Edicion 02 de octubre 2021
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¿DORMIMOS
lO SUfICIENTE?
DOS pERROS Y SUS
pUlGaS
Por: Evenor Saavedra
atravesó a la sed;
En las últimas décadas, y ahora
en el actual contexto de pandemia,
la costumbre de desvelarse
por razones de trabajo, de estudio,
de “diversión” o simplemente por
mal hábito, se han vuelto bastante
comunes entre nosotros. Atrás quedó
la época en que nuestros padres nos
enviaban a la cama a las siete u ocho
de la noche como máximo. En ese
tiempo se tenía la convicción que los
niños debían dormirse temprano, ya
que al día siguiente cuando los primeros
rayos del sol aparecían, tenían que
cumplir con la asistencia a la escuela,
al colegio, y para ello, deberían estar
listos y bien descansados.
Ahora, con los cambios en los ritmos
laborales, los niños apenas alcanzan a
ver a sus padres durante el día. Y ya
en la noche, después de las copiosas
cenas, la tertulia familiar se alarga
más allá de lo prudente. El resultado:
padres que corren a toda prisa para
llegar a sus trabajos, y niños que frecuentemente
acumulan y acumulan
atrasos en sus respectivos centros escolares.
Hasta las mascotas sufren el
efecto del desvelo al que les someten
sus acelerados amos.
Muchos ahora padecen del terrible
insomnio. Han logrado acomodarse
entre las sabanas, pero no pueden
dormir. La mente, entonces, comienza
a efectuar un estéril recorrido por
aspectos que no pueden ser ya modi-
reciente o al enigmático futuro. Y vienen,
entonces, las interminables vueltas.
Todo irrita: los ruidos de la calle,
el ladrar de algún perro, las voces de
los vecinos, los automóviles, los zancudos,
todo… El asunto es que nada
de esto es, en verdad, importante. El
nudo crucial del problema, radica en
que no somos capaces de aquietarnos,
no podemos parar a la mente. Con esa
dosis de tensión es imposible dormir.
Aunque las horas que una persona necesita
para reponerse, pueden variar
en función de la edad, la condición de
salud, y otros aspectos, lo cierto es,
que siguen siendo importantes y recomendables,
las ocho horas que pregonan
los galenos.
Sugerimos algunas recomendaciones
que pueden funcionar: 1. Mantener un
horario habitual para irse a la cama 2.
Beber un vaso de leche tibia, un té caliente,
o una bebida relajante (no alcohol,
ni café) 3. Cenar frugalmente. 4.
No realizar deporte en horas previas
al sueño 5. Tomar un baño tibio antes
de dormir 6. Apagar los teléfonos móviles,
la televisión u otros distractores
meditación, relajación u oraciones es-
Nada más perjudicial que llevarse
problemas emocionales, laborales
o de otra índole a la cama. El sueño
es sagrado, y su poder regenerativo,
maravilloso. El dormir nos restaura,
nos retorna al buen humor, nos hace
más agradable la vida, nos llena de
optimismo. En lo posible: nuestros
horarios laborales no deben destruir
nuestro sueño.
A la hora de dormir, tomemos el consejo
de Mario Roberto Ramírez Chávez:
“Deja en paz tus pensamientos…
Obsérvalos, como nubes que pasan...”
¡Que así sea!
Míralos,
cada ladrido,
rebelde oposición a la invisibilidad
crónica esparcida como jiote
en el cuerpo del delito, humano y canino.
Míralos,
comiendo mierda casi por instinto,
adaptados al ecosistema de la basura
acumulada, pasando vegetal podrido,
pellejo engusanado, hueso roído y plástico
maligno.
Parásitos que mueven la cola,
especialistas en el amor
adminículos indispensables de la patada
espontánea, mini Tierra gastada por la
civilización de pulgas y garrapatas.
Míralos,
sin que te dé pena,
si aún te queda dignidad frente al espejo.
Míralos en su miseria, todavía juegan,
todavía conservan la ternura perdida
de tu pasado mundo de niño.
Yo los he visto,
enroscados, gimiendo de frío,
en las casetas incompletas del bitcoin;
en los mercados pululando, correteando
ávidos entre veredas de jungla humana,
como lágrimas que surcan un rostro
careto;
los he visto contagiados de absurdidad
humana en casa de pequeños burgueses;
los veo en el camino, bebiendo rinso, lejía,
platos sucios, pata chuca, batido de caca
con jabón en la primera canaleta que se le
huyendo de la piedra voladora
del manifestante encolerizado ante la ley
del amor;
en los parques, canjeando amistad por
piedad;
muertos a medio camino, vencidos para
siempre
por el bocado criminal.
Yo los he visto,
con mirada de hambre,
protagonistas de libros sin poder entrar a
cafés culturales;
abrazados a indigentes, disfrutando de la
perfumada compañía, limpios de la noción
de [lástima y jerarquía;
apaleados por besar la mano del hijo de
alguien, corriendo como locos detrás del
coche en el que marchan para siempre los
seres amados;
ladrando sin rencor a la motocicleta,
protegiendo vidas por deporte,
macheteados por ladrar a los demonios de
la carretera, jugando con palos al calor de
la noche
y la mirada enternecida de Selene;
meándose de felicidad en el reencuentro,
dura jornada,
lidad
ancestral.
Yo los he visto,
yo los he amado,
de su tristeza perpetua
estoy por siempre contagiado.
Edición Especial | 02 de Octubre de 2021 | 05