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Cartas a las Iglesias - M. L. Andreasen

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“Mientras el Padre contemplaba la cruz, estaba<br />

satisfecho. Dijo, –es suficiente, la ofrenda está<br />

completa”Signs of the Times, 30 de Septiembre de<br />

1899. Fue necesario, sin embargo, que le fuese<br />

dada al mundo una severa manifestación de la ira<br />

de Dios, y así, “en la tumba Cristo fue el cautivo de<br />

la justicia divina” M. V. F., 24 de Febrero de 1898.<br />

Tenía que haber abundante testimonio de que la<br />

muerte de Cristo fue real, de tal manera que tuvo<br />

que permanecer “en la tumba el tiempo<br />

asignado”Review and Herald, 26 de Abril de 1898.<br />

Cuando expiró el tiempo,un “mensajero fue<br />

enviado para liberar al Hijo de Dios del débito del<br />

cual se había hecho responsable, y por el cual había<br />

hecho plena expiación”.[14]<br />

“En la oración intercesora de Jesús con su<br />

Padre, afirmó que había cumplido <strong>las</strong> condiciones<br />

que obligaban a que el Padre cumpliera también su<br />

parte del contrato hecho en el Cielo, en relación<br />

con el hombre caído. Oró: ‘He terminado la obra<br />

que tú me diste para hacer’”. La Sra. White<br />

entonces hace la siguiente explicación:“Esto es,<br />

había forjado un carácter justo en la tierra como un<br />

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