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Edicion 29 de enero de 2022

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MAS ALLá DE LA INTOLERANCIA

¡MAMá, EL MUERTO

SE MUEvE!

Por: Marlon Chicas

El Tecleño Memorioso

El padre Anthony de Mello, sacerdote

jesuita y escritor notable

sobre temas de espiritualidad,

es uno de los autores y personalidades

más relevantes, en esa literatura auténticamente

profunda, que conmueve el

corazón humano, hacia los temas de

mayor trascendencia.

Nacido en Bombay en 1931, y fallecido

a los tan sólo cincuenta y cinco años,

dedicó su intensa vida, a conversar con

las almas, desde la Ciencia Superior del

Espíritu.

Psicoterapeuta, pero, ante todo, místico,

su camino desbordó la ortodoxia católica

de su formación eclesiástica, para alimentarse

de diversas fuentes religiosas,

ávido de hacer acopio de la gran belleza

puede ofrecer a todos los hombres y

mujeres de las más diversas culturas.

Su obra, que comprende un poco más

de una decena de libros, está cargada

de parábolas, alegorías, fábulas, relatos

y meditaciones sobre la interioridad

humana, y alguna parte de ella ha sido

como “incompatible” con la doctrina y

fe de esa iglesia.

Qué bueno que sea así, ya que su mensaje,

como decíamos va más allá de los

volar hacia las sabias regiones del alma

humana.

En uno su conocido libro “El Canto del

Pájaro”, se encuentra un breve texto,

titulado “Odio religioso” que dice así:

“Le decía un turista a su guía: / ´Tiene

usted razón para sentirse/ orgulloso de

su ciudad. Lo que me/ ha impresionado

especialmente es/ el número de iglesias

QUE TIENE. /Seguramente la gente de

aquí/debe de amar mucho al Señor¨. /

´Bueno…´/replicó cínicamente el/guía,

´tal vez amen al Señor, pero/de lo que

no hay duda es que se/ odian a muerte

unos a otros´”.

Acota de Mello: “Lo cual me recuerda

a aquella niña a la que preguntaron:

´ ¿Quiénes son los paganos?’. Y ella

respondió: ´Los paganos son personas

que no se pelean por cuestiones de religión´”.

Ambos relatos, tanto el principal, como

el segundo, son altamente elocuentes de

la triste realidad humana: la intolerancia.

Y para nuestro ámbito, casan como

anillo al dedo. Si realizáramos una estadística

del número de iglesias (de cualquier

denominación) que existen por

kilómetro cuadrado en el país, nos quedaríamos

sorprendidos. Posiblemente

hay más iglesias que estancos de aguardiente

o cervecerías; sin embargo, la criminalidad,

la insolidaridad, el irrespeto

ciudadano, no disminuye. Basta hacer

cio

o en cualquier institución pública y

privada, para experimentar el abuso de

muchos, el desagrado, el ambiente enra-

canción grosera se receta cada segundo,

acompañada del ensordecedor claxon.

Y son muchos de estos conductores,

jes,

estampas o símbolos religiosos que

ostentan sus vehículos.

Lo que viene a demostrarnos que no es

la falsa religiosidad, expresada en muchedumbres

enardecidas, que repiten al

unísono, cualquier sentencia que oyen

de boca de sus ministros o pastores, lo

que realmente transforma el corazón,

es la búsqueda sincera del ser interno,

de esa chispa de la divinidad que todos

llevamos dentro, y que opera mediante

el amor, como una maravillosa fuerza

expansiva. Busquemos entonces, la

espiritualidad dentro de nosotros, en la

vivo del Absoluto.

E

el creyente el inicio de una nueva vida, de la que nos habla Nuestro Señor Jesucristo

en su palabra a través de los tiempos, el tema de la muerte es un tópico del cual poco

se habla o se evade. Sin embargo, existe otro tipo de muerte, el cual se continúa estudiando

en el campo de la medicina, de la que Santa Tecla guarda algunos relatos asombrosos, que a

continuación detallo.

Comparto algunas de estas vivencias de mis antepasados y un servidor, en cuanto a este estado

biológico la cual se presenta con menos recurrencia en la actualidad, que con el pasar del

tiempo y desarrollo de la medicina, ha disminuido considerablemente, la “Catalepsia” (Muerte

Aparente), el cual es un trastorno provocado por una enfermedad, alteración neurológica

o por intoxicación de determinados fármacos (ansiolíticos, antidepresivos…), produciendo

un efecto secundario como la depresión respiratoria. Normalmente puede durar tres días o

menos, en los cuales una persona en estado de muerte puede ser enterrada viva y despertar

dentro del ataúd.

El primero de los caso, tuvo lugar en 1921, en el barrio Belén, siendo testigo de ello la abuelita

Clemen (+), quien fue invitada a las exequias u honras fúnebres; de la hija de una buena

amiga de la familia de nombre Rosalía o Chalía (+), ya que dicha infante falleció de forma

inexplicable, por lo que la misma fue velada en su humilde casa de habitación, por lo que se

dispuso su mortaja (vestidura, sabana o sudario), en la que se envuelve un cadáver para su

enterramiento, luego se colocó a la chiquilla sobre una mesa en el centro del improvisado

tanatorio (sala de velación).

Luego de ataviarla con blancos atuendos, la pequeña yacía expuesta a la mirada de los dolientes

y acompañantes, cubierta por rosas de varios colores, cantos y oraciones eran el marco de

aquel funeral, pasadas las diez de la noche de manera sorpresiva, la niña se incorporó asustada

cimiento

provocó que los asistentes salieran en desbandada por lo ocurrido, días después del

Un hecho similar sucedió en 1973, siendo el suscrito participe de ello, en un extinto mesón

del barrio El Calvario, junto a otros amigos de infancia, con quienes asistíamos asiduamente

a velorios en busca de tamales, pan dulce y café, ya que, dicha bebida, era prohibida para los

niños en esa época, así mismo colectábamos cigarrillos para nuestros hermanos mayores,

ya que estos eran obsequiados en el lugar, en tal ocasión tocó en suerte quedar junto a una

madre con su inquieto hijo, el cual de forma recurrente se acercaba al ataúd, en el que yacía

a honrar su cuerpo.

Cerca de la medianoche el niño notó algo extraño en el fallecido, por lo cual insistía a su progenitora

- “Mamá, el muerto se mueve”, - ella lo reprendía diciendo - “Cállate, que te van a

oír los dolientes”, - por lo que el niño continuaba con su señalamiento, de pronto, don Simón

se levantó de su ataúd acompañado de una fuerte brisa que inundo el lugar, provocando que

algunas mujeres cayeran de rodillas haciendo la señal de la cruz, otras desmayadas por el

hecho, por su parte, algunos como dice el dicho “Por aquí es más derecho”, llevándose de

encuentro sillas, cacerolas y hasta unos perros que aullaban por el griterío. Días después de

son producto de la imaginación, los cuales guardó en mis reminiscencias de nuestra amada y

única Ciudad de Las Colinas, hasta la próxima amigos lectores.

Edición Especial | 29 de Enero de 2022 | 05

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