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Edición 17 de Octubre de 2015

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| novela |<br />

| cuento |<br />

Salarrué<br />

Se azuló la noche. En medio <strong>de</strong>l<br />

solar oscuro, el circo era como<br />

una luna <strong>de</strong>sinflada. Parecía<br />

lachiche <strong>de</strong> la noche, on<strong>de</strong><br />

mama luz el cielo. Un chilguete<br />

manchaba <strong>de</strong> norte a sur el espacio y las<br />

gotitaszarpiaban el horizonte hasta la oriya<br />

<strong>de</strong>l mundo.<br />

Mito y Lencho, los dos hermanitos, miraban<br />

asombrados, por un juraco, cómo aquel<br />

siñor que le<strong>de</strong>cían Irineyo Molina, se bía<br />

hecho payaso en un dos por tres. Taba<br />

sentado en un cajón, jumándose un puro, y<br />

con cara enojosa <strong>de</strong> hombre. Por el hoyito se<br />

véiya bien que le daba la luz <strong>de</strong> un carburo<br />

en la carachelosa <strong>de</strong> harina. Abajo, junto a la<br />

goliya plisada, asomaba el cuello prieto <strong>de</strong><br />

su propio cuero. Más allá,el negro Jackson<br />

sembraba una estaca, con una almágana. A<br />

cada golpe <strong>de</strong> juelgo, la estaca se hundía un<br />

jeme. Recostado en unos lazos templados<br />

como cuerdas <strong>de</strong> violín, estaba un volatín.<br />

—Apartáte, baboso.<br />

—Peráte, quiero ver.<br />

—Te vuá zampar una ganchada, Chajazo.<br />

—¡Achís!, sólo vos querés mirar...<br />

—A yo no mián <strong>de</strong>jado...<br />

—¡Baboso, baboso, ayí entró una piernuda<br />

vesti<strong>de</strong>dorado. Sestá componiendo la<br />

ata<strong>de</strong>ra.<br />

La cipotada on<strong>de</strong>ó, como un tumbo <strong>de</strong> carne;<br />

reventó en empujones y se vació sobre<br />

la carpa,<strong>de</strong>rrumbando al lado dia<strong>de</strong>ntro<br />

un rimero <strong>de</strong> sillas. Se oyeron voces <strong>de</strong><br />

hombre, furibundas, y pasosamenazadores.<br />

Sexta entrega<br />

El circo<br />

La cipotada se dispersó a la carrera, haciendo se agachaba, cargado <strong>de</strong> corazones, como<br />

sonar con sus talones la panza <strong>de</strong> tambor una rama <strong>de</strong> mango. Deuna patada se abrió<br />

<strong>de</strong>l<strong>de</strong>scampado. Se confundió entre el guevazo el telón <strong>de</strong> los secretos; una pelota <strong>de</strong> colores<br />

e gente silbando y riendo. Un sapurruco en vino rodando hasta el centro <strong>de</strong>l pica<strong>de</strong>ro, y,<br />

camiseta, conunos gran<strong>de</strong>s gatos que parecían con un grito <strong>de</strong> sollozo burlón, el payaso se<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, salió encachimbado por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> irguió amelcochado, bonete en mano, con<br />

la lona, con un acial en lamano. Llegó hasta el algo <strong>de</strong> piñata y algo <strong>de</strong> barrilete. De golpe se<br />

andén, mirando <strong>de</strong> riojo; escupió un salivazo <strong>de</strong>scolgó, en el redon<strong>de</strong>l, la cortina <strong>de</strong> tablitas<br />

con tabaco, y se metió otragüelta por <strong>de</strong>bajo. <strong>de</strong>l aplauso.<br />

Dos o tres chiflidos le con<strong>de</strong>coraron el fundiyo. Vestidos a medias y <strong>de</strong> medias, los volatines y<br />

El humo <strong>de</strong> los candiles y <strong>de</strong> los puestos <strong>de</strong> volatinas, en escuadrón, avanzaron marciales,<br />

pupuseras ponía llanto en los ojos <strong>de</strong> aquella conlos brazos cruzados sobre el pecho y<br />

alegría. La manteca, ricién echada en las sonriendo con sonrisa postiza. Detrás, en dos<br />

sartenas <strong>de</strong> las pasteleras, se oiba escandalosa, caballencos ahumadoscomo los <strong>de</strong>l carrusel,<br />

como cuando meya el tren. Las garrafas, en los que llevaban colas <strong>de</strong> gallo en la frente, venían<br />

mostradores <strong>de</strong> loschinamos, parecían jícamas las masonas, vestidas <strong>de</strong>espumesapo y sentadas,<br />

<strong>de</strong> vidrio, que se bieran convertido en cocos. con una nalga, en el mero chunchucuyo <strong>de</strong><br />

El guaro clarito temblabaa<strong>de</strong>ntro y <strong>de</strong>jaba los caballos. Cerrando chorizo, iba un chele<br />

<strong>de</strong>scurrir su tujito embolón.<br />

vestido <strong>de</strong>ntierro, con un chiliyo bien largo;<br />

Las gentes iban entrando, guasonas, al circo. y un viejo bigotudo, jalándole las narices a<br />

Daban su tiquete y levantaban la cortinenca un pobreoso medio bolo. Más <strong>de</strong>trás iban<br />

<strong>de</strong>añididos, on<strong>de</strong> había unas letras que nai<strong>de</strong> los guachis, con cotones <strong>de</strong> colores llenos <strong>de</strong><br />

entendía, porque nai<strong>de</strong> leyiya en el pueblo. chacaleles. La músicasonaba, toda ella, chueca<br />

Una bandita <strong>de</strong>scosida empezó a sonarse, y <strong>de</strong>stemplada, como mocuechumpe.<br />

allí <strong>de</strong>ntro, <strong>de</strong>bajo diaquel gran pañuelo. La<br />

buyanga sizomayor, y las gentes empezaron a * * *<br />

co<strong>de</strong>arse por entrar a coger puesto.<br />

En aquel pueblo <strong>de</strong> niños, sólo los cipotes<br />

Por tercera vez sonó la campanilla; aquella se bían quedado ajuera. Ispiaban por on<strong>de</strong><br />

campanilla que daba güeltegatos <strong>de</strong> plata en la podían,subiéndose algunos hasta las puntas <strong>de</strong><br />

aljombra<strong>de</strong> la ansiedad. Un silencio profundo<br />

los cercanos jocotes, contentándose con ver<br />

el bailoteo <strong>de</strong> unoquiotro trapo <strong>de</strong> color, o el<br />

relámpago misterioso <strong>de</strong> las lentejuelas en<br />

las mecidas <strong>de</strong> los trapecios.<br />

Los niños ajuera, los gran<strong>de</strong>s a<strong>de</strong>ntro... El<br />

circo era como la felicidá, que se la cogen<br />

aquellos quemenos la quieren. Los cipotes<br />

se conjormaban viendo la alegriya luminosa,<br />

por un hoyito, entre tablas y piernas oscuras.<br />

Mito y Lencho, los dos hermanitos, se bían<br />

retirado dion<strong>de</strong> bían miradores, porque<br />

lestaban rompiendo toda la camisa. Sin<br />

embargo, cada granizada <strong>de</strong> aplausos los<br />

empujaba <strong>de</strong> nuevo a lacarpa. De chiripa se<br />

hallaron un juraquito bajero, que los otros<br />

no bían incontrado. Con el <strong>de</strong>dito inano lo<br />

jueron haciendo más gran<strong>de</strong>, y miraban por<br />

turnos.<br />

Cuando más extasiados estaban, mirando,<br />

mitá y mitá que la piernuda caminaba sobre<br />

el alambrecomo sobre el viento, un guachi,<br />

con una tablita, los cogió <strong>de</strong> culumbrón,<br />

soñadores e in<strong>de</strong>fensos. Les diocon todas<br />

sus juerzas, el bandido jalacolochones; y<br />

ellos, dando alaridos, salieron corriendo y<br />

sobándosela nalga, ardida como con plancha<br />

caliente. Fueron a contarle a la mama; y<br />

la mama cogiéndolos <strong>de</strong>bajo<strong>de</strong> sus alas<br />

<strong>de</strong>splumadas, maldijo al miserable:<br />

—¡Disgraciado, quiá <strong>de</strong> pagarlas un diya en<br />

los injiermos!<br />

Lencho rumió, en su corazón <strong>de</strong> niño<br />

perdonero, aquella frase; y, tras un rato <strong>de</strong><br />

silencio, preguntó:<br />

—Mama, ¿yen el injierno habrán hoyitos para<br />

mirar lo que andan haciendo en el cielo?..<br />

Cuentos <strong>de</strong> Barro<br />

Sólo un <strong>de</strong>talle<br />

Antes suponía que me había<br />

mudado a esta ciudad para<br />

estar cerca <strong>de</strong> mi trabajo.<br />

Pero en verdad <strong>de</strong>cidí<br />

mudarme a esta ciudad<br />

huyendo <strong>de</strong> Ella, es <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> todo aquel<br />

ambiente que me hacía recordarla. Las<br />

callecitas tristes y <strong>de</strong>scoloridas, poco<br />

transitadas. La gente que siempre saluda<br />

al encontrarse aunque se encuentren<br />

poco. Las únicas tienditas don<strong>de</strong> en<br />

verdad valía la pena tomarse una cerveza.<br />

Aquella calma <strong>de</strong> pueblo aburrido que le<br />

hacía sentirse sucursal <strong>de</strong>l cielo.<br />

Des<strong>de</strong> esa <strong>de</strong>cisión, me vine a esta<br />

ciudad que pretendí me mostraría<br />

cosas nuevas. Típico pensamiento <strong>de</strong><br />

pueblerino pobre que quiere vivir en<br />

la gran urbe, una gran plasta <strong>de</strong> mierda<br />

llena <strong>de</strong> humo e indiferencia. No me<br />

costó mucho adaptarme a esta vida llena<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sadaptados y <strong>de</strong>saprobación.<br />

Esa tar<strong>de</strong> que mi compañera <strong>de</strong> trabajo<br />

La llaga <strong>de</strong>snuda<br />

Erick Tomasino<br />

ADVERTENCIA<br />

1. Esto no es una autobiografía.<br />

2. El lenguaje utilizado en este texto,<br />

es <strong>de</strong> exclusiva responsabilidad <strong>de</strong> sus<br />

personajes.<br />

3. Es probable que este libro, no sea el<br />

mejor que lea en su vida.<br />

Para adquirir el libro pue<strong>de</strong> escribir a:<br />

@ErickElTomasino<br />

La Llaga Desnuda<br />

se revolcaba <strong>de</strong> excitación por sentirse<br />

exitosa comparada a mi fracaso, <strong>de</strong>cidí<br />

salir antes <strong>de</strong> la hora <strong>de</strong> mi trabajo. Los<br />

<strong>de</strong>más compañeros me miraban con<br />

inquietud o envidia por mi ímpetu, que<br />

en verdad era algo así como un capricho<br />

excéntrico poco comedido y menos<br />

consciente <strong>de</strong> lo que parecía.<br />

Cuando volví a casa todo giraba al compás<br />

<strong>de</strong>l reloj. Sonó el teléfono y era su voz<br />

-la que había estado tantos días ausenteen<br />

son <strong>de</strong> reclamo por mis tantos días<br />

ausente. “No podrás <strong>de</strong>shacerte <strong>de</strong> mí tan<br />

fácilmente” me dijo con una mezcla <strong>de</strong><br />

amenaza y <strong>de</strong>seo.<br />

Quedamos <strong>de</strong> vernos el siguiente día.<br />

Nos encontramos y nos besamos como<br />

si todo lo anterior no hubiera pasado.<br />

Seguimos con una conversación más<br />

que convencional, con los típicos ¿cómo<br />

estás?, ¿qué has hecho? y un tedioso<br />

bla, bla, bla. Luego <strong>de</strong>vino un enorme<br />

silencio como si las palabras hubieran<br />

huido <strong>de</strong>l caos o hacia el.<br />

Mi problema es que te amo, le solté.<br />

Ella me miró <strong>de</strong> forma serena. “Vamos a<br />

tomar un café” dijo sin una sola expresión<br />

en el rostro. Caminamos por las mismas<br />

calles <strong>de</strong> siempre, solo que esta vez un<br />

murmullo <strong>de</strong> lluvia suspiraba por la<br />

tar<strong>de</strong>. Llegamos a la cafetería -la misma<br />

a la que yo iba siempre- or<strong>de</strong>namos.<br />

Para no variar yo pedí café negro y sin<br />

azúcar, ella una bebida carbonatada con<br />

mucho hielo. Estábamos <strong>de</strong> nuevo en<br />

silencio cuando sonó su teléfono celular;<br />

ahí se dibujó una bella sonrisa en su<br />

rostro. La bella sonrisa que no veía en<br />

mucho tiempo.<br />

Quien hablaba era uno <strong>de</strong> sus ex novios<br />

llamando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> algún lugar <strong>de</strong> la<br />

penumbra. Mientras, yo leía un poema<br />

<strong>de</strong> Prévert. Al terminar me confesó que<br />

quería volver con él, que esa era una<br />

<strong>de</strong> las razones por las cuales <strong>de</strong>jaría<br />

<strong>de</strong> verme. No sin antes hacerme todo<br />

un <strong>de</strong>cálogo <strong>de</strong> cómo <strong>de</strong>bería mejorar<br />

mi personalidad. Un memorándum <strong>de</strong><br />

todos los errores que supuestamente<br />

cometí y un ultimátum que me supo a<br />

plomo intravenoso en dosis exportables<br />

a China.<br />

Des<strong>de</strong> aquella tar<strong>de</strong> nada fue igual. Tomé<br />

mis pocas cosas y me mudé <strong>de</strong>l todo <strong>de</strong><br />

ciudad en una especie <strong>de</strong> negación <strong>de</strong> la<br />

realidad, esa que por no estar preparado<br />

duele, hiere y a veces huele a estancada.<br />

Antes <strong>de</strong> que amaneciera con un pedazo<br />

menos <strong>de</strong> mí, inicié un recorrido <strong>de</strong>l cual<br />

hasta hoy, me ha sido ajeno el <strong>de</strong>stino.<br />

Días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi estancia acá, las<br />

calles se volvieron distintas, a veces me<br />

sonreían y me ofrecían sueños, sonrisas<br />

como poemas, miradas con duda y me<br />

sentí alguien nuevo, un poco diferente<br />

a mí. De hecho era otro, otro más, otro<br />

más en la gran ciudad madre <strong>de</strong>l caos. Un<br />

poco parecido a lo que quería. Sí, nunca<br />

estoy conforme, por eso sigo caminando<br />

“al lado <strong>de</strong>l camino” pero en calles don<strong>de</strong><br />

siempre se tropieza y se sigue caminando<br />

mientras se sacu<strong>de</strong>n las heridas...<br />

Comenzaron a aparecer personas que<br />

compartían sus cuentos, a veces <strong>de</strong> dolor,<br />

a veces con aliento a alcohol, a veces<br />

con sangre en los labios, en el pecho y<br />

en los sueños. Así está la metrópoli, llena<br />

<strong>de</strong> sombras en busca <strong>de</strong> luz con miedo a<br />

<strong>de</strong>saparecer.<br />

Cada día pensaba que mañana encontraría<br />

una nueva historia. Es viernes y los versos<br />

andan bailando a mi lado. Quizá alguna<br />

mujer me lleve a conocer el alba, o <strong>de</strong><br />

nuevo <strong>de</strong>spierte buscando una sombra<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la almohada preguntando<br />

qué pasará <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> verme al espejo.<br />

De rescatarme <strong>de</strong> mi angustia y <strong>de</strong> mi<br />

tristeza. Estoy incomprensible. No me<br />

culpen. Es el uso común en estos días <strong>de</strong><br />

viento y melancolía.<br />

Los días transcurrían entre la monotonía<br />

y la sorpresa. Nada cambiaba en la<br />

ciudad que todo lo vuelve persecución.<br />

Hasta caminar por las calles con los pelos<br />

<strong>de</strong>stejidos en días <strong>de</strong> viento me volvía un<br />

sospechoso, un potencial <strong>de</strong>lincuente que<br />

quería arrebatar las pertenencias <strong>de</strong> otros<br />

que querían arrebatarme lo poco que<br />

quedaba <strong>de</strong> mí.<br />

Así, un día me encontré a una chica en<br />

uno <strong>de</strong> esos autobuses que si bien no<br />

matan, suelen recordarme a la muerte o<br />

pintármela <strong>de</strong> manera dolorosa. Preguntó<br />

acerca <strong>de</strong> una dirección y rápidamente<br />

<strong>de</strong>duje que tampoco era <strong>de</strong> esta ciudad;<br />

en todo el trayecto me comentó <strong>de</strong> forma<br />

resumida la historia <strong>de</strong> su vida cargada<br />

<strong>de</strong> sufrimiento y pena. Me conmoví y la<br />

invité a una cerveza.<br />

Llegamos a un bar y continuamos la<br />

conversación, luego pasamos al área<br />

<strong>de</strong> los secretos y mientras las cervezas<br />

<strong>de</strong>sfilaban imparables sobre nuestra<br />

mesa, nos comenzamos a tomar las manos<br />

y cada vez que era posible a besarnos<br />

en cada broma, como un código para<br />

asentir que nos i<strong>de</strong>ntificábamos. Minutos<br />

<strong>de</strong>spués no conseguí ocultar mis <strong>de</strong>seos<br />

y la invité a mi casa. En tiempo récord<br />

estábamos sobre el colchón haciendo<br />

<strong>de</strong> la ropa un <strong>de</strong>sperdicio, besándonos<br />

lascivamente mientras la sangre intentaba<br />

cubrir hasta lo más recóndito <strong>de</strong> nuestras<br />

cavida<strong>de</strong>s.<br />

Estábamos en eso cuando por encima <strong>de</strong>l<br />

techo me apareció ese rostro que durante<br />

las últimas semanas me atormenta, se<br />

reía <strong>de</strong> mí y su mirada me convocaba <strong>de</strong><br />

nuevo a la muerte, a esa que le temo cada<br />

día, cada minuto. Y estoy seguro que no<br />

había fumado nada extraño.<br />

Aparté a la chica abruptamente, ella no<br />

entendía nada <strong>de</strong> lo que pasaba. Como<br />

para no hacerla sentir mal le mentí: “es<br />

que soy gay y mi novio pue<strong>de</strong> venir en<br />

cualquier momento”. Inmediatamente<br />

se puso sus ropas y salió con un tono <strong>de</strong><br />

vergüenza y resentimiento. La figura <strong>de</strong><br />

mi fantasma reía aún con más euforia.<br />

Sabe que me tiene bajo su control. Y<br />

estoy sujeto a su voluntad.<br />

Des<strong>de</strong> ese episodio el recuerdo no me<br />

permite salir <strong>de</strong> mi habitación a menos<br />

que sea para las cosas básicas o para ir a<br />

emborracharme. Lo malo es que me tienta<br />

a buscar chicas en los bares para luego, a<br />

mitad <strong>de</strong> la noche, interrumpirme con su<br />

dulce sonrisa “tu est seulement à moi”.<br />

Ya nadie me llama ni me escribe. Creo se<br />

olvidaron <strong>de</strong> mí. El mundo entero teme a<br />

la muerte. Yo sólo soy su prisionero.<br />

Continuará...<br />

Sábado <strong>17</strong> / octubre / <strong>2015</strong> TRESMIL 7

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