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Listín Diario 22-01-2023

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DOMINGO SÁBADO 21 <strong>22</strong> DE ENERO DE <strong>2023</strong> THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY<br />

133<br />

E L M U N D O<br />

Dolientes (arr.) en el funeral de Brayan Apaza, de 15 años, una de<br />

las 19 personas fallecidas en una protesta reciente en Juliaca, Perú.<br />

Manifestantes bloquean una carretera entre Arequipa y Juliaca (izq.).<br />

En Perú, un referéndum<br />

mortal sobre democracia<br />

Por JULIE TURKEWITZ<br />

Carreteras bloqueadas con rocas<br />

enormes y vidrios rotos. Ciudades<br />

enteras cerradas por protestas masivas.<br />

Cincuenta familias de luto<br />

llorando a sus muertos. Llamados<br />

para instalar un<br />

nuevo presidente,<br />

una nueva constitución,<br />

un sistema<br />

de gobierno<br />

completa mente<br />

nuevo. Promesas<br />

de llevar la lucha<br />

a Lima, la capital. Los funcionarios<br />

locales advirtiendo que el país va<br />

hacia la anarquía.<br />

Un himno de protesta se grita en<br />

las calles: “Esta democracia ya no<br />

es democracia”.<br />

Las protestas que comenzaron<br />

hace más de un mes en las zonas<br />

Mitra Taj contribuyó con<br />

información para este artículo.<br />

La frustración<br />

de los manifestantes<br />

genera violencia.<br />

rurales de Perú, debido a la destitución<br />

del ex presidente han aumentado<br />

en tamaño y en el alcance de<br />

las exigencias de los manifestantes,<br />

paralizando a sectores enteros<br />

del país y amenazando los esfuerzos<br />

de la nueva presidenta, Dina<br />

Boluarte, para afianzar el control.<br />

El malestar ahora es mucho mayor<br />

que la ira por quién gobierna<br />

el país; representa una profunda<br />

frustración con la joven democracia<br />

peruana, que según los manifestantes<br />

no ha logrado abordar la brecha<br />

entre los ricos y pobres y entre<br />

Lima y las zonas rurales del país.<br />

El ex presidente Pedro Castillo,<br />

un líder de izquierda, había prometido<br />

atender los rezagos de la<br />

pobreza y la desigualdad, pero fue<br />

destituido y arrestado en diciembre,<br />

después de intentar disolver el<br />

Congreso y gobernar por decreto.<br />

Sus seguidores, la mayoría de ellos<br />

en regiones rurales pobres, organizaron<br />

protestas, en ocasiones quemando<br />

edificios gubernamentales,<br />

bloqueando carreteras y ocupando<br />

aeropuertos. El gobierno peruano<br />

pronto declaró un estado de emergencia<br />

y envió a las fuerzas de seguridad<br />

a las calles.<br />

Boluarte ha exhortado a la unidad<br />

y, en respuesta a las exigencias<br />

de los manifestantes, pidió a los<br />

legisladores que adelantaran las<br />

elecciones. El Congreso ha tardado<br />

en apoyar esa iniciativa, y los<br />

críticos de Boluarte ahora la tildan<br />

de presidenta débil, que trabaja a<br />

instancias de una legislatura interesada<br />

y desactualizada.<br />

Al principio, los manifestantes<br />

buscaban principalmente la restitución<br />

de Castillo al poder o nuevas<br />

elecciones lo más rápido posible.<br />

Ahora, quieren una nueva constitución<br />

e incluso, como decía un afiche,<br />

“refundar una patria nueva”.<br />

Desde la destitución de Castillo,<br />

al menos 50 personas han sido asesinadas,<br />

49 de ellas civiles, algunas<br />

de ellas con disparos en el pecho, la<br />

espalda y la cabeza, lo que ha llevado<br />

a que los grupos de derechos<br />

humanos acusen al ejército y a la<br />

policía de uso excesivo de la fuerza<br />

y de disparar indiscriminadamente<br />

contra los manifestantes.<br />

En Juliaca, a dos días en automóvil<br />

de la capital, 19 personas murieron<br />

como resultado de una manifestación<br />

reciente, la jornada más<br />

mortífera de enfrentamientos entre<br />

FOTOGRAFÍAS POR FEDERICO RIOS PARA THE NEW YORK TIMES<br />

civiles y actores armados en Perú<br />

en, al menos, 20 años. Dieciocho de<br />

los fallecidos eran civiles.<br />

El menor de los fallecidos fue<br />

Brayan Apaza, de 15 años, cuya madre,<br />

Asunta Jumpiri, lo describió<br />

como un “niño inocente” que había<br />

salido a comprar comida. En su velorio,<br />

los simpatizantes sostenían<br />

banderas negras en el pecho y prometieron<br />

luchar hasta que Boluarte<br />

dimitiera.<br />

Brayan murió a causa de un disparo<br />

en la cabeza, según la autopsia.<br />

En su funeral, Jumpiri pronunció<br />

algunas de las últimas palabras<br />

antes de su entierro.<br />

“¡Dina!”, gritó, refiriéndose a la<br />

presidenta, aferrada al ataúd de<br />

Brayan, y su rostro desfigurado por<br />

el dolor. “¡Estoy dispuesta a morir<br />

por mi hijo! Voy a luchar; ¡Quiero<br />

justicia!”. Luego lanzó un desafío:<br />

“¡Dina, mátame!”.<br />

Las afganas, excluidas de las ayudas<br />

Por CHRISTINA GOLDBAUM<br />

y NAJIM RAHIM<br />

Durante años, antes de que los talibanes<br />

tomaran el poder y la economía<br />

afgana se colapsara, Jamila<br />

y sus cuatro hijos se habían aferrado<br />

al borde de la supervivencia.<br />

Después de que su esposo murió<br />

tratando de cruzar la frontera con<br />

Irán, ella y sus hijos se mudaron<br />

a un campamento para personas<br />

desplazadas en el noroeste de Afganistán<br />

y dependieron de las organizaciones<br />

de ayuda.<br />

Un grupo le llevó aceite, harina y<br />

arroz, alimentos que evitaron que<br />

su familia muriera de hambre. Otro<br />

le dio a sus hijos plumas y libretas,<br />

los únicos útiles que tenían en la<br />

escuela primaria. Un tercero los<br />

vacunó contra sarampión, poliomielitis<br />

y otras enfermedades.<br />

Pero cuando Jamila trató de organizar<br />

un paquete de alimentos de<br />

emergencia a finales de diciembre,<br />

el trabajador humanitario la interrumpió<br />

y explicó que la organización<br />

había suspendido sus operaciones:<br />

el mes pasado, el gobierno<br />

afgano prohibió que las mujeres<br />

trabajaran en la mayoría de los<br />

grupos de ayuda locales e internacionales,<br />

causando que muchos<br />

suspendieran sus labores. A Jamila<br />

Isabella Kwai contribuyó<br />

con información para este artículo.<br />

se le fue la sangre a los pies.<br />

“Si no lo permiten, moriremos de<br />

hambre”, dijo Jamila, de 27 años,<br />

que usa un solo nombre al igual que<br />

muchas mujeres en las zonas rurales<br />

de Afganistán.<br />

Para muchas mujeres y niñas<br />

que se habían enfrentado restricciones<br />

cada vez mayores bajo el<br />

nuevo gobierno —incluyendo quedar<br />

excluidas de muchos trabajos,<br />

preparatorias, universidades y<br />

parques públicos— el nuevo edicto<br />

eliminó una de las pocas vías restantes<br />

para el empleo y la vida pública.<br />

Dado el sistema conservador<br />

que existía en Afganistán incluso<br />

antes de que los talibanes tomaran<br />

el poder en 2021 y ampliaran<br />

las tradiciones más estrictas, los<br />

grupos de ayuda habían dependido<br />

de las trabajadoras para llegar<br />

a otras mujeres y sus familias, que<br />

a menudo estaban segregadas de<br />

cualquier contacto con hombres<br />

externos.<br />

Ahora, en medio de una crisis<br />

de desnutrición y atención médica<br />

que ha empeorado, muchos grupos<br />

de ayuda dicen que la prohibición<br />

a esas trabajadoras les ha hecho<br />

casi imposible trabajar en el país.<br />

Esas organizaciones describieron<br />

la acción como una “línea roja” que<br />

viola los principios humanitarios y<br />

que, de mantenerse, podría cerrar<br />

permanentemente sus operaciones<br />

en Afganistán.<br />

Es probable que el resultado sea<br />

que millones de afganos se queden<br />

sin ayuda vital durante los meses<br />

de invierno duros. Se espera que<br />

un récord de dos tercios de la población<br />

—o 28.3 millones de afganos—<br />

requiera algún tipo de asistencia<br />

humanitaria este año, ya que se<br />

avecina una crisis de hambre en<br />

todo el país, según estimaciones de<br />

las Naciones Unidas.<br />

Los funcionarios afganos han<br />

instado a la reanudación de los programas<br />

de ayuda, pero también<br />

han indicado que los principales<br />

líderes de la administración talibán<br />

no están dispuestos a revertir<br />

el edicto.<br />

Los funcionarios afganos han<br />

dicho que la prohibición no aplica<br />

directamente a las Naciones Unidas<br />

—una de las últimas entidades<br />

occidentales en mantener una presencia<br />

en Afganistán. Aún así, la<br />

mayoría de las agencias de ayuda<br />

de la ONU trabajan con organizaciones<br />

sin fines de lucro para llevar<br />

a cabo sus operaciones y ahora han<br />

suspendido sus programas.<br />

Muchos donadores internacionales<br />

también exigen que las mujeres<br />

compongan al menos la mitad<br />

de las personas a las que llega una<br />

organización de ayuda para recibir<br />

financiamiento. Para las mujeres,<br />

los efectos de la prohibición y la<br />

KIANA HAYERI PARA THE NEW YORK TIMES<br />

Fátima, una niña de 15 meses, y su madre en la sala de desnutrición<br />

de un hospital pediátrico en Kabul.<br />

suspensión de las ayudas han sido<br />

devastadores.<br />

La situación “es un desastre”, dijo<br />

Abeda Mosavi, empleada del Consejo<br />

Noruego para Refugiados que<br />

trabaja con viudas afganas. “No sé<br />

hasta qué punto entendieron los talibanes<br />

el papel de las mujeres en<br />

las organizaciones de ayuda y las<br />

crisis que enfrentarán las mujeres”.<br />

Habiba Akbari, que trabaja para<br />

Afghan Aid, un grupo británico,<br />

pasó los últimos cuatro años esquivando<br />

combates esporádicos entre<br />

el gobierno respaldado por Occidente<br />

y las fuerzas talibanes para<br />

viajar entre su ciudad natal en la<br />

provincia de Badakhshan y su universidad<br />

en la ciudad de Kunduz.<br />

Akbari se graduó el año pasado<br />

—justo antes de que los talibanes<br />

prohibieran a las mujeres asistir<br />

a la universidad— y consiguió un<br />

trabajo con el grupo de ayuda. Su<br />

salario mensual de 30 mil afganis,<br />

unos US$350, mantenía a sus siete<br />

hermanos y padres después de que<br />

su hermana mayor y principal proveedora<br />

de la familia fuera despedida<br />

de su puesto como fiscal. Pero<br />

ahora, su trabajo ha sido suspendido<br />

—y cualquier esperanza que<br />

tuviera para su futuro se ha desvanecido.<br />

“Los talibanes nos están enterrando<br />

vivos”, dijo Akbari.

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