11.04.2016 Views

Suplemento "Aquí vivía yo"

Suplemento sobre pueblos abandonados de Navarra

Suplemento sobre pueblos abandonados de Navarra

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

10 “<strong>Aquí</strong> <strong>vivía</strong> yo” | 25 de noviembre de 2015<br />

peña josé antonio landa, 77 años<br />

“Lo que<br />

más echo<br />

de menos<br />

es la paz”<br />

El último niño que nació en Peña, José<br />

Antonio Landa Leoz, recuerda los días<br />

que pasó en el pueblo que le vio crecer<br />

Escrito por<br />

MIGUEL DE RIBOT<br />

blanca lara<br />

José Antonio Landa Leoz,<br />

de 77 años, pasó su infancia<br />

a 1.070 metros de altura.<br />

Recuerda que, cuando<br />

corría cuesta abajo por las<br />

empinadas calles del pueblo,<br />

su abuela siempre lo<br />

perseguía despavorida al grito de<br />

“¡Te vas a matar!”. El lugar donde<br />

sucedieron aquellas escenas<br />

es Peña, un pequeño pueblo de la<br />

merindad de Sangüesa, en el que<br />

José Antonio Landa fue el último<br />

habitante en nacer en 1939.<br />

Las casas de Peña, construidas<br />

sobre una meseta inclinada, tuvieron<br />

que ser obra del mejor de<br />

los arquitectos, quien supo cómo<br />

levantar los cimientos para que<br />

las paredes no acabasen cayendo<br />

por el precipicio. La vida ahí puede<br />

parecer complicada, pero más<br />

allá de los adultos que tenían que<br />

trabajar las tierras, por esos lugares<br />

se movían tanto niños como<br />

ancianos.<br />

Hasta los ocho años, José Antonio<br />

era uno de esos niños que<br />

corría por la ladera de la sierra de<br />

Peña. “Esto lo habré recorrido yo<br />

unas doscientas mil veces”, dice<br />

señalando una fotografía de su<br />

pueblo. El fútbol también llegó<br />

a este municipio donde los niños<br />

crecieron, como cualquiera de su<br />

época, creyéndose Di Stefano o<br />

Pelé. En sus recuerdos se mezclan<br />

vivencias cargadas de nostalgia<br />

con algunos momentos que rozaron<br />

la tragedia. Entre estos últimos,<br />

hay uno que José Antonio<br />

tiene grabado a fuego. “Un día de<br />

verano, mientras le daba patadas<br />

al balón con unos amigos, la pelota<br />

cayó encima de unos matorrales.<br />

Cuando fuimos a recogerla,<br />

uno de los niños que había venido<br />

a pasar las vacaciones, pisó en lo<br />

que resultó ser un falso suelo. Fue<br />

entonces cuando se produjo el<br />

fatal desenlace”, recuerda. El pequeño<br />

se hundió y cayó barranco<br />

abajo hasta perder la vida.<br />

Por las mañanas se despedía a<br />

los hombres que se iban a trabajar<br />

al campo, mientras las mujeres se<br />

quedaban en casa haciendo las tareas<br />

del hogar y los niños se iban<br />

a la escuela. Pero antes de acudir<br />

a las clases todos los pequeños tenían<br />

que hacer algunos recados.<br />

Con apenas cinco años, José Antonio<br />

también tenía sus encargos:<br />

“Nada más levantarme tenía que<br />

ir a buscar agua para todo el día,<br />

los cántaros pesaban bastante y el<br />

pozo estaba lejos”.<br />

Eran muchas las horas de juego<br />

y diversión que había en este<br />

pueblo. José Antonio rememora<br />

las aventuras que vivió con sus<br />

amigos: sus excursiones por los<br />

pasillos subterráneos que iban de<br />

la iglesia al castillo; o la vez que se<br />

fueron al monte sin decir nada y<br />

aparecieron por la noche, cuando<br />

su abuela, sus tías y varias personas<br />

más estaban buscándolos.<br />

“Cuando volvimos nos pegaron<br />

una buena paliza”, recuerda entre<br />

risas José Antonio.<br />

Cada domingo el pueblo tomaba<br />

un descanso: no se iba a trabajar,<br />

ni a la escuela; sino que se<br />

celebraba el día con la familia y<br />

yendo a cazar. Todos los días<br />

de guardar, el sacerdote<br />

subía a caballo. “Cuando lo<br />

veíamos venir, tocábamos las<br />

campanas para que todos los<br />

vecinos se enterasen”. En Semana<br />

Santa no podían hacerlas sonar,<br />

por lo que sacaban las carracas<br />

e iban por las calles para avisar a<br />

todos los vecinos de que llegaba la<br />

hora de ir a misa.<br />

Gran parte de la villa estaba<br />

habitada por las familias Leoz<br />

Nada más levantarme<br />

tenía que ir a buscar<br />

agua para todo el<br />

día, los cántaros<br />

pesaban bastante y el<br />

pozo estaba lejos<br />

José Antonio Landa<br />

ÚLTIMO NACIDO EN PEÑA<br />

y Landa. En Peña llegó a haber<br />

doce casas, pero sus habitantes se<br />

fueron yendo hasta que en 1950<br />

sólo quedaron tres. Los primeros<br />

de la familia de José Antonio en<br />

llegar a este pueblo fueron sus<br />

abuelos, tanto paternos como maternos.<br />

Un pueblo, una familia<br />

Por aquel entonces, todos los<br />

hombres tenían que cumplir<br />

el servicio militar obligatorio.<br />

“Cuando mi padre se fue a la mili,<br />

en la casa de los Leoz estaban<br />

de fiesta por el nacimiento de su<br />

última hija, la que años después<br />

sería mi madre”, narra José Antonio<br />

emocionado mientras mira<br />

un retrato de sus progenitores

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!