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· JULIO 2020 / MUNICIPIOS DE ARGENTINA 11
El rol de la mujer con discapacidad en el Siglo XXl
Por Nancy Grizutti;
concejala de 9 de Julio
Censos inconclusos, proyectos de
Censo, algunos datos que nos dicen
que alrededor del 13 % de la
población tiene al menos una discapacidad
y que de ese porcentaje
el 14 % son mujeres, sin duda falta
mucho por hacer.
MUJERES, MUJERES CON DIS-
CAPACIDAD, la invisibilidad de las
mujeres con discapacidad, sumada
a la invisibilidad de la violencia
sexual, da como resultado que el
desconocimiento de la problemática
sea evidente y preocupante.
Las mujeres con discapacidad sufren
doble discriminación: como
mujeres y como personas con discapacidad.
Esta se evidencia en la
violencia sexual que las mismas
sufren y se refleja aúnmás en dos
aspectos: por un lado, en cómo sufren
los delitos, cómo los viven y
qué consecuencias físicas y psicológicas
van a tener, y por otro, en
cuál es la respuesta que el Estado
a través de sus instituciones ofrecen
a este tipo de delito.
No hay duda que en la actualidad
la sensibilidad social e institucional
está de lleno involucrada en la
erradicación de la Violencia contra
las Mujeres. En este sentido, hace
algunas semanas se aprobó la adhesión
a la ley Micaela en la Ciudad
de 9 de Julio.
Pero es evidente que tenemos que
trabajar mancomunadamente estasleyes
Nacionales y otras a las
que adherimos como laConvención
sobre la Eliminación de todas
las formas de discriminación sobre
la mujer de 1979, Declaración de
Naciones Unidas sobre la eliminación
de la violencia sobre la Mujer
de 1993 y tantas otras.Pero como
mejor que hablar es hacer hay que
volcar toda la energía en el cumplimiento
de lo establecido, y esto
significa que hay que empezar a
incluir dentro de todas las leyes de
esta índole a la mujer con discapacidad.
Las mujeres con discapacidad
tienen casi cuatro veces más
probabilidades que sus pares sin
discapacidad de ser víctimas de
abusos, y quienes tienen discapacidad
intelectual, especialmente
las niñas, corren el mayor riesgo.
No hay estadística, pero si las hubiera
no quedaría duda que son
pocas o nulas las posibilidades de
que una mujer con discapacidad
denuncie violencia física o sexual.
Ypor qué sucede esto?, simple en
la mayoría de los casos, por desconocimiento
de que la situación
que están viviendo es violencia y
se puede denunciar como delito,
en otros porque la violencia es
ejercida por quienes mantienen o
han mantenido relaciones afectivas
con ellas y/o por personas de
su entorno familiar, social, sanitario,
asistencial, o porque aunque
sepan la situación de abuso o violencia
sexual que están viviendo y
que conozcan la posibilidad de la
denuncia, no tienen independencia
suficiente para interponerla ya
que toda denuncia posible deberán
realizarla a través de su cuidador,
que resulta ser su agresor. Pero
más grave aún son las barreras
humanas, las actitudes sociales,
ya que, en multitud de ocasiones
reciben una actitud hostil, una
falta de credibilidad,por el hecho
de presentar una discapacidad
(especialmente en aquellas mujeres
que tienen dificultades de
comunicación o intelectuales).
¿Entonces como revertimos esta
situación? Trabajando en políticas
públicas. escuchando a las
mujeres del colectivo para saber
cuáles son sus dificultades a la
hora de denunciar, realizando
talleres para empoderarlas y lograr
su autonomía, cambiando
leyes haciéndolas mas inclusivas,
que contemplen las características
del colectivo a la hora
de utilizar mecanismos de denuncias,
capacitando a los funcionarios
que están a cargo de
las mismas.
Mucho por hacer, mucho por
entender, pero nada imposible,
convoco a todas las mujeres del
colectivo de discapacidad a levantar
la bandera de lavisibilizacion
del colectivo para lograr la
autonomía en todos los aspectos
y ser incluidas definitivamente
en la sociedad.
Empodérense, levanten su voz,
dejen de ser la región gris, sabemos
que las estrategias de solución
para las mujeres sin discapacidad
no son las misma que
para el colectivo, pero hay que
buscar una intersección logren
visibilizar su propia identidad.
Sabemos que la lucha recién
comienza, pero no cabe duda
que pronto su grito será oído por
toda la sociedad.
La triple pandemia de las mujeres
Por Cristina Alvarez Rodríguez -
Diputada Nacional -
Frente de Todos
Las mujeres del mundo estamos expuestas
a una triple pandemia: el riesgo de contraer
Covid-19 se suma a los femicidios (la
violencia no disminuyó en el aislamiento)
y a una caída brutal de la economía que
nos afecta de manera más directa y profunda
que a los varones. Pero, a la vez, la
pandemia nos encontró bien preparadas:
somos las que sabemos lo que pasa dentro
de las casas y en los barrios; somos las
que aprendimos que los resultados llegan
cuando nos organizamos en red.
La crisis económica golpea más fuerte
a las mujeres por varios motivos: por un
lado, casi 510 millones de mujeres trabajadoras
del mundo lo hacen en sectores
muy afectados por la crisis (la hotelería,
el comercio y los servicios en general).
Por otro lado, las 37 millones de mujeres
que trabajan prestando servicios domésticos
ven su fuente de trabajo en riesgo
por el aislamiento. En tercer lugar, más
del 70 por ciento de las empleadas en lo
sanitario y social del mundo son mujeres.
En Argentina, ocho de cada diez docentes
son mujeres.
Los datos, provenientes de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y del
último censo demuestran que estamos en
la primera línea de batalla: en los hospitaes,
sosteniendo escuelas virtuales, en
cada actividad territorial.
Además, la pandemia dejó más al descubierto
que nunca a la economía invisible,
esa que sucede cuando termina la jornada
formal: cocinar, limpiar, acompañar,
ayudar con la tarea, barrer, acercarle a la
abuela una frazada, comprar los remedios.
Hablamos de “cuidados”, de todas esas
actividades indispensables para el desarrollo
de la vida a las que todavía cuesta
que se le reconozca el valor.
En Argentina, las mujeres realizan el 76
por ciento del trabajo doméstico no remunerado
y dedican más del doble del tiempo
que los varones a las tareas del hogar.
Cuarentena de por medio, la demanda se
intensificó.
Niñas, niños y adolescentes están las 24
horas en la casa porque no hay escuela;
los adultos mayores son población de
riesgo y requieren de cuidados más exigentes;
las tareas de limpieza resultan
centrales. En el barrio, las necesidades
se multiplicaron y son mujeres las que revuelven
la olla, las que la llenan, las que
la organizan.
Mientras tanto, las violencias de género
no dan tregua. El remedio temporal ante el
Covid-19 (la cuarentena) implica que las
mujeres se queden en el lugar más peligroso
para ellas: la casa. Según la ONU, el
58 % de los 87 mil femicidios en el mundo
de 2018 fueron cometidos por familiares.
En los primeros once días del Aislamiento
Social, Preventivo y Obligatorio, las llamadas
para pedir ayuda aumentaron un 39
por ciento.
Según el registro oficial de la Oficina de
la Mujer de la Corte Suprema de Justicia,
en Argentina hay un promedio de 250 femicidios
por año. ¿Cómo podemos transformar
esta realidad? La experiencia nos
enseñó que -parafraseando a Evita- únicamente
las mujeres salvaremos a las mujeres.
Hemos aprendido que el mejor modo
de conseguir nuestros objetivos es formar
redes.
Así trabajan en la Red Federal de Concejalas
de la FAM; así lo hacemos las
diputadas nacionales y las diputadas provinciales;
así lo hacen las ‘Mujeres Gobernando’
del Ejecutivo Nacional. Pero además,
estamos cada vez más convencidas
de que el futuro que queremos construir
solamente es posible con mujeres, trans
y travestis con perspectiva de género en
puestos de poder. Porque lo que debemos
transformar son aquellas condiciones estructurales
que sostienen las violencias y
desigualdades de género.
Tal como sucede con los cuidados, a veces
esas inequidades no son fáciles de
descubrir y mucho menos de develar. Por
eso la mirada de género debe atravesar
todos los poderes, todos los ministerios,
todas las medidas, todas las sesiones del
Congreso, todas las comisiones, todos los
fallos, todas las leyes y todos los proyectos.
A eso apunta la Ley Micaela, una norma
que sancionamos en 2018 y que obliga a
los tres poderes del Estado a capacitarse
en género. Lo esperanzador es que
ya empezamos a andar ese camino. Hay
medidas y leyes que incluyen una mirada
de género: la forma en que se diseñó el
Ingreso Familiar de Emergencia; la ley de
Teletrabajo a la que le dimos media sanción
en diputados y que contempla los
cuidados o el paradigma que propone el
Plan Nacional de Acción contra las Violencias
por Motivos de Género son algunos
ejemplos.
Construimos políticas públicas que apuntan
a desarmar las lógicas de la desigualdad,
luchamos por la efectiva paridad en
el Congreso para que haya más mujeres
tomando decisiones, proponemos una ética
del cuidado.
Porque queremos un país en el que todas
tengamos igualdad de oportunidades, un
país que cuide la vida, un país en el que
podamos trabajar juntas para transformarlo
todo, un país con real y efectiva justicia
social.