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Hermenéutica Bíblica - Megapagina Pentecostales del Nombre

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INSTITUTO BIBLICO PENTECOSTAL<br />

ASIGNATURA: HERMENEUTICA BIBLICA I<br />

GUIA N° 5.<br />

PROFESOR: JULIO CESAR CLAVIJO S.<br />

Tomado de los libros: <strong>Hermenéutica</strong> <strong>Bíblica</strong>. Autor, José M. Martínez. Libros Clie.<br />

Respuestas a Preguntas Difíciles. Autores, Josh Mc. Dowell y Don Stewart. Editorial Vida.<br />

FINALIDAD DE LA REVELACIÓN<br />

Por supuesto, no se pretende que la escritura haya recogido todo lo que Dios había revelado. Parte de los<br />

escritos proféticos no llegaron a ser incorporados al Canon veterotestamentario (2. Cr. 9:29). Jesús hizo “otras<br />

cosas” que no aparecen en los evangelios (Jn.21:25), y los apóstoles escribieron cartas que no aparecen en el<br />

Nuevo Testamento (1. Co. 5:9; Col. 4:16) pero el material recogido en los libros de la Escritura es suficiente<br />

para que se cumpliera el propósito de la revelación. Nada esencial ha sido omitido. El contenido de la Biblia<br />

es determinado para la finalidad de la misma: Guiar a los hombres al conocimiento de Dios y a la fe. A partir<br />

de ese conocimiento y de esa fe, la escritura capacita al creyente para vivir en conformidad con la voluntad de<br />

Dios.<br />

Una comprensión clara <strong>del</strong> objeto de la Escritura nos librará de los problemas que ha menudo se han<br />

planteado alegando deficiencias en la Biblia desde el punto de vista científico o histórico. La revelación, y por<br />

ende la Escritura, no nos ha sido dada para llegar a aprender lo que podemos llegar a conocer por otros<br />

medios, sino con el único propósito de que alcancemos a saber lo que sin ella nos permanecería velado: La<br />

verdadera naturaleza de Dios y su obra de salvación a favor <strong>del</strong> hombre. Este hecho adquiere importancia<br />

capital cuando hemos de interpretar la Biblia, pues no pocas dificultades se desvanecen cuando se tiene en<br />

cuenta lo que es y lo que no es la finalidad de la revelación.<br />

No podemos perder de vista que la finalidad de la Escritura no es proveernos de una enciclopedia a la cual<br />

recurrir en busca de información sobre cualquier tema. Ninguno de sus libros fue escrito para ser usado<br />

como texto para aprender cosmología, biología, antropología o incluso historia en un sentido científico. Los<br />

incrédulos a menudo afirman que la Biblia es obsoleta. Los descubrimientos modernos (dicen en sus<br />

argumentos) han hecho que la cosmovisión bíblica parezca ridícula. Esta posición hace varias suposiciones<br />

erróneas y pasa por alto la perspectiva de la Biblia. La Biblia no es un texto de ciencia. Su propósito no es<br />

explicar con palabras técnicas la información científica acerca <strong>del</strong> mundo natural, sino explicar los planes<br />

de Dios y su relación con el hombre, para tratar los asuntos espirituales. En definitiva, no es un texto<br />

técnico para científicos. Las descripciones bíblicas en lo concerniente a la naturaleza no son ni científicas, ni<br />

faltas de ciencia, sino compuestas con palabras que no son técnicas, sino a menudo generales, para que aún<br />

los iletrados puedan entenderlas. Esto no quiere decir que sus declaraciones sean incorrectas; significa que<br />

fueron escritas desde el punto de vista y el idioma de un observador no técnico, para un público general.<br />

La gran preocupación <strong>del</strong> Espíritu Santo al inspirar a los escritores sagrados no era controlar su forma de<br />

escribir a fin de no escandalizar a los científicos o historiadores de épocas posteriores, sino guiarlos en su<br />

testimonio de los hechos salvíficos y en la fiel expresión de lo que les había sido revelado. En cuanto a su<br />

modo de escribir sería absurdo pensar que lo hubieran hecho en un lenguaje diferente al propio de su tiempo.<br />

Cuando aprendemos este principio, muchos problemas desaparecen, se desvanecen. Las supuestas<br />

divergencias entre la Biblia y la ciencia quedan sin peso alguno. Entendemos entonces, que los escritores<br />

bíblicos describen los fenómenos <strong>del</strong> universo según las apariencias sensoriales, sin pretender jamás impartir<br />

una enseñanza científica, y siguiendo – como se hace aún hoy popularmente – los modos de expresión<br />

comunes en su tiempo. Decir que “el sol sale” o “se pone” (Sal. 19:5-6, 104:22; Mal 1:11) no es darle la razón<br />

a Ptolomeo y quitársela a Copérnico. Son frases <strong>del</strong> lenguaje común que los propios científicos usan fuera de<br />

su ámbito profesional.<br />

Esta peculiaridad <strong>del</strong> lenguaje fenoménico -popular, no científico- debe ser tenida muy en cuenta por el<br />

exegeta. Es un servicio muy pobre el que se presta a la doctrina de la inspiración de la Escritura cuando en<br />

algunos textos <strong>del</strong> Antiguo Testamento, aislados de su contexto, se ven sensacionales declaraciones<br />

coincidentes con descubrimientos o logros posteriores de la ciencia. El intérprete esmerado no tratará de<br />

hallar el automóvil en Nahum 1, el avión en Isaías 60, la teoría atómica en Hebreos 11:3 o la energía atómica<br />

en 2. Pedro 3. todos esos esfuerzos por extraer de la escritura teorías científicas modernas hacen más daño<br />

que bien.

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