Revista Orgullo 22
Revista Orgullo de Costa Rica, edición 2022
Revista Orgullo de Costa Rica, edición 2022
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ORGULLO
“Es claro que las luchas no tienen propiedad, pero sí
protagonistas e historia. Si los derechos carecen de
trasfondo o pasado, y si siempre han existido, cualquiera
puede impulsarlos o representarlos”
Cuerpo
Por Mon González Suárez
Existencia trans no binarie centroamericana,
sociológx y escritore no heterosexual
Erótica
Micelio del bosque
[ ella / elle ]
¿Cuánto puede un cuerpo? Ella, tejida con navajas en la cintura,
cabello largo, maquillaje rojo opaco, sin vida, sin rostro. Afecto, me
dices, tomándome los ojos con tus manos, a medio hacer tu cuarto,
la habitación vacía de tantas palabras. Tu voz se enreda a mis
dientes, un humo tenso que mastico para no regar saliva de tus
labios. Cada vez reniegas más de tu cuerpo. Recoges una a una las
medias del suelo, limpias con un trapo azul la adherencia negra de
moho en la ventana, un charco verde crece en tu espejo, suciedad
en las esquinas de tu cama, no se puede respirar. Esta casa nos envuelve,
no en forma cálida como el abrazo, sino agresiva, obsesionada,
nos retiene cada vez que intentamos salir por la puerta, no
hay puertas. Suave, me deslizo hasta tu sala. Bajo las gradas, fo-
tos de tu cuerpo dispuestas, un cementerio
de brazos, manos, dedos, bocas,
lenguas. Te mutilas con la ropa, la desnudez
te atormenta, llueves en mí para
evitar humedecerte a solas, mi cuerpo
extensión de lo que no quieres, el tuyo.
Tomo un vaso de agua, espero, no llegas.
Solo debes bajar las gradas y ver
tus fotos, una a una, regadas boca arriba,
mojadas. Inspecciono la cocina, sucia,
platos acumulados, cortinas manchadas,
hace cuánto que alguien no
vive aquí. Te escucho, caminas con la
ropa, insistes en no verte las manos, los
brazos, los ojos, tu cuerpo. De repente,
el reloj de pared suena, alto, ruidoso. Es
una alarma, no cesa. Estás ahí, sentada,
sin tocar las piernas a la silla porque
eso supondría aceptar que existes,
que tu cuerpo es tuyo, no un reflejo sobre
el mío. El ruido continúa, cada vez
más alto, pareces no escucharlo, porque
eso supondría reconocer tus oídos,
que escuchas. Condición de cuerpo que
niegas para existir. Te levantas, hacer
cualquier cosa que no involucre el tacto
conmigx.
Te sientas en el marco de la puerta,
me miras, el roce violento, un reclamo
te inunda las mejillas, no entiendo por
qué me culpas de no querer tu cuerpo.
Haces un ovillo con tus piernas, el suelo
repleto de colillas, fumas para negar
el aire. Camino hacia ti, tan consciente
de mi cuerpo como de la carencia
del tuyo en la casa, el vaho ostentoso
nos quita las ganas de hablar, de enredar
voces para decirle a la otra lo que
no se puede hablar para una misma. El
ruido en la cocina desaparece cuando
me acerco a la línea dibujada en la otra
puerta, al extremo de la sala. Ahí viene,
otra vez tu pose, una de muchas, actúas
cotidianamente para negar lo que
te gusta.
Quiero irme, pero no hay manecillas,
no hay puertas. Si pudieras reconocer
cuánto puede un cuerpo cuando no es
uno, sino varios. Decidí migrar de mí,
salirme, ahora cargo en el cuerpo lo
habitable que detesté en ti: la casa.
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