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MAS ALLá DE LA INTOLERANCIA
¡MAMá, EL MUERTO
SE MUEvE!
Por: Marlon Chicas
El Tecleño Memorioso
El padre Anthony de Mello, sacerdote
jesuita y escritor notable
sobre temas de espiritualidad,
es uno de los autores y personalidades
más relevantes, en esa literatura auténticamente
profunda, que conmueve el
corazón humano, hacia los temas de
mayor trascendencia.
Nacido en Bombay en 1931, y fallecido
a los tan sólo cincuenta y cinco años,
dedicó su intensa vida, a conversar con
las almas, desde la Ciencia Superior del
Espíritu.
Psicoterapeuta, pero, ante todo, místico,
su camino desbordó la ortodoxia católica
de su formación eclesiástica, para alimentarse
de diversas fuentes religiosas,
ávido de hacer acopio de la gran belleza
puede ofrecer a todos los hombres y
mujeres de las más diversas culturas.
Su obra, que comprende un poco más
de una decena de libros, está cargada
de parábolas, alegorías, fábulas, relatos
y meditaciones sobre la interioridad
humana, y alguna parte de ella ha sido
como “incompatible” con la doctrina y
fe de esa iglesia.
Qué bueno que sea así, ya que su mensaje,
como decíamos va más allá de los
volar hacia las sabias regiones del alma
humana.
En uno su conocido libro “El Canto del
Pájaro”, se encuentra un breve texto,
titulado “Odio religioso” que dice así:
“Le decía un turista a su guía: / ´Tiene
usted razón para sentirse/ orgulloso de
su ciudad. Lo que me/ ha impresionado
especialmente es/ el número de iglesias
QUE TIENE. /Seguramente la gente de
aquí/debe de amar mucho al Señor¨. /
´Bueno…´/replicó cínicamente el/guía,
´tal vez amen al Señor, pero/de lo que
no hay duda es que se/ odian a muerte
unos a otros´”.
Acota de Mello: “Lo cual me recuerda
a aquella niña a la que preguntaron:
´ ¿Quiénes son los paganos?’. Y ella
respondió: ´Los paganos son personas
que no se pelean por cuestiones de religión´”.
Ambos relatos, tanto el principal, como
el segundo, son altamente elocuentes de
la triste realidad humana: la intolerancia.
Y para nuestro ámbito, casan como
anillo al dedo. Si realizáramos una estadística
del número de iglesias (de cualquier
denominación) que existen por
kilómetro cuadrado en el país, nos quedaríamos
sorprendidos. Posiblemente
hay más iglesias que estancos de aguardiente
o cervecerías; sin embargo, la criminalidad,
la insolidaridad, el irrespeto
ciudadano, no disminuye. Basta hacer
cio
o en cualquier institución pública y
privada, para experimentar el abuso de
muchos, el desagrado, el ambiente enra-
canción grosera se receta cada segundo,
acompañada del ensordecedor claxon.
Y son muchos de estos conductores,
jes,
estampas o símbolos religiosos que
ostentan sus vehículos.
Lo que viene a demostrarnos que no es
la falsa religiosidad, expresada en muchedumbres
enardecidas, que repiten al
unísono, cualquier sentencia que oyen
de boca de sus ministros o pastores, lo
que realmente transforma el corazón,
es la búsqueda sincera del ser interno,
de esa chispa de la divinidad que todos
llevamos dentro, y que opera mediante
el amor, como una maravillosa fuerza
expansiva. Busquemos entonces, la
espiritualidad dentro de nosotros, en la
vivo del Absoluto.
E
el creyente el inicio de una nueva vida, de la que nos habla Nuestro Señor Jesucristo
en su palabra a través de los tiempos, el tema de la muerte es un tópico del cual poco
se habla o se evade. Sin embargo, existe otro tipo de muerte, el cual se continúa estudiando
en el campo de la medicina, de la que Santa Tecla guarda algunos relatos asombrosos, que a
continuación detallo.
Comparto algunas de estas vivencias de mis antepasados y un servidor, en cuanto a este estado
biológico la cual se presenta con menos recurrencia en la actualidad, que con el pasar del
tiempo y desarrollo de la medicina, ha disminuido considerablemente, la “Catalepsia” (Muerte
Aparente), el cual es un trastorno provocado por una enfermedad, alteración neurológica
o por intoxicación de determinados fármacos (ansiolíticos, antidepresivos…), produciendo
un efecto secundario como la depresión respiratoria. Normalmente puede durar tres días o
menos, en los cuales una persona en estado de muerte puede ser enterrada viva y despertar
dentro del ataúd.
El primero de los caso, tuvo lugar en 1921, en el barrio Belén, siendo testigo de ello la abuelita
Clemen (+), quien fue invitada a las exequias u honras fúnebres; de la hija de una buena
amiga de la familia de nombre Rosalía o Chalía (+), ya que dicha infante falleció de forma
inexplicable, por lo que la misma fue velada en su humilde casa de habitación, por lo que se
dispuso su mortaja (vestidura, sabana o sudario), en la que se envuelve un cadáver para su
enterramiento, luego se colocó a la chiquilla sobre una mesa en el centro del improvisado
tanatorio (sala de velación).
Luego de ataviarla con blancos atuendos, la pequeña yacía expuesta a la mirada de los dolientes
y acompañantes, cubierta por rosas de varios colores, cantos y oraciones eran el marco de
aquel funeral, pasadas las diez de la noche de manera sorpresiva, la niña se incorporó asustada
cimiento
provocó que los asistentes salieran en desbandada por lo ocurrido, días después del
Un hecho similar sucedió en 1973, siendo el suscrito participe de ello, en un extinto mesón
del barrio El Calvario, junto a otros amigos de infancia, con quienes asistíamos asiduamente
a velorios en busca de tamales, pan dulce y café, ya que, dicha bebida, era prohibida para los
niños en esa época, así mismo colectábamos cigarrillos para nuestros hermanos mayores,
ya que estos eran obsequiados en el lugar, en tal ocasión tocó en suerte quedar junto a una
madre con su inquieto hijo, el cual de forma recurrente se acercaba al ataúd, en el que yacía
a honrar su cuerpo.
Cerca de la medianoche el niño notó algo extraño en el fallecido, por lo cual insistía a su progenitora
- “Mamá, el muerto se mueve”, - ella lo reprendía diciendo - “Cállate, que te van a
oír los dolientes”, - por lo que el niño continuaba con su señalamiento, de pronto, don Simón
se levantó de su ataúd acompañado de una fuerte brisa que inundo el lugar, provocando que
algunas mujeres cayeran de rodillas haciendo la señal de la cruz, otras desmayadas por el
hecho, por su parte, algunos como dice el dicho “Por aquí es más derecho”, llevándose de
encuentro sillas, cacerolas y hasta unos perros que aullaban por el griterío. Días después de
son producto de la imaginación, los cuales guardó en mis reminiscencias de nuestra amada y
única Ciudad de Las Colinas, hasta la próxima amigos lectores.
Edición Especial | 29 de Enero de 2022 | 05