Tenemos que saltar
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SELECCIONES <br />
POR TODAS PARTES CAÍA AGUA: gotas grandes y frías <strong>que</strong><br />
se estrellaban contra la embarcación y empapaban a<br />
Dan Suski. Éste luchaba por mantener el equilibrio en la<br />
popa del Reel Irie, barco de pesca deportiva de mediano<br />
calado <strong>que</strong> hacía excursiones en la zona sur del mar<br />
Caribe, frente a la isla de Santa Lucía, pero de ningún modo iba a<br />
dejar <strong>que</strong> el agua lo distrajera de su propósito.<br />
Dan, de 30 años, supo <strong>que</strong> había<br />
atrapado algo grande cuando el sedal<br />
de su caña empezó a desenrollarse;<br />
sin embargo, tardó unos 40 minutos<br />
en saber qué era: un pez espada de<br />
180 kilos, con ojos del tamaño de una<br />
pelota de beisbol.<br />
Era el mediodía del 21 de abril de<br />
2013. El cielo estaba nublado; el aire,<br />
húmedo y frío, y había olas de hasta<br />
3.5 metros de altura. Mientras Dan y<br />
Tim Cooper, el primero de a bordo,<br />
forcejeaban con el pez en la popa,<br />
Kate Suski, hermana de Dan, de 39<br />
años, estaba sentada cerca del timón.<br />
Trataba de filmar la lucha contra el<br />
pez espada, pero el barco se movía y<br />
no lograba estabilizar la toma. Nadie<br />
en la cubierta notó <strong>que</strong> bajo sus pies<br />
corría agua hacia la proa.<br />
El capitán, Griffith Joseph, viró al<br />
este, hacia tierra. A este fogueado pescador<br />
afincado en la bahía Rodney de<br />
Santa Lucía no parecía preocuparle el<br />
mar embravecido, ni había protestado<br />
cuando, hacía una hora, los hermanos<br />
le pidieron <strong>que</strong> dejara la costa atlántica<br />
de la isla y se dirigiera a la costa<br />
del Caribe, donde esperaban encontrar<br />
aguas más tranquilas.<br />
Dan seguía enrollando el sedal con<br />
el pez cuando se oyó un ruido fuerte<br />
detrás de él, y luego un siseo. Se preguntó<br />
si habrían golpeado algo, pero<br />
el lecho marino estaba a más de 900<br />
metros de profundidad. Kate se volvió<br />
a mirar al capitán, pero éste meneó la<br />
cabeza como si dijera: “No te preocupes”.<br />
Joseph dejó el timón y abrió la<br />
puerta de la cabina. Kate miró hacia<br />
allí y se <strong>que</strong>dó atónita: el agua había<br />
invadido el cuarto. Y cuando Joseph<br />
abrió la escotilla del compartimiento<br />
del motor, vio <strong>que</strong> el espacio estaba<br />
completamente inundado.<br />
Dan supo al instante <strong>que</strong> algo andaba<br />
mal. Además de oír el golpe<br />
seco, Joseph estaba abajo. Si bien<br />
Cooper lo había relevado en el timón,<br />
el barco se bamboleaba sin control.<br />
De pronto la hélice cortó el sedal <strong>que</strong><br />
sujetaba al pez espada y lo liberó.<br />
El capitán volvió a cubierta y empezó<br />
a repartir chalecos salvavidas.<br />
—<strong>Tenemos</strong> <strong>que</strong> <strong>saltar</strong> —dijo.<br />
ERA UN TÍPICO DÍA GRIS de abril en<br />
Seattle, Washington, cuando Kate recibió<br />
un mensaje de texto de Dan <strong>que</strong><br />
decía: “¿Quieres ir a pescar en aguas<br />
ILUSTRACIÓN DE LA PORTADILLA: STEVEN P. HUGHES