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Cartas a las Iglesias - M. L. Andreasen

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hubiese tenido lugar la muerte. Sin un ministerio de<br />

la sangre, el pueblo estaría en la misma posición<br />

que aquellos que en la pascua mataron al cordero<br />

pero dejaron de poner la sangre en el marco de la<br />

puerta. “Y veré la sangre”, dice Dios, “y pasaré de<br />

vosotros”. (Éxodo 12:13) La muerte era inútil sin la<br />

ministración de la sangre. Era la sangre lo que<br />

importaba.<br />

Es la sangre la que tiene que ser aplicada, no<br />

“un acto”, “un gran acto”, “un acto sacrificial”, “un<br />

acto expiatorio”, “el acto de la cruz”, “los<br />

beneficios del acto de la cruz”, “los beneficios de<br />

la expiación”, expresiones todas que son usadas en<br />

Questions on Doctrine, pero es cuidadosamente<br />

evitada toda referencia a la sangre. No es un acto<br />

de ninguna especie el que tiene que ser aplicado.<br />

Es la sangre. Sin embargo, en <strong>las</strong> 100 páginas del<br />

libro que tienen que ver con la expiación, ni una<br />

sola vez se menciona que la sangre sea aplicada, o<br />

ministrada. ¿Puede ser esto apenas un descuido, o<br />

es intencional?<br />

¿Estamos enseñando una expiación sin sangre?<br />

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