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texto Clidia Díaz<br />
fotos Archivos <strong>Elvis</strong> Presley<br />
“Ha llegado el Rey”<br />
El sorprendente y curioso encuentro a principio de los años setenta entre Nixon y <strong>Elvis</strong>, dos icónicas<br />
figuras pertenecientes a generaciones y mundos opuestos, permanece a través del tiempo entre los<br />
momentos más recordados en la historia de la Casa Blanca.<br />
Las puertas del emblemático<br />
Despacho Oval de la<br />
Casa Blanca se abrían<br />
discretamente en pleno<br />
mediodía de un nevado<br />
lunes de diciembre en el año setenta para<br />
dar paso a un visitante inesperado.<br />
Ataviado en un flamante traje de<br />
terciopelo púrpura, una camisa blanca<br />
abierta sobre el pecho, un abrigo oscuro,<br />
un enorme cinturón con una gigantesca<br />
hebilla dorada, y sus llamativos espejuelos<br />
de sol color ámbar, la mayor estrella de<br />
rock de todos los tiempos... el mismísimo<br />
<strong>Elvis</strong> Presley hacía su entrada de honor.<br />
En medio del salón lo esperaba sonriente<br />
el entonces presidente de los Estados<br />
Unidos, Richard M. Nixon.<br />
<strong>Elvis</strong> llegó al presidente a través de una<br />
carta personal escrita en el avión que lo<br />
había llevado a Washington esa madrugada,<br />
la cual entregó sin corregir ese mismo día<br />
en la garita a los agentes de seguridad. En<br />
ella le externaba su deseo de saludarlo,<br />
su preocupación sobre la influencia de<br />
las drogas, los hippies, el fenómeno de<br />
los Beatles (Fab Four), su movimiento<br />
antiamericano, su preocupante campaña<br />
en contra del “establishment” y le solicitaba<br />
una acreditación como agente federal<br />
independiente de la oficina antidrogas de<br />
Estados Unidos antecesora de la DEA, para<br />
ayudar a su país a luchar contra las drogas<br />
ilegales en el mundo de la farándula.<br />
De la noche a la mañana el impulsivo<br />
“Rey del Rock” consiguió complacer su<br />
capricho de entrevistarse con el jefe de<br />
Estado y de Gobierno de los Estados<br />
Unidos, mantener secreta la entrevista y<br />
permanecer en el anonimato (Jon Burrow<br />
era su nombre de incógnito) durante su<br />
corta estadía en la capital.<br />
Los dos primeros se hicieron realidad<br />
gracias al expedito cabildeo y la discreción<br />
del ayudante adjunto al presidente, Egil<br />
“Bud” Krogh, fan incondicional de la<br />
música de <strong>Elvis</strong>, único testigo del insólito<br />
encuentro. El último; pura casualidad.<br />
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