />
mucho. “Cuando me cambiaron<br />
a la otra escuela, a los dos<br />
meses me subieron de curso,<br />
porque yo ya sabía multiplicar,<br />
dividir… En Peña nos enseñaban<br />
de todo”, afirma con orgullo.<br />
No solo los niños eran los que<br />
aprendían durante esa época.<br />
Después de volver de la mili, los<br />
padres que habían nacido ahí<br />
y que no habían podido ir a la<br />
escuela porque no disponían de<br />
maestro, recibieron las clases<br />
correspondientes para ponerse<br />
al día. “Era una escuela nocturna<br />
que el maestro había organizado”,<br />
relata. Entre aquellas<br />
paredes descansan buena parte<br />
de los recuerdos de su infancia.
12 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 De NoViembre De 2015<br />
Tras la pista de Walke<br />
El piloto británico Donald Cecil Broadbent Walker murió tras<br />
estrellar su avión contra un monte de Peña durante la II Guerra<br />
Mundial. Documentos inéditos reconstruyen su historia<br />
Escrito por<br />
PaU flUriacH<br />
izaNia ollo<br />
El 11 de noviembre de 1943 la Segunda<br />
Guerra Mundial llegó al<br />
remoto municipio de Peña. El<br />
pueblo, hoy abandonado, está situado<br />
a 1.070 metros de altitud al<br />
sureste de Navarra, al borde de un<br />
barranco. Por entonces, apenas se<br />
contaban doce casas entre sus calles.<br />
Sus habitantes <strong>vivía</strong>n ajenos a<br />
la contienda en la burbuja de una<br />
España que trataba de mantenerse<br />
en terreno neutral. Pero un inesperado<br />
suceso los sumergió en<br />
la batalla.<br />
Aquel día se respiraba un ambiente<br />
alegre y jovial en las calles,<br />
ya que se celebraba el día de su patrón,<br />
San Martín. La gente de los<br />
poblados vecinos se acercaba a las<br />
fiestas, sobre la cima de una pendiente<br />
rocosa casi intransitable<br />
cerca de Sangüesa. Algunos incluso<br />
venían a caballo. A las 12.30<br />
del mediodía se celebraba la misa<br />
como era costumbre y dio comienzo<br />
la procesión por las calles de<br />
Peña.<br />
De repente, se levantó un fuerte<br />
viento. Al principio los vecinos no<br />
se sorprendieron, por lo desprotegido<br />
que está el lugar de las inclemencias<br />
del tiempo. Entonces, un<br />
avión envuelto en llamas cruzó el<br />
cielo dejando a su paso una larga<br />
11 nOVIemBre 1943<br />
cArTA A UnA mADre SOBre el SUceSO<br />
Un vecino de Peña le explica en una carta<br />
a su madre cómo fue testigo del accidente<br />
mortal sufrido por el capitán Walker.<br />
Saliendo de misa todo el pueblo vio cómo<br />
un avión en llamas cruzaba el cielo hasta<br />
chocar contra un monte cercano a la villa.<br />
12 nOVIemBre 1943<br />
ApArece el cOpIlOTO Del AVIón<br />
Al día siguiente del suceso de Peña, un agente de la Guardia<br />
Civil encuentra en Sos del Rey Católico (Zaragoza) al copiloto,<br />
Arthur Maurice Crow, herido junto al paracaídas. Con este<br />
telegrama se informa al General Jefe del Estado Mayor del<br />
Ejército del Aire situado en Madrid.<br />
21 nOVIemBre 1943<br />
el enTIerrO Del cApITán WAlKer<br />
El dueño de la finca en la que chocó el avión<br />
escribe una carta al vicecónsul de Gran Bretaña,<br />
explicando que le enviará una foto de Peña para que<br />
la remita a la familia del capitán Walker y así sepan<br />
dónde está enterrado el aviador.<br />
Fuente de los documentos: Mikel Navarro Ayensa, investigador y periodista.<br />
16 mArzO 1950<br />
AcTúA lA cOmISIón ImperIAl BrITánIcA<br />
De SepUlTUrAS De gUerrA<br />
El cónsul británico envía una carta al duque de Peña,<br />
Gabriel María de ybarra, preguntándole quién es<br />
el dueño del cementerio y si la Comisión Imperial<br />
Británica de Sepulturas de Guerra podría erigir una<br />
lápida al piloto. Días después el duque accedería a<br />
las peticiones del gobierno británico.
25 De NoViembre De 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
13<br />
r<br />
estela de humo. El aparato desapareció<br />
entre los árboles y se estrelló<br />
en el monte. Los habitantes del<br />
pueblo fueron a todo correr hacia<br />
el avión estrellado, modelo De Havilland<br />
Mosquito con matrícula<br />
LR478. Se trataba de un vehículo<br />
de la Segunda Guerra Mundial<br />
hecho prácticamente de madera.<br />
Al llegar al lugar del siniestro se<br />
encontraron varios restos de la aeronave<br />
y del piloto esparcidos por<br />
el terreno. En ese momento nadie<br />
sabía que la víctima era el capitán<br />
Donald Cecil Broadbent Walker.<br />
El capitán Walker era un ciudadano<br />
inglés de 28 años que combatió<br />
en la Royal Air Force (RAF)<br />
con el rango de Wing Comander<br />
(jefe de ala). Pertenecía al escuadrón<br />
544 y su número de identificación<br />
era el 25.126. Fue alcanzado<br />
por baterías alemanas cerca<br />
de Toulouse, mientras cumplía la<br />
arriesgada misión de fotografiar<br />
ciudades ocupadas por los alemanes<br />
en el sur de Francia. El plan<br />
era aterrizar en las llanuras del río<br />
el capitán Walker<br />
falleció a los 28 años<br />
y fue enterrado en el<br />
cementerio de Peña<br />
Ebro, pero el aparato estaba descontrolado<br />
y tanto Walker como<br />
su copiloto, Arthur Maurice Crow,<br />
escocés nacido en 1921, decidieron<br />
saltar en paracaídas. Crow saltó y<br />
cayó en Sos del Rey Católico (Zaragoza),<br />
pero el capitán Walker<br />
no tuvo tanta suerte. Al abrir su<br />
paracaídas, se quedó enganchado<br />
en la cola del avión y falleció. Los<br />
vecinos de Peña lo enterraron en<br />
su cementerio, en el que años después<br />
la Comisión Imperial de Sepulturas<br />
de Guerra de la RAF le<br />
colocaría una lápida para honrar<br />
su memoria.<br />
En el War Memorial de Malton,<br />
ciudad de North Yorkshire (Inglaterra),<br />
de la que Walker era originario,<br />
aparece su nombre junto al<br />
de otros soldados que murieron<br />
en combate durante la Segunda<br />
Guerra Mundial. Su compañero,<br />
Arthur Maurice Crow, falleció el<br />
PEÑA<br />
Año de extinción: 1952<br />
Último habitante: Nicanor Leoz<br />
Pamplona<br />
29 de diciembre de 1944, a la edad<br />
de 23 años, en un bombardeo<br />
que tuvo lugar cuando estaba de<br />
misión en Berlín. Puede que fuese<br />
fruto de la casualidad, o puede<br />
que esta historia sea la suma<br />
de ellas, pero un dato es el hecho<br />
de que el mismo día de la muerte<br />
del capitán, los países miembros<br />
de la Commonwealth celebran el<br />
Remembrance Day (11 de noviembre).<br />
En él, una sencilla amapola<br />
decora las solapas de los ciudadanos<br />
con el fin de recordar a todos<br />
los caídos en el extranjero durante<br />
los tiempos de guerra.<br />
Lejos de tierras inglesas, en un<br />
remoto rincón de Navarra, los caídos<br />
en la guerra también reciben<br />
su particular homenaje. Aún hay<br />
quien asciende hasta el pequeño<br />
cementerio situado en la parte<br />
más alta del pueblo, para honrar la<br />
memoria del capitán el primer día<br />
de noviembre. Allí se encuentra,<br />
oculto entre los árboles, el camposanto<br />
en el que algunos apellidos<br />
navarros comparten unos pequeños<br />
metros cuadrados con el aviador<br />
inglés.<br />
13 nOVIemBre 1943<br />
lOS pIlOTOS IDenTIFIcADOS<br />
En este informe el teniente del Estado Mayor del Ejército del Aire,<br />
Gerardo San Román Alonso, describe la inspección realizada por dos<br />
ingenieros aeronáuticos de la base de Logroño a los restos del avión<br />
inglés. Por fin se descubren las identidades de los pilotos y algunos<br />
detalles del aeroplano.<br />
17 nOVIemBre 1943<br />
DeTAlleS Del SUceSO<br />
El gobernador civil de Navarra remite este informe<br />
al Jefe del Estado Mayor del Ministerio del Aire en<br />
el que se describe la cronología de los hechos y<br />
el escenario del siniestro. En este documento se<br />
destaca que el cuerpo del piloto quedó destrozado a<br />
causa del impacto.<br />
AcTUAlIDAD<br />
lA TUmBA De WAlKer<br />
Cada 11 de<br />
noviembre los<br />
vecinos de los<br />
alrededores<br />
visitan la tumba<br />
del piloto Donald<br />
Cecil Broadbent<br />
Walker y dejan<br />
flores en su<br />
memoria.<br />
14 JUlIO 1952<br />
lA DUeñA Del TerrenO De lA SepUlTUrA<br />
El último documento es una carta del<br />
cónsul británico a la condesa de la<br />
Casa-Real de Torre de Peña, dueña<br />
del terreno en el que está enterrado el<br />
aviador inglés.
14 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
Este pueblo es mío<br />
Los dueños de Ulozi y Celigueta tienen visiones distintas sobre la gestión de sus terrenos. El marqués de<br />
Jaureguizar recibió Ulozi por herencia mientras que la familia Indurain Larraya compró Celigueta. Uno visita el<br />
pueblo a menudo y el otro lo trabaja de sol a sol, pero el objetivo es el mismo: mantenerlos con vida<br />
Escrito por loreto sáez Ilustraciones por GEMMA ABADÍA<br />
ulozi<br />
Propiedades para<br />
un marqués<br />
Ulozi, heredado por el marqués de Jaureguizar, ha dejado de estar<br />
deshabitado para convertirse en un asentamiento okupa<br />
La historia de Ulozi está<br />
vinculada a la historia<br />
de la familia Rada,<br />
poseedora del marquesado<br />
de Jaureguizar y<br />
una de las doce familias<br />
de ricoshombres del viejo<br />
Reino de Navarra. Hoy, y<br />
desde hace más de quinientos<br />
años, es uno más en la lista de<br />
despoblados de Navarra, pero<br />
despoblado no significa abandonado.<br />
El actual propietario<br />
de Ulozi es el también hoy VIII<br />
marqués de Jaureguizar, Iñigo<br />
Pérez de Rada y Cavanilles,<br />
de 46 años y economista. A él<br />
le preceden ocho generaciones<br />
de marqueses y marquesas<br />
que han ido heredando distintos<br />
pueblos de Navarra desde<br />
que en 1748 el rey Juan Carlos<br />
VII de Nápoles decidiera cederles<br />
el título nobiliario como<br />
recompensa por sus altos méritos<br />
y servicios a la corona.<br />
Hoy, los distintos herederos<br />
de la familia Pérez de Rada<br />
son propietarios de varios pueblos<br />
deshabitados de Navarra.<br />
Zuza es propiedad de Gloria<br />
Pérez de Rada, marquesa de<br />
Valdavia y, Mendinueta pertenece<br />
a Alberto Pérez de Rada,<br />
actual marqués de Zabalegui.<br />
Ambos son tíos del actual<br />
marqués y hermanos del VII<br />
y anterior marqués de Jaureguizar,<br />
Francisco Javier Pérez<br />
de Rada y Díaz Rubín, fallecido<br />
en 2013. La propiedad de<br />
los pueblos proviene del título<br />
nobiliario heredado hace 267<br />
años y actualmente en la octava<br />
generación.<br />
Sin embargo, Ulozi queda<br />
lejos de mantener cierto aire<br />
aristocrático: desde hace tres<br />
años es un asentamiento okupa,<br />
como los que existen en los<br />
pueblos cercanos de Uli-Alto<br />
y Rala. Un día que el propietario,<br />
Iñigo Pérez de Rada,<br />
visitó su pueblo se dio cuenta<br />
de la existencia de sus nuevos<br />
“inquilinos”. En la entrada del<br />
asentamiento cuelga un cartel<br />
con un conjunto de letras que<br />
él mismo todavía no ha sido<br />
capaz de descifrar. Pérez de<br />
Rada también comenta que,<br />
“en mi casa han robado el arco<br />
de la portalada, justamente<br />
desde que los okupas habitaron<br />
mi pueblo”.<br />
No es cuestión de disputas<br />
sino de conciencia. “Me<br />
da pena porque está todo lleno<br />
de botellas de alcohol tiradas<br />
por el suelo, aunque ellos<br />
dicen estar muy concienciados<br />
con el ecologismo y respeto al<br />
medioambiente”, dice el marqués.<br />
Él asegura que está dispuesto<br />
a que vivan en su pueblo:<br />
“A mi no me importa que<br />
estén, lo que no quiero son las<br />
condiciones en las que están”.<br />
Al marqués de Jaureguizar<br />
no le preocupa tanto el estado<br />
en que puedan estar dejando<br />
Ulozi, sino las personas que<br />
lo okupan: “Que a medida que<br />
iñigo pérez de rada, 46 AÑOS<br />
MARQUÉS DE JAUREGUIZAR<br />
"ME DA PENA PORQUE ESTA TODO LLENO DE<br />
BOTELLAS DE ALCOHOL POR EL SUELO"<br />
"NO me importa que haya oKupas, me preocupa<br />
la situación en la que viven"<br />
El marqués está dispuesto a avanzar por la vía judicial<br />
PARA REGULARIZAR LA SITUACIÓN DE LOS OKUPAS<br />
"La construcción del embalse de itoiz<br />
ha causado daños ecológicos"<br />
"ME GUSTARÍA DESTINAR LA FINCA AL PASTO DE MI<br />
PROPIA GANADERÍA DE CARNE BOVINA ECOLÓGICA"<br />
envejezcan pierdan prestaciones<br />
en concepto de jubilación<br />
y sanidad”. Y este es el punto<br />
en el que se encallan las negociaciones<br />
entre ambos. Pérez<br />
de Rada está dispuesto a dejar<br />
que vivan allí, pero firmando<br />
un acuerdo: quiere contratarlos<br />
y que sean ellos los que<br />
exploten las 175 hectáreas<br />
de su pueblo, así a cambio<br />
de vivienda tienen trabajo<br />
y sueldo. Ellos se niegan y<br />
el marqués está dispuesto<br />
a avanzar por la vía judicial,<br />
“aunque no quiero<br />
perjudicar a nadie es un<br />
tema que se tiene que<br />
solucionar”.<br />
Pero más allá de<br />
los okupas, el marqués<br />
de Jaureguizar<br />
asegura que la principal<br />
amenaza para Ulozi es el embalse<br />
de Itoiz: tras inundar<br />
el pueblo que lleva el mismo<br />
nombre, le preocupa que pueda<br />
inundar también Ulozi.<br />
“Desde su construcción nunca<br />
he estado a favor de esta obra,<br />
ha ocasionado demasiados daños<br />
sentimentales, culturales<br />
y ecológicos”.<br />
A día de hoy y aunque las<br />
tierras todavía no están arrendadas<br />
la intención de Pérez de<br />
Rada es la de destinar la finca<br />
al pasto de su propia ganadería<br />
de carne bovina ecológica.<br />
La situación en la que se encuentra<br />
Ulozi es muy distinta<br />
a la de pueblos como Guerguitiain,<br />
en el Valle de Izagaondoa,<br />
que se ha ido vendiendo<br />
por partes y hoy sólo importa<br />
a sus propietarios la renta que<br />
reciben por el cultivo de sus<br />
tierras. Aunque el marqués<br />
asegura que le han ofrecido dinero<br />
por las tierras de su pueblo,<br />
admite no estar dispuesto<br />
a vender. “Este pueblo de mi<br />
familia está fuera de mercado,<br />
nunca lo vendería. No importa<br />
el precio ofertado”.
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
15<br />
CELIGUETA<br />
Con la tierra entre las manos<br />
La familia Indurain Larraya es propietaria de Celigueta, un pequeño pueblo del<br />
Valle de Ibargoiti que se resiste a engrosar la lista de despoblados de Navarra<br />
<strong>Aquí</strong> venimos a trabajar,<br />
aunque no<br />
nos lo pongan fácil”.<br />
Eso dice Javier Indurain,<br />
de 50 años,<br />
y uno de los cinco<br />
hermanos propietarios de<br />
Celigueta cuando comenta sus<br />
impresiones sobre la pista de<br />
piedras por la que tiene que<br />
conducir todos los días para<br />
llegar a su pueblo. Celigueta<br />
es, según los últimos datos<br />
del Instituto de Estadístca de<br />
Navarra (IEN) de 2014, uno<br />
de los cinco lugares habitados<br />
del Valle de Ibargoiti, situado<br />
en la merindad<br />
de Sangüesa (Aoiz). Cuenta<br />
la leyenda que en Muguetajarra,<br />
pueblo vecino de Celigueta,<br />
hacia 1800 había una<br />
mujer leprosa que era la dueña<br />
de todo, iba pidiendo ayuda y<br />
ningún vecino se la ofreció. Se<br />
fue hasta un pueblo cercano,<br />
Alzórriz, y los vecinos la acogieron<br />
un mes en cada casa.<br />
Cuando murió, dejó una parte<br />
de Muguetajarra a cada familia<br />
que la había ayudado. En<br />
1978 el propietario de Celigueta,<br />
un militar retirado, compró<br />
todas las partes en que se<br />
había dividido Muguetajarra y<br />
desde ese momento, Celigueta<br />
y Muguetajarra son dos pueblos<br />
unidos. En 2003, Víctor,<br />
el padre de la familia Indurain<br />
Larraya, compró las tierras<br />
para sus cinco hijos.<br />
javier indurain, 50 años<br />
uno de los propietarios de celigUeta<br />
"Hay muchos dueños de TIERRAS QUE solo<br />
quieren arrendarLAS y cobrar"<br />
"EL IMPACTO DE LA SOLEDAD DE LOS PRIMEROS<br />
DÍAS NO SE ME OLVIDARÁ EN LA VIDA "<br />
"LA GENTE ES MUY REACIA A VENDER,<br />
‘ESTO ES MÍO, ESTO NO LO VENDO"<br />
"HAY FIEBRE POR CULTIVAR TIERRAS, LA GENTE<br />
PAGA AUTÉNTICAS BARBARIDADES"<br />
Lejos de la civilización<br />
Desde entonces los Indurain<br />
Larraya se resisten a que Celigueta<br />
sea un número más en la<br />
lista de pueblos deshabitados<br />
de Navarra. De hecho, nunca<br />
lo ha sido. “Desde que nuestro<br />
padre nos compró los terrenos<br />
a mis hermanos y a mí en<br />
2003, el Ayuntamiento no ha<br />
querido saber absolutamente<br />
nada”, se queja Javier. La zona<br />
de conflicto entre los Indurain<br />
y el Ayuntamiento de Aoiz<br />
se extiende desde el punto en<br />
que la carretera se desvía hacia<br />
una pista pedregosa hasta<br />
el momento en que una valla<br />
cerrada indica “propiedad privada”.<br />
Los primeros se quejan<br />
de pagar todos los impuestos y<br />
que el Ayuntamiento no asuma<br />
su responsabilidad de mejorar<br />
el camino que separa la<br />
carretera del inicio del pueblo.<br />
Pero, una vez cruzada la valla,<br />
todo está bajo control. Los demás<br />
agricultores que trabajan<br />
cultivando tierras cercanas, en<br />
los pueblos de al lado, han fijado<br />
sus propios pactos. Uno<br />
de ellos consiste en que todos<br />
los tractores pueden pasar por<br />
todos los caminos.<br />
Cuando los Indurain Larraya<br />
llegaron en 2003 a Celigueta,<br />
y a pesar de que la finca se<br />
encontraba medio abandonada,<br />
en el pueblo <strong>vivía</strong> gente.<br />
Estaban Lorenzo, el tractorista<br />
de Guerguitiain, y su hermana<br />
Alejandra, que vivió en<br />
el pueblo hasta que en el año<br />
2008 se rompió la cadera. La<br />
trasladaron a una residencia<br />
de Pamplona donde falleció<br />
poco tiempo después. No supo<br />
vivir allí.<br />
Igual que al principio Javier<br />
y Luis, el otro de los cinco<br />
hermanos Indurain Larraya<br />
que trabaja en la finca familiar<br />
no sabían cómo se actuaba<br />
en el campo: “Al principio<br />
venías aquí y no tenías idea a<br />
qué hora ibas a volver a casa”.<br />
No sabían qué hacer cuando<br />
una tormenta les fundía los<br />
fusibles, ni cómo amaestrar<br />
unas vacas pirenaicas acostumbradas<br />
a no entrar nunca<br />
en una lonja. Ahora ya las<br />
tienen doblegadas y aseguran<br />
que llegan a dominarlas durante<br />
los seis meses que viven<br />
pastando fuera. “Llegas a controlarlas<br />
por el campo y vienen<br />
solas a ti”, afirma. Pero lo<br />
que asegura Javier que le costó<br />
más asumir fue la soledad. “Yo<br />
estaba acostumbrado a trabajar<br />
con doscientos y pico operarios<br />
en una fábrica, ruido,<br />
siempre jaleo y de repente me<br />
encontré aquí solo intentando<br />
controlar doscientas hectáreas<br />
de ganado”. Javier se acuerda<br />
de las pateadas interminables<br />
por el monte persiguiendo vacas<br />
y terneros: “Llegaba a las<br />
ocho de la mañana y a las ocho<br />
de la tarde seguía con trabajo<br />
pendiente”, recuerda. Bajar a<br />
Pamplona le parecía “jauja” e<br />
ir a Noáin a comprar era como<br />
volver a la civilización. “A mi<br />
ese impacto no se me olvidará<br />
en la vida”, dice Javier.<br />
Girando sobre sí mismo,<br />
con el brazo extendido y el<br />
dedo índice señalando el horizonte,<br />
Javier marca con una<br />
línea imaginaria los treinta<br />
kilómetros del perímetro de<br />
su propiedad —y de sus otros<br />
cuatro hermanos— que incluyen<br />
Celigueta y el despoblado<br />
desde 1960 Muguetajarra.<br />
Tienen, aproximadamente,<br />
mil hectáreas y la vista no alcanza<br />
a visualizarlas todas. Javier<br />
apunta que cultivan unas<br />
200 hectáreas de cereal, las<br />
800 restantes son monte y<br />
pasto para el ganado.<br />
Vida en el campo<br />
Su familia siempre ha estado<br />
vinculada al sector primario,<br />
sobre todo del cereal y, como<br />
dice sonriente Javier, “tuvimos<br />
la suerte de poder comprar la<br />
finca entera y no tener que lidiar<br />
con más propietarios. El<br />
problema que tienen los pueblos<br />
es que la gente es muy reacia<br />
a vender. Esto es mío, esto<br />
no lo vendo. Y si se pone a la<br />
venta, siempre lo va a comprar<br />
alguien que ya está presente<br />
en el pueblo”.<br />
Javier conoce al dedillo las<br />
propiedades y fincas vecinas a<br />
la suya. “Hay muchos dueños<br />
de pueblos que los dejan hundirse,<br />
hay una gotera y no les<br />
importa. Muchos no saben ni<br />
dónde tienen sus tierras, solo<br />
quieren arrendarlas y cobrar”.<br />
Ahora todos quieren invertir<br />
en suelo fértil —y este lo es—,<br />
lo que perjudica a los pueblos<br />
cuyas tierras sirven de fuente<br />
de ingresos para los que él<br />
define como “agricultores de<br />
sofá”, esos que ven el pueblo<br />
que un día compraron como<br />
una mina de oro. “Hay fiebre<br />
por llevar y cultivar tierras, la<br />
gente paga auténticas burradas”.<br />
Mientras Javier mira al<br />
campanario de la iglesia, reconoce<br />
que le da pena la falta<br />
de corazón que predomina en<br />
estos asuntos. Entra y confiesa<br />
que hace mucho que no lo<br />
hacía. La madera de la puerta<br />
se ha hinchado y cuesta pasar<br />
la llave para abrir. Los últimos<br />
rayos de sol de la tarde no alcanzan<br />
para iluminar el altar.<br />
Una gruesa capa de polvo recubre<br />
el retablo, las réplicas de<br />
las imágenes, los ornamentos.<br />
En una esquina aguarda la<br />
pila bautismal que se utilizó<br />
por última vez en 2003, año<br />
en que fueron permitidos los<br />
últimos bautizos en la iglesia.<br />
La madera de los bancos cruje<br />
como la leña con solo apoyar el<br />
pie. Quién les iba a decir hace<br />
cientos de años a los vecinos de<br />
Celigueta que tan solo el paso<br />
del tiempo dejaría los bancos<br />
vacíos. El pueblo sin gente.
16 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
8.00 h<br />
luisen trabaja desde el amanecer<br />
9.00 h<br />
José pasea por el establo<br />
Luis Enrique Zurbano, de 33 años de edad, es el pastor que trabaja<br />
para los Ollo, los dueños de la casa. Todos le llaman Luisen. Aunque<br />
sea un empleado es como uno más de la familia. Él se encarga todas<br />
las mañanas de alimentar a los animales del establo: cerdos, caballos,<br />
burros, corderos... También le toca dar el biberón a los corderitos<br />
más pequeños.<br />
La noche anterior había nacido el último cordero<br />
en la granja de los Ollo. La placenta de la madre<br />
sigue todavía en el suelo cubierto de paja. La<br />
cría pesaba siete kilos aproximadamente, algo<br />
sorprendente, explican José y Luisen, teniendo<br />
en cuenta que su madre con dificultad alcanza<br />
los cuarenta kilos. José Ollo pasea por el establo<br />
revisando el correcto aprendizaje del nuevo pastor<br />
que lleva apenas unos meses en Murgindueta,<br />
a pesar de que tiene experiencia previa con<br />
animales. También le ayuda con algunas tareas<br />
más tediosas como arreglar el tejado.<br />
24 horas<br />
en una villa<br />
para dos<br />
A media hora de Pamplona se encuentra el<br />
pueblo de Murgindueta, en el Valle de Arakil,<br />
donde solo viven dos habitantes: el matrimonio<br />
formado por José Ollo y su esposa Nieves Astiz<br />
Escrito por<br />
BLANCA GIL DE SOLA<br />
JULIA COLLADO<br />
Fotografías por<br />
GEMMA ABADÍA<br />
Es complicado hallar Murgindueta,<br />
ya que no hay ninguna<br />
indicación en la carretera. Se<br />
encuentra concretamente entre las<br />
localidades de Irañeta e Ihabar, en<br />
el Valle de Arakil, situado al noroeste<br />
de Navarra y a 25 kilómetros de<br />
Pamplona. Es un pueblo extinguido,<br />
es decir, de su administración<br />
se encarga el Ayuntamiento del<br />
Valle. En realidad, ahora es una<br />
finca formada por una casa y tres<br />
grandes naves donde guardan<br />
los animales, los tractores y otros<br />
utensilios agrícolas. José Ollo, el<br />
propietario, explica que antaño era<br />
un lugar con mucha vida. La historia<br />
de Murgindueta se remonta a<br />
los tiempos de Napoleón, donde el<br />
ejército francés utilizaba este lugar<br />
como paso estratégico entre villas.<br />
Sin embargo, los habitantes autóctonos<br />
fueron emigrando. En 1930<br />
un señor llamado Carlos Eugui<br />
compró el concejo. Ya entonces<br />
sólo quedaban tres familias. El<br />
titular de Murgindueta vendió<br />
el terreno a una empresa, lo que<br />
marcó el fin del pueblo como<br />
tal y provocó la marcha de las<br />
familias a otros lugares. Las tierras<br />
fueron vendiéndose de empresa<br />
en empresa hasta que en 1998<br />
la familia Ollo compró el lugar a<br />
través de una subasta de la Cámara<br />
Agraria Provincial de Gipuzkoa.<br />
Desde hace cinco años el matrimonio<br />
formado por José Ollo y<br />
Nieves Astiz vive en Murgindueta.<br />
Se dedican sobre todo al ganado<br />
y con frecuencia tienen clientes<br />
musulmanes que vienen desde<br />
Guipúzcoa a comprarles corderos<br />
para celebrar el nacimiento de sus<br />
hijos. Esta es una tradición de la<br />
cultura musulmana que consiste<br />
en fotografiar al carnero en<br />
cuestión y sacrificarlo cuando llega<br />
al mundo un nuevo niño. Los tres<br />
hijos de la pareja, Ioseba, Edurne<br />
y Juan Ignacio, están empadronados<br />
allí aunque dejaron el pueblo<br />
hace años. En la actualidad los<br />
dos varones ayudan a sus padres a<br />
mantener la granja.<br />
12.00 h<br />
la recogida de patatas<br />
Al terminar, José y Ioseba se marchan a la recogida de patatas, que tiene lugar una vez al<br />
año en un prado cerca de Irañeta. Este terreno de la familia Ollo suele ser alquilado a agricultores<br />
para el cultivo de hierba, patatas o cebada. Van alternando la plantación, de esta<br />
forma la tierra no pierde su fertilidad. En la cosecha ayudan 17 trabajadores procedentes de<br />
Mali, capaces de recoger cada uno 2.500 kilos por día. José intenta recuperar aquellas patatas<br />
enterradas que los malienses han dejado atrás.<br />
Una curiosidad sobre la vivienda:<br />
se construyó sobre las ruinas de la<br />
antigua iglesia de Murgindueta.<br />
“El armario de la cocina es la antigua<br />
sacristía”, recuerda Nieves.<br />
“Esta casa es el fruto de mucho<br />
esfuerzo. La hemos construido<br />
entre todos los miembros de la<br />
familia, con nuestras propias manos”,<br />
explica José. La capilla está<br />
totalmente destartalada: llena de<br />
trastos, juguetes y alguna imagen<br />
religiosa. En su interior hay unas<br />
escaleras. En el segundo piso se<br />
encuentran todo tipo de frutos<br />
secos y cajas con aparatos que<br />
ya no utilizan. Más arriba está el<br />
campanario, aunque sin campanas,<br />
ya que las robaron hace años.<br />
15.00 h<br />
restos de la antigua iglesia
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
17<br />
10.00 h<br />
la captura de los carneros<br />
11.00 h<br />
Recuerdos de Murgindueta<br />
José, Luisen y Kopeta, el perro pastor, tienen que ir a capturar a cinco<br />
carneros salvajes que tienen pastando en un prado cercano. Es una<br />
de las actividades más comunes de la rutina de estos hombres. La<br />
operación resulta complicada: hay que situarse de forma estratégica<br />
para acorralar a los animales y, muy lentamente, conducirlos hasta la<br />
zona más próxima al furgón. Kopeta se encarga de juntarlos. Al final,<br />
los enganchan de uno en uno y los suben al vehículo.<br />
Nieves prepara un suculento almuerzo para todos<br />
que consiste en pan, embutido, queso y vino.<br />
Mientras tanto, José Ollo enseña con orgullo las<br />
fotografías de la antigua Murgindueta, donde<br />
había una gran finca llena de habitantes. Explica<br />
que se ven mujeres alrededor de la Virgen y los<br />
niños sentados junto a ella, con sus calcetines<br />
bien arriba. Era la España de la Guerra Civil.<br />
Una fotografía que llama la atención de José es la<br />
de algunos trabajadores utilizando la “moderna”<br />
tecnología para segar. No le extraña que sacaran<br />
una foto de este aparato tan revolucionario, ya<br />
que era todo un orgullo para los granjeros de<br />
aquella época.<br />
13.00 h<br />
DE CAMINO A CASA<br />
14.00 h<br />
comida al rancho<br />
Después de recoger patatas, padre e hijo vuelven a casa para comer.<br />
De camino, José recuerda la leyenda del Santuario de San Miguel,<br />
situado en las montañas del Valle de Arakil. Esta trata sobre Teodosio,<br />
un guerrero condenado a llevar cadenas por matar a sus familiares<br />
que acaba enfrentándose a un dragón y salva así a una muchacha que<br />
se iba a sacrificar por su pueblo.<br />
Bendicen y empiezan a comer al rancho: colocan<br />
la fuente en el centro de la mesa y cada uno coge<br />
de ahí directamente. “Está bien si eres rápido,<br />
pero si comes muy lento, te quedas sin probar<br />
bocado”, explica Ioseba entre risas. “Somos de<br />
buen comer”, añade su padre. A José le gusta hablar<br />
sobre la vida en Murgindueta: “La felicidad<br />
se halla en la sencillez. Me gusta el silencio que<br />
hay. Además, ya tenemos mucho movimiento,<br />
nunca estamos quietos, por ejemplo, tres veces<br />
al día vigilamos a las ovejas, primero a través del<br />
GPS y después vamos a verlas en persona”.<br />
16.00 h<br />
josé se dispone a hacer recados<br />
José se dirige a Irurtzun en coche, una<br />
de las localidades más grandes del<br />
Valle. Sorprende un edificio enorme el<br />
cual parece abandonado. “El Valle ha<br />
sufrido mucho con la crisis. Ese edificio<br />
tan moderno es, más bien, era la empresa<br />
Inasa. Esta era una gran fuente de<br />
ingresos para el Valle, su actividad era<br />
producir aluminio y, normalmente, la<br />
gente de la zona trabajaba ahí, si no se<br />
dedicaban a la ganadería o la agricultura.<br />
Ahora solo quedan oficinas abandonadas<br />
y pintadas en las paredes”, señala<br />
José apenado. Al dejar atrás el pabellón<br />
industrial, va hacia una tienda para<br />
comprar cartuchos para el techo del establo,<br />
que tiene grietas. En este establecimiento<br />
suele comprar todas<br />
las herramientas.
18 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
17.00 h<br />
la sembradora<br />
18.00 h<br />
dos amantes de murgindueta<br />
Es hora de echar un vistazo a las<br />
ovejas que pastan por los alrededores.<br />
José pasa con el coche,<br />
aunque tiene otro método para<br />
vigilarlas. Puede controlar dónde<br />
están desde el ordenador, vía<br />
GPS. “No podemos dejar sin supervisión<br />
al rebaño que tenemos<br />
suelto en los prados vecinos. Por<br />
eso, las ovejas tienen un localizador”,<br />
comenta. De esta forma, a<br />
través de su página de Internet,<br />
observa el mapa de la zona, sobre<br />
el que hay varias etiquetas que<br />
señalan las horas registradas por<br />
cada desplazamiento que realizan.<br />
“La gente de ciudad no es la<br />
única que aprovecha los avances<br />
tecnológicos”, afirma sonriendo.<br />
Después de realizar una visita<br />
rápida a los corderos, vuelve al<br />
campo de patatas para comprobar<br />
cómo su hijo, Ioseba, lleva la<br />
siembra de la nueva cosecha con<br />
el tractor. Mientras le admira, explica:<br />
“Hay veces que las cosas se<br />
nos tuercen, pero si eso pasa, las<br />
enderezamos y punto. Las personas<br />
tienen capacidades innatas,<br />
pero estas también se construyen.<br />
La actitud juega un papel clave<br />
ya que, si no te apasiona esta profesión,<br />
no duras mucho tiempo”.<br />
Así lo confirma después Ioseba,<br />
que también se siente orgullosos<br />
de su trabajo. A pesar de que es<br />
un tractor muy moderno (cuenta<br />
con un ordenador y un GPS en su<br />
interior), ha surgido un problema:<br />
una de las extensiones se ha roto.<br />
Los dos hombres hacen un arreglo<br />
rápido, usando unas cuerdas.<br />
Para volver a casa, José pasa<br />
por unos caminos que frecuenta<br />
un amigo suyo: Javier<br />
Arrarás, el último nacido en<br />
Murgindueta mientras el pueblo<br />
pertenecía a Carlos Eugui.<br />
Él y sus padres conforman una<br />
de las tres últimas familias que<br />
se marcharon. “Aunque nunca<br />
fue nuestro, yo lo consideraba<br />
mi casa. Me dio tanta pena<br />
dejarlo que al principio cogía<br />
el coche y me iba a visitar la<br />
finca para ver cómo estaban<br />
los animales y la huerta que<br />
habíamos dejado allí”, confiesa<br />
Javier. Por suerte vive cerca,<br />
en Ihabar. Se alegra de que su<br />
amigo se encargue ahora de lo<br />
que era antaño su hogar. José<br />
le propone hacer una barbacoa<br />
para reunir a todos los que <strong>vivía</strong>n<br />
en ese pueblo en la época<br />
de Eugui. Javier conoce los<br />
apellidos de las familias, sin<br />
embargo, prefiere no levantar<br />
los recuerdos del pasado. José<br />
lo comprende perfectamente.<br />
21.00 h<br />
relax después de cenar<br />
La familia vuelve a cenar al rancho, como es costumbre<br />
en casa de los Ollo. Nieves tiene una mano<br />
estupenda para la cocina y los deleita con platos<br />
exquisitos. Todos devoran la comida después de un<br />
día tan intenso. De vez en cuando el bebé llora, pero<br />
hacen turnos para cogerlo y acunarlo. Al terminar,<br />
los niños salen disparados hacia el jardín y los adultos<br />
trajinan entre la cocina y el salón. Algunos ven la<br />
televisión y otros hablan en la cocina. Pero algunas<br />
noches de fin de semana deciden cambiar un poco<br />
de planes y salir de casa. Cuando quieren ir a tomar<br />
algún pincho, se van con el coche al pueblo de San<br />
Miguel. Estos últimos cinco años, José y Nieves<br />
solo han ido una vez al cine de Pamplona para ver<br />
Ocho apellidos vascos. Sus hijos les animan a salir<br />
de la zona de confort, pero rara vez lo consiguen.<br />
“<strong>Aquí</strong> estamos la mar de bien, apenas necesitamos<br />
ir a la ciudad. ¿Para qué irnos, teniendo ya todo lo<br />
imprescindible aquí cerca?”, replica José. También<br />
les encanta hacer sobremesa y charlar de la granja,<br />
de los recuerdos, de la familia... Hasta que los niños,<br />
aburridos, solicitan a su abuelo para que les lleve<br />
a hacer algo divertido. A José le encanta que sus<br />
nietos lo llamen para jugar.<br />
22.00 h<br />
juegos de noche<br />
Aparte de la burra y su cría, a Unai y a Lier también les pertenecen<br />
unas alas de buitre disecado. El ave cayó en el tendido<br />
eléctrico y murió. “Vi desde lejos algo que intentaba escapar de<br />
la valla. Me acerqué y allí estaba el buitre. Le corté las alas con<br />
un cuchillo, incluyendo el hueso. No fue tarea fácil”, señala José<br />
mientras muestra las alas. Sus nietos, orgullosos, miran con los<br />
ojos muy abiertos a José cuando explica la historia. Están muy<br />
felices de tener este trofeo.<br />
24.00 h<br />
josé vigila el rebaño vía gps<br />
Antes de acostarse, José sube a<br />
la antigua habitación de Edurne.<br />
Encima del escritorio hay un ordenador,<br />
el único en toda la casa.<br />
Lo enciende y espera pacientemente,<br />
pues al ser antiguo va un<br />
poco lento. Se mete en su página<br />
de Internet y busca, otra vez, a<br />
su rebaño de ovejas que pasta<br />
por los prados cercanos y revisa<br />
que el mapa indica lo correcto.<br />
“Esta es la última vez que reviso<br />
las ovejas. Por la mañana volveré<br />
a comprobarlo explica José. Este<br />
sistema me da mucha tranquilidad,<br />
sin embargo, voy cada día en<br />
persona a comprobar que todo va<br />
bien”. Finalmente recogen el salón<br />
entre los dos, ya que los nietos han<br />
dejado todo un poco patas arriba.<br />
Nieves espera a José ya acostada<br />
en la cama, agotada por todo el<br />
ajetreo de la familia. Se apagan<br />
José busca en Internet<br />
su rebaño de ovejas<br />
que pasta por los<br />
prados cercanos<br />
las luces y la chimenea, dejando<br />
un olor a leña que hace más cálido<br />
el ambiente. Por la noche no se<br />
oye ni un alma en Murgindueta.<br />
De vez en cuando ladra algún<br />
perro o se nota el crujir de los<br />
árboles por el viento, pero nada<br />
más. El silencio es absoluto, incluso<br />
da cierto miedo. Por la noche el<br />
cielo está plagado de estrellas y no<br />
hay más luz que la que proviene<br />
de la luna. Pero para dos personas<br />
que han vivido cinco años así es<br />
lo normal y se agradece. No les<br />
gusta nada el ruido nocturno de<br />
la ciudad.
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
19<br />
20.00 h<br />
la familia ollo astiz<br />
19.00 h<br />
josé feliz con su trabajo<br />
José le propone a su amigo Javier<br />
ir a tomar un café. Él acepta y se<br />
dirigen hacia el bar más típico de<br />
los alrededores de Murgindueta,<br />
Irañeta e Ihabar. “Yo no soy un<br />
hombre muy de bares, pero de vez<br />
en cuando me concedo el capricho<br />
para pasar un buen rato con<br />
los amigos”, explica José. En el<br />
local solo hay tres hombres mayores,<br />
como suele ser. Los señores<br />
toman algo durante una media<br />
hora y se despiden. Han pasado<br />
un buen rato hablando del pueblo<br />
al que ambos aman tanto. Al<br />
llegar a casa, José disfruta dando<br />
un último paseo por el establo y<br />
los prados de la familia. Siempre,<br />
cuando anochece, revisa que todo<br />
está en orden. “Luisen hace un<br />
buen trabajo, y mis hijos también,<br />
pero me gusta cuidar yo mismo al<br />
ganado. No me importa hacerlo,<br />
es algo que incluso disfruto”, aclara<br />
José. Una llamada interrumpe<br />
sus reflexiones. Se trata de un<br />
marroquí que quiere un cordero.<br />
“Es algo común, mi número va<br />
rotando y todos acaban aquí”,<br />
reconoce mientras se rie.<br />
Ya están todos en casa esperando<br />
a José. “Solemos reunirnos<br />
por la tarde o por la noche,<br />
mis hijos y nietos nos visitan<br />
a menudo”, comenta. Aunque<br />
ninguno de los tres hijos vive<br />
con sus padres, se ven casi todos<br />
los días. Tanto Ioseba como<br />
Edurne tienen dos hijos, es<br />
decir, José tiene cuatro nietos.<br />
También les acompañan sus<br />
parejas respectivas. Los pequeños<br />
se ponen muy contentos<br />
al ver a sus abuelos. Les gusta<br />
jugar y corretear por la casa<br />
hasta que les llaman para<br />
cenar. Además, tienen la<br />
suerte de que disponen<br />
de muchos juguetes que les<br />
han regalado José y Nieves.<br />
Los dos mayores, Unai y Lier,<br />
siempre lideran las actividades<br />
y, cogiendo linternas, se<br />
mueven por todo el jardín. Van<br />
a ver a la mula y a su cría, ya<br />
que José les dijo al comprarlas<br />
que eran un regalo para ellos<br />
dos. Les dan de comer y las<br />
acarician antes de ir a cenar<br />
con el resto. Los hermanos, de<br />
nueve y cinco años, también<br />
presumen de sus bicicletas. La<br />
familia aprovecha este rato<br />
para ponerse al día: los adultos<br />
hablan de sus trabajos y los niños<br />
explican lo que hacen en la<br />
Solemos reunirnos por<br />
la tarde o por la noche,<br />
mis hijos y nietos nos<br />
visitan a menudo<br />
JOSÉ OLLO<br />
DUEÑO DE MURGUINDUETA<br />
escuela. “Hoy hemos empezado<br />
los entrenamientos de fútbol y<br />
ya nos han dado la nueva equipación”,<br />
comparte Unai con<br />
todos. Incluso en la mesa sigue<br />
la diversión. El pequeño de dos<br />
años, Enai, acapara la atención<br />
de todos los comensales: coge<br />
el teléfono e inicia una conversación<br />
con él mismo en un<br />
idioma inventado. Después, el<br />
nieto mayor, Unai, pide a José<br />
que jueguen al lobo. Consiste<br />
en que cada uno imite el aullido<br />
de este animal cuando el niño<br />
lo indica, aunque suele ser en el<br />
orden en el que están sentados.<br />
Hasta los mayores se implican<br />
y se esfuerzan por meterse en<br />
el papel para que los pequeños<br />
disfruten. Rompen a reír<br />
cada vez que uno se equivoca<br />
y, cuando ha aullado el último,<br />
aplauden. Finalmente Nieves<br />
pone orden y bendicen la mesa.<br />
LA FAMILIA OLLO ASTIZ<br />
23.00 h<br />
inspección del terreno<br />
Aunque se hace tarde, siguen los<br />
juegos, pero esta vez solo participan<br />
los dos nietos mayores.<br />
Edurne se marcha con sus hijos<br />
porque el bebé está muy cansado.<br />
José, Unai y Lier deciden hacer<br />
un leído. Se trata de subirse al todoterreno<br />
de su abuelo y recorrer<br />
los campos que poseen alrededor<br />
de su finca, en busca de algún<br />
zorro al que perseguir. Los niños<br />
se lo pasan en grande con José.<br />
Se concentran y emocionan por la<br />
tensión de descubrir algunos ojos<br />
rojos iluminados por los faros del<br />
coche. Sin embargo, lo único que<br />
encuentran es el rebaño de ovejas,<br />
siempre tienen la esperanza de<br />
descubrir un animal salvaje. El<br />
abuelo aprovecha este rato para<br />
explicarles cosas de la granja y del<br />
ganado. Tras la aventura, vuelven<br />
a Murgindueta. Ioseba, su mujer<br />
Sus nietos se<br />
emocionan por la<br />
tensión de descubrir<br />
algún zorro iluminado<br />
por los faros del coche<br />
y sus hijos se despiden y se van<br />
a su casa, que está en un pueblo<br />
cercano llamado Huarte. Estos<br />
días Juan Ignacio vive en casa de<br />
José y Nieves porque está de baja.<br />
En realidad reside en Pamplona,<br />
pero hace unas semanas tuvo<br />
un accidente en la fábrica donde<br />
trabaja y se lesionó la espalda.<br />
Está pasando estos días de reposo<br />
en Murgindueta y así aprovecha<br />
para ayudar a su padre. Sin embargo,<br />
solamente puede encargarse<br />
de las tareas que requieren<br />
poco esfuerzo físico. Él también<br />
besa a sus padres y se retira a<br />
dormir. José y Nieves se sientan<br />
en el salón tranquilamente y se<br />
hacen compañía. Ella cose o lee<br />
algún libro, mientras él aprovecha<br />
para ojear el periódico del día que<br />
hasta entonces no ha tenido tiempo<br />
de abrir. A veces ven películas<br />
que emiten por la televisión o las<br />
que tienen en casa. Muchas son<br />
infantiles, pero les gusta volver<br />
a disfrutar de los filmes que sus<br />
hijos y nietos han visto en su<br />
niñez. También aprovechan para<br />
comentar sus respectivas jornadas.<br />
José pone al día a su mujer y<br />
le cuenta cómo están los animales<br />
y las tierras. Ella se dedica más<br />
específicamente a cuidar la casa<br />
y de vez en cuando ordena lo que<br />
hay en la capilla.<br />
José Ollo, 70 años<br />
Es el dueño de la casa y el<br />
establo de Murgindueta<br />
Luis Enrique Zurbano, 33 años<br />
Es pastor y trabaja<br />
para la familia Ollo<br />
Edurne Ollo, 38 años<br />
Única hija de José y<br />
Nieves y madre de los dos<br />
nietos más pequeños<br />
Nieves Astiz, 62 años<br />
Casada con José y<br />
dueña de Murgindueta<br />
Ioseba Ollo Astiz, 39 años<br />
Hijo mayor. Ayuda a su<br />
padre con la siembra<br />
Juan Ignacio Ollo, 36 años<br />
Vive en Pamplona, pero<br />
a veces ayuda a su padre<br />
con las tareas de la granja
20 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
Una mirada nocturna al olv<br />
El fotógrafo Carlos<br />
Ciaurriz muestra<br />
cómo es la noche<br />
en los pueblos<br />
deshabitados<br />
navarros<br />
Escrito por MIGUEL DE RIBOT<br />
Fotografías por CARLOS CIAURRIZ<br />
De normal, cuando el sol se esconde<br />
por poniente y la noche empieza a<br />
vencer al día, la mayoría de la gente<br />
se va a su casa tras largas horas de<br />
trabajo. Pero la jornada de Carlos<br />
Ciaurriz se alarga un poco más. Con<br />
su cámara Canon en mano, dos objetivos,<br />
un trípode y un disparador<br />
automático, sacrifica horas de sueño<br />
para hacer lo que más le gusta: fotografiar.<br />
Pero sus lugares de trabajo<br />
son algo especiales. Cada noche coge<br />
su Mercedes 220 y se dirige a algún<br />
lugar abandonado. Durante varias<br />
horas se dedica a buscar y a hacer fotos<br />
de sitios donde ya no hay nadie,<br />
aunque tiene debilidad por los pueblos<br />
deshabitados.<br />
La afición de Carlos Ciaurriz por<br />
las imágenes se remonta hasta donde<br />
alcanza su memoria, pero profesionalmente<br />
empezó hace cinco años.<br />
“Me gustaba mucho el ciclismo y empecé<br />
a fotografiar carreras por toda<br />
España”, cuenta Ciaurriz. Tres años<br />
después abrió su propia tienda de<br />
fotografía en la calle Monasterio de<br />
Irache, en Pamplona. Más adelante<br />
se fue a la calle San Juan Bosco, donde<br />
trabaja el resto del día, cuando no<br />
está entre ruinas. Comercialmente<br />
hace de todo: bodas, eventos, carteles...<br />
Aparte de los pueblos, también<br />
está especializado en fotografía deportiva,<br />
sobre todo ciclismo y fútbol,<br />
donde cubría partidos de Osasuna<br />
cuando estaba en primera división.<br />
Su afición por las instantáneas es<br />
muy grande. Y el cariño que tiene a<br />
los lugares abandonados es especial.<br />
Cada tarde, cuando el sol se esconde,<br />
se dirige hacia algún pueblo, del cual<br />
ha buscado información previamente.<br />
En muchos casos el acceso es claro<br />
y fácil. En otros, la localización es<br />
más difícil y tiene que hacer horas de<br />
camino para llegar a su destino.<br />
El material con el que carga, las<br />
condiciones del terreno y las horas<br />
en las que anda hacen que la salida<br />
se pueda alargar más de lo previsto.<br />
Y a todo esto se le puede sumar que<br />
las condiciones meteorológicas sean<br />
adversas. Un cielo nublado hace que<br />
sus fotos ya no tengan el valor que<br />
busca. Pero hace lo que le gusta, y no<br />
hay nada que le pueda impedir que<br />
una noche no llegue a su casa con la<br />
memoria de la cámara más llena de<br />
lo que estaba al salir. La paciencia<br />
también juega un papel fundamental<br />
en su trabajo, no solo por el hecho<br />
de encontrar el pueblo; también es<br />
necesario para hacer las fotos. Imágenes<br />
que ha llegado a presentar en<br />
exposición para dar a conocer la historia<br />
viva que pocos conocen.
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
21<br />
ido<br />
AMOCAIN<br />
Es un pueblo de difícil acceso. Está en un monte, y solo<br />
queda una casa y alguna ruina más. El municipio está muy<br />
derruido. "Fotografiar pueblos de día no me dice nada. Por<br />
la noche hay un estado especial de abandono", comenta<br />
Carlos Ciaurriz, el autor de la galería fotográfica.
22 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
EZPERUN<br />
Pueblo que<br />
está junto a<br />
la carretera<br />
de Tafalla.<br />
Es un pueblo<br />
abandonado,<br />
pero le han<br />
conseguido sacar<br />
algún uso. Aún<br />
se utiliza para<br />
guardar material<br />
y utensilios de<br />
ganado, pero ya<br />
no queda nadie<br />
viviendo en él.
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
23<br />
GUENDULÁIN<br />
Famoso pueblo<br />
porque era de<br />
un señorío y fue<br />
comprado por el<br />
Gobierno de Navarra.<br />
Estaba cerrado, pero<br />
ahora ya está abierto<br />
y por un camino de<br />
unos 500 metros<br />
se puede acceder<br />
fácilmente. En la foto<br />
se muestra el castillo<br />
de Guenduláin, y en<br />
la parte posterior está<br />
la iglesia. Carlos cree<br />
que este castillo es<br />
una joya que merece<br />
ser restaurada.<br />
pamplona<br />
carlos ciAurriz, fotógrafo profesional<br />
“Por la noche los<br />
pueblos están mucho<br />
más abandonados”<br />
¿Por qué después de comenzar<br />
a hacer fotos decidió empezar<br />
a fotografiar pueblos abandonados?<br />
Cada uno tiene una inclinación.<br />
Yo siento la obligación de dar a<br />
conocer una cosa que ha desaparecido<br />
y que no se conoce. Para<br />
mí los pueblos abandonados son<br />
la historia viva que hay que dar<br />
a conocer. No hace falta retroceder<br />
2000 años, en el tiempo de<br />
los romanos, para buscar la historia.<br />
Tenemos historia reciente<br />
aquí mismo. Se está perdiendo y<br />
hay que divulgarla con el fin de<br />
mantenerla vida.<br />
¿Este cariño por los pueblos<br />
abandonados surgió de un<br />
día para otro o era algo que le<br />
gustaba desde siempre?<br />
Siempre me ha gustado la construcción<br />
antigua y la historia.<br />
Cuando visité los primeros pueblos,<br />
que fueron Adansa y Zuza,<br />
era de noche y vi que tenían un<br />
encanto especial. Era diferente:<br />
tenían otro colorido, y el silencio<br />
era distinto al del día. Entonces<br />
vi que tenía que enseñar esos<br />
pueblos que están abandonados,<br />
pero que por la noche lo<br />
están aún más. Hay oscuridad,<br />
silencio e incluso animales que<br />
de día no se pueden fotografiar.<br />
He intentado hacer fotos de día,<br />
pero no me dicen nada.<br />
¿Cómo llegas a los pueblos que<br />
no tienen acceso fácil?<br />
Pues lo que toca: andando. Primero<br />
hay que investigar, porque<br />
muchas veces el GPS puede<br />
resultar engañoso y no llegas o<br />
te pierdes. Hay ocasiones que he<br />
tenido que ir al pueblo más de<br />
una vez porque no lo encontraba.<br />
A veces no localizo el pueblo<br />
y tengo que buscar hasta<br />
descubrir que hay algún<br />
camino que me puede<br />
conducir hasta él. Hay datos<br />
que pueden estar equivocados<br />
y al ir ahí no hay absolutamente<br />
nada. Por ejemplo, en Arce,<br />
llegué y no había nada.<br />
¿A qué hora empieza a fotografiar?<br />
Cuando oscurece. En invierno<br />
más pronto y en verano, mucho<br />
más tarde. Normalmente cuesta<br />
unas dos horas hacer unas cinco<br />
o seis fotos. Y hay veces que me<br />
pierdo y estoy un buen rato sin<br />
encontrar nada. Cuando hay que<br />
subir a un pueblo en el que el<br />
acceso es más difícil, la cosa se<br />
alarga.<br />
Cuando llegas al pueblo, ¿qué<br />
criterio utilizas para fotografiar<br />
una cosa u otra?<br />
Hay que buscar algo representativo,<br />
algo que hable por el pueblo.<br />
Si hay una casa que destaque por<br />
ser más bonita o diferente que<br />
las demás, se fotografía. Luego<br />
se intenta dar una idea de todo<br />
el pueblo. El estado de abandono<br />
cambia las cosas, es una belleza<br />
especial.<br />
¿Prefieres fotografiar una<br />
casa, una iglesia o algún otro<br />
edificio?<br />
Me gusta fotografiarlo todo<br />
porque todo es historia: las<br />
calles, una plaza vacía, la iglesia<br />
del pueblo o una casa. Las calles<br />
son muy representativas porque<br />
se ve cómo la maleza se apodera<br />
de ellas y se lo come todo. Hay<br />
pueblos por los que no puedes<br />
pasar por los callejones porque<br />
hay muchísima vegetación. Hay<br />
veces que la propia maleza comiéndose<br />
al pueblo se convierte<br />
en una buena fotografía.<br />
¿Sales cada noche?<br />
Todas las noches, a no ser que<br />
esté lloviendo y no pueda hacer<br />
nada. Cada noche un pueblo,<br />
un edificio o una joya que vaya<br />
Cada noche fotografío<br />
un pueblo, un edificio<br />
o una joya que vaya<br />
a desaparecer<br />
CARLOS CIAURRIZ<br />
FOTóGRAFO PROFESIONAL<br />
MUGUETA<br />
Una de las casas<br />
preferidas de Carlos,<br />
porque es curioso<br />
que haya una torre<br />
pegada a una casa<br />
y que esté tan bien<br />
conservada a pesar<br />
de estar deshabitada.<br />
Se va a través de un<br />
camino de piedras.<br />
a desaparecer. Una torre, por<br />
ejemplo. También hago fotos de<br />
lugares que están abandonados<br />
y que no son pueblos: torres o<br />
fábricas.<br />
¿Tienes tiempo para dormir?<br />
Poco (ríe). Todos los días salgo<br />
a fotografiar hasta tarde y, por<br />
las mañanas, sobre las nueve<br />
y media, salgo en bici a entrenar.<br />
Luego trabajo en la tienda<br />
y después salgo por la noche a<br />
hacer fotos. Y así cada día. Poco<br />
tiempo estoy en casa.<br />
Una experiencia que recuerdes<br />
especialmente de alguna<br />
salida a algún pueblo…<br />
Las que más recuerdo son las de<br />
dos pueblos que me han impresionado,<br />
que son Oradour Sur<br />
Glane y Las Ruedas de Enciso.<br />
Oradour Sur Glane es una localidad<br />
francesa y tiene una historia<br />
increíble. En la Segunda Guerra<br />
Mundial los nazis entraron y<br />
mataron a todos sus habitantes.<br />
Después de casi ochenta años<br />
está todo como quedó el día de<br />
la masacre; vas andando por el<br />
pueblo y ves todos los utensilios<br />
de la gente, coches, las herramientas<br />
del carnicero, bicicletas,<br />
máquinas de coser… En Las<br />
Ruedas de Enciso, en La Rioja,<br />
desalojaron el pueblo por la<br />
construcción de un pantano y la<br />
gente salió corriendo. Todavía<br />
están en la calle y en las casas<br />
los objetos domésticos, sillas, camas,<br />
los juguetes de los niños…<br />
A veces parece incomprensible<br />
que por culpa de pantanos se<br />
puedan perder cosas tan bellas.
A la vida desde los esco<br />
24 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
En otoño de 2010 un grupo de diez jóvenes comenzó la<br />
rehabilitación de Gardalain, un pueblo que había permanecido 47<br />
años deshabitado. Ellos escriben un nuevo capítulo de su historia<br />
Escrito por<br />
ANDREA MIRANDA<br />
LORETO SÁEZ<br />
Fotografías por<br />
IZANIA OLLO<br />
Hace cinco años no<br />
era más que un terreno<br />
con una iglesia<br />
y varias casas<br />
en ruinas, apenas<br />
visibles debido a la<br />
cantidad de maleza<br />
y zarzas que no solo cubrían el<br />
interior de las edificaciones, sino<br />
que incluso impedían el paso por<br />
sus calles. Gardalain, ubicado en<br />
la finca Ezprogui, se mantenía en<br />
este estado desde 1963. En otoño<br />
de 2010, una decena de jóvenes<br />
navarros puso en marcha el proyecto<br />
de rehabilitación que continúa<br />
vigente. Izaskun Fernández,<br />
de treinta años, ha participado<br />
en este proceso desde sus inicios,<br />
aunque fue hace solo unos meses<br />
cuando comenzó a vivir en el<br />
pueblo.<br />
La joven, natural de Pamplona,<br />
no sabe muy bien qué la llevó a<br />
vivir en Gardalain. “Lo primero<br />
es el medio. Este paraje impresionante<br />
ha sido un incentivo muy<br />
grande. Pero también me gusta<br />
hacer las cosas como yo quiero y<br />
tener un proyecto de vida diferente<br />
al que me ofrece la ciudad. Que<br />
no va a ser perfecto, ojo, pero sí<br />
distinto”, afirma.<br />
La primera vez que tuvo noticias<br />
de esta localidad fue tras<br />
leer un libro sobre sitios abandonados<br />
en Navarra. Así fue como<br />
ella, junto a los otros nueve jóvenes,<br />
después de haber analizado<br />
la región y a pesar del acceso casi<br />
imposible a las ruinas, decidieron<br />
llevar a cabo el proyecto. “Hoy en<br />
día vivimos cinco, pero los otros<br />
cinco siguen siendo parte de la<br />
rehabilitación. Ellos y algunos<br />
colegas vienen de vez en cuando”,<br />
explica Izaskun. De los diez jóvenes<br />
que integran el proyecto, solo
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
25<br />
▶ Antigua iglesia parroquial de San<br />
Vicente, único edificio que mantuvo<br />
sus paredes tras décadas de<br />
despoblación en Gardalain. Ha sido<br />
reconstruida y hoy es una sociedad<br />
para los nuevos habitantes.<br />
mbros<br />
tres de ellos comenzaron a vivir<br />
en Gardalain desde el primer año:<br />
Ioseba Fernández, hermano de<br />
Izaskun, y los hermanos Beñat y<br />
Alvar Sorli.<br />
El grupo redactó un informe<br />
que luego presentaron<br />
al Departamento de Medio<br />
Ambiente del Gobierno de<br />
Navarra. Era una maniobra para<br />
cubrirse las espaldas porque en<br />
el documento explicaban la bondad<br />
de sus intenciones para no<br />
ser expulsados del terreno. Así<br />
llegó el turno del trabajo pesado:<br />
devolverle la vida al pueblo. Tras<br />
retirar la maleza y los escombros<br />
más notables, el primer objetivo<br />
era reconstruir una especie de<br />
casita al lado de la antigua iglesia<br />
parroquial de San Vicente, el único<br />
edificio que había mantenido<br />
sus paredes tras décadas de despoblación.<br />
Esta pequeña casa ha<br />
sido hasta ahora un espacio para<br />
guardar herramientas, y al principio<br />
fue un sitio para quedarse a<br />
dormir alguna que otra noche.<br />
Luego fue momento de ocuparse<br />
de la iglesia, que ahora es<br />
la sociedad, un espacio de<br />
convivencia para los nuevos<br />
habitantes de Gardalain y en<br />
el cual viven provisionalmente<br />
algunos de ellos, como Izaskun.<br />
En apenas un año se construyó el<br />
suelo y un tejado de madera, además<br />
de una planta superior. La<br />
antigua torre pasó a ser la cocina,<br />
en la planta baja, y una habitación<br />
comenzó a ocupar la planta de<br />
arriba.<br />
“Además de reconstruir la antigua<br />
iglesia, nuestros objetivos<br />
más importantes eran el agua y<br />
las fosas para los baños”, explica<br />
Izaskun. “Se puede decir que aquí<br />
hay bastante agua en los alrededores<br />
—continúa—, pero solo hay<br />
una fuente que esté por encima.<br />
A unos cuatro kilómetros tenemos<br />
el manantial y el agua, con<br />
ayuda de unas tuberías, baja hasta<br />
el depósito grande en el que la<br />
acumulamos”.<br />
Tras resolver estos asuntos<br />
de mayor urgencia, se dedicaron<br />
a otros como la electricidad.<br />
Izaskun explica que no llega la<br />
red eléctrica. “Tenemos placas<br />
solares y también unas baterías.<br />
Si tenemos que enchufar alguna<br />
máquina, usamos un motorcito<br />
que va con gasolina. Pero esto es<br />
para la comunidad; como todos<br />
queremos construir nuestras casas,<br />
cada uno se ocupará de sus<br />
propios aparatos”, cuenta.<br />
Construir casas no es sencillo.<br />
Sin embargo, algunos habitantes<br />
de Gardalain, como Beñat y<br />
Alvar, solían vivir en Lakabe, una<br />
ecoaldea a unos sesenta kilómetros<br />
de distancia, y fue ahí donde<br />
aprendieron a edificar. Son ellos<br />
los que han enseñado al resto y<br />
poco a poco han conseguido “levantar<br />
paredes y echar tejados”,<br />
como dice Izaskun. Ella también<br />
considera la comida como otro<br />
tema de comunidad: “Ya que solo<br />
la casa de Beñat está terminada<br />
y el resto vivimos en la sociedad,<br />
cocinamos en común. Pero en<br />
un futuro, cuando las casas sean<br />
aptas para vivir, cada quien se encargará<br />
de lo suyo. Para la compra<br />
no tenemos problemas: bajamos a<br />
Pamplona o a algún pueblo cercano<br />
muy seguido. Y también tenemos<br />
la huerta, que es una iniciativa<br />
de Beñat”.<br />
“Estos —la sociedad, el agua,<br />
la electricidad y la comida— son<br />
los puntos de comunidad”, resume<br />
Izaskun. El pueblo, aunque es<br />
pequeño, tiene espacio suficiente<br />
para que cada habitante cuente<br />
Me gusta hacer las<br />
cosas como yo quiero<br />
y tener un proyecto de<br />
vida diferente al que me<br />
ofrece la ciudad. Que<br />
no va a ser perfecto,<br />
ojo, pero sí distinto<br />
Izaskun Fernández<br />
habitante de Gardalain<br />
con una vivienda propia. Desde<br />
los comienzos se han distribuido<br />
siete casas, de las cuales solo hay<br />
una terminada, pero todavía hay<br />
un terreno en el centro donde podrían<br />
construirse más. Además<br />
de la sociedad, el depósito de<br />
herramientas, las viviendas y la<br />
huerta, hay una fuente construida<br />
por uno de los jóvenes (Adrián<br />
Sorli, hermano de Beñat y Alvar),<br />
un pozo, una especie de invernadero,<br />
una leñería y una pequeña<br />
piscina de plástico que solo está<br />
activa en verano.<br />
Del abandono a la repoblación<br />
Gardalain es, según el<br />
Diccionario de la Academia de la<br />
Historia, “uno de los siete lugares<br />
que componen la tierra que llaman<br />
Vizcaya del Valle de Aybar”.<br />
A mediados del siglo XIX, en esta<br />
localidad <strong>vivía</strong>n 59 personas, número<br />
que comenzó a reducirse a<br />
comienzos del siglo XX: en 1900<br />
había 54 vecinos; 44 en 1910; 43<br />
en 1920; 30 en 1930; 26 en 1950<br />
y finalmente 9 en 1960. Tres años<br />
después, la Diputación Foral de<br />
Navarra adquirió el terreno y este<br />
se quedó sin población alguna.<br />
“Se supone que esto es una finca<br />
del Gobierno de Navarra”, explica<br />
Izaskun. “Los pinos salgareños<br />
que nos rodean son para venderlos.<br />
En realidad, comenzaron a<br />
plantarlos desde 1963 o 66. Pero<br />
claro, de nada sirve tener pinos,<br />
porque un pueblo que no está habitado<br />
se cae”.<br />
Hoy, Gardalain es parte del<br />
Patrimonio Forestal de Navarra,<br />
dentro de la finca Ezprogui —<br />
de la que también forman parte<br />
Sabaiza, Usumbelz, Guetádar,<br />
Julio, Arteta, Loya e Irangoiti—.<br />
El camino hasta esta localidad no<br />
es del todo fácil. La ruta en coche,<br />
a unos 53 kilómetros de distancia<br />
desde Pamplona, se corta poco<br />
después de comenzar el terreno<br />
oficial de Gardalain, para luego<br />
caminar entre cinco y siete minutos<br />
por una calle bastante irregular,<br />
con polvo, grandes piedras y<br />
masas de pinos y robles rodeándola.<br />
Pero para los miembros del<br />
proyecto de rehabilitación esto<br />
no es un problema, pues ya están<br />
acostumbrados a este camino e<br />
incluso conducen por él.<br />
Aunque la rehabilitación continúa,<br />
el cambio que Gardalain<br />
ha experimentado desde 2010<br />
hasta la fecha resulta impactante.<br />
Cuesta imaginar el esfuerzo que<br />
tuvo que hacerse para eliminar<br />
una enorme cantidad de vegetación<br />
y revivir los edificios. Ahora,<br />
la sociedad no solo está en pie sino<br />
que resulta acogedora. Una pequeña<br />
escalinata de piedra lleva<br />
a un espacio al aire libre donde<br />
hay una mesa y dos bancas, además<br />
de plantas, tres botes de gas<br />
y algunos utensilios de limpieza.<br />
Es un área perfecta para convivir<br />
cuando hace buen tiempo, ya<br />
sea para almorzar, beber cerveza<br />
o fumar un cigarrillo. Luego, al<br />
entrar, se observa un salón con<br />
varios muebles, y a la derecha un<br />
baño y un bar, donde, como dice<br />
Izaskun, “se aprovecha para hacer<br />
alguna fiestecilla”. Tras el bar está<br />
la cocina, amplia y con muchos<br />
recipientes y productos.<br />
Para llegar a la segunda planta<br />
de la sociedad se suben unas escaleras<br />
que al principio son de piedra<br />
y luego pasan a ser madera.<br />
En esa planta hay algunas habitaciones<br />
y otro baño en construcción.<br />
Este espacio, aunque ahora<br />
se emplea como vivienda comunitaria,<br />
no lo será por mucho tiempo,<br />
solo hasta que las casas estén<br />
terminadas. Sin embargo, el tener<br />
más habitaciones tiene su porqué.<br />
Así lo cuenta Izaskun: “A veces<br />
llegan grupos de jinetes y les<br />
Gardalain<br />
Año de repoblación: 2010<br />
Primeros habitantes: Beñat Sorli, Alvar<br />
Sorli, Ioseba Fernández<br />
Pamplona
26 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
▶ Casa de Beñat Sorli, la primera<br />
terminada en el proyecto de<br />
rehabilitación. Beñat, ex habitante<br />
de la ecoaldea Lakabe, ha<br />
ayudado a los otros miembros<br />
en la construcción del resto de<br />
edificaciones.<br />
damos media pensión. Pero, para<br />
que esto sea así, primero deben<br />
ponerse en contacto vía teléfono<br />
o correo; todavía no estamos preparados<br />
para recibir a personas<br />
sin previo aviso”.<br />
En la segunda planta también<br />
se encuentra el ya mencionado<br />
estudio, llamado por Izaskun y el<br />
resto de jóvenes como “la torre”.<br />
En ella hay escritorios, sillones y<br />
varios libros. A la derecha, unas<br />
escaleras de madera llevan al tejado.<br />
Desde este puede observarse<br />
casi todo el pueblo: la casa de<br />
herramientas, la leñería, cinco<br />
casas y un terreno donde podrían<br />
construirse varias más, además<br />
de algunas gallinas, dos ocas y<br />
un par de caballos que deambulan<br />
por las calles alimentándose<br />
de toda la hierba que encuentran.<br />
Lo que no se observa desde arriba<br />
son otras cuatro casas en proceso<br />
de construcción, entre ellas la de<br />
Izaskun, así como la huerta y la<br />
fuente.<br />
Detrás también hay un terreno<br />
vacío que los jóvenes aprovechan<br />
para celebrar las fiestas de<br />
Santiago a finales de julio. A estas<br />
se unen los vecinos de Moriones,<br />
un pueblo cercano a Gardalain.<br />
“Moriones está casi deshabitado,<br />
tiene solo dos casas, así que<br />
sus habitantes deciden hacer las<br />
fiestas con nosotros. Uno de los<br />
hombres suele traer su guitarra y<br />
canta rancheras en este terreno”,<br />
cuenta Ioseba.<br />
Un estilo de vida<br />
Los habitantes de Gardalain no<br />
solo bajan a municipios cercanos<br />
para comprar comida y todo<br />
aquello que necesitan, también<br />
lo hacen para trabajar. “Te tienes<br />
que mover. Por ahora no se nos<br />
ha ocurrido nada y aquí no hay<br />
curro”, comenta Izaskun. La mayoría<br />
de los jóvenes del proyecto<br />
están empleados en fábricas cercanas,<br />
como algunas en Noáin, y<br />
van y vienen cada día. Este es el<br />
caso de Ioseba, quien trabaja en<br />
el área de investigación y mercados<br />
en una fábrica de herramientas.<br />
“No me molesta conducir casi<br />
cincuenta minutos todos los días”,<br />
afirma Ioseba, mientras sostiene<br />
dos huevos que acaba de recoger<br />
del gallinero. “Es parte de la experiencia<br />
y realmente lo disfruto”.<br />
Izaskun, por otra parte, “hace<br />
un poco de todo, por temporadas”.<br />
Su época más libre es el otoño, y la<br />
más ocupada, el verano. “Soy profesora<br />
de esquí de fondo y también<br />
trabajo en un refugio —explica—.<br />
Todo en el Pirineo, pero no por<br />
ello dejo de bajar a Pamplona.<br />
Vivir aquí no significa que no me<br />
guste la gente. Tampoco significa<br />
que no nos enteremos de las cosas,<br />
porque siempre estamos pendientes<br />
de la radio o el telediario”.<br />
Si algo ha marcado a Izaskun<br />
es lo que ha aprendido desde que<br />
comenzó el proyecto. “En la ciudad<br />
hay muchas cosas de las que<br />
no tenemos que hacernos cargo.<br />
No es que nos haya vuelto inútiles,<br />
pero al llegar a un sitio como este<br />
solo puedes decir: ‘Uf, no sé hacer<br />
un montón de cosas”, comenta.<br />
“Eso es porque en la ciudad se tiene<br />
otro estilo de vida, lo entiendo,<br />
pero es genial llegar aquí y aprender<br />
a hacer tanto. Además, tengo<br />
libertad de ir y venir. Luego ya se<br />
verá; cuando tenga hijos sí tendré<br />
que moverme”.<br />
Pero vivir lejos de la ciudad<br />
no significa que se olviden temas<br />
como el dinero. “Al final el dinero,<br />
nos guste o no, siempre se necesita”,<br />
admite Izaskun. “Pero bueno,<br />
sí te apañas más al vivir tan lejos.<br />
Ahora funcionamos con asambleas<br />
y cada uno pone cincuenta<br />
euros al mes, y con ese dinero hacemos<br />
las cosas que corresponen<br />
a un pueblo: ocuparse de la sociedad,<br />
de la electricidad, del tubo<br />
para el agua... También nos sirve<br />
para hacer fiestas”.<br />
Gardalain representa otro estilo<br />
de vida. Los jóvenes implicados<br />
en el proyecto lo han elegido, con<br />
todo lo que ello implica, y hoy en<br />
día disfrutan no solo de la naturaleza<br />
que los rodea sino de saber<br />
que “hacen las cosas a su manera”,<br />
como afirma Izaskun. “Vamos<br />
poco a poco —continúa—, y si alguien<br />
quisiera venir a vivir aquí,<br />
tendría que comentárnoslo y hacer<br />
un poco de convivencia. No<br />
solo por nosotros, sino por esa<br />
persona, pues debe saber si esto le<br />
gusta. Por mi parte, sé que este es<br />
mi rollo, y también que, por ahora,<br />
aquí me quedaré”.<br />
Dos de las casas en construcción. A la derecha, la de Izaskun Fernández.<br />
Los hermanos Izaskun y Ioseba Fernández, actuales habitantes de Gardalain.
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
27<br />
Una mujer traslada colchones en el centro de Lakabe. FOTO: JULIA COLLADO<br />
Repoblación en verde<br />
La historia de Lakabe, un pueblo abandonado del Valle de<br />
Arce, esconde la creación de una comunidad que vive en una<br />
ecoaldea de forma totalmente autosuficiente<br />
Escrito por<br />
Núria jiménez<br />
JULIA COLLADO<br />
Uno se podría preguntar las ventajas<br />
de vivir lejos de la ciudad,<br />
de las carreteras, de las comunicaciones.<br />
Pero no sólo eso, sino<br />
compartir, en medio de la naturaleza,<br />
la casa, la comida y el trabajo<br />
con toda una comunidad de<br />
personas que, al parecer, tienen<br />
algo en común. La clave está en no<br />
poseer nada. Lo que mueve este<br />
espíritu es el respeto por el medio<br />
ambiente y el rechazo a las formas<br />
organizativas tradicionales, más<br />
individualistas y ordenadas. Es la<br />
experiencia de la okupación rural.<br />
No se trata de una ocupación<br />
cualquiera, sino que se llama así,<br />
okupación, porque consiste en<br />
una toma sin contrato de terrenos<br />
abandonados o viviendas vacías<br />
que no pertenecen a quienes deciden<br />
habitarlas. No se plantean<br />
cuestiones legales. El principal<br />
motivo es denunciar y al mismo<br />
tiempo responder a las dificultades<br />
económicas que los activistas<br />
consideran que existen a la hora<br />
de poseer una vivienda. Algunos<br />
hacen suyas las moradas en el corazón<br />
de la ciudad, otros prefieren<br />
perderse entre los montes.<br />
Lakabe, tal y como es conocido<br />
ahora, casi nació por casualidad.<br />
Lo que hoy es una ecoaldea, antes<br />
era un pueblo abandonado, unas<br />
ruinas casi perdidas en la espesura<br />
del Valle de Arce. En las décadas<br />
de los años sesenta y setenta<br />
surgió en España una corriente de<br />
jóvenes asamblearios y feministas<br />
que decidieron trasladarse al<br />
campo para poder tener una experiencia<br />
más comunitaria y compartida<br />
de su forma de ver la vida.<br />
En Navarra, el detonante fue en<br />
el año 1978. Un grupo de entre catorce<br />
y dieciocho jóvenes <strong>vivía</strong> de<br />
alquiler en un caserío en Navarra.<br />
Un día, buscando algunas cabras<br />
por las colinas, encontraron una<br />
serie de casas medio derruidas<br />
y escondidas discretamente<br />
entre pinos y robles. Lo más<br />
interesante era que estaban<br />
lejos de la ciudad, de las vías de<br />
comunicación. Aisladas.<br />
El 21 de marzo de 1980 se inauguró<br />
oficialmente la okupación<br />
rural del pueblo de Lakabe. Eran<br />
catorce personas que el Gobierno<br />
ni siquiera se molestó en expulsar<br />
de ese enclave, porque daba por<br />
supuesto que no iban a poder vivir<br />
con los servicios mínimos cubiertos.<br />
Los primeros diez años<br />
de repoblación consistieron en la<br />
reconstrucción de todas las casas<br />
semiderruidas, manteniendo su<br />
nombre de origen. Hoy, 35 años<br />
más tarde, están empadronadas<br />
entre 43 y 49 personas, de las cuales<br />
unos quince son niños.<br />
La aldea se encuentra al final de<br />
una empinada cuesta de grava, sin<br />
asfaltar. Una indicación en la carretera<br />
con la “c” de Lakabe sustituida<br />
por la “k” con un grafiti es la<br />
única guía para seguir subiendo.<br />
Si no se va con un coche todoterreno<br />
no hay más remedio que subir<br />
andando. Ya arriba, custodiados<br />
por un molino de viento que<br />
Es una aldea<br />
autogestionada,<br />
integrada con la<br />
naturaleza y que forma<br />
una vida comunitaria,<br />
de modo que todos los<br />
servicios y necesidades<br />
quedan cubiertos<br />
Mauge CañadA<br />
responsable de<br />
comunicación de Lakabe<br />
se divisa a lo lejos en la parte más<br />
alta de la montaña, se oyen voces<br />
de niños gritando y riendo. Los<br />
caballos relinchan en los campos<br />
más abajo. Al acercarse se puede<br />
ver un taller de coches, los niños<br />
descalzos entrando y saliendo de<br />
una de las furgonetas mientras<br />
juegan y el invernadero a lo lejos,<br />
al final de un camino de tierra. A<br />
la derecha, unas placas de madera<br />
llevan el nombre de “Lakabe”, y sobre<br />
él “Ongi Etorri. Bienvenidos”.<br />
Los gatos aparecen por todas partes,<br />
como guardianes silenciosos<br />
de la villa. Adentrándose en el<br />
pueblo se llega a la zona del huerto<br />
y el ganado. Hay plantadas por lo<br />
menos mil hectáreas de terreno, y<br />
cuentan con unas diez vacas y terneras.<br />
Los cerdos, por su parte, se<br />
cobijan en el establo.<br />
Desde que llegaron los primeros<br />
ocupantes en los años ochenta,<br />
se fue desarrollando el concepto<br />
de ecoaldea, lo cual es, según<br />
Mauge Cañada, responsable de<br />
comunicación de Lakabe, una<br />
comunidad intencional basada<br />
en la autosuficiencia (alimenticia,<br />
energética y económica), en la<br />
integración con la naturaleza de<br />
forma responsable y sostenible, y<br />
en la construcción de un concepto<br />
de vida comunitaria. Este estilo de<br />
vida debe sustentarse, según explica<br />
Cañada, en tres pilares fundamentales<br />
para conseguir que<br />
perdure. El primero es la escala<br />
humana: todo el mundo se conoce<br />
y se comunica con los demás.<br />
En segundo lugar, una completa<br />
funcionalidad vital: estudios, trabajo,<br />
ocio, necesidades diarias,<br />
todo queda cubierto dentro de la<br />
ecoaldea. Por último, es de vital<br />
importancia la integración con la<br />
naturaleza: en definitiva se trata<br />
de una vida sostenible.<br />
Juan Ayala, habitante de Lakabe<br />
desde hace cinco años, explica<br />
que cortar leña, subir al monte,<br />
trabajar en el invernadero, cuidar<br />
a los animales, hacer herraduras<br />
para los caballos, elaborar pan o<br />
encargarse del mantenimiento<br />
son algunas de las actividades que<br />
se pueden realizar y que cada uno<br />
se organiza según gustos y capacidad<br />
física. Además, para el correcto<br />
funcionamiento de la villa<br />
hay unos mínimos que se deben<br />
cumplir, ya que no todo parece tan<br />
sencillo como que cada uno haga<br />
lo que más le apetezca. Este habitante<br />
comentó que hay que considerar<br />
como obligatorio “la limpieza<br />
de las letrinas, un turno de<br />
cocina al mes, en el que se hace la<br />
comida y se limpia todo para todo<br />
el pueblo, y por último la asistencia<br />
a las asambleas”. Nada más. No<br />
hay horarios, más allá de la hora fijada<br />
para el desayuno y la comida.<br />
Tampoco alcaldes o jefes, porque<br />
las decisiones se toman de forma<br />
comunitaria para evitar liderazgos.<br />
Invierten su dinero en perpetuar<br />
su modo de vida y en ofrecer,<br />
aseguran, un servicio. Porque si<br />
ellos no existieran, Lakabe hubiera<br />
desaparecido.
28 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
Antiguos habitantes de Mendinueta lanzando el chupinazo.<br />
Vuelta a la vida<br />
entre ‘irrintzis’<br />
Casa Txantxo y Casa Mayorazgo se<br />
reúnen cada 12 de octubre para celebrar<br />
las fiestas de un pueblo ahora deshabitado<br />
Escrito por<br />
IZANIA OLLO Y BLANCA LARA<br />
Fotografías por<br />
IRANZU LARRASOAÑA<br />
Toni Agudo, de 61 años, corría por<br />
las calles empedradas de Mendinueta,<br />
en el Valle de Izagaondoa,<br />
mientras jugaba con la carroncha,<br />
un aro que se empujaba con<br />
una vara de metal para tratar de<br />
mantenerlo en pie. Hace cincuenta<br />
años, juegos como este eran con<br />
los que los hermanos Agudo pasaban<br />
las horas mientras el sol se<br />
escondía. Cada 12 de octubre este<br />
pequeño pueblo navarro se vestía<br />
de gala. Era tradición que, durante<br />
las fiestas del pueblo, los jóvenes<br />
del Valle disfrutasen bailando<br />
al son de las canciones interpretadas<br />
por los hermanos Olaverri.<br />
El día del Pilar, Txantxo, Antxon,<br />
Txiberri y Mayorazgo, las<br />
cuatro casas de las familias que<br />
habitaban este lugar ahora despoblado,<br />
se reunían en una explanada<br />
de hierba donde se divertían tirando<br />
el chupinazo. Año tras año,<br />
coincidiendo con el día de<br />
las fiestas locales, la familia<br />
Agudo regresa al completo a<br />
Mendinueta. Allí se reúnen alrededor<br />
de la mesa y aprovechan<br />
para recordar anécdotas de aquellos<br />
días en los que las casas todavía<br />
conservaban sus cimientos.<br />
Como si volviesen a ser niños<br />
de nuevo, Toni Agudo, junto con<br />
su hermano y su vecina, volvieron<br />
a escalar la torre medieval que<br />
Las fiestas duraban tres<br />
días. Tenían lugar delante<br />
de casa Txantxo, donde<br />
<strong>vivía</strong> la familia Goñi,<br />
en cuya era se hacía el<br />
baile todas las noches<br />
Toni Agudo<br />
antiguo habitante<br />
formaba parte del palacio. Tras<br />
un juicio muy disputado, terminó<br />
en manos del marqués de Claramonte.<br />
Según el Catálogo Monumental<br />
de Navarra, formó parte<br />
del palacio Cabo de Armería,<br />
propiedad de los Beaumont, en el<br />
año 1495. La torre, ahora, resiste<br />
el paso de los años rodeada por un<br />
abrigo de enredaderas que envuelve<br />
sus paredes, pese a los intentos<br />
de Toni por conservarla libre de<br />
esta planta invasora. Incluso hubo<br />
un momento en el que se utilizó<br />
como torre-campanario, ya que<br />
la atalaya estaba situada cerca de<br />
la iglesia. Cuenta cómo uno de los<br />
niños del pueblo se colocaba en el<br />
interior de la torre con un periódico<br />
mientras los demás se situaban<br />
en el exterior y veían cómo, a través<br />
de un ventanuco, se sucedían<br />
una serie de imágenes. Era una<br />
improvisada televisión.<br />
“En Mendinueta no había agua<br />
corriente, por lo que, cuando llegamos<br />
a Pamplona, estábamos<br />
todo el día con el grifo abierto”,<br />
cuenta mientras muestra un curioso<br />
invento del pueblo que le<br />
vio dar sus primeros pasos. Tras<br />
haberse casado con Aurelio Agudo,<br />
su madre se trasladó a Mendinueta.<br />
Fue allí donde se asombró<br />
al ver este artilugio construido<br />
por cuatro palos en forma de cuadrado.<br />
Este protegía las piernas
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
29<br />
Los restos de la torre que ahora está completamente cubierta de enredaderas.<br />
Las vigas de los techos desplomadas sobre el suelo.<br />
Toni Agudo con el invento made in Mendinueta.<br />
de los golpes que propinaban los<br />
cubos llenos de agua. “¡Cuántas<br />
veces tuvimos que recorrer esos<br />
cincuenta metros que separaban<br />
nuestra casa del pozo!”, recuerda<br />
nostálgico. Hoy Toni intenta llegar<br />
a esa fuente pero los matorrales<br />
y las altas hierbas hacen que<br />
desista cuando apenas lleva 25<br />
metros.<br />
“Las fiestas duraban tres días.<br />
Tenían lugar delante de casa<br />
Txantxo, donde <strong>vivía</strong> la familia<br />
Goñi, en cuya era se hacía el baile<br />
todas las noches”, cuenta Toni<br />
mientras degusta panceta, chistorra<br />
y costillas de cordero asadas<br />
en las brasas de una improvisada<br />
barbacoa. Todo esto acompañado<br />
MENDINUETA<br />
Año de extinción: 1964<br />
Última familia: Casa Mayorazgo<br />
Pamplona<br />
de una bota de vino que viajaba<br />
en volandas de mano en<br />
mano entre los 17 comensales<br />
que allí se reunieron el pasado<br />
día de la Virgen del Pilar. Entre<br />
tragos de vino tinto y mordiscos al<br />
bocadillo, también había tiempo<br />
para entonar algún irrintzi. “Se<br />
acerca tormenta”, comentan entre<br />
risas al ver las cortinas de agua<br />
que viaja en dirección a Mendinueta.<br />
No parece importarles,<br />
ya que es un día de fiesta, un día<br />
para disfrutar. Caen las primeras<br />
gotas, pero ellos siguen compartiendo<br />
viejos recuerdos. Algunas<br />
de las ruinas, incluso, sirven para<br />
que quienes están de celebración<br />
puedan cobijarse.<br />
Se le vienen a la cabeza esas largas<br />
caminatas hacia el colegio, situado<br />
en Urroz Villa, a una media<br />
hora de su pueblo, en las que iba<br />
acompañado por sus tres hermanos<br />
y las hijas de Casa Mayorazgo,<br />
atravesando los caminos cubiertos<br />
por el manto blanco en pleno<br />
invierno. “Mi madre luchaba cada<br />
mañana por mandarnos al colegio,<br />
pero era mi abuelo quien a<br />
veces nos convencía regalándonos<br />
un billete de una peseta”.<br />
Toni y dos de sus hermanos<br />
nacieron en el pueblo, gracias a la<br />
asistencia de una de las vecinas,<br />
que hizo de comadrona. “Recuerdo<br />
cuando nació el tercero de mis<br />
En Mendinueta no<br />
había agua corriente,<br />
por lo que, cuando<br />
llegamos a Pamplona,<br />
estábamos todo el día<br />
con el grifo abierto<br />
Toni Agudo<br />
antiguo habitante<br />
hermanos. Llamaron a la mujer<br />
de casa Antxon y a mis hermanos<br />
y a mí nos mandaron con las ovejas”,<br />
relata Toni entre risas. Cuando<br />
escucharon los lloros del recién<br />
nacido, fueron conscientes del<br />
porqué de tanto nerviosismo en el<br />
pueblo durante esos últimos días.<br />
Seis millones de pesetas<br />
En cada una de las cuatro casas<br />
había una huerta, campos de cereal,<br />
conejos, gallinas, cerdos,<br />
bueyes, vacas y caballos. “Los sábados<br />
íbamos al mercado antiguo<br />
de Pamplona a llevar huevos y<br />
alguna gallina”. Por aquel entonces,<br />
era normal que en la casa de<br />
la familia vivieran los padres del<br />
marido. Recuerda que en su casa<br />
había cuatro habitaciones: la de<br />
sus padres, la de los hijos, la del<br />
mayordomo y la de sus abuelos.<br />
Mientras su padre trabajaba en<br />
el campo y su madre se dedicaba<br />
a las tareas del hogar, ellos pasaban<br />
la mañana en la escuela, y a<br />
la hora de comer iban a Urbicáin,<br />
a la casa de un buen amigo de la<br />
familia. “Muchos días llegábamos<br />
a casa cuando ya había oscurecido.<br />
A nuestros padres se les hacía<br />
duro que unos críos como nosotros<br />
tuvieran que andar solos a<br />
esas horas”.<br />
Cuando la gente empezó a<br />
marcharse de los pueblos a la<br />
ciudad en busca de mejores condiciones<br />
de vida, las cuatro familias<br />
tuvieron la oportunidad de<br />
comprar todo el pueblo, aunque<br />
no llegaron a hacerlo. “Valía seis<br />
millones de pesetas. Había una<br />
familia —los Txantxo— que no se<br />
llevaban bien con todos los vecinos...”,<br />
desliza Toni.<br />
Sin embargo, las relaciones<br />
dentro de este municipio no fueron<br />
el motivo que hizo que los habitantes<br />
de este pueblo del Valle de Izagaondoa<br />
decidiesen marcharse. Si<br />
había una razón de peso para que<br />
el silencio inundase este rincón en<br />
el que habían vivido y disfrutado<br />
cada segundo, eran las posibilidades<br />
que ofrecía la ciudad. Toni lo<br />
sabe bien: “La gente de Mendinueta<br />
tenía ganas de irse. Pamplona<br />
parecía la repera”.<br />
EN BREVE<br />
4Es el número de viviendas<br />
por las que estaba formado<br />
este pequeño municipio<br />
navarro<br />
Agudo<br />
Apellido de la familia que se<br />
reúne cada 12 de octubre en<br />
el pueblo de Mendinueta<br />
12<br />
De octubre es el día en<br />
que los antiguos vecinos<br />
celebran las fiestas en<br />
honor a la Virgen del Pilar
30 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />
Arte en ruinas<br />
Vista del municipio de Peña desde el último tramo de la ascensión. FOTO: IZANIA OLLO<br />
Ruta por tres<br />
despoblados<br />
que conservan<br />
monumentos<br />
valiosos del<br />
patrimonio<br />
navarro<br />
Escrito por GEMMA ABADÍA<br />
“Un pueblo no muere cuando<br />
mueren sus casas, sino cuando<br />
no tiene quien le llore”, afirma<br />
el escritor e investigador<br />
Fernando Hualde en su blog<br />
despobladosnavarra, en el que<br />
recoge un total de 65 noticias<br />
sobre distintos pueblos deshabitados<br />
de la Comunidad<br />
Foral. El blog tiene su origen<br />
en los reportajes que se publicaban<br />
desde el año 2002<br />
en la sección “Recorridos por<br />
el Patrimonio de Navarra”<br />
de Diario de Noticias. Peña,<br />
Beroiz y Eransus son tres de<br />
estos pueblos que se pueden<br />
visitar en ruta. Han sido elegidos<br />
porque se encuentran<br />
a cuarenta y cinco, treinta y<br />
quince minutos del centro de<br />
Pamplona, respectivamente.<br />
De este modo, pueden visitarse<br />
todos siguiendo el orden<br />
recomendado o solo uno según<br />
la disponibilidad horaria de<br />
cada persona.<br />
El patrimonio cultural de<br />
Navarra está compuesto, entre<br />
otras obras, de palacios, señoríos,<br />
iglesias y castillos. Algunos<br />
de ellos han sido reformados,<br />
otros han quedado totalmente<br />
abandonados con el<br />
paso del tiempo. Sin embargo,<br />
su riqueza histórica y artística<br />
perdura mientras los muros de<br />
estos edificios se mantengan<br />
en pie en la memoria de algunos.<br />
“Han existido durante<br />
siglos, han sido casas y calles<br />
con vida; pero todos tienen en<br />
común que conocieron aquel<br />
día en el que alguien cerró la<br />
puerta de su casa, y la cerró<br />
para nunca más abrirla, y con<br />
su marcha el pueblo quedaba<br />
deshabitado, casas en soledad,<br />
calles en silencio, chimeneas<br />
sin humo; solo les queda<br />
esperar el expolio, la ruina,<br />
para doblegarse con el paso<br />
de los años ante la evidencia<br />
de que la naturaleza siempre,<br />
¡siempre!, tiende a recuperar<br />
su sitio”. En esta descripción,<br />
Hualde invita a reflexionar a<br />
los lectores de su blog y rinde<br />
homenaje a aquellos que hacen<br />
que los despoblados perduren<br />
vivos.<br />
PEÑA<br />
San Martín de Tours,<br />
una iglesia con encanto<br />
Peña es un buen lugar para empezar<br />
la ruta, ya que es el más lejano<br />
y además es necesario ascender<br />
a pie por un camino habilitado<br />
de la montaña, llamado Camino<br />
Viejo, para acceder a las ruinas.<br />
Este antiguo pueblo fortificado<br />
está construido encima de un<br />
peñasco situado a ocho kilómetros<br />
al sur de Sangüesa y a más<br />
de mil metros de altura. Desde la<br />
Edad Media sirvió de puesto de<br />
vigilancia en la frontera entre los<br />
reinos de Aragón y de Navarra.<br />
Antes se podía acceder en coche<br />
cuando había romería todos los 9<br />
de mayo, pero hoy solo se puede<br />
acceder a pie desde Torre de<br />
Peña. El ascenso dura una hora<br />
aproximadamente.<br />
En la zona más elevada se<br />
encuentra el Castillo de Peña, que<br />
data del siglo XI. Sancho el Mayor<br />
fue quien encargó construirlo<br />
para combatir a los musulmanes.<br />
Actualmente pueden verse los<br />
restos de una torre.<br />
Unos cuantos metros más abajo<br />
se halla, en perfecto estado, la<br />
iglesia parroquial de San Martín<br />
de Tours. Se compone por dos<br />
cuerpos: uno de ellos está cubierto<br />
por un tejado a dos aguas y sus<br />
muros de mampostería se apoyan<br />
sobre varios contrafuertes. Adosada<br />
a este cuerpo se alza una<br />
torre. La base de ésta se compone<br />
por dos arcos: uno de medio<br />
punto y otro de estilo gótico. La<br />
parte superior de la torre está<br />
coronada por dos campanas y un<br />
crucifijo. Hasta hace dos años<br />
todavía se abría esta iglesia cada<br />
11 de noviembre para celebrar<br />
la fiesta patronal. Hualde tuvo<br />
la suerte de presenciar esa<br />
celebración en 2009, como<br />
relata en su blog: “La situación<br />
era surrealista. La casualidad<br />
había querido que fuésemos a<br />
Peña precisamente uno de los dos<br />
días del año que tiene vida”.<br />
Descendiendo la montaña<br />
pueden verse las ruinas de las<br />
doce viviendas que componían<br />
el pueblo, entre ellas la de los<br />
Landa y la del maestro, que tenía<br />
adosada la escuela a su derecha,<br />
pero de la que casi no queda<br />
nada. Aún se mantiene el horno<br />
comunal en otro edificio.<br />
Los peñuscos, como se les<br />
llamaba a los que habitaban en<br />
estas casas, emigraron casi todos<br />
a Sangüesa y a Cáseda en busca<br />
de mejores condiciones de vida.<br />
Algunas familias también se<br />
marcharon porque finalizaron<br />
sus contratos de arrendamiento.<br />
En 1950 solo quedaban tres familias<br />
en el pueblo. Nicanor Leoz,<br />
el cartero y Asunción Landa,<br />
Un pueblo no muere<br />
cuando mueren sus<br />
casas, sino cuando no<br />
tiene quien le llore<br />
FERNANDO HUALDE<br />
EXPERTO EN PUEBLOS ABANDONADOS
25 de noviembre de 2015 | “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo”<br />
31<br />
La iglesia de San Martín de Beroiz. FOTO: CEDIDA POR FERNANDO HUALDE<br />
BEROIZ<br />
Tres edificios con<br />
mucha historia<br />
Beroiz es un antiguo señorío en<br />
el que todavía sobreviven las ruinas<br />
de su palacio. Según Hualde,<br />
la primera referencia documental<br />
de este lugar data de 1142 con<br />
sobrenombre locativo del señor<br />
Aznar Galíndez. A partir del<br />
siglo XIII se puede acreditar que<br />
estuvo habitado. Curiosamente<br />
en el siglo XIV, fue deshabitado<br />
por primera vez, pero tan solo<br />
temporalmente. Según los censos<br />
de población, en 1960 <strong>vivía</strong>n<br />
nueve personas y a partir de ese<br />
momento vuelve a figurar como<br />
deshabitado.<br />
Beroiz se compone únicamente<br />
de tres edificios: la iglesia<br />
de San Martín, la Casa Nueva,<br />
frente a la iglesia, y el palacio,<br />
en un montículo separado de los<br />
otros dos. Antes también había<br />
una torre de vigilancia, donde<br />
actualmente se encuentra la<br />
carretera, pero no sobrevivió a la<br />
segunda mitad del siglo XX.<br />
El palacio, al menos en la primera<br />
mitad del siglo XX, albergaba<br />
dos viviendas diferentes.<br />
A una de esas viviendas, según<br />
informó a Hualde un antiguo<br />
habitante del pueblo, Desiderio<br />
Martínez, se la conoció como<br />
Casa Regino, que era el nombre<br />
de quien <strong>vivía</strong> allí. En el Catálogo<br />
Monumental de Navarra se<br />
describe como “un palacio con<br />
fachada rectangular encajada<br />
entre dos torreones”. Otro de los<br />
nombres con el que se conocía al<br />
palacio según el libro Cuadernos<br />
de Etnología y Etnografía de<br />
Navarra, de Javier Itulain Irurita,<br />
es Casa Vieja. Por su estado<br />
de conservación y el deterioro<br />
de las vigas, no se recomienda el<br />
acceso a éste.<br />
La otra vivienda, denominada<br />
Casa Nueva, se mantiene<br />
mejor que el palacio. Tan sólo<br />
está accesible la planta baja,<br />
usada por el ganado, y tampoco<br />
es recomendable entrar en ella,<br />
por peligro de derrumbamiento<br />
en su interior. Ahora mismo, el<br />
techo de esa planta baja soporta<br />
todo el peso de las ruinas del piso<br />
superior, el tejado y parte de la fachada.<br />
La lluvia y el hielo han deteriorado<br />
las vigas que sostenían<br />
ese peso. Nada más atravesar el<br />
umbral de la puerta, en el lado<br />
izquierdo estaba la amasandería,<br />
que era una pequeña habitación<br />
en la que se amasaba el pan. Junto<br />
a ella, se encuentran los restos<br />
de lo que fue el horno artesano.<br />
Enfrente de la Casa Nueva se<br />
alza la iglesia, dedicada a San<br />
Martín. Es el edificio en mejor<br />
estado y, en la actualidad, está<br />
habilitado para acoger en su interior<br />
al ganado. Hualde explica<br />
que “donde antes hubo bancos,<br />
hoy hay comederos”. El suelo está<br />
deteriorado, solo queda la base de<br />
la pila bautismal y las dovelas de<br />
la portada están erosionadas por<br />
las inclemencias del tiempo. Tan<br />
solo se conserva la clave central<br />
en la que, sobre un cuadrado, hay<br />
una cruz de cuatro brazos iguales.<br />
En el Catálogo Monumental de<br />
Navarra explica: “La sacristía, de<br />
planta cuadrada, se adosa a la cabecera<br />
por el lado del Evangelio.<br />
El exterior, de sillarejo, conserva<br />
grandes contrafuertes que llegan<br />
hasta la cubierta”. Además informa<br />
que en el Museo Diocesano de<br />
Pamplona sobrevive, entre otros<br />
objetos de culto, una talla de la<br />
Virgen procedente de la iglesia de<br />
Beroiz.<br />
CÓMO LLEGAR<br />
30 min<br />
De Pamplona a<br />
Beroiz se tarda 30<br />
minutos en coche<br />
por la NA- 2400.<br />
Se sitúa en el Valle<br />
de Izagaondoa, en<br />
dirección a Lumbier,<br />
al lado izquierdo<br />
de la carretera, a<br />
unos cien metros<br />
de la misma y sin<br />
señalizar.<br />
fueron los últimos en marcharse<br />
de Peña en el año 1952 para<br />
mudarse a Sangüesa. Aunque, en<br />
realidad, el último vecino en irse<br />
fue un ermitaño belga, el Padre<br />
Arnaldo, que vivió en Peña desde<br />
el 1961 hasta 1964, haciendo vida<br />
en solitario. Los empleados de<br />
la finca más cercana subían a la<br />
villa para llevarle comida. Este<br />
ermitaño <strong>vivía</strong> en la Casa Abacial,<br />
la más nueva de todas, que se<br />
encuentra enfrente de la iglesia.<br />
Es un edificio de tres plantas y<br />
cubierta a dos aguas, con una<br />
imposta que separa los distintos<br />
pisos. Por último, siguiendo un<br />
camino que asciende por el lateral<br />
del castillo, se encuentra un<br />
pequeño cementerio.<br />
Restos de las viviendas de Eransus. FOTO: CEDIDA POR FERNANDO HUALDE<br />
reformado para reunirse en días<br />
festivos. En la calle quedan las<br />
ruinas de varias viviendas como<br />
Casa Máximo, Casa Leache y<br />
Casa Zacarías. Al otro lado se<br />
pueden apreciar los antiguos corrales.<br />
Entre las casas y el palacio<br />
se hallaba la escuela, de la que se<br />
mantiene su estructura externa.<br />
Un poco antes de llegar al final<br />
de la calle está la fuente, con<br />
abrevadero y lavadero adosados.<br />
Esta construcción se autoabastece<br />
de la denominada Fuente<br />
Vieja, era el centro social de la<br />
localidad, donde se reunían todos<br />
los vecinos.<br />
Por último, al final de la vía<br />
se erige el palacio, con su jardín<br />
y sus caballerizas. Sus puertas y<br />
ventanas están tapiadas y no queda<br />
mobiliario de la planta baja.<br />
CÓMO LLEGAR<br />
45 min<br />
Desde Pamplona son<br />
45 minutos en coche<br />
por la A-21. Parar<br />
en Torre de Peña y<br />
ascender andando<br />
por el camino de<br />
tierra. La duración<br />
de esta subida es<br />
de una hora.<br />
ERANSUS<br />
Un viejo señorío<br />
Eransus está hoy prácticamente<br />
despoblado ya que solo quedan<br />
catorce habitantes censados que<br />
viven en el moderno poblado<br />
ecológico Goizeder. Sin embargo,<br />
no ha sido siempre así, ya que<br />
Eransus fue un antiguo lugar<br />
de señorío hasta la renovación<br />
administrativa de principios del<br />
XIX. Alcanzó su mayor población,<br />
75 habitantes, en 1887.<br />
Hualde explica en su blog que<br />
cualquier época del año es buena<br />
para descubrir este “remanso de<br />
paz”. “Es una visita que me gusta<br />
hacer con cierta frecuencia”,<br />
afirma. El pueblo está formado<br />
por una iglesia, una calle, unas<br />
cuantas viviendas en ruinas, una<br />
fuente y los restos del antiguo<br />
palacio.<br />
En la iglesia de San Salvador<br />
de Eransus han entrado varias<br />
veces a robar hasta dejarla vacía,<br />
pero actualmente algunos de<br />
los antiguos feligreses la han<br />
CÓMO LLEGAR<br />
15 min<br />
De Pamplona a<br />
Eransus, localidad<br />
del Valle de Egüés,<br />
se tardan 15 minutos<br />
aproximadamente<br />
en coche, por<br />
la NA-150.
Izaskun, Ioseba, Adrián,<br />
Igor y Asier llenan<br />
de vida las calles de<br />
Gardalain, un pueblo<br />
que hasta hace poco<br />
llevaba el cartel de<br />
abandonado. Han sido<br />
los primeros en volver.<br />
No serán los últimos.