Revista Orgullo 22
Revista Orgullo de Costa Rica, edición 2022
Revista Orgullo de Costa Rica, edición 2022
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“Los homosexuales fueron
pensados como “criminales”
y como “degenerados”.
Su supuesta inferioridad
fue utilizada como un
argumento”
Desde su aparición, el VIH y el sida se
concibieron como una “nueva peste”
que afectaba principalmente a los homosexuales
(se le llamó el “cáncer rosa”
o la “plaga gay”), pero también a otros
sujetos “infames”: “drogadictos”, “prostitutas”,
bisexuales, “promiscuos”. Las
ideas iniciales sobre la “enfermedad”
provinieron de las noticias de agencias
internacionales, de Estados Unidos y
de Europa. Dichas noticias describían
al VIH y al sida como un “mal terrible
y misterioso”, una especie de mancilla
que infectaba como una suciedad.
La idea de “contagio” ratificó el pánico
que se desarrolló en torno al “mal” y en
torno a los “sidosos”. La “enfermedad”
y el “enfermo” se construyeron discursivamente
como uno solo y, en conjunto,
representaron lo “impuro”. La impureza
es todavía más clara a partir de la
vinculación que se estableció entre el
síndrome y el sexo definido como “antinatural”.
Aunque las noticias sobre el VIH y sobre
el sida empezaron a circular en 1983,
no fue hasta 1984 que aparecieron los
primeros casos nacionales: los de los
hemofílicos. Este fue el primer grupo
de costarricenses “enfermos”. Ellos, sin
embargo, fueron asumidos como “víctimas
inocentes”, personas que estaban
“pagando” por los “excesos” de los
homosexuales, los “drogadictos” y las
“prostitutas”, quienes, en Estados Unidos,
vendían su sangre a las empresas
que producían los derivados que se
utilizaban en el país. En este momento,
realmente se planteó una “ficción inmunitaria”,
que promovía la idea de que el
“mal” venía de afuera y de que era un
problema de los “otros”, todo con el fin
de mantener una ilusión de seguridad.
En 1985, con la muerte del actor Rock
Hudson, la cantidad de noticias publicadas
aumentó de forma dramática.
Consecuentemente, la narrativa se
centró en los homosexuales nacionales,
en sus “estilos de vida”, por lo que las
noticias, artículos de opinión, reportajes,
etcétera, trataron de explicar el desarrollo
de la “enfermedad” a partir de
los “infames” mismos. Los homosexuales
fueron pensados como “criminales”
y como “degenerados”. Su supuesta inferioridad
fue utilizada como un argumento
(entre otros) para justificar todas
las formas de control y de disciplinamiento
que se les aplicaron. Las imaginaciones
sobre los homosexuales no
eran nuevas, lo nuevo era su relación
con la “enfermedad”, la cual, entonces,
conllevó una explosión de odio y miedo,
centrada en su “desenfreno” sexual.
La sexualidad “indisciplinada” se pensó
como una amenaza infecciosa contra la
comunidad. El cuerpo homosexual masculino,
por lo anterior, se vio como peligroso,
como un cuerpo contaminado y
contaminante, que estaba destruyendo
a la nación. En el campo médico encontramos
las afirmaciones de figuras tan
importantes como el Dr. Juan Jaramillo
Antillón, quien aseguró que la “condición
homosexual” era “contraria al orden
natural” y que, por ello, debía ser
censurada. Los comunicados que publicó,
como ministro de Salud, en 1985,
indicaban claramente que, para protegerse
contra el VIH y el sida, se debía
evitar el contacto con los miembros de
los “grupos de riesgo”; principalmente,
evitar el contacto con los homosexuales.
Sus recomendaciones se dirigieron
a la población heterosexual, la cual debía
protegerse, manteniéndose dentro
de los límites “higiénicos” adecuados.
Con las intervenciones de Jaramillo, se
activó una relación más dinámica entre
el campo periodístico y el biomédico.
Se hallaron, por ello, diversas reflexiones
de médicos y científicos costarricenses,
los cuales no dejaron de participar
en la discusión pública sobre la
“enfermedad” a lo largo de la década.
En general, en las valoraciones de los
especialistas, se mezcló información
científica con aspectos morales, incluso
religiosos, o simplemente con prejuicios
de diferentes tipos. El VIH fue pensado
como un “mal asesino”, un “agente
pernicioso” que estaba destruyendo a
la humanidad de manera deliberada y
sistemática. Con esta retórica terrorífica,
se buscó crear una conciencia de
cuidado, con la que se mantuvieran
“estilos de vida sanos”. El “estilo de vida
sano” se opuso, en las afirmaciones del
presidente de la Comisión Nacional del
SIDA, Leonardo Mata, al “estilo de vida”
homosexual. Para Mata, los homosexuales
tenían “prácticas” que debían
despertar un rechazo generalizado.
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