El imaginario de la novela selvática en la obra de Arturo D. Hernández

-¡Maldito avechucho! - gritó el Matero-. ¡Ya me parecía que tardabas! ¡No te veo, pero ahí
te mando otro mensaje de muerte!
Y sonaron secamente dos disparos. El Matero, supersticioso, irritado hasta la
desesperación, habría continuado haciendo fuego si no se lo hubiera impedido un horroroso
grito de Awanari 111 (...)
Notamos que, una vez más, es lo sensorial lo que domina la realidad narrativa:
formalmente, en la disposición del texto en la página, solo el grito “Wancawí... Wancawí...
Wancawí....” ocupa una linea. Se destaca así del resto del párrafo, llama la atención del lector y de
todos los personajes, que solamente oyen el canto pero no ven el pájaro. Así que en lugar de leer
la descripción del wancawi, leemos la descripción del impresionante árbol donde está. Es como si
la amenaza funesta emergiera de la selva misma, lo que le otorga aún más fuerza dramática al
presagio. Como ocurre a menudo en el relato, nos enteramos de las sensaciones del narrador
personaje, que parece turbado por el hecho, y se insiste por enésima vez en el carácter supersticioso
del Matero. Awanari, un aborigen al servicio de la familia de Sangama, acaba de ser mordido por
una serpiente venenosa mortal y comprendemos que el presagio puede concernirlo. A
continuación, hay una doble insistencia que puede parecerse a una gradación encadenada, ya que
al canto del wancawi que vuelve repitiéndose, se añade el de la chicua, el conjunto acompañado
de forma regular con la voz del Matero integrándose a la “sinfonía fúnebre”. Entonces, la
insistencia se vuelve triple:
El wancawi quedó trás el recodo del río, entonando su fatídico canto con burlona y
majadera insistencia, y cuando dejó de escuchársele por la distancia, del espeso ramaje
brotó una especie de risotada sonora y detemplada. ¿Era la chicua?(...) A los pocos
momentos, como para vivificar la impresión producida por los cantos agoreros, que ya casi
nos había pasado, volvieron a sonar delante de nosotros, desde las elevadas ramas de un
árbol milenario, las desesperantes notas del wancawi.
- ¡Esto si que es como para acabar con todas las paciencias del Mundo! - protestó
encolerizado el Matero (…) Parece que es para todos nosotros...
- ¿Te has convertido, acaso, en chicua o wancawi?- le repliqué, entre irónico y
fastidiado 112 .
111 HERNÁNDEZ, Arturo Demetrio, Sangama: novela de la selva amazónica, op. cit., p. 378.
112 HERNÁNDEZ, Arturo Demetrio, Sangama: novela de la selva amazónica, op. cit., p. 379.
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