Cartas a las Iglesias - M. L. Andreasen
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así.<br />
La primera reacción a mi “actividad” vino en<br />
una carta del 16 de Diciembre de 1957. Allí se me<br />
dijo: “La cuestión de su actividad fue discutida por<br />
los oficiales de la Conferencia General y ellos<br />
deploraron profundamente lo que usted está<br />
haciendo. Ellos por lo tanto solicitan que usted cese<br />
en sus actividades presentes”. Antes que hubiese<br />
tenido la oportunidad de responder, recibí lo<br />
siguiente, el 19 de Diciembre: “Quiero repetir lo<br />
que le escribí antes, que los hombres tienen el<br />
perfecto derecho de ir a<strong>las</strong> mesas (de reunión),<br />
incluyendo el grupo White Estate, y hacer sus<br />
sugerencias sin miedo a ser disciplinados o a ser<br />
tratados como heréticos. Cuando le recordamos que<br />
usted está haciendo todo esto basado en<br />
habladurías, y con minutas confidenciales queusted<br />
no tiene el derecho ni siquiera a leer, ciertamente<br />
llama la atención en el sentido de que este no es el<br />
camino Adventista de solucionar <strong>las</strong> cosas. Usted<br />
no estuvo presente en estas reuniones de la mesa, y<br />
todo lo que usted sabe son habladurías y <strong>las</strong><br />
pequeñas notas grabadas por la secretaria de dicha<br />
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