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Tenemos que saltar

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DRAMA DE LA VIDA REAL<br />

Cuando el barco empezó a hundirse en el mar<br />

Caribe, Dan y su hermana Kate no vieron otra<br />

opción <strong>que</strong> nadar para salvar la vida...<br />

“TENEMOS<br />

QUE<br />

SALTAR”<br />

MATTHEW HALVERSON<br />

TOMADO DE SEATTLE MET


SELECCIONES <br />

POR TODAS PARTES CAÍA AGUA: gotas grandes y frías <strong>que</strong><br />

se estrellaban contra la embarcación y empapaban a<br />

Dan Suski. Éste luchaba por mantener el equilibrio en la<br />

popa del Reel Irie, barco de pesca deportiva de mediano<br />

calado <strong>que</strong> hacía excursiones en la zona sur del mar<br />

Caribe, frente a la isla de Santa Lucía, pero de ningún modo iba a<br />

dejar <strong>que</strong> el agua lo distrajera de su propósito.<br />

Dan, de 30 años, supo <strong>que</strong> había<br />

atrapado algo grande cuando el sedal<br />

de su caña empezó a desenrollarse;<br />

sin embargo, tardó unos 40 minutos<br />

en saber qué era: un pez espada de<br />

180 kilos, con ojos del tamaño de una<br />

pelota de beisbol.<br />

Era el mediodía del 21 de abril de<br />

2013. El cielo estaba nublado; el aire,<br />

húmedo y frío, y había olas de hasta<br />

3.5 metros de altura. Mientras Dan y<br />

Tim Cooper, el primero de a bordo,<br />

forcejeaban con el pez en la popa,<br />

Kate Suski, hermana de Dan, de 39<br />

años, estaba sentada cerca del timón.<br />

Trataba de filmar la lucha contra el<br />

pez espada, pero el barco se movía y<br />

no lograba estabilizar la toma. Nadie<br />

en la cubierta notó <strong>que</strong> bajo sus pies<br />

corría agua hacia la proa.<br />

El capitán, Griffith Joseph, viró al<br />

este, hacia tierra. A este fogueado pescador<br />

afincado en la bahía Rodney de<br />

Santa Lucía no parecía preocuparle el<br />

mar embravecido, ni había protestado<br />

cuando, hacía una hora, los hermanos<br />

le pidieron <strong>que</strong> dejara la costa atlántica<br />

de la isla y se dirigiera a la costa<br />

del Caribe, donde esperaban encontrar<br />

aguas más tranquilas.<br />

Dan seguía enrollando el sedal con<br />

el pez cuando se oyó un ruido fuerte<br />

detrás de él, y luego un siseo. Se preguntó<br />

si habrían golpeado algo, pero<br />

el lecho marino estaba a más de 900<br />

metros de profundidad. Kate se volvió<br />

a mirar al capitán, pero éste meneó la<br />

cabeza como si dijera: “No te preocupes”.<br />

Joseph dejó el timón y abrió la<br />

puerta de la cabina. Kate miró hacia<br />

allí y se <strong>que</strong>dó atónita: el agua había<br />

invadido el cuarto. Y cuando Joseph<br />

abrió la escotilla del compartimiento<br />

del motor, vio <strong>que</strong> el espacio estaba<br />

completamente inundado.<br />

Dan supo al instante <strong>que</strong> algo andaba<br />

mal. Además de oír el golpe<br />

seco, Joseph estaba abajo. Si bien<br />

Cooper lo había relevado en el timón,<br />

el barco se bamboleaba sin control.<br />

De pronto la hélice cortó el sedal <strong>que</strong><br />

sujetaba al pez espada y lo liberó.<br />

El capitán volvió a cubierta y empezó<br />

a repartir chalecos salvavidas.<br />

—<strong>Tenemos</strong> <strong>que</strong> <strong>saltar</strong> —dijo.<br />

ERA UN TÍPICO DÍA GRIS de abril en<br />

Seattle, Washington, cuando Kate recibió<br />

un mensaje de texto de Dan <strong>que</strong><br />

decía: “¿Quieres ir a pescar en aguas<br />

ILUSTRACIÓN DE LA PORTADILLA: STEVEN P. HUGHES


SELECCIONES <br />

profundas el domingo?” A ella le encantó<br />

la idea. Su hermano se disponía<br />

a viajar a Santa Lucía para cuidar la<br />

casa de un amigo suyo, y ella lo vería<br />

allí en menos de siete días. Desde <strong>que</strong><br />

Dan se mudó a San Francisco, California,<br />

en 2012, Kate lo había visto pocas<br />

veces. Seis años antes, ambos vivían<br />

en Seattle, donde ella trabajaba como<br />

arquitecta y él tenía un negocio de<br />

mercadotecnia en línea. Entonces<br />

eran inseparables. Sin vacilar le respondió:<br />

“Ya estoy ansiosa”.<br />

MIENTRAS DAN FLOTABA en el agua<br />

frente a la popa del Reel Irie, Kate <strong>que</strong>ría<br />

creer <strong>que</strong> una bolsa de aire podría<br />

mantener a flote el barco hasta <strong>que</strong><br />

llegara ayuda, pero la voz apremiante<br />

de su hermano disipó su fantasía:<br />

—¡Salta ahora, Kate!<br />

El agua estaba tibia, pero ella se estremeció<br />

mientras la cubría.<br />

El archipiélago del <strong>que</strong> Santa Lucía<br />

forma parte actúa como barrera<br />

contra los fuertes vientos <strong>que</strong> soplan<br />

del noreste y el sureste. Cuando esos<br />

vientos encuentran un hueco —por<br />

ejemplo, entre Santa Lucía y su vecina<br />

al norte, la isla Martinica—, se hacen<br />

más intensos, y a medida <strong>que</strong> arrecian,<br />

también lo hacen las corrientes<br />

de agua, <strong>que</strong> se vuelven más impredecibles<br />

a medida <strong>que</strong> se acercan a<br />

tierra. Puede resultar un enorme reto<br />

navegar por la costa oriental de Santa<br />

Lucía con mal tiempo. Sin un barco o<br />

una lancha, sobrevivir es una misión<br />

de alto riesgo.<br />

Los hermanos Suski y la tripulación<br />

no estaban seguros de encontrarse<br />

frente a la costa este de la isla. Con el<br />

cielo nublado, no podían usar el sol<br />

para orientarse. Si ya habían entrado<br />

al canal <strong>que</strong> separa Santa Lucía de<br />

Martinica, las aceleradas corrientes<br />

podrían arrastrarlos a mar abierto.<br />

La playa más cercana en línea recta<br />

desde allí estaba en Nicaragua, a más<br />

de 2,400 kilómetros de distancia.<br />

Antes de abandonar el Reel Irie, el<br />

capitán había llamado por radio a un<br />

FLOTANDO A LA DERIVA<br />

EN MEDIO DEL MAR<br />

EMBRAVECIDO, VIERON<br />

CÓMO EL REEL IRIE SE<br />

FUE HUNDIENDO CON LA<br />

POPA POR DELANTE.<br />

amigo suyo de la bahía Rodney para<br />

decirle las coordenadas del barco.<br />

Luego notificó a los hermanos Suski<br />

<strong>que</strong> rescatarían a los cuatro en menos<br />

de 45 minutos. Flotando a la deriva<br />

en medio del mar embravecido con<br />

ayuda de los chalecos salvavidas, vieron<br />

cómo el Reel Irie se fue hundiendo<br />

con la popa por delante.<br />

EL CAPITÁN BRUCE HACKSHAW estaba<br />

en su casa, cerca de la bahía<br />

Rodney, cuando sonó el teléfono. El<br />

hombre <strong>que</strong> llamaba, un amigo suyo


SELECCIONES <br />

<strong>que</strong> se encontraba en la bahía, le dio<br />

la noticia: “Algo debe de andar mal.<br />

Hay gente aquí saltando a sus botes<br />

y partiendo a toda marcha”. Hackshaw<br />

llamó a su hermano y socio<br />

comercial, Andrew, quien hizo algunas<br />

averiguaciones y se enteró del<br />

aprieto en <strong>que</strong> se encontraba el Reel<br />

Irie. Minutos después, Hackshaw estaba<br />

subiendo a uno de sus barcos<br />

de pesca deportiva.<br />

Al igual <strong>que</strong> los otros pescadores<br />

<strong>que</strong> se habían unido a la bús<strong>que</strong>da,<br />

Hackshaw tenía muy poca información.<br />

La última ubicación conocida<br />

del Reel Irie era a unos 20 kilómetros<br />

de la costa este de la isla. Era casi la<br />

una de la tarde, menos de una hora<br />

después del hundimiento del barco,<br />

pero en esas aguas los sobrevivientes<br />

ya podrían haber flotado a la deriva<br />

dos kilómetros, o quizá más.<br />

Hackshaw calculó <strong>que</strong> <strong>que</strong>daban<br />

cinco horas de luz, y sabía <strong>que</strong> si no<br />

encontraban a los sobrevivientes<br />

antes de <strong>que</strong> oscureciera, era muy<br />

probable <strong>que</strong> perecieran. El mar Caribe<br />

había iniciado su etapa anual de<br />

calentamiento, pero aun así podían<br />

morir de hipotermia. Un barco podría<br />

no verlos y arrollarlos, o quizá<br />

los tiburones los devorarían.<br />

LA AYUDA ESTABA TARDANDO mucho<br />

en llegar. Dan calculó <strong>que</strong> habían<br />

pasado casi dos horas desde<br />

<strong>que</strong> el barco se hundió, y sintió angustia.<br />

Debían empezar a moverse.<br />

Tanto él como Kate nadaban muy<br />

DAN PENSÓ QUE NO<br />

SÓLO SE HABÍA<br />

EQUIVOCADO, SINO<br />

QUE SU ERROR IBA<br />

A COSTARLE LA VIDA<br />

A SU HERMANA.<br />

bien. Para sobrevivir, tendrían <strong>que</strong> llegar<br />

a la costa por sus propios medios,<br />

sin depender de la ayuda de otros.<br />

Joseph discrepó, e insistió en <strong>que</strong> se<br />

mantuvieran cerca de las coordenadas<br />

<strong>que</strong> él había dado, pero Dan estaba<br />

decidido. De pronto una ola los alzó,<br />

y Dan divisó lo <strong>que</strong> parecía ser una<br />

isla, así <strong>que</strong> los cuatro comenzaron a<br />

nadar en esa dirección.<br />

Golpeados por las olas y sin poder<br />

ver el horizonte, les resultaba muy difícil<br />

calcular su avance. Pero luego, a<br />

kilómetros de distancia, divisaron un<br />

helicóptero <strong>que</strong> sobrevolaba el mar.<br />

Deben de estar buscándonos, pensó<br />

Dan, y apremió a los otros a nadar con<br />

más rapidez. Joseph y Cooper intentaban<br />

mantener el ritmo, pero se fueron<br />

rezagando cada vez más. De pronto,<br />

los hermanos se <strong>que</strong>daron solos.<br />

Justo entonces el helicóptero se<br />

desvaneció en el cielo y se perdió de<br />

vista. Kate sintió pánico.<br />

—¿Cómo sabremos si estamos nadando<br />

en la dirección correcta? —le<br />

preguntó a su hermano.


SELECCIONES <br />

—¿Sientes el viento? —repuso Dan,<br />

y ella asintió—. Recuerda de qué dirección<br />

viene. Eso nos va a guiar.<br />

KATE RECORDABA HABER OÍDO decir<br />

eso a su hermano en una de las<br />

travesías por mar <strong>que</strong> hicieron para<br />

distraerse del duelo por la muerte de<br />

su madre, en 2009. Viajaron a las islas<br />

San Juan, en el noroeste del Pacífico,<br />

para realizar una excursión náutica.<br />

De niño Dan había recibido un entrenamiento<br />

en navegación, pero Kate<br />

tenía poca experiencia y la travesía<br />

iba a ser intensa.<br />

En el mar, Kate ajustaba la vela<br />

cuando sentía <strong>que</strong> el barco hacía<br />

un viraje. Por su parte, Dan notaba<br />

cambios sutiles en el aire y movía la<br />

vela en el momento exacto. “Siente el<br />

viento, Kate”, decía. Así <strong>que</strong>, nadando<br />

a ciegas para salvar la vida, ella decidió<br />

confiar en su hermano cuando<br />

dijo <strong>que</strong> sabía cómo llegar.<br />

YA CASI ANOCHECÍA y el tiempo iba<br />

de mal en peor. Hackshaw regresó a<br />

la bahía sin ninguna prueba de <strong>que</strong><br />

hubiera sobrevivientes entre quienes<br />

iban a bordo del Reel Irie. Hizo planes<br />

para reanudar los esfuerzos cuando<br />

amaneciera, pero para entonces la<br />

zona de bús<strong>que</strong>da ya se habría ampliado<br />

enormemente.<br />

Los hermanos Suski pensaron <strong>que</strong><br />

la bús<strong>que</strong>da se suspendería durante<br />

la noche. Dan se concentró en lo <strong>que</strong><br />

esperaba hallar más adelante: tierra.<br />

Kate, en cambio, pensaba en lo <strong>que</strong><br />

podría haber abajo de ellos. Unas horas<br />

antes había sentido algo grande<br />

pasar rozando sus pies. Finalmente, lo<br />

más calmada <strong>que</strong> pudo, le preguntó a<br />

su hermano:<br />

—¿Crees <strong>que</strong> haya tiburones aquí?<br />

—No en esta parte del Caribe —le<br />

dijo Dan, no muy convencido.<br />

Se percató de <strong>que</strong> ella tenía miedo<br />

y no <strong>que</strong>ría asustarla más.<br />

El temple de Dan animaba a Kate,<br />

pero ella seguía nadando por<strong>que</strong> sabía<br />

<strong>que</strong> debía hacerlo. Si sucumbía<br />

al temor y el cansancio, él intentaría<br />

nadar con ella a rastras, y eso sólo<br />

frenaría su avance. Al final tendría<br />

<strong>que</strong> soltarla, y la culpa y el dolor lo<br />

abrumarían. Si él iba a sobrevivir, ella<br />

también tendría <strong>que</strong> hacerlo.<br />

Una capa de nubes cubría la luna,<br />

de modo <strong>que</strong> siguieron nadando en<br />

medio de una oscuridad casi total. Y<br />

luego, más adelante, la luz de un faro<br />

destelló en la noche.<br />

AUNQUE NADABAN a buen ritmo, la<br />

luz parecía estar cada vez más lejos.<br />

Dan tuvo una sensación de desesperanza;<br />

pensó <strong>que</strong> no sólo se había<br />

equivocado, sino <strong>que</strong> su error iba a<br />

costarle la vida a su hermana.<br />

Era el turno de mentir de Kate; podría<br />

decir <strong>que</strong> estaban atrapados en<br />

medio de una corriente <strong>que</strong> los arrastraba<br />

paralelamente al faro, pero <strong>que</strong><br />

no los dejaría alcanzarlo.<br />

—Estamos avanzando muy bien,<br />

Dan —prefirió decir, tratando de creer<br />

también esa mentira.


SELECCIONES <br />

Dan y Kate en Santa Lucía en 2013, con el granjero<br />

<strong>que</strong> los encontró cerca del pueblo de La Bourne.<br />

Luego de pasar más de 12 horas en<br />

el agua, sentía <strong>que</strong> los hombros y los<br />

tobillos se le estaban desencajando.<br />

Las orillas del chaleco salvavidas le<br />

estaban lacerando el cuello y los hombros,<br />

y el golpeteo incesante del agua<br />

salada le había agrietado los labios e<br />

hinchado la lengua.<br />

De pronto, la superficie del agua<br />

empezó a brillar, como iluminada<br />

desde abajo. Mientras Dan y Kate seguían<br />

nadando, una lucecilla verde los<br />

envolvió y bañó sus rostros.<br />

—¡Fosforescencia! —exclamó Kate,<br />

embelesada con lo <strong>que</strong> veía.<br />

Estaban justo arriba de una enorme<br />

masa de plancton bioluminiscente,<br />

y Kate de nuevo recordó las travesías<br />

en velero con Dan en<br />

los meses posteriores a la<br />

muerte de su madre. En las<br />

noches salían a disfrutar del<br />

agua en calma en el velero<br />

y, mientras navegaban, el<br />

motor agitaba los diminutos<br />

y resplandecientes organismos<br />

marinos. Al ver ese<br />

espectáculo otra vez, los<br />

hermanos se sintieron muy<br />

reanimados.<br />

Se concentraron nuevamente<br />

en el faro al <strong>que</strong> <strong>que</strong>rían<br />

llegar y reanudaron las<br />

brazadas. Cuando por fin<br />

lograron escapar de la corriente<br />

<strong>que</strong> los arrastraba,<br />

empezaron a acercarse a la<br />

luz. Conforme avanzaban,<br />

oían el escalofriante estruendo<br />

de las olas. Primero vieron el<br />

agua cubrirse de espuma, y después<br />

el acantilado contra el cual rompían<br />

las olas.<br />

—¡Lo logramos! —gritó Dan—. ¡Podemos<br />

escalar a<strong>que</strong>llo!<br />

—Quizá puedas tú —replicó Kate,<br />

imaginando <strong>que</strong> se estrellaba contra<br />

las enormes rocas.<br />

Tenían <strong>que</strong> hallar una manera más<br />

sencilla de alcanzar la orilla.<br />

—Nademos hasta <strong>que</strong> ya no podamos<br />

más —le dijo Kate a su hermano—,<br />

y si no encontramos nada<br />

mejor, entonces escalaremos.<br />

Se alejaron poco a poco del acantilado,<br />

y luego la tenue luz de luna <strong>que</strong><br />

se filtraba entre las nubes les permitió<br />

FOTO: CORTESÍA DE DAN SUSKI


SELECCIONES <br />

divisar una pe<strong>que</strong>ña franja de arena<br />

entre dos afloramientos rocosos.<br />

Se dejaron llevar por una ola hasta<br />

la playa, y se acurrucaron bajo una<br />

cama de algas para mantenerse tibios<br />

y descansar. Calcularon <strong>que</strong> eran las<br />

2 de la madrugada, 14 horas después<br />

del hundimiento del Reel Irie. Habían<br />

nadado casi 20 kilómetros.<br />

MIENTRAS KATE SE RECUPERABA<br />

en otro cuarto del Hospital Tapion<br />

en Castries, la capital de Santa Lucía,<br />

Dan estaba tendido en una cama repasando<br />

lo <strong>que</strong> había ocurrido en las<br />

horas siguientes. Tras recobrar fuerzas<br />

en la playa durante dos horas, él<br />

y Kate empezaron a caminar hacia el<br />

oeste. Al final llegaron a un camino de<br />

tierra cercano al pueblo de La Bourne,<br />

donde se toparon con un granjero <strong>que</strong><br />

llamó a la policía.<br />

Antes de echar a andar, Dan había<br />

colgado de un árbol su chaleco<br />

salvavidas anaranjado para marcar<br />

el sitio de la costa al <strong>que</strong> habían llegado.<br />

Notificó esto a las autoridades,<br />

<strong>que</strong> a su vez informaron a los pescadores<br />

<strong>que</strong> seguían buscando a Joseph<br />

y a Cooper. Cuando Hackshaw divisó<br />

el chaleco, reorientó su bús<strong>que</strong>da. Al<br />

mediodía, 24 horas después de <strong>que</strong> el<br />

Reel Irie se fue a pi<strong>que</strong>, encontró vivos<br />

al capitán y al primero de a bordo, a<br />

pocos kilómetros de tierra.<br />

El barco jamás fue hallado. Nadie<br />

sabe con certeza por qué se hundió.<br />

PARA LOS HERMANOS SUSKI, escapar<br />

de la muerte en el mar no fue el final<br />

de su aventura. En noviembre de 2013<br />

regresaron a Santa Lucía para agradecer<br />

a quienes los ayudaron y cerrar la<br />

historia, pero no sería hasta casi dos<br />

años después cuando empezaran a<br />

superar el trauma y a sanar realmente.<br />

A finales de 2014 Kate dio un gran<br />

paso: dejó Seattle para emprender un<br />

viaje alrededor del mundo <strong>que</strong> iba a<br />

durar casi nueve meses.<br />

Dan la alcanzó en Indonesia, donde<br />

de nuevo alquilaron un barco y decidieron<br />

afrontar finalmente los miedos<br />

<strong>que</strong> los acechaban. Si bien ya habían<br />

estado en el mar desde lo ocurrido en<br />

Santa Lucía, esta vez <strong>que</strong>rían la experiencia<br />

completa. Kate se sentó en la<br />

borda para superar el terror <strong>que</strong> había<br />

sentido cuando cayó del Reel Irie.<br />

Luego, con una repentina y enorme<br />

seguridad en sí misma, se dejó caer<br />

de espaldas al agua.<br />

Dan esperó un segundo, y entonces<br />

se dejó caer al mar también.<br />

TOMADO DE SEATTLE MET (NOVIEMBRE DE 2015). © 2015 POR SAGACITY MEDIA INC., DE SEATTLE, WASHINGTON. SEATTLEMET.COM<br />

Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior<br />

y no encuentras más <strong>que</strong> banalidad, por<strong>que</strong> los vivos, comparados<br />

con los muertos, resultamos insoportablemente banales.<br />

MIGUEL DELIBES, escritor español

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