Nº 5 - Noviembre 2016

E
l candidato republicano Donald Trump será el próximo inquilino
de la Casa Blanca. En su primer discurso como presidente electo,
sostuvo: "Seré el presidente de todos los norteamericanos", y como
segundo paso hizo un llamado a la unidad de los Estados Unidos.
Lo primero que uno se pregunta es si esto será posible luego de su
discurso y accionar a lo largo de la campaña electoral.
El análisis que aquí propongo se determina en uno de los ejes
fundacionales de su alocución: el argumento que apela a la identificación
de un “chivo expiatorio”, identificando un nuevo estereotipo, el
inmigrante latinoamericano (sobre todo el proveniente de México). La
política migratoria propuesta por Trump, desde un inicio, se enfoca en
la criminalización del inmigrante más allá de su status migratorio. Repetidamente
se lo escucho decir “nos están enviando a lo peor” o “a
nuestro país llegan delincuentes, narcotraficantes, criminales”. Identifica
lo que denomino la narrativa de la amenaza latina.
Este tipo de discurso caracterizó toda su campaña electoral.
Ahora, ¿cómo a pesar de esto llego al poder? Y en definitiva, ¿cómo
logró que una parte sumamente importante de latinos lo voten? En el
caso de Trump, fueron los inmigrantes aquellos que según el razonamiento
postulado generan criminalidad y amenazan nuestros empleos
o nuestra forma de vida. Más allá de que podamos pensar que
esta tesis es irrelevante o sumamente débil, su argumento convence
y en definitiva convenció no tanto por su sustancia, sino porque apela
de manera visceral al rechazo, al odio, a la xenofobia, a los “otros”,
aquello desconocido. Es decir, se trata del miedo en sus clásicas variantes
xenófobas, racistas o tribales.
El muro que propone el presidente electo de Estados Unidos lo
debemos pensar más allá de su materialización. El control fronterizo
es mucho más que armas, drones o fronteras inteligentes. El muro
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