de las colonias fueran reclutados, por lo que decidió trasladarse de regreso a Corea evadiendo ser enrolado. En 1945 se instalaron en el puerto de Wonsan, al noreste de la península. Allí les sorprendió la buena nueva: el 15 de agosto de ese año, con Hiroshima y Nagasaki convertidas en escombros radioactivos, Japón capitulaba en forma incondicional ante Estados Unidos y Corea recuperaba su independencia. Sobre el horizonte más prometedor que parecía abrirse ante los ojos de la familia –que ya contaba con su primer hijo–, pendía ahora una única amenaza: la inminente escisión de su país. Jung-seob se unió a grupos de artistas que se resistían a esa posibilidad y proclamaban la necesidad de mantenerse unidos sobre bases culturales. Algunos de sus dibujos de entonces, como el titulado Three People, reflejan una suerte de temor ante el futuro de su pueblo. El período de relativa calma no duró mucho. La difteria cobró la vida del primogénito en 1946, mientras Jung-seob preparaba una exposición, sumiéndole en una profunda pena. A ello se sumó el fortalecimiento del conflicto interno agravado por la intervención de las nuevas potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética. Como muchos de sus compatriotas, Lee Jung-seob, su mujer y los dos pequeños hijos nacidos en 1947 y 1949, Taehyun y Taeseong, respectivamente, buscaron un mejor sitio para vivir, huyendo del enfrentamiento en ciernes; se instalaron primero en Busan y posteriormente en Seogwipo, isla de Jeju, al sur de la península, frente al más amplio mar al que se pueda abrir una costa coreana. Las creaciones más alegres, coloridas, con temáticas centradas en la familia, en el juego de los niños, plagadas de peces, cangrejos, soles, sonrisas y abrazos, son de este período en la vida del artista, un paréntesis de felicidad de corta duración que vivirá añorando el resto de su existencia. En 1950 estalla la Guerra de Corea. El nuevo ambiente bélico supuso el empeoramiento de las condiciones de vida ya precarias de la familia, y, ante la carencia de sustento estable, Yamamoto (ahora Lee Nam-deok, su nombre coreano) toma a sus hijos y vuelve a Japón. La separación debía ser temporal, pero se extendió indefinidamente. Ella y los pequeños abordaron en julio de 1952 un barco japonés y pasó un año antes de que el padre pudiera visitarlos por apenas una semana. De las cartas escritas a su mujer en este período, pletóricas de añoranzas y sueños por cumplir, se conserva hasta hoy unas 160, algunas de las cuales suelen formar parte de las exposiciones de su obra. Desesperado por conseguir el dinero que le permitiera reunirse con su mujer e hijos, Jung-seob se dedicó a trabajar en diversos oficios, incluyendo el de maestro de artesanía en una escuela, donde enseñó técnicas como el enlacado en madreperla. Cuando ya ni siquiera era posible conseguir tela o papel para pintar, se las ingenió para dibujar con un pequeño punzón sobre el papel de las cajetillas de cigarrillos. Cincelaba suavemente el aluminio trazando un diseño, luego aplicaba algo de pintura y retiraba el exceso, dejando ranuras irisadas que quebraban el fondo metálico del papel. Una técnica surgida de la carencia y de la incontrolable necesidad de expresión del artista, que acabó convertida en la impronta de su trabajo. Muchos de los varios toros pintados al óleo sobre papel por Jung-seob vieron la vida en estos años y muestran con escalofriante claridad la evolución de su ánimo: desde el toro de mirada y pose decidida, presto a la embestida, de 1953, año de su breve visita a Japón, hasta la descomposición del trazo y la opacidad cromática de los que representa hacia 1955, sangrantes o enfrentados en pugna, cuando incluso perdió contacto con su mujer. La frustración de no ver a su familia, el fracaso de algunas exposiciones y las constantes privaciones le llevaron a un arranque en el que quemó un importante volumen de su obra. Intenta luego reconciliarse con su capacidad creadora y reafirmar su calidad como artista, de la que venía dudando, y ejecutó algunas obras más, entre las que se cuenta el único autorretrato que se conserva, realizado a lápiz en 1955. Su salud física y su estabilidad mental se fueron debilitando con asombrosa rapidez. Permaneció largos períodos en cama, enfermo y sumido en la tristeza, incluso cayó en más de una ocasión al hospital. Durante una de sus varias convalescencias pintó sus últimos cuadros: una serie cuyo motivo común era la ventana del cuarto en que pasaba sus días. Tituló la serie parodiando un filme estadounidense protagonizado por Marilyn Monroe: River of no Return. Sin cumplir su objetivo de reunirse con sus seres amados y apenas cumplidos los 40 años de edad, Lee Jungseob falleció en completa soledad el 6 de septiembre de 1956 en el hospital de la Cruz Roja de Seúl. Sólo cuatro días después, algunos amigos se enteraron de su muerte y tardaron incluso un tiempo en obtener el dinero para pagar los gastos hospitalarios adeudados y poder retirar su cuerpo. Reconocimiento póstumo Un hecho casi fortuito suele señalarse como el inicio de la valoración de la obra de Lee Jung-seob: En 1955 el director del Centro de Cultura de Estados Unidos en Corea, Arthur McTaggart, sintió curiosidad por los dibujos trazados sobre papel de cigarrillos y adquirió tres de ellos. Un año más tarde, los entregó al Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA, gatillando el interés de los especialistas tanto en su trabajo como en las condiciones en que se vio obligado a desarrollarlo. Pero ya el artista había dejado este mundo. En términos pictóricos, se reconoce hoy a Jungseob como un renovador de la plástica de su país, como quien la puso en diálogo con las vanguardias y técnicas eminentemente occidentales; para muchos es el padre del expresionismo a la manera coreana. Desde el punto de vista de su temática, toda una generación ve representada su propia vida en las pinturas de Jung-seob, a través de los símbolos y escenarios propios de Corea, de la resistencia al imperio japonés, la fragmentación en tiempos de guerra, la añoranza, el empuje y la fe. Su historia le ha convertido en leyenda. Para Seúl, el llamado “pintor de la desventura”, el que no recibió galardón alguno en vida, el que con dificultad logró vender alguna de sus piezas, es fiel representante del espíritu coreano, por lo que su obra es objeto de estudio de las nuevas generaciones y se mantiene en permanente exposición. 6
p Parte de las docenas de postales realizadas por Lee Jung-seob entre 1940 y 1941, principalmente en lápiz, tinta y acuarela. 7