BOLETÍN
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<strong>BOLETÍN</strong> DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA<br />
La otra marea<br />
El ser humano llega al mundo dotado de emociones. El deseo, el dolor, el placer, la<br />
esperanza, el miedo, forman parte de eso que Sigmund Freud denominó como “tendencias<br />
de naturaleza elemental” 31 , y que buscan satisfacer necesidades primarias. El<br />
miedo es una de las emociones que el individuo siente con mayor potencia sobre todo<br />
cuando señala algo que está lejos de su horizonte espacio-temporal y del orden consolidado<br />
de su cultura. Con su presencia, el proceso civilizatorio moderno erige todo un<br />
sistema de instituciones y procesos para controlarlo. El cambio social depende mucho<br />
de esta ecuación que pone a un lado la cultura (normas, moral, razón) y al otro las<br />
emociones (miedo, angustia, esperanza).<br />
La pregunta que cabe a continuación es la siguiente: ¿Vivir en comunidad no produce<br />
una presión constante? El complejo freudiano dice que sí. Que cuando compartimos<br />
con el otro (el entre nosotros, como lo llama Hannah Arendt 32 cuando habla de<br />
política) se produce una presión inevitable. Es decir, una “presión de la realidad” que<br />
todo lo atraviesa. De esa fuerza surge el miedo primigenio que arrastramos desde las<br />
cavernas, con todos sus residuos culturales y con otros rostros. Unos prefieren evadirla;<br />
otros, la reducen; hay aquellos que la manejan desde lo mágico, esto es, la religión.<br />
En estos tres escenarios, las piezas en el tablero entablan una racionalización sistemática<br />
para hacer a un lado los objetos que lo paralizan, que le producen terror. No es<br />
gratuito el hecho de que Nietzsche haya dicho que el miedo es el padre de la moral.<br />
¿Qué ha hecho la modernidad frente esos miedos que arrastramos culturalmente?<br />
Zygmunt Bauman nos da una triste noticia: la modernidad en vez de haber disipado<br />
los temores sociales del panorama, los ha potenciado en los escenarios más visibles de<br />
nuestra realidad 33 . Este identifica con la expresión miedo derivativo a esta reactualización<br />
de los viejos temores de la humanidad. El término “derivar” significa reconocer<br />
el origen de una cosa, “traer su origen de otra”. Ese algo que viene de lejos se asemeja a<br />
la marea que va y vuelve, erosionando la costa. Sabemos que existe porque nos reconocemos<br />
en ella cuando choca ante nuestra corporalidad. Nos golpea y se aleja para<br />
acomodarse en mar abierto y enrumbarse contra nosotros.<br />
31<br />
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Madrid, Alianza Editorial, 2011.<br />
32<br />
Hannah Arendt. ¿Qué es la política?, Barcelona, Paidós Ibérica, 1997.<br />
33<br />
Zygmunt Bauman, Modernidad líquida, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002.<br />
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