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Que_alguien_me_escuche

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SELECCIONES <br />

ARICHARD MARSH lo despertó el pitido constante de<br />

una máquina. Sentía algo incrustado en la garganta. No<br />

podía toser. No podía incorporarse. Estaba paralizado.<br />

¿Qué está pasando?, pensó. Intentó mover las piernas,<br />

los brazos, los dedos. Ni siquiera podía desplazar los ojos de un lado<br />

a otro; sintió que <strong>alguien</strong> le aplicaba gotas para hu<strong>me</strong>ctarlos, aunque<br />

no logró identificar de quién se trataba.<br />

¿Qué <strong>me</strong> pasa?<br />

No podía ver más que en una sola dirección: al frente.<br />

Gracias a la visión periférica, Marsh<br />

alcanzó a distinguir a su esposa de<br />

reojo. Estaba a su derecha. La escuchó<br />

hablar con un hombre que llevaba lo<br />

que parecía ser un traje quirúrgico.<br />

—Me temo que le tengo malas noticias<br />

—dijo el sujeto.<br />

¿Pero qué pasa?<br />

—Tiene muy pocas probabilidades<br />

de sobrevivir —continuó.<br />

Están hablando de mí.<br />

Richard le suplicó a su cuerpo que<br />

respondiera: habla, parpadea, mueve<br />

las manos. Pero nada de eso sucedió.<br />

—Hay que prepararse para lo peor<br />

—concluyó el hombre con el traje quirúrgico<br />

dirigiéndose a la esposa de Richard,<br />

Liliana García.<br />

A pesar de que en su semblante<br />

había una profunda tristeza, ella no<br />

lloró. Era enfer<strong>me</strong>ra y trabajaba con<br />

pacientes terminales, así que su pri<strong>me</strong>ra<br />

reacción fue pedirle los por<strong>me</strong>nores<br />

clínicos al médico, como si la<br />

persona en cama fuera un enfermo<br />

más y no el amor de su vida.<br />

Aquí estoy.<br />

Y luego todo su mundo se nubló.<br />

DOS DÍAS ANTES Richard había amanecido<br />

algo decaído. Liliana lo notó<br />

un poco pálido. Sin embargo, él no<br />

quería que su esposa lo estuviera<br />

rondando y prodigándole cuidados<br />

excesivos, como en su trabajo. Le<br />

pidió que no se preocupara e insistió<br />

en que fuera a trabajar. Así era él.<br />

Una vez solo, se sentó a descansar en<br />

el sillón antes de salir rumbo a la escuela.<br />

Daba clases de criminología y<br />

economía cerca de su casa en Napa,<br />

California, y era uno de los profesores<br />

más populares del bachillerato.<br />

Se puso de pie, listo para irse; entonces<br />

sintió como si hubiera estado<br />

en la cubierta de un pequeño barco<br />

azotado por la fuerte marejada. Alcanzó<br />

a detenerse de la orilla de una<br />

<strong>me</strong>sa y, como pudo, se abrió paso<br />

hasta el teléfono. Marcó al trabajo de<br />

su esposa y le dejó un <strong>me</strong>nsaje: “Regrésa<strong>me</strong><br />

la llamada, por favor”.

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