70 Ayunadores de 40 Dias

Luz del Mundo Internacional
Ayunadores
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Generalmente en las entregas de “Ayuno de Victoria” siempre hay curiosos que
acuden sin ser invitados... eso es inevitable, tu sabes que delante de los ángeles,
llegaron los cuervos a auxiliar al profeta Elías.
Y a veces son hasta más diligentes que los mismos “Santos”.
Mira a esa mujer, ungiendo con un bálsamo costoso el cuerpo del Señor.
Mientras que los “Santos Apóstoles” murmuraban y deseaban estorbarla.
Mira a esos dos políticos miembros del Sanedrín, desclavando el cuerpo de
Jesús, envolviéndolo en un lienzo finísimo y limpio; llevándolo a enterrar... Dónde
estaban los apóstoles y las mujeres piadosas?
Hemos tenido más de cien entregas de 40 días y por todas la naciones la
historia se repite: Es el día más emocionante de nuestra vida, vienen amigos que
nunca conocimos, y hermanos que jamás imaginamos; aquello parece una noche de
bodas, te cuento que me trajeron una torta grande... como si estaba cumpliendo 100
años, o más.
Trajeron comidas, frutas y regalos por montón... Vinieron los músicos del
pueblo y los que nunca habían cantado se animaron. ¿Los cantantes? No, no podían
cantar porque estaban COMIENDO.
Quizás te preguntes, ¿qué se debe hacer el día de la entrega?
Y te responderé: “Hay que hacer de todo”. Ese último día yo escribí; compuse
un canto para mi Señor, hicimos película de cine super ocho en colores hasta que
llegó la hora de entregar...
Yo dirigí el culto a partir de las 6 p.m., y como habían varios asistentes, los
puse a buscar a cada uno una promesa en la Biblia. Cantamos, reímos y lloramos
hasta que me tocó testificar. No recuerdo lo que dije... pero lo que si recuerdo es que
la leche se enfrió y tuvieron que calentarla de nuevo; la endulzaron con una
cucharada de miel de abejas y le oramos. Después me oraron. Esa gente puso sus
manos pesadas sobre mi cabeza y zapateaban con fuerza, gritaban, lloraban, reían.
Hablaron lenguas hasta que dijeron: Amén!.
Ya eran más de las 7 de la noche, cuando tomé el vaso de leche entre mis
manos; lo levanté hacia el cielo y dije: Señor, tu Palabra me ha sostenido durante
estos cuarenta días; permíteme Señor hacer como tú hiciste; que en lugar de ser
servido... permíteme servir.
Y empecé a repartir aquel vaso de leche tibiecita a todos los presentes.
El Señor lo multiplicó. Tomaron todos y sobró; entonces miré hacia el cielo y
dije como David cuando aquellos tres “Valientes” le trajeron agua del pozo de Belén:
“Señor, esto que queda en el vaso lo ofrendo para ti” y lanzándolo hacia el
techo nos bañó a todos como una lluvia de estrellas.
Después tuve que esperar hasta que me calentaran otro vaso de leche; ese si lo
endulcé, y sin tantas ceremonias le oré y me lo tomé.
Luego seguí tomando jugos naturales durante toda la noche; el día siguiente
comí frutas; el segundo día, ensaladas de hortalizas (sin sal ni condimentos).
Autor: Dr. Jaime Banks Puertas www.obraluzdelmundo.com
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