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Quentin-Tarantino-Cine-de-reescritura

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la más sádica de todas, y la única película de Tarantino en la que la violencia puede

llegar a resultar realmente desesperante. Hay que pensar que otras películas muy

violentas de QT están en un registro sumamente estilizado para causar impresión

(incluso la violencia esclavista de Django sin cadenas tiene un registro de historieta que

la hace más amable); la ópera prima de Tarantino, más allá de que es imposible

calificarla de realista, tiene una dureza a la que el director nunca volvería.

Justamente ahí empezaría también una de las primeras polémicas que existieron sobre

Tarantino: su violencia gráfica y el miedo a que esta se transmita en el espectador.

Frente a esto, QT siempre tuvo un mismo discurso de defensa que gira en torno a la idea

de que la violencia en pantalla se vive como una fantasía catártica y no necesariamente

como la realidad (para ver esta idea con detalle ir al capítulo 7, dedicado a Bastardos

sin gloria). Por esos años Tarantino incluso tiraría una frase bastante conocida: “Las

películas violentas no crean gente violenta; pueden crear cineastas que hacen películas

violentas, pero eso es otra historia”, y además diría varias veces que, si bien él reprueba

muchísimo la violencia en la realidad, la del cine le parece “divertida”. Esta idea sería

muchas veces cuestionada por gente que está tanto dentro de la crítica y la realización

cinematográfica como fuera de ellas, como si hubiera una suerte de irresponsabilidad en

atribuirle belleza a lo destructivo. A mi entender, y reiterando un poco lo que dije en la

introducción de este libro, no hay ni la menor contradicción en hablar de diversión y de

catarsis griega —la catarsis es un sentimiento que puede resultar enormemente

satisfactorio—, ni tampoco hay nada malo en encontrar entretenida una violencia

bestial. Los criterios estéticos y la sensibilidad sobre lo que puede encontrarse divertido

y lo que no no infieren ni en la calidad de un artista ni mucho menos en la ética de cada

persona. Por otro lado, plantear que la violencia puede ser divertida es una declaración

mucho menos polémica de lo que se cree. Pensar que no hay nada de interesante en el

espectáculo estético de la destrucción de un cuerpo sería olvidarse de que géneros

cinematográficos enteros (como el bélico, la acción o el cine de terror) basan buena

parte de su atractivo en la demostración de diferentes expresiones de violencia.

Lo curioso de Tarantino, en todo caso, es que su cine podrá ser violento, pero su mirada

sobre la violencia es mucho más responsable de lo que se cree. En su cine podrá haber

un regodeo en la tortura, pero siempre se tiene en cuenta que quienes la ejercen son

personas oscuras, autodestructivas y no pocas veces psicópatas, y que la función de

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