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Edicion 15 de agosto 2020

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El siguiente artículo ha sido tomado de

bierno

del Salvador en la América Central

T 4. N° 13, San Salvador junio 24 de 1853.

Los nacionalistas enemigos de la nacionalidad

“¡He aquí un artículo que a primera vista es

una especie de antítesis inexplicable a la luz de

la Filosofía, y aun del sentido común: pero que

se comprende fácilmente, si se examina su fondo

teniendo en la mano la luz de la experiencia!

En efecto amar y aborrecer una misma cosa;

procurar su consecución y resistirla, emprender

su realización y destruirla, son tendencias contradictorias.

Más si conducidos por aquella guía

luminosa, penetramos en el complicado laberinto

de las pasiones buscando ese secreto funesto,

lo encontramos en su centro tenebroso, que avivará

la antorcha y el arcano fatal desaparecerá.

Que la nacionalidad sea un objeto digno de los deseos

de todos los hijos de Centro América es una

verdad tan evidente, como la fraternidad que los

une, pero ¿hasta qué punto deba estrecharse esta

unión es un problema que no han podido resolver

nuestros políticos, al paso que los hombres más

exaltados en favor de ella la han combatido al grado

de imposibilitar por ahora su establecimiento.

no,

se entenderá perfectamente, con solo una ligera

remembranza de los hechos más prominentes en

la historia de la nacionalidad Centro Americana.

1° Cuando algunos miembros de la Asamblea

Nacional Constituyente instalada en la Ciudad

de Guatemala en 1824 propusieron el sistema

central a aquél augusto congreso, puntualmente

en la época oportuna para su adaptación, puesto

que Centro América todo estaba habituado al

régimen unitario bajo el cual estuvo por muchos

años con la denominación de Reino de Guatemala,

la mayoría de la misma Asamblea llevada

del espíritu de imitación de las instituciones

de Norte América y agitada por los nacionalistas

exaltados, desechó el voto de la minoría

FRACTURA EN LA REPÚBLICA DE

CENTRO AMÉRICA

y adopto el sistema federativo, no como está

planteado en los Estados Unidos, sino confundiendo

los límites del poder general y el de los

Estados; por lo que la Constitución de la República

se llamó después con razón federo-central.

2° Habiendo comenzado a notarse los defectos de

aquella carta por los inconvenientes que ofrecía

en su ejecución, especialmente el rose entre los

Gobiernos Generales y particulares, por no haber

sido deslindadas con exactitud sus respectivas

atribuciones, y más aún por no haberse preveni-

de resolver las cuestiones que a cada paso se suscitaban

entre el Gobierno nacional y los de los

Estados, los pensadores amantes del país meditaban

una reforma, y la autoridad Central perdía

su prestigio viéndose desaparecer a su presencia

los territorios más importantes, Belice, Roatán,

&, sin que hubiese arreglado en el exterior ni

siquiera el reconocimiento de la independencia.

3° A pesar de la pujanza que adquirió la opinión

pública contra una tal situación, los nacionalistas

fanáticos retardaron tanto la adopción de las

reformas de la Carta General, que consideraban

perfecta, que crecieron las exigencias de los Estado

hasta el punto de no serles ya posible esperar

los trámites ordinarios para perfeccionar el

pacto de unión. Es preciso saltar las barreras, fue

el grito que resonó por toda la nación, aturdiendo

a los Representantes del Statu que, sin que se les

oyeran otras palabras que aquellas con que ya ha-

vértigo soplado por el genio de la ambición que

aparecía revestido de viejas erratas y de preocupaciones

locales, sublevando las poblaciones y

departamentos, arrebatando las ciudades y rentas

públicas y contrahaciendo la voz del Soberano.

4° Desesperadas las secciones de obtener un resultado

regular, se separaron del pacto y la lucha

se hizo sangrienta, sucumbiendo por último el

Gobierno Nacional, pero entonces los nacionalistas

conjurados concibieron un plan más

ruinoso que el de 1824. Tal fue el de centralizar

la República por la fuerza, emprendiendo

expediciones y guerras que produjeron mayor

aversión y resistencia a la nacionalidad, y privaron

a ésta de hombres que por sus capacidades

y experiencia podían haber sido útiles al país.

Desde entonces no han salido de esta senda escabrosa,

cortada en sus extremidades por los

dos abismos de la anarquía y el despotismo

militar. Hemos visto a este último asumir su

monstruosa cabeza en el Estatuto forjado por

la Asamblea Nacional que se reunió en Tegucigalpa

y desechado por la mayoría de los Estados

que ella representaba, y que desengañados

de la absurdidad de las combinaciones con que

se ha pretendido conducirlos a la discordia fratricida

bajo las apariencias de concordias, han

declarado también, disueltos los pactos que

los ligaban en orden a nacionalidad, y que sin

proporcionarles más que choque destructores

entre ellos mismos, les impedían su progreso.

A la vista de esta marcha tortuosa y de todos

esos medios empleados por los nacionalistas fa-

tado

procurar, de restablecer la unidad de Centro

América ¿Habrá quién dude que ellos han sido

los verdaderos enemigos de la nacionalidad?

Federalistas indudables desde 1824 hasta 1838

y desde esta época centralistas encubiertos, siempre

perturbando con la intriga y dividiendo con la

espada las secciones que aparentaban querer unir,

y que realmente pretendían dominar para tiranizarlas

desde un centro férreo de poder despótico.

Es pues la convicción general, el sublime y

saludable instinto de los pueblos para preservarse

del absolutismo, el que hoy les pone en

posesión de todos sus derechos y aptitudes para

asegurar el orden legal, la libertad consiguiente

y el bienestar que le arrebataran los nacionalistas

enemigos de la nacionalidad, y no sus

Gobiernos que no han hecho otra cosa que ser

sostén de los verdaderos intereses de la Patria.

Edición Especial | 15 de Agosto de 2020 |

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