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Edicion 12 de enero de 2019

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Marvin Guerra,<br />

escritor<br />

Lo que escuché, me <strong>de</strong>jó<br />

sin habla.<br />

—Lo mejor don<br />

Lucio es que no haga<br />

esfuerzo por escribir,<br />

eso le causa una serie <strong>de</strong><br />

transmisiones sinápticas<br />

en el cerebro, que provocan que el área <strong>de</strong><br />

memoria <strong>de</strong>l hipocampo... —eso dijo, o al<br />

menos fue lo que entendí, mientras la cara<br />

mustia <strong>de</strong> aquel jovencito enfundado en la<br />

ropa <strong>de</strong> Médico se estiraba y <strong>de</strong>formaba a<br />

cada mueca con que articulaba las palabras.<br />

Era el momento en que me preparaban<br />

para ingresar a un pabellón <strong>de</strong>l manicomio<br />

nacional.<br />

Me pusieron un pijama <strong>de</strong> manta,<br />

clavaron una aguja en mi brazo y me<br />

encerraron en aquel lugar con rejas, don<strong>de</strong><br />

todos vivíamos en un mundo <strong>de</strong> fantasías.<br />

Mi pecado para estar ahí era escribir,<br />

hacerlo a cada momento y hasta en los<br />

lugares menos apropiados, con aquella<br />

pasión que me superaba.<br />

Y como no tenerla, si empecé<br />

con eso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy pequeño. Primero<br />

como amanuense en mi propia escuela,<br />

<strong>de</strong>spués como planillero en las fincas <strong>de</strong><br />

café, y más a<strong>de</strong>lante como escribiente <strong>de</strong><br />

la Guardia Nacional. Ahí fui secretario <strong>de</strong>l<br />

director y tuve que escribir cartas y poemas<br />

<strong>de</strong> amor, para algunas señoritas <strong>de</strong> moral<br />

distraída, que habían enredado a mi jefe<br />

en aquellos <strong>de</strong>vaneos y que tenían su turno<br />

contado como días tiene una semana. Sin<br />

duda aquello fue el inicio <strong>de</strong> esto, y ahora a<br />

mis ochenta y seis años no puedo parar <strong>de</strong><br />

hacerlo.<br />

Aquel <strong>de</strong>safortunado día, mi nieta<br />

Gabriela entró en mi pieza encontrando<br />

mis papeles, y ante la imposibilidad <strong>de</strong><br />

enten<strong>de</strong>rlos <strong>de</strong>sató el rumor <strong>de</strong> que quizá<br />

yo estaba loco. Cuando mi hijo entró sin<br />

permiso y encontró regados los retazos<br />

<strong>de</strong> mi imaginación, se asustó al verlos.<br />

Me pidió que los leyera, al verme tan<br />

concentrado y leerlos con tanta facilidad,<br />

puso una cara <strong>de</strong> angustia, y soltó en<br />

llanto, aún sigo sin enten<strong>de</strong>r el porqué <strong>de</strong><br />

aquella reacción, si lo que estaba contando<br />

en aquella historia era una aventura <strong>de</strong> mi<br />

infancia, <strong>de</strong> inmediato tomó las cuartillas,<br />

salió <strong>de</strong>l lugar y le dijo a su hija, “tenías<br />

razón, el abuelo está irremediablemente<br />

loco”, mientras me quedaba con la duda <strong>de</strong>l<br />

¿porqué <strong>de</strong> aquella acusación? Si estaba<br />

claro en mis escritos cada una <strong>de</strong> las líneas,<br />

¿será que en el tiempo me perdí algún salto<br />

semántico y lo que yo escribo es imposible<br />

<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r para ellos?, o ¿quizá quieran<br />

culparme por no saber leer?<br />

Con engaños me llevaron a ese sitio.<br />

| Cuento |<br />

EN LA SANGRE<br />

No esperaba eso, cuando llegamos unos<br />

jovencitos me interrogaron por una hora,<br />

preguntándome todo sobre mi vida, al<br />

momento que mi hijo les mostró mis<br />

cua<strong>de</strong>rnos, ellos sin disimulo se asombraron.<br />

Me hicieron leer <strong>de</strong> nuevo uno <strong>de</strong> mis<br />

escritos, y su cara <strong>de</strong> incredulidad ante mi<br />

soltura me puso sobre aviso. Me hicieron<br />

múltiples pruebas y al fin concluyeron que<br />

lo mejor era hospitalizarme. Me aislaron <strong>de</strong>l<br />

papel y la tinta, no me <strong>de</strong>jaron ni siquiera<br />

tener mis cuartillas, y la espina <strong>de</strong> la escritura<br />

que pica el corazón me empezaba a moler<br />

por <strong>de</strong>ntro.<br />

No podía más con eso, y<br />

<strong>de</strong>ambulando distraído y obnubilado por<br />

los remedios que me obligaban a engullir,<br />

<strong>de</strong>scubrí la pequeña oficina don<strong>de</strong> los<br />

practicantes hacían sus reportes, la tinta y el<br />

papel estaban esparcidos por los escritorios.<br />

Sin duda era el lugar perfecto para ocuparme<br />

<strong>de</strong> mi asunto y sacarme por fin el gusano que<br />

me carcomía las entrañas.<br />

Me aproveché <strong>de</strong> un <strong>de</strong>scuido<br />

<strong>de</strong>l enfermero, quien atendía a uno <strong>de</strong> mis<br />

compañeros <strong>de</strong> prisión, porque eso es lo que<br />

más parecía ese lugar con barrotes, cuerpos<br />

amarrados a las camas, sanitarios que eran<br />

más bien porquerizas, sobras <strong>de</strong> comida en<br />

viandas metálicas regadas por el piso.<br />

Los aullidos <strong>de</strong> un gordo que<br />

exasperado suplicaba por ayuda, para que<br />

alguien tuviera la caridad <strong>de</strong> preservar su<br />

virginidad, fueron la oportunidad perfecta<br />

para entrar en la pieza, mientras un soplón que<br />

no hablaba más que incoherencias empezó<br />

el escándalo a mis espaldas, <strong>de</strong>latando mi<br />

incursión. Claro alcancé a escuchar cuando<br />

en tropel se arrojaban sobre la puerta, que en<br />

un movimiento audaz y haciendo uso <strong>de</strong> mis<br />

pocos reflejos, logré cerrar <strong>de</strong> golpe.<br />

Tras <strong>de</strong> mí se formó tal alboroto,<br />

que bien podía <strong>de</strong>cirse que estábamos en el<br />

centro <strong>de</strong> la ciudad, con todos sus ven<strong>de</strong>dores<br />

y el barullo propio <strong>de</strong>l lugar. Escuché frases<br />

primero <strong>de</strong> conciliación, luego <strong>de</strong> amenazas<br />

y por último aquellas tan propias que incluían<br />

hasta a mi madre, acompañadas todas <strong>de</strong><br />

“¡Abrí ya!”.<br />

Me concentraba en revolver<br />

cajones <strong>de</strong> escritorio semivacíos en los<br />

que encontraba hasta preservativos usados,<br />

pero nada <strong>de</strong> tinta. En el revuelo que se<br />

armó y <strong>de</strong>bido a mis movimientos bruscos,<br />

la aguja salió <strong>de</strong> mi piel y la sangre empezó<br />

a gotear, en mi ofuscación, no me había<br />

dado cuenta que tenía uno <strong>de</strong> los mejores<br />

pigmentos naturales con tan buenos<br />

caracteres, difícil <strong>de</strong> borrar cuando se seca,<br />

es fluida y una pequeña gota es suficiente<br />

para varias palabras, ante la ausencia <strong>de</strong><br />

papel, el lienzo blanco <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s fue<br />

útil a mis propósitos, y usando la aguja<br />

como estilete, me concentré en la tarea <strong>de</strong><br />

escribir.<br />

Una enorme paz empezó a<br />

apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> mí, tanto que cuando ya<br />

estaba acabando la segunda pared contando<br />

la historia <strong>de</strong> los muchachos aplastados por<br />

las tanquetas <strong>de</strong>l treinta <strong>de</strong> julio, no me di<br />

cuenta que habían por fin roto la puerta.<br />

Entraron en tropel, me sometieron sin<br />

piedad dos diminutos hombres <strong>de</strong> uniforme<br />

café, que me aplicaron una llave rumana y<br />

en un segundo me enrollaron en una cobija<br />

que me <strong>de</strong>jó sin la más mínima posibilidad<br />

<strong>de</strong> moverme. El enfermero que se distrajo<br />

cuando me introduje aquí, se acercó jeringa<br />

en mano y sin <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za atravezó mi<br />

brazo inyectando un líquido translúcido<br />

y aceitoso, logré distinguir a un hombre<br />

mayor que tendría una edad cercana a la<br />

mía, al entrar al cuarto y ver mi escritura<br />

en las pare<strong>de</strong>s dijo con admiración:<br />

¬—Taquigrafía —fue lo último<br />

que escuché, mientras el potente hipnótico<br />

que me aplicaron hizo su efecto.<br />

Cuando <strong>de</strong>sperté en una sala<br />

parecida a las otras, pero acondicionada<br />

con mo<strong>de</strong>rnos equipos, el médico se me<br />

acercó con una sonrisa. En tanto, explicaba<br />

el resultado <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> estudios<br />

que realizaron mientras dormía, por fin<br />

concluyeron que no estoy loco, al parecer<br />

en algún momento tuve un ataque cerebral<br />

y eso me trastocó el área <strong>de</strong> la memoria,<br />

en palabras <strong>de</strong>l Doctor viejo: “mi cerebro<br />

reconoce la taquigrafía como única forma<br />

<strong>de</strong> lenguaje escrito”. Después <strong>de</strong> ese<br />

episodio, soy libre <strong>de</strong> escribir, aunque han<br />

tenido en mi casa que comprar algunos<br />

manuales para enten<strong>de</strong>r y no espantarse<br />

con los signos que ven en el papel.<br />

Es toda una aventura<br />

reencontrarme con mis cua<strong>de</strong>rnos y<br />

cuartillas. Creo que nadie sospecha que<br />

escribo así para hacerlo más rápido, los<br />

viejos no estamos para per<strong>de</strong>r el tiempo,<br />

sé que esto causa confusión, pero como<br />

me gusta el trato que me dan creyéndome<br />

enfermo, sigo disfrutando <strong>de</strong> atenciones.<br />

Mientras no me obliguen a usar letras.<br />

Sábado <strong>12</strong> / <strong>enero</strong> / <strong>2019</strong> TRESMIL 5

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