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Cartas a las Iglesias - M. L. Andreasen

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“¿Guardaremos silencio por miedo a perjudicar<br />

sus influencias, mientras <strong>las</strong> almas están siendo<br />

engañadas? Ídem, 9. Es tiempo de levantarse y ser<br />

contado entre los fieles. Ha habido algunas veces<br />

en que he sido tentado a pensar que estoy solo, así<br />

como lo pensó Elías. Pero Dios le dijo que habían<br />

otros 7,000. Hay más que eso hoy en día, gracias a<br />

Dios. Necesitan darse a conocer, y lo están<br />

haciendo. Son muy alentadoras <strong>las</strong> cartas que estoy<br />

recibiendo. Es con profundo dolor que me doy<br />

cuenta que no puedo escribirles a todos. Estoy<br />

abrumado de trabajo.<br />

La muerte de Cristo en la cruz corresponde al<br />

momento en que en el día de la expiación el sumo<br />

sacerdote había justamente matado al corderito del<br />

Señor en el atrio. La muerte del corderito era<br />

necesaria, ya que sin su sangre no podía haber<br />

expiación. Pero la muerte en sí misma no era la<br />

expiación, aunque fuese el primer y necesario paso.<br />

La hermana White habla de la “expiación<br />

comenzada en la tierra”.[28] La Escritura dice: “Es<br />

la sangre la que hace la expiación”. (Lev. 17:11) Y,<br />

desde luego, no podía haber sangre hasta que no<br />

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