La Tentación de Esquisto

Capítulo II |
2.4 Ser parte de la elite
Por Grégory Lassalle
Ser petrolero
Desde hace algunas horas, se ha puesto el sol. Decenas de camiones cisterna
se estacionan a ambos lados de la ruta 7. Los conductores cocinan carne
sobre los improvisados braseros. Al frente, un pequeño casino siempre
abierto e improvisados cabarets que atraen con la promesa destellante de
jóvenes mujeres procedentes de República Dominicana.
El alba no despunta todavía en el horizonte cuando un desfile de luces
blancas y amarillas atraviesa el pueblo en una algarabía ensordecedora.
La carretera asfaltada sufre los embates de camiones cargados de torres
de perforación, grúas, compresores, mezcladoras y objetos de acero con
las formas más inverosímiles. Otros camiones traen arena, agua, gasoil,
coadyuvantes químicos. Cada día cerca de cuatrocientas empresas, once
mil trabajadores y seis mil vehículos transitan por Añelo: un derroche de
energía para extraer energía.
En la banquina, los vendedores se instalan durante el día. Ofrecen
hortalizas frescas, muebles o empanadas. A su lado, los escolares tratan
de cruzar el muro de los camiones. En una estación de servicio, ejecutivos
de YPF y de empresas de servicios petroleros se calientan alrededor
de un café mientras hojean el suplemento Energía del diario Río Negro.
Haut du formulaireBas du formulaire Más lejos, los trabajadores esperan
los microbuses que los llevarán a Loma Campana. El viento del invierno
azota sus rostros ocultos en grandes abrigos. Roberto Chumbita trabaja
para la empresa de perforación DLS. Mañana se irá a descansar a su casa,
en la provincia de Jujuy, durante doce días, antes de volver a Añelo: “Finalmente,
uno pasa más tiempo con sus compañeros de trabajo que con
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