Excodra XVI: La lucha
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<strong>La</strong> palabra que los científicos han escogido para este proceso no le hace<br />
justicia. Adquisición del lenguaje. <strong>La</strong> adquisición remite a un acto burgués y<br />
contractual. Se adquiere una casa o una corbata, no un lenguaje. O a algo<br />
pasivo: el colchón adquiere la forma de nuestro cuerpo. Pero ni lo notarial ni<br />
lo pasivo son características de la forma en que los niños aprenden a hablar.<br />
Lo suyo es una <strong>lucha</strong>. <strong>La</strong> mayor <strong>lucha</strong> que se nos plantea.<br />
No existe un lenguaje como tal. El idioma, por más que la academia se<br />
empeñe en limpiarlo, fijarlo y darle esplendor, es distinto en cada hablante. No<br />
hay dos personas que hablen igual, más allá de dialectos y sociolectos. Cada<br />
ser humano hace suya su lengua, y su forma de expresarse es sólo suya. El<br />
niño, cuando empieza a formar holofrases, no es parte de un aprendizaje<br />
pasivo, sino que está entregado a una operación de conquista. Aprender a<br />
hablar significa en realidad apropiarse del lenguaje. No lo adquiere, sino que<br />
lo toma por la fuerza, entre peleas y dolores. Desde su primera holofrase hasta<br />
que domina todos los recovecos de la gramática (en torno a los tres años), los<br />
niños viven en un combate que ningún adulto tendría fuerza para emprender.<br />
Ni el más complejo sistema filosófico puede comparársele en audacia.<br />
Yo asisto maravillado a la conquista del lenguaje de mi hijo. Registro sus<br />
avances, celebro sus posiciones ganadas, le ayudo a mantener la retaguardia<br />
para que la gramática no recupere el terreno que mi hijo le ha ganado. Se<br />
esfuerza por hacer suyo, radicalmente suyo, un lenguaje que sus padres le<br />
hemos puesto delante. No lo toma de la escuela. No lo toma de la versión<br />
académica y domesticada de los libros de texto, sino de la nuestra expresión<br />
salvaje, personal e intraducible. Es una <strong>lucha</strong> animal, contraria a toda<br />
civilización. En la escuela le enseñarán a hablar bien. Es decir, le enseñarán a<br />
deshablar, pero no conseguirán anular del todo su forma de decir única.<br />
Ningún colegio sabe fabricar hablantes normalizados puros. Ningún manual<br />
de gramática tiene fuerza para penetrar en el núcleo de la persona y subvertir<br />
su identidad.