Que_alguien_me_escuche
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SELECCIONES <br />
Poco a poco fue dándose cuenta de<br />
que se hallaba atrapado en la prisión<br />
de su cuerpo. Escuchó al especialista<br />
informarle a Liliana que estaba en<br />
coma. Sus palabras fueron contundentes:<br />
las probabilidades de sobrevivir<br />
eran del 2 por ciento.<br />
—Y si vive, quedará con daño cerebral<br />
grave... Hay pocas esperanzas...<br />
En el <strong>me</strong>jor de los casos no morirá,<br />
pero quedará en estado vegetativo...<br />
Tendrá que considerar la opción de<br />
retirar el soporte vital.<br />
Liliana regresó y le informó al médico<br />
que la familia había decidido<br />
esperar unos cuantos días para ver<br />
cómo evolucionaba. Las chicas, explicó,<br />
aún no estaban listas para ver<br />
a su padre partir. Ella tampoco estaba<br />
preparada para perder a su esposo.<br />
A lo largo del día, varios amigos fueron<br />
a visitarlo y se quedaron ahí, junto<br />
al paciente. Charlaban con él y recordaban<br />
los viejos tiempos. Le dijeron<br />
que lo querían mucho y que se veía<br />
bastante bien.<br />
“¿ALGUNO DE USTEDES YA SE ACERCÓ<br />
A PREGUNTAR SI HAY ALGUIEN AHÍ?”.<br />
Eso fue lo que Richard escuchó decir<br />
al médico.<br />
En ese instante recordó una conversación<br />
que había tenido con Liliana<br />
tres años antes, poco después de casarse.<br />
Hablaron sobre la eutanasia. Si<br />
alguno de los dos, Dios no lo quisiera,<br />
llegaba a necesitar soporte vital por<br />
cualquier circunstancia, el otro, en<br />
un acto de amor y compasión, lo tendría<br />
que desconectar.<br />
Richard oyó las voces de sus hijas a<br />
lo lejos. ¿Estarían en el pasillo? Liliana<br />
le respondió al doctor que lo consultaría<br />
con la familia de su esposo. Marsh<br />
tenía dos hijas adultas producto de un<br />
matrimonio anterior.<br />
Tal parece que voy a morir.<br />
Sus hijas llevaron a los nietos. Aunque<br />
trataban de animar a su abuelo,<br />
cuando se acercaron a su cama, Richard<br />
notó lágrimas en sus ojos.<br />
No. ¡Aquí estoy!<br />
Sintió cómo le besaban la frente.<br />
Tal como el personaje de una macabra<br />
escena en una película de terror,<br />
se quedó solo con sus pensamientos<br />
como único pasatiempo. Jamás regresaría<br />
a casa ni a dar clases. Ya nunca<br />
besaría a su esposa de nuevo. Se quedaría<br />
años postrado en una cama de<br />
hospital, el confinamiento solitario<br />
por excelencia. O quizá los suyos firmarían<br />
los papeles y esperarían a su<br />
lado mientras los médicos hacían lo<br />
necesario para dejarlo partir.