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Edicion 05 de Noviembre de 2022

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el valor, del silencio

Por: Wilfredo Arriola

Una de las formas de comunicación más

incomprendidas en la vida es el silencio.

No se sabe si te están olvidando o

recordando, si están avalándote o castigándote, si

te tienen compasión o por dentro se han desatado

los demonios, todo eso, se torna incomprendido.

Solo nos queda la intuición como arma a la que

uno acude y el prejuicio también, aunque este último

más a discernimiento de quien somos.

Cuantas veces a lo largo de muchas conversaciones

o discusiones hemos tenido la mala decisión

de no medir nuestras palabras y dejarlas ir

sin reparo alguno. Hemos herido de una manera

atroz. El puñal de la palabra solo duele a quien en

tierra blanda se le hunde, luego, en el resultado

de esa operación quien tiene el cuchillo tiene el

cuerpo del delito, la boca como único manifiesto

ante lo sucedido. Todo perdón modifica algo para

siempre y a veces en ese siempre quiere decir

nunca. Nunca las relaciones volverán hacer las

mismas, por fingir ese monótono gesto de “hacer

las paces” el primer perdón se tiene que dar a sí mismo

y luego ofrecerlo y empezar un proceso de cambio

demasiado lento, cuando en verdad es auténtico.

En cualquiera problemática, quien escucha es quien

adiestra sus criterios, no quien habla. Se dice en la

sabiduría popular “Se necesitan dos años para aprender

a hablar y sesenta para aprender a callar” según

Ernest Hemingway y no es ninguna exageración,

trabajarse a sí mismo es uno de los oficios más difíciles

que existe, porque somos seres tan cambiantes

de acuerdo a tantas circunstancias externas que

nos acontecen, lo que hoy no has parecido correcto

y una firme muestra de personalidad mañana será un

total acto de desacierto del cual penaremos para bien

o para mal.

La madurez se parece a la utopía, siempre en el horizonte

por eso nunca la alcanzamos, en busca de ella

se nos va la vida, las amistades, las relaciones sociales,

los amores de la vida que siempre a cada tanto se

consolidan o se van. Si nos hubiéramos callado otras

cosas y hubiéramos expresado otras, quizá la vida nos

sonriera de una forma diferente. El consumo de alcohol

y drogas inhibe el uso correcto de la glándula

pineal, esta glándula es la que potencia el raciocinio,

el juicio, las emociones, entre tantas cosas más. Hacer

uso de estupefacientes desequilibra las facultades

normales del ser humano, provocando daños en el sistema

nervioso central, quitándonos la plena facultad

de analizar lo que estamos por decir, y en ese sentido,

luego de la cuota de palabras mal utilizadas comprendemos

el valor del silencio.

Habría que hacer un convenio consigo mismo, repasar

en el sosiego de la soledad las palabras que están bien

para nuestro fuero personal y que esas sean las que se

queden con nosotros para reaprender lo cambiantes que

son nuestras reacciones. Valorar el silencio también en

nuestras metas, en nuestras proyecciones y en nuestro

estilo de vida. El mejor favor que nos podemos hacer a

nosotros mismos es agrandar nuestra privacidad, ya lo

decía Séneca: “No hables bien de ti, no te creerán; ni

mal, porque te creerán enseguida”.

Sábado 05 de Noviembre de 2022

Edición Extra 03

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